Comentario de la referencia Tótem y Tabú, de S. Freud.
Este comentario fue presentado en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, el 13 de enero de 2018.
En el siguiente comentario de la obra de Freud Tótem y tabú (1912-1913), se trata de abordar la cuestión del padre como función significante, y del Padre de la Ley como padre muerto. De este modo, se toma la referencia freudiana siguiendo los ejes que permiten ubicar los elementos destacados por Lacan en De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, de los que se sirve para elaborar el concepto del Nombre-del-Padre.
Tótem, tabú, padre, Nombre-del-Padre, Edipo, exogamia, forclusión, urvater.
Tótem y tabú es el título elegido por Freud para agrupar cuatro ensayos, que inicialmente habían aparecido bajo el título Algunos aspectos comunes entre la vida mental del hombre primitivo y los neuróticos, en los primeros dos volúmenes de la revista Imago, entre 1912 y 1913. Este texto representa, como él mismo confiesa en el prólogo, “una primera tentativa (…) de aplicar el punto de vista y los hallazgos del psicoanálisis a problemas no resueltos de la psicología social” (1). Supone, por tanto, un primer intento por su parte de aplicar conceptos extraídos de su experiencia en el tratamiento de neuróticos a campos hasta entonces reservados a la antropología y la psicología social. Para ello, Freud estuvo dos años investigando las obras de antropólogos y etnólogos que se habían dedicado al estudio de tribus salvajes, en distintos lugares del mundo, desde Australia a la polinesia, en busca de los orígenes de un orden social primitivo.
La línea que vertebra todo el estudio es la búsqueda del origen del horror al incesto, para lo cual decide abordar dos conceptos íntimamente asociados: el tótem y el tabú.
El tótem se define como “un animal comestible, ora inofensivo, ora peligroso y temido, y más raramente una planta o una fuerza de la naturaleza” (2) que se haya en una relación especial con la tribu. Los individuos comparten en general la creencia de que descienden del tótem, y aunque tienen el mandato de no alimentarse de él, ocasionalmente, hacen celebraciones donde se sacrifica al animal totémico y toda la tribu comparte el alimento, fortaleciendo así su identificación con él. Este tótem, que se hereda por lo general por la vía materna, va asociado a la exogamia, esto es, la prohibición de mantener relaciones sexuales con individuos del mismo grupo totémico, bajo pena de un terrible castigo.
El tabú es un significante de origen polinesio marcado por su ambivalencia. Está asociado a dos significaciones a priori opuestas, la de lo sagrado y la de lo impuro. Las restricciones tabú, como señala Freud, muy presentes en el sistema totémico, son una serie de normas y prohibiciones, muy distintas a las morales o religiosas, porque “no emanan de ningún mandamiento divino, sino que extraen de sí mismas su autoridad” (3) y no pertenecen a un sistema que les dé un fundamento. Son prohibiciones que los sujetos de estas tribus cumplen sin cuestionarse, bajo el temor de que algo terrible les pasará, a ellos o a sus seres queridos, en caso de no hacerlo. Como Freud hábilmente señala, si hay algo que comparten lo sagrado y lo impuro, y que se mantiene a través de los tiempos, es el temor al contacto. Es de este detalle del que Freud se vale, a modo de puente, para establecer una analogía con la neurosis obsesiva, a la que llega a llamar “enfermedad del tabú”. Este trastorno, atravesado por el temor al contacto y al contagio, se había demostrado asociado a deseos reprimidos por el sujeto, que retornan en forma de síntomas. Como en el caso del tabú, las prohibiciones obsesivas carecen de toda motivación o sentido para el sujeto, y su origen es para él un enigma.
De este modo, Freud encuentra la idea directiva para esclarecer, desde la aportación analítica, lo que los antropólogos no conseguían elucidar; aquello que une, en su origen, el sistema totémico, el tabú y la exogamia. El origen del tótem no es sino la muerte del padre; el tabú, la consecuencia derivada de la ambivalencia despertada por la figura paterna, que retorna tras su muerte en forma de remordimiento; el mandato de la exogamia será la resolución de aquello que motivó el parricidio, el acceso a las mujeres de la propia familia, es decir, el incesto.
Para unificar estos factores, Freud crea un mito de inspiración darwinista, que servirá como origen ancestral del Edipo. Este mito concibe una horda primitiva en la que el padre, el urvater, tiránico y celoso, se reserva para sí gozar de todas las mujeres y expulsa a sus hijos conforme van creciendo. Basándose en la fiesta de la comida totémica, Freud imagina un acto fundacional de la humanidad, en el que la fratria expulsada da muerte al padre, devora su cadáver y pone fin a la existencia de la horda paterna. La comida totémica, “primera fiesta de la humanidad” (4), en la que se come el animal totémico del que la tribu cree descender, no sería sino la conmemoración de aquel primer acto criminal. Sin embargo, Freud apunta a la ambivalencia inherente a este acto, dado que el padre, a la par que odiado, también era admirado y amado. Tras haberle dado muerte y haberlo interiorizado mediante la suculenta ingesta, emerge la culpa, y con ello “el padre muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida” (5). De esta conciencia de culpabilidad del hijo nacerán los tabúes fundamentales del totemismo, y en esa fratria en que ninguno ya puede tomar el lugar del padre totémico, para preservar el nuevo orden social, surgirá la prohibición del incesto. El mito de la horda primitiva coincide con los deseos reprimidos en el complejo de Edipo; dar muerte al padre y acceder a gozar de la madre.
De lo que Lacan se vale, sin embargo, para Una cuestión preliminar…, es precisamente de un detalle particular que aparece en el texto, no como la confirmación de una regla sino como su excepción.
Efectivamente, como recoge en el texto Freud, una tribu australiana, la de los Arunta, escapa de la regla general de la exogamia, debido a una singular teoría sobre la paternidad. En esta tribu, la paternidad no es atribuida al coito con el varón, sino que se atribuye a un espíritu que habitara el lugar en el que la mujer notó por primera vez que estaba encinta. Como Lacan señala, el debate no debía girar sobre si es posible o no ignorar que, para que haya maternidad, antes debe existir un coito; esto, dirá, “no tiene la menor importancia” (6). Esta excepción, que podía servir para poner en duda la generalidad de la ley de la exogamia, no es para Lacan sino la demostración de que la paternidad es una cuestión puramente significante. A falta de un padre, ya se encontrará algo o alguien que ocupe ese lugar simbólico.
“Demuestra que la atribución de la procreación al padre no puede ser efecto sino de un puro significante, de un reconocimiento no del padre real, sino de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre-del-Padre” (7).
Es precisamente esta función significante la que interesa para abordar la cuestión de la psicosis. Esa vewerfung del Nombre-del-padre, ese significante forcluido que, al ser llamado, responde en el Otro como “un puro y simple agujero” (8).
Pero volviendo a la cuestión del padre en Freud; si, como Lacan apuntó, tenemos que analizar el Edipo, y las otras versiones del padre, presentes en los mitos del Moisés y el urvater, como un sueño de Freud, podremos entender su esfuerzo por ligar la aparición del significante Padre, como portador de la Ley, con la muerte. Si esta muerte torna asesinato no será sino porque es “el momento fecundo de la deuda con la que el sujeto se liga para toda la vida con la Ley” (9). Este es el sentido de lo que Lacan llegará a llamar “la bufonada darwiniana del padre omnipotente” (10) de Freud: la invención de un mito que concibe lo imposible de un goce con todas las mujeres, goce que el padre se lleva consigo a la tumba. Su asesinato, ese primer acto fundacional de la humanidad, será un acto imposible, al concebirse antes de todo aparato simbólico. Lo que recubrirá la muerte del padre no será sino lo real de la castración, efecto del lenguaje. El efecto de verdad que deja esta ficción freudiana es que el Padre simbólico, en cuanto que significa la Ley, sólo puede ser el Padre muerto.
Comentario de la referencia Tótem y Tabú, de S. Freud.
NODVS LI, març de 2018