Comentario sobre el no hacer-saber en el trabajo con las toxicomanías en Barcelona. 

Escrito en junio de 2016, como reflexiones a partir de una presentación en una jornada de carteles en la sede de Barcelona de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis en Octubre de 2015. Parte de estas reflexiones derivan en la construcción que surgió como consecuencia del trabajo del cartel, y que fue dirigida hacia la Sección Clínica de Barcelona del Instituto del Campo Freudiano, en la recuperación de un Grupo de Investigación sobre Toxicomanías y Alcoholismo. En el momento actual transcurre el segundo año de este reinicio, habiendo trabajado durante el primer año sobre el eje de la angustia en el campo de las toxicomanías, y en el año en curso sobre la temática de toxicomanías y psicosis. 

  • Publicado en NODVS L, desembre de 2017

Resum

El texto aborda en sus dos extremos los elementos que pueden tomarse como desfavorables y favorables al conocimiento de una práctica clínica orientada por el psicoanálisis e inscrita en el entramado institucional que acoge las problemáticas referidas a las llamadas drogadicciones. Para ello se toma también como eje una indicación de Miquel Bassols: no se trata solo del saber-hacer sino de hacerlo saber. De la transmisión de los resortes del acto. También en la parte central del texto se plantea la hipótesis de si se trata del efecto de la elisión del falo en las prácticas de las drogas la que deriva en este silencio. El texto es entonces una provocación. 

Paraules clau

Hacer-Saber, Saber-hacer, Toxicomanías, Silencio, Práctica institucional, Psicoanálisis, Angustia, Barcelona. 

Elementos en Contra

1. La idea de introducir la subjetividad en los modos de relación que tienen los sujetos con los objetos llamados tóxicos no es algo para nada evidente, no es algo que podemos encontrar de entrada cuando se piensa en un abordaje de esta problemática, incluso cuando ideales humanistas o progresistas dirigen ese abordaje no está para nada claro que lo particular de la relación compleja de un sujeto con un tóxico se pueda colocar bajo el marco del mundo de los significantes. Una sustancia en principio, esta es una idea muy extendida, deberá producir los mismos efectos o una serie de efectos según un listado de factores, que pueden ser comprensibles en una lógica lineal. 

2. Se puede llegar a pensar que en tanto el padecimiento de los sujetos se ubica en las respuestas de su organismo con respecto a algo que le excita o le deprime, el abordaje de ese padecimiento es algo que cae del lado de aquellos que se encargan o del estudio parcelado del organismo (la hiper-especialización), o de la contención por el lado de lo material (aquellos que reciben el encargo del estado de poner muros de por medio entre los sujetos proclives a los excesos y sus tentaciones malignas). Esto es: el cuerpo médico, y el cuerpo policial.

 3. Asimismo de entrada, se puede pensar que ese abordaje de la subjetividad que es el del psicoanálisis encuentra su vía y su ejercicio, a partir de la escucha, de la conversación, del desarrollo retórico y de la operación de interpretación sobre dicho entramado, de significaciones, palabras, identificaciones, etc. En el campo de las toxicomanías parece reinar un silencio. La descreencia con respecto a la palabra, una especie de relación cínica con el mundo. Por lo tanto no se espera del sujeto toxicómano que pueda encontrar el sentido de su salida del consumo a partir de un trabajo por medio de la palabra, sino con un ejercicio de abstinencia, de aceptación de los fármacos buenos que sustituyen a las sustancias malas, de reclusión incluso, para luego poder incluirse, insertarse, en el trabajo, en la producción, y poder devolver a modo de reparación, a aquellos a quienes decepcionó, perjudicó, dañó, abusó.

¿Cómo justificar al o un, psicoanálisis en relación a las toxicomanías?

 

Referencia de Lacan al objeto-droga y lectura de la situación actual.

Hace unos días estuve viendo y escuchando una entrevista que le hacían a Miquel Bassols en noviembre del 2015, en el marco de un grupo de investigación argentino que trabaja el tema de la articulación del psicoanálisis con el arte. En esa entrevista Bassols https://vimeo.com/151034725  plantea una inversión que me pareció destacable, por un lado por lo sencilla, y por otro lado porque el motor de su efecto de transmisión está anclado en un cierto uso del lenguaje que incluye esa inversión o reversión. M. Bassols refiere lo siguiente:

“Si el artista se define por el saber-hacer (…) del lado del analista podemos decir que eso no basta. Al analista no le basta saber-hacer, ya que en algún momento debe hacerlo saber -por decirlo así-, debe hacer de eso un saber, y debe hacer de eso un saber que sea comunicable, que sea transmisible, que sea elaborable en un discurso. Es decir que el analista se define por su arte, por su acto analítico: por sus interpretaciones, por su intervención en la sesión analítica, pero en tanto A.E, en tanto además resultado de un análisis, en tanto Analista de la Escuela, debe saber-hacer y hacer-saber aquello que hace. Para hacer saber lo que uno hace se debe hacer una operación complicada, porque si decíamos antes que el acto excluye el pensamiento, es entonces una tarea imposible, el intento de hacer un pensamiento sobre ese acto sobre el que no hay pensamiento posible.”

Traigo esta referencia porque este texto lo escribo para preparar una conversación con algunos miembros del equipo de Nodvs (Marta Gutiérrez y Regina Menéndez) que me han propuesto hacer una entrevista, y efectivamente esa propuesta surge a partir de una presentación que realicé en unas jornadas de carteles que tuvo lugar en la sede de Barcelona de la Comunitat de Catalunya de Psicoanálisis de la ELP, a mediados de abril de 2016.

La lógica que propone aquí Bassols está en este orden de pensamientos, muy vinculada a esa experiencia del cartel, de presentación de un recorte de mi investigación y puedo desglosarla en cuatro puntos:

  1. Está relacionada con la situación actual de los carteles en Catalunya.
  2. Está relacionada con la coyuntura actual del abordaje de las toxicomanías desde la Orientación Lacaniana en Catalunya.
  3.  Está relacionada con mi experiencia singular en relación al trabajo clínico y la elaboración de un saber.
  4. Podemos ponerla en tensión con la indicación que hace Lacan en referencia al objeto-droga.

En relación al primer punto digo que está relacionada con la situación de los carteles, ya que no se llevaba a cabo una jornada de carteles desde hacía muchos años. Y me parece que la propuesta, que la lógica que organiza ese invento del cartel, es la de promover ese giro, del saber-hacer (en el caso de que sea así) al hacer-saber, o hacerlo saber. Durante esas jornadas se puntualizó justamente que la brújula de una jornada de carteles debía ser poder hablar de lo que hacemos.  

En relación al segundo punto introduzco la situación actual del abordaje de las toxicomanías por psicoanalistas, o practicantes orientados por el psicoanálisis lacaniano en Catalunya, ya que según mi perspectiva, hay un trabajo continuo, en diferentes espacios, instituciones, consulta privada, en relación a esta clínica particular, pero ahora mismo no parece haber una producción en relación a esas experiencias. Hay que tener en cuenta que desde hace dos o tres años el grupo de TyA que funcionaba en la Sección Clínica de Barcelona dejó de llevarse a cabo. ¿Qué pasa con ese viraje que ubicamos aquí, entre el saber-hacer y el hacerlo-saber? Es una pregunta que me planteo y me he planteado a mí mismo. Me gustaría matizar que cuando propongo que no parece haber una producción, no me refiero a que no haya trabajo, ya que evidentemente sí lo hay, y sí hay presentaciones de casos, participaciones particulares en jornadas, experiencias frecuentes de prácticas en dispositivos de toxicomanías, etc., me refiero a que no parece haber un trabajo en lo colectivo de la comunidad, ni algo que se proponga curricularmente como modo de aproximación al psicoanálisis.

En relación al tercer punto, cuando hablo de mi experiencia singular, quiero decir que hace 8 años que trabajo en un dispositivo de toxicomanías, y que no fue sino hasta hace menos de dos años que pude incluir ese “hacerlo saber” en mi práctica. Lo que tomó la forma justamente del cartel que en unos pocos meses tendrá que concluir, pero que justamente tomará la forma de un grupo de investigación de nuevo en la Sección Clínica, y tal vez lo más importante, derivará en una escritura.

En relación al cuarto punto, hay que decir que se trata en la referencia de Lacan de una frase muy utilizada, casi en cada texto sobre toxicomanías. Yo particularmente intenté evitarla en la presentación de las jornadas de carteles pero no resistí a la tentación de decir algo sobre esa indicación lacaniana, hecha también en una jornada de carteles a mediados de abril pero en 1975. Es la época en la que abundan en la enseñanza de Lacan lecturas que podemos tomar ahora como anticipatorias del porvenir de la civilización. Por ello este pequeño comentario no puede dejarse solo en relación a los sujetos que están enganchados a una sustancia tóxica, catalogada como droga, sino que podemos pensarlo como una indicación en el sentido de la clínica actual de la civilización. Lacan dice:

“Es de todas maneras curioso que no se haya extraído algo de la moral del pequeño Hans de Freud. La angustia está muy precisamente localizada en un punto de la evolución de este bicho humano, es el momento en que un hombrecillo o una futura mujercita se da cuenta, ¿de qué? Se da cuenta de que está casado con su pito. Ustedes me perdonarán llamar a esto así, es lo que generalmente se llama pene o pistola y que se hincha advirtiendo que no hay cosa mejor para hacer falo, lo cual es evidentemente una complicación ligada al hecho del nudo, a la existencia, es el caso de decirlo, del nudo. Del mismo modo, si hay algo que está hecho en los Cinco Psicoanálisis para mostrarnos la relación de la angustia con el descubrimiento de la cosita de hacer pipí –llamémoslo así también, total está claro– es seguro que es concebible que para la niñita como se dice, eso se ostenta, es por eso que ella es más dichosa, eso se muestra porque es necesario que le lleve cierto tiempo advertir que la cosita de hacer pipí, ella no la tiene; eso le da también angustia, pero es más bien una angustia por referencia, por referencia a aquél que por ello se aflige; digo “afligido” porque he hablado de casamiento –hablo así de esto–; todo lo que permite escapar a ese casamiento es evidentemente bien recibido, de donde resulta el éxito de la droga, por ejemplo; no hay ninguna otra definición de la droga que ésta: es lo que permite romper el casamiento con la cosita de hacer pipí”.

Entonces ese “Silencio de las drogas”, utilizando la frase del título del último libro de Luis Salamone, que pudimos también presentar a partir del trabajo de cartel, en la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, al menos en relación a mi posición singular lo he podido articular con algo que de la estructura misma de la clínica de las toxicomanías pasa al clínico. Una identificación con el toxicómano del lado del clínico puede ser esa de permanecer en la deportividad o plasticidad del acto, en el saber-hacer, sin pasar al hacerlo saber. A convertirlo en saber.

Me gustaría añadir que en la relectura de este pequeño texto, y específicamente de la referencia lacaniana, puedo localizar algo que tomo como una indicación central surgida a partir de una conversación sobre el relanzamiento del grupo de investigación sobre Toxicomanías y Alcoholismo con Elvira Guilañá. Ella ubicaba lo necesario de centrar parte del trabajo en referencias específicas a la angustia en Jacques Lacan y el esclarecimiento de Jacques-Alain Miller. ¿Cómo pensar esta relación entre la aflicción y la angustia? ¿Qué tratamiento espontáneo vemos sucederse en los callejones de las ciudades, en las salas abarrotadas, al caer la noche, a plena luz del día? ¿Qué es lo que comanda ese cortocircuito por el objeto-droga, el dolor de existir, el cuerpo-sujeto deslocalizado? ¿Se trata de los efectos de un coctel moral, el empuje a la felicidad, el desfallecimiento de la función paterna, la aceleración de la vida, el enaltecimiento del objeto operado por el discurso del capitalismo?   

Nuevamente vuelvo a recordar otras dos entrevistas realizadas a Miquel Bassols hace poco. En ambas surge la referencia a las adicciones, cuando le preguntan sobre los problemas más comunes que le llegan como psicoanalista en la actualidad. En la entrevista que le hacen en el país, Miquel Bassols refiere lo siguiente: “Problemas con el amor, el miedo a la muerte, la tristeza y el abandono ante el deseo de hacer algo en la vida. Muchas personas ven la felicidad como algo que hay que alcanzar a toda costa y ese imperativo puede llegar a ser tan feroz como otras morales que hoy denostamos por reaccionarias. Es por eso también que la felicidad se ha convertido en un factor de la política, y esta no sabe ya cómo responder a ese imperativo. Se terminó la época en que la política, también la política de la salud mental, daba respuestas a la pregunta de los pacientes por el sentido de la vida con recetas inmediatas. El goce es adictivo y las promesas de goce ilimitado dejan al sujeto profundamente desorientado. Lo vemos en las mil y una adicciones que empujan hoy a las personas al límite de la muerte, también en el propio campo de la sexualidad. El deseo, tal como lo entiende el psicoanálisis y también cierta tradición ética, es el mejor límite al goce de la pulsión de muerte. “Desea y vivirás”, decía Ramon Llull”. http://elpais.com/elpais/2016/03/21/eps/1458559714_764015.html

Por otro lado en la entrevista realizada en la cadena ser, http://play.cadenaser.com/audio/000WB0132620160508134754/ específicamente a partir del minuto 5:30 de la entrevista, Bassols refiere que en los últimos tiempos se puede ubicar un repunte de la sintomatología de la angustia, frente a la disminución de lo que parecía convertirse en la gran dominadora de la clínica de los últimos tiempos, que eran los trastornos ubicados bajo el espectro de los trastornos del humor, la “depresión”.

Creo que estos datos sencillos corroboran la importancia de tomar desde la perspectiva de la angustia como único afecto verdadero, y como un topología entre el deseo y el goce, todo el circuito que podemos intentar elucidar en la clínica de las toxicomanías como un saber-hacer extremo -que muchas veces apunta a la muerte- con el «no hay» con el que se encuentra cada uno. Un saber-hacer muy acompañado por el silencio, y la soledad que implica la elección de un partenaire tan objetalizado.    

 

Elementos a favor.

El psicoanálisis, y aquí tomo un trabajo presentado por José Manuel Álvarez en el cartel, puede encontrar un lugar desde el cual operar, un lugar poroso, un lugar de suspenso en el que puede haber una posibilidad para suponer un sujeto en cada “usuario” de la red, en el campo de la “Reducción de daños”. Allí, hay un suspenso de la cuestión terapéutica, y un desplazamiento hacia todo el campo de generación de una atmósfera lo más amable posible para los sujetos que parecen resistirse con su ser, a la posibilidad de dejar de consumir.   

Además podría decirse que una de las premisas que en este caso extraemos de la práctica entre varios, pero que no es exclusiva de ese tipo de práctica institucional, sino más bien es una depuración de lo que enseña el psicoanálisis orientado por la enseñanza de Lacan, es que en la terapéutica que brota de dicha enseñanza se apunta a un tratamiento del Otro y no a un tratamiento del sujeto como tal. Eso permite maniobrar en relación al escollo que podría suponer ese silencio vinculado al consumo adictivo, en tanto no se trata de ir directamente a ubicar el objeto tóxico como la causa, y por lo tanto a apuntar a erradicarla, sino más bien se plantea un rodeo, una construcción de la aletósfera del sujeto, la afinada investigación sobre las condiciones necesarias para poder comenzar a pensar al sujeto, allí donde nada nos da pistas de que se le pueda encontrar.

El psicoanálisis procede en sus practicantes, en el mejor de los casos, a realizar un cierto tratamiento del furor sanandis. La clínica de las toxicomanías, podríamos decir así, es una clínica que se beneficia de un abordaje en el que se plantea que la “cura viene por añadidura”. Sin embargo, lo que nos interesa aquí es proponer justamente que ese tratamiento del furor sanandis no implica una fría indiferencia, un  desinterés por las “aflicciones” en la civilización, sino más bien lo contrario, apunta a darle forma a un vacío en el que se pueda acoger uno por uno a los sujetos. Y esto puede sonar a una especie de estribillo lacaniano, pero el interés está justamente en cómo se puede dar cuenta de eso en los encuentros que tenemos los practicantes en los dispositivos –muy originales y de una enseñanza tremenda, hay que decir, en la ciudad de Barcelona- y en el ámbito de la consulta.

A veces las torsiones que producen esos encuentros son muy interesantes para la práctica, sobre todo porque en el trasfondo situacional tenemos muchas veces elementos como la muerte, el sin-límite, la corp(se)ificación del resto en una identidad difícil de conmover. Algo en este orden me propuse aislar en una presentación en la que vinculaba al gran Otro hipermoderno fragmentado por el juego con las cifras neoliberal y su efecto sobre el colectivo de los junkies como esc(h)ombres (Delirious New Junk. Publicado en Revista Freudiana 76, año ). Este es el panorama que suele enmarcar la atención en el ámbito de las llamadas drogodependencias en Barcelona, y por ello pienso que es de interés recoger los efectos que estos encuentros que trastocan muchas veces la rigidez de los encuadres, los prejuicios, y los ideales, pueden tener sobre la manera en la que pensamos la clínica orientada por el psicoanálisis. 

Erick González

Comentario sobre el no hacer-saber en el trabajo con las toxicomanías en Barcelona. 

NODVS L, desembre de 2017

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