De la causa final de la psuchê a la causa eficiente del significante

Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano el 15 de diciembre de 2012

  • Publicado en NODVS XXXIX, abril de 2013

Resum

El artículo presenta un breve resumen del concepto general de la causa en Aristóteles, y de sus cuatro causas específicas: la material, la formal, la eficiente y la final. Muestra cómo, en los términos de Lacan, su "discordancia aparente" finalmente acaba siendo teleológicamente subsumida, en última instancia, bajo el principio del alma o psuchê. Lacan esencialmente subvierte esta subsunción cuando dice que no pensamos con nuestra alma sino con nuestro objeto.

Paraules clau

Aristóteles, Lacan, causa(s), objeto

La doctrina de las cuatro causas de Aristóteles es desarrollada de la forma más extensa en la Física y la Metafísica; aunque debería decirse al inicio que el principio que gobierna esta doctrina es articulado más claramente en la Analítica posterior. En este último texto, Aristóteles nos dice (y cito): “creemos que comprendemos una cosa sin cualificación, y no en el modo sofístico y accidental, cuando pensamos que conocemos la causa (aition) en virtud de la cual algo es – que es la causa de esa cosa misma – y también sabemos que no puede ser de otro modo. Claramente, el conocimiento (epistêmê) es algo de este tipo”.

Dado que se supone que estamos hablando de las cuatro causas de Aristóteles, podría parecer un poco sorprendente que aquí Aristóteles esté hablando inequívocamente en singular: dice “la causa (aition)”. Según Lacan, sin embargo, esto es algo que no debería sorprendernos en absoluto. Puesto que en “Posición del inconsciente” – el Escrito que nos ocupa en este seminario – Lacan dice de manera muy precisa (y, aquí de nuevo cito las palabras exactas) que solo hay una “discordancia aparente” entre las causas (en plural) de Aristóteles. Lacan está indicando aquí, creo, que en la obra de Aristóteles la supuesta separación entre estas causas está al final subordinada a la forma de una unidad.

Tal vez la mejor manera de presentar las cuatro causas, entonces, es considerando cada uno de estos momentos sucesivamente: primero, el momento de separación o “discordancia”; y, segundo, la lógica por medio de la cual esta “discordancia” se revela como siendo meramente “aparente”.

Si tuviéramos que fundamentar nuestro juicio sobre Aristóteles en una lectura del primer libro de la Metafísica – el cual ciertamente constituye su más larga exposición sobre el concepto de causalidad – podríamos llegar a pensar que su principal preocupación es la separación o “discordancia” de las cuatro causas. Ya que lo que Aristóteles argumenta aquí es que si bien él, sin duda, no es el primer filósofo que interroga la cuestión de la causalidad, él es ciertamente el primero que la interroga en la pluralidad que le es propia. Es decir, si todos los filósofos anteriores a Aristóteles tendieron a concentrarse en una causa única (o, en el mejor de los casos, dual) y a tener solo una idea vaga e implícita de la operación de otras causas, es el método endóxico de Aristóteles – su examen teórico de la endoxa, las “opiniones creíbles” de estos filósofos – el que le permite ordenar estas causas en su multiplicidad esencial.

Aquí obviamente no disponemos de tiempo para reconstruir este proceso de desciframiento teórico; pero, en cualquier caso, nos concierne únicamente su resultado, la elaboración de las cuatro causas mismas, la cual se repite, en términos más o menos idénticos, tanto en el Libro II, Parte 3 de la Física, como en el Libro V, Parte 2 de la Metafísica. Una reflexión consistente nos compele entonces a confrontar, afirma Aristóteles, la causa material, la causa formal, la causa eficiente y, en último lugar, la causa final.

La causa material es “aquella de la cual (como material inmanente) una cosa nace” y “persiste”; es, en los ejemplos que Aristóteles mismo emplea, el bronce de una estatua, la plata de un cuenco, y los géneros o clases a los que pertenecen estas especies de metales. La causa material responde a la pregunta: ¿de qué está hecha una cosa?

La causa formal es la “forma” o “arquetipo”, “que es mencionado en el dar cuenta (logos) que pertenece a la esencia y sus géneros” y “las partes de este logos”; la proporción 2:1, por ejemplo, y el número en general, dice Aristóteles, es la causa de la octava. La causa formal responde a la pregunta: ¿qué es una cosa? (y, como veremos más adelante, implica por su parte toda una explicación sobre la sustancia o el ser (ousia)).

La causa eficiente es “la fuente principal del cambio o reposo”; en términos generales, “lo que hace” es la causa “de lo que es hecho y lo que cambia de lo que es cambiado” y, más específicamente (y aquí podríamos arquear las cejas), “el hombre que deliberó es una causa” y “el padre es causa del niño”. La causa eficiente responde a la pregunta: ¿qué es lo que generó una cosa?

Finalmente, la causa final es el “fin (telos)” o “aquello en aras de lo cual (hou heneka) una cosa es hecha”; la salud, nos informa Aristóteles, es la causa del caminar, de igual modo que es la causa de todos esos pasos intermediarios – reducción de peso, purgas, drogas e instrumentos quirúrgicos – que funcionan como medios para su fin. La causa final responde a la pregunta: ¿para qué es una cosa?

A primera vista, por lo tanto, parecería como si estuviéramos confrontados aquí con una cadena de términos distribuidos uniformemente aunque potencialmente conflictivos o “discordantes” (en el sentido de que sería posible cuestionar el preciso peso que cada término asume en cualquier explicación causal específica). Una lectura de otros pasajes de la Física y la Metafísica, y un percatarse del marco más general de la obra de Aristóteles deja rápidamente claro, sin embargo, que éste no es el caso.

En la Metafísica, por ejemplo, Aristóteles cualifica de manera fundamental su argumento cuando dice que “conocemos cada cosa solo cuando pensamos que reconocemos su primera causa”. En Las Partes de los animales – sorprendentemente quizás un texto crucial en este contexto – se vuelve un poco más claro qué podría ser esta causa: “las causas concernidas en la generación natural”, repite Aristóteles, “son más de una. Está la causa en aras de la cual una cosa es hecha, y la causa de donde surge el principio del movimiento. Ahora debemos decidir cuál de estas dos causas viene primero, y cuál segundo. Claramente, sin embargo, la causa primera es la que llamamos aquella en aras de la cual una cosa es hecha”. La causa final claramente tiene prioridad aquí sobre la causa eficiente; y en las dos siguientes citas de la Física, se hace patente que esta causa final funciona de una manera esencialmente jerárquica, subsumiendo – en un orden descendiente de importancia – primero la causa formal y luego la causa eficiente (la causa material, debería decirse, casi desaparece aquí de la descripción de Aristóteles). En primer lugar, entonces, Aristóteles explica que “puesto que la naturaleza es doble, la materia (hulê) y la forma (morphê), de las cuales la última es el fin (telos), y puesto que todo el resto es en aras del fin, la forma tiene que ser la causa en el sentido de eso en aras de lo cual una cosa es hecha”. En segundo lugar, nos dice, una vez que ha identificado las causas materiales, formales, eficientes, y finales, que “las tres últimas a menudo coinciden; ya que el qué y el aquello en aras de lo cual son una cosa, mientras que la fuente primaria de movimiento es la misma cosa”.

Estos fragmentos nos dan una idea del movimiento en su conjunto de la explicación aristotélica de la causalidad, un movimiento que refleja, por supuesto, el movimiento de su obra en su totalidad. Puesto que lo que vemos desarrollándose aquí es el pasaje sin fisuras de un hilomorfismo original – una división entre materia (hulê) y forma (morphê) – a una definición de la forma sola como sustancia primaria (de hecho, Aristóteles da esta definición en las secciones centrales de la Metafísica), a una determinación de esta sustancia o ser (ousia) como estando teleológicamente orientada, a una subordinación final de esta sustancia al principio universal o fuente (archê) del alma (psuchê). En De Anima, Aristóteles sostiene que el alma (psuchê) es la causa final, formal y eficiente del cuerpo viviente (con la causa material una vez más siendo hecha efectivamente redundante).

Para concluir, por lo tanto, podemos ver por qué en el Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, y precisamente cuando está hablando del concepto de la causa, Lacan tiene tanto interés en insistir que “el hombre piensa”, no con su alma (psuchê), como afirmó de manera célebre Aristóteles, sino “con su objeto”. También podemos ver por qué, en el mismo seminario, quiere recuperar dos términos de la Física de Aristóteles, tuché y automaton, los cuales son, en sus propias palabras, “absolutamente resistentes” a la “teoría” de Aristóteles como tal. Y, finalmente, y de manera más importante, podemos ver por qué cuando Lacan introduce su propia concepción de la causalidad en “Posición del inconsciente”, quiere “distinguir rigurosamente” (son sus palabras) y de forma tan clara esa concepción de la concepción aristotélica de la causa final. Lacan quiere mostrar que “la única verdadera causa primera” es el efecto retroactivo (nachträglicher) del significante en su eficiencia, y sobre esta base “juntar” (rassembler) esa “discordancia aparente” de las cuatro causas de Aristóteles de las que hemos venido hablando aquí. Este es un proceso que continuará, con diferentes modulaciones, en todo el recorrido posterior de Lacan.

Howard Rouse

De la causa final de la psuchê a la causa eficiente del significante

NODVS XXXIX, abril de 2013

Comparteix

  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Facebook