Referencia al sueño del joyero, del caso Dora, en el seminario El reverso del psicoanálisis, de Jacques Lacan

Referencia al sueño del joyero, del caso Dora, en el seminario El reverso del psicoanálisis, de Jacques Lacan, presentada en el S.C.F. de Barcelona de Abril de 2005

  • Publicado en NODVS XIV, juny de 2005

Paraules clau

Dora, identificación, sueño del cofrecillo

Abril de 1902. Consulta de Freud en Viena. Dora, la joven que será conocida con este nombre dos años más tarde por lectores muy diversos de los textos de Freud, acude por última vez a la consulta del psicoanalista vienés para despedirse de él. Se marcha con algunos recuerdos, unos cuantos desacuerdos, menos síntomas y algún que otro secreto. Así cuenta Freud su mutis por el foro: La buena voluntad con la que Dora puso a disposición en el tratamiento una parte del material patológico me hizo olvidar la precaución de atender a los primeros signos de la transferencia que me preparaba con otra parte, desconocida para mí, del mismo material. Al principio se advertía claramente que yo sustituía para ella, en la fantasía, a su padre, como era natural, dada la diferencia entre nuestras edades respectivas. Dora me comparaba también de continuo conscientemente con él, buscando siempre convencerse de mi sinceridad para con ella, pues el padre 'prefería siempre el misterio y los caminos torcidos'. Cuando luego llegó el primer sueño, en el que Dora se proponía abandonar la cura, como antes la casa de K., hubiera yo debido darme cuenta de la advertencia que el sueño encerraba... la transferencia me sorprendió desprevenido, y a causa de un 'algo' en que yo le recordaba a K., Dora hizo recaer sobre mí la venganza que quería ejercitar contra K., y me abandonó como ella creía haber sido engañada y abandonada por él.

En el primer sueño, de los dos que centran la escritura del fragmento del caso, se puede situar tanto la clave de la interrupción del tratamiento de Dora, según Freud, como el eje de la aventura-desventura, como lo llama Lacan, que recuerda a las grandes novelas modernas de corte burgués.

Dora es una mujer joven que es llevada por su padre a la consulta de Freud a partir de un intento de suicidio, aunque desde hacía un tiempo presentaba pequeños síntomas que estaban provocando un desequilibro del medio social en el que ella se movía. Lo que se sitúa en el inicio de ese malestar, dos años antes de ir a consultar a Freud, es central en el caso pero es obviado por el padre. Este hombre mantenía desde hacía algún tiempo una relación amorosa con una mujer, que Freud denomina señora K., casada con un hombre, al que llamará señor K. Enseguida Dora le hace saber a Freud esta situación a la vez que su reivindicación intensa por el afecto de su padre, arrebatado por la relación extramatrimonial de éste. La trama está puesta en escena, se trata del cuarteto señora K, señor K, padre de Dora y Dora. En todo esto, la madre queda afuera.

La amistad con el matrimonio K. provee al caso de una serie de complejidades que están desde el inicio de los encuentros entre Freud y el padre de Dora. Ya hay, en lo que cuenta primero el padre, una cierta interpretación de causalidad de la desazón y la presencia de ideas suicidas recientes en su hija. Explica que durante una estancia con el matrimonio K. en la montaña, a la que Dora insistió en acompañarle, se produjo un incidente que ella explica luego a la madre. Resultó que durante un paseo por el lago cercano a la población donde se alojaban, el señor K. había osado hacerle una propuesta amorosa a Dora. Interrogado por los padres de ésta, el señor K. negó insistentemente los hechos y atribuyó la historia al interés y las lecturas recientes de la chica sobre asuntos sexuales. Se instala en ella un odio hacia el señor K. y una demanda hacia el padre de que abandone toda relación con él pero también con la señora K., a la que había venerado hasta el momento. Esta escena viene al lugar del segundo tiempo del trauma, teorizado por Freud en ese momento, pues se anuda para ella a otra escena anterior con el mismo hombre, a la edad de 14 años, en la que el señor K. la había besado provocando en ella una reacción de asco que tendrá toda su implicación la sintomatología de Dora.

El modo como Freud procede ante el análisis de toda esta trama, en la que cada uno de sus integrantes miran, de algún modo, hacia otro lado, es a partir de sus propios prejuicios a la hora de considerar lo que Dora revela. Así se expresa Lacan en la clase del seminario XVII que hoy nos ocupa para referirse a lo enrevesado del caso que Freud no duda en hacer girar entorno al padre. Y así lo muestra en el análisis del sueño del joyero, sin duda un sueño de transferencia, una joya clínica: Hay fuego en casa. Mi padre ha acudido a mi alcoba a despertarme y está en pie al lado de mi cama. Me visto a toda prisa. Mamá quiere poner aun a salvo el cofrecito de sus joyas. Pero papá protesta: 'no quiero que por causa de su cofrecito ardamos los chicos y yo'. Bajamos corriendo. Al salir a la calle despierto.

El análisis de Freud que sigue a la narración del sueño muestra la maestría con el significante con la que meses antes redactase la Interpretación de los sueños. No en vano, se trata para Freud de localizar en las vías asociativas el deseo inconsciente de Dora, que no se reduce a un vivo deseo del sujeto referido al presente sino que se nutre del capital de libido de un deseo infantil. Permítanme una reconstrucción parcial de la conversación entre Freud y Dora que del sueño se deriva:

 

Dora:
Se me ocurre algo que no debe tener relación alguna con el sueño. Mi padre discute últimamente con mi madre porque él no quiere cerrar con llave por las noches el comedor ya que es la única salida de la alcoba de mi hermano.
Freud:
Entonces, sobre la frase que por la noche puede pasar algo que le obligue a uno a salir usted pensó que podría ser un incendio.
Dora:
Sí, al llegar a la casa en L., mi padre expresó su temor a un incendio dada la tormenta que se había desatado y la falta de pararrayos en la casa.
Freud:
¿Esto fue antes o después de la escena con K. en el bosque?
Dora:
No lo sé ... creo que después. K. y yo regresamos a mediodía de nuestro paseo por el lago. Después de almorzar me eché en un sofá de la alcoba del matrimonio para reposar un rato. De pronto, desperté sobresaltada y vi a K. en pie junto al sofá...
Freud:
Ah, Como en el sueño, a su padre, al lado de la cama...
Dora:
Sí. A partir de entonces pedí la llave para cerrar el cuarto por dentro pero a la mañana siguiente había desaparecido. Seguramente el señor K... Decidí no quedarme en casa de K. sin mi padre. En las mañanas siguientes me vestí a toda prisa.
Freud:
Su sueño parece retornar todas las noches para corresponder a su propósito de marcharse de esa casa y poder dormir tranquila. En el sueño dice usted inversamente: Al salir a la calle despierto. ¿Y qué puede decir en cuánto al cofrecito que su madre quiere poner a salvo?
Dora:
Mi padre ha regalado muchas joyas a mi madre pero hace cuatro años le regaló una pulsera cuando en realidad ella quería unos pendientes de perlas.
Freud:
Sí, está bien, pero ¿y el cofrecillo?
Dora:
K. me había regalado poco antes un cofrecillo precioso.
Freud:
¿Sabía usted que la palabra cofrecillo se usa también para referirse al genital femenino?
Dora:
Sabía que iba usted a decirme eso!
Freud:
Entonces el sentido del sueño se hace ya más claro. Este sueño confirma que usted se esfuerza en despertar de nuevo su antiguo amor a su padre para defenderse contra el amor a K. Todos estos esfuerzos demuestran no sólo que teme usted a K. sino que aun se teme usted más a sí misma y teme a la tentación de ceder a sus deseos. Confirma así lo intenso que era su amor a K. Queda, ahora, encontrar el deseo que en realidad crea el sueño y que procede siempre de la infancia. Su madre quiere poner a salvo el cofrecillo para que no arda, y en las ideas latentes del sueño, de lo que se trata es de que el cofrecillo no se moje. Sobre la frase puede suceder por la noche algo que le obligue a uno a salir, ¿puede referirse a otra cosa distinta que no sea que los niños mojen la cama? Para evitarlo se los despierta por la noche, como en su sueño la despierta a usted su padre.
Dora:
De hecho yo padecí enuresis nocturna durante una temporada, hacia los siete u ocho años. Ah! Se me olvidaba, cuando tuve este sueño advertí al despertar olor a humo.

 

Freud interpreta este último dato como relacionado especialmente a su persona, pues cuando Dora alegaba que detrás de algún punto no se ocultaba nada, Freud solía contestar que no hay humo sin fuego. Además, Dora explicó que tanto su padre, como el señor K. eran grandes fumadores como lo era Freud, y que cuando K. inició su desgraciada declaración amorosa, acababa de liarle un cigarrillo.

La conclusión de Freud sobre este primer sueño de Dora llega después de un análisis mucho más rico y extenso del que no podemos dar cuenta ahora pero pretende mostrar cómo lo que hace Dora, mediante el sueño, es refugiarse al amparo de su padre en su temor al hombre que la persigue. Reanima en sí una pretérita inclinación infantil hacia su padre, destinada a protegerla contra la inclinación que presenta hacia aquel hombre. Para conseguirlo debe eludir que es precisamente el padre quien la ha expuesto a ese peligro para poder dedicarse así a la señora K. Se localiza ahí el deseo infantil inconsciente capaz de producir un sueño que de ser únicamente a partir del propósito de huir de la casa no hubiera sido posible. Dice Freud: el deseo de reemplazar a K. por el padre es el que proporciona la energía productora del sueño.

Finalmente, la resolución del segundo sueño, donde para Freud se hace efectiva la venganza contra K., precipitó el abandono del tratamiento por parte de Dora. No ajeno, Freud, a las complejidades del análisis de este último sueño, reconoció después en la escritura del caso que faltó una intervención del estilo de: Ahora ha realizado usted una transferencia de K. a mi persona. ¿Ha advertido usted algo que la lleve a deducir que yo abrigo hacia usted malas intenciones, análogas (directamente o por sublimación) a las de K., o ha observado en mi persona o sabido de mí algo que fuere su inclinación, como antes en K.?

Sin duda en el sueño del cofrecillo se jugó la salida de Dora del tratamiento, en la que escapó del peligro de acercarse a su deseo, escondido tras el humo de las identificaciones. Por una parte, en el vínculo libidinal con el señor K. y, por otra, en lo que se refiere al objeto real del deseo de Dora, la señora K., verdadera significación de la institución de la posición primitiva de Dora, así como de su crisis, como lo señaló Lacan algunos años antes del Seminario XVII.

Iván Ruiz

Referencia al sueño del joyero, del caso Dora, en el seminario El reverso del psicoanálisis, de Jacques Lacan

NODVS XIV, juny de 2005

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