Del amor a la transferencia: la metáfora del banquete
La producción del siguiente texto tuvo lugar en el Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan”, en el módulo sobre transferencia que dicta Vicente Palomera. Escogí la presentación correspondiente al discurso de Fedro en El Banquete de Platón, con la consiguiente lectura y análisis que hace Lacan del mismo en el Seminario 8.
Lacan toma el texto El Banquete de Platon para poner en primer plano la cuestión de la transferencia y su relación con el amor. Nos advierte que el fin de la transferencia no debe ser el bien del paciente, sino su eros, lo que reúne la posición socrática con la freudiana. Fedro postula a Eros como el único Dios, y lo erige como valor fundamental que guía las buenas acciones humanas. Lacan, por su parte, va a tomar los ejemplos que da Fedro para introducir la metáfora del amor: aquella en que el amado pasa a la posición de amante, por una sustitución que cristaliza toda la significación del amor. De ahí la inversión que el analizante debe realizar en transferencia, que consiste en pasar de no saber lo que tiene a ser aquel que no sabe lo que le falta.
Banquete, Platón, transferencia, amor, metáfora
Los banquetes constituían acontecimientos centrales en la vida sociopolítica ateniense. Estas reuniones solían estar organizadas en dos etapas: la primera estaba dedicada a la comida, mientras que la segunda y más importante, el sympótos –de donde deriva la palabra simposio- constituía el momento dedicado a la bebida.
La fecha en que se llevó a cabo el banquete que Platón relata en su escrito corresponde a la celebración de la victoria de Agatón en un certamen, en el año 416 a.C. Sin embargo, la fecha de redacción por parte de Platón de esta obra literaria fue en torno al 370 a.C –es decir, transcurrieron casi 50 años-. El marco introductorio está puesto en boca de Apolodoro, relator del banquete, que narra a su vez lo que le contó Aristodemo, quien estuvo presente en la reunión. El relato comienza cuando Aristodemo se encuentra a Sócrates por casualidad en el momento en que se dirigía a casa de Agatón, y entonces Sócrates le propone que lo acompañe. Una vez en el banquete, a pedido de Pausanias, deciden beber moderadamente y dedicar la sobremesa a pronunciar discursos sobre un tema central: el amor.
Lacan toma este texto no para esclarecer la naturaleza del amor, sino para analizar la relación de éste con la transferencia, y al respecto dice: “El problema del amor nos interesa en la medida en que nos permitirá comprender qué ocurre en la transferencia - y hasta cierto punto, a causa de la transferencia”1.
Fedro es quien está en primer lugar, y por eso es llamado el “padre del discurso”. Es él quien se encargará de introducir el tema del amor desde la perspectiva de la religión, diciéndonos que Eros es un gran Dios. Presenta a Eros como el dios más antiguo -primero existió el Caos y de este surgieron dos seres: la Tierra y el Amor-. Considera al amor como norma de todo bien, aquella que guía la vida de los hombres honrosos. “Por consiguiente, si hubiera algún medio de que llegara a existir una ciudad o un ejército compuesto de amantes y de amados, de ningún modo podrían administrar mejor su patria que absteniéndose, como harían, de toda acción deshonrosa. (…) Además, a dar la vida por otro, únicamente, están dispuestos los amantes”2.
Para ilustrar esta idea del amor como sinónimo de valentía y sacrificio, Fedro menciona tres ejemplos:
-Alcestes: En Tesalia, corrían presagios de muerte sobre el rey Admeto porque tras su matrimonio con Alcestes no había hecho las obligatorias ofrendas a la diosa Artemisa. Gracias a la intervención de Apolo, Admeto puede permanecer con vida pero a condición de que un miembro de su familia acepte morir en su lugar. Cuando llega el día de la muerte de Admeto, nadie se propone, excepto la joven Alcestes, movida por el amor a su esposo. Ella muere en su lugar, pero luego es rescatada del inframundo por los dioses, quienes conmovidos por su gesto la devuelven a la tierra entre los vivos para que viva al lado del hombre por el que había sido capaz de morir.
Aquí Lacan refiere que este caso se ofrece como ejemplo de la noción del amor como principio del sacrificio. Alcestes, encarnación del amor, ocupa el lugar de Admeto para satisfacer la demanda de la muerte. La sustitución se encuentra aquí realizada en sentido literal, Alcestes se pone de forma autentica en el lugar de su amado.
-Orfeo: Orfeo se enamoró de la ninfa Eurídice. El mismo día de la boda una serpiente venenosa mordió a Eurídice, provocándole la muerte. Sin embargo, Orfeo, que no tuvo el valor de morir por amor, sino que su objetivo era penetrar con vida en el mundo de los muertos, fue castigado por los dioses de la siguiente manera: le permitieron descender al Hades en busca de su amada, a condición de que no mirase hacia atrás cuando se fuera. Eurídice y Orfeo estaban ya casi en las puertas del inframundo, pero ella caminaba muy lento debido a la picadura de la serpiente, y es entonces cuando Orfeo volteó hacia atrás y Eurídice se desvaneció.
Aquí Lacan destaca el carácter extraño de lo que Fedro narra, proponiendo una interpretación un tanto arbitraria, en donde Orfeo aparece caracterizado como un cobarde. No ha tenido la valentía inyectada por el amor. Y Lacan lo toma como ejemplo para mostrar la diferencia que hay entre el objeto de amor, en tanto cubierto por nuestros fantasmas, y el ser del otro, que el amor pretende alcanzar.
-Aquiles: Aquiles fue uno de los grandes héroes de la mitología griega. Su madre sabía que se convertiría en un destacado héroe, pero temía que no llegara a alcanzar la madurez. Hizo cuanto pudo para cambiar su destino, y bañó a su hijo en las aguas de la laguna Estigia para hacerle inmortal. Pero cuando sumergió a su pequeño en el agua, el talón por el que lo sujetaba quedó por fuera, de ahí que el «talón de Aquiles» fuera el elemento fatal para el héroe. Hace falta tener en cuenta el contexto para comprender lo que sigue: en la Antigua Grecia, en la pareja homosexual, la figura del amante correspondía al hombre más maduro, con barba- sería aquel que está tomado por el deseo y lucha por conseguir el amor del amado (la actividad está de su lado, nos dice Lacan). En cambio, el amado, es por lo general joven –aun no le ha crecido la barba-, posee el don de la belleza, y cede o no a los pedidos de su amante por gratitud o admiración.
Respecto al mito de Aquiles entonces, en la batalla de Troya, Héctor mató a Patroclo, por quien Aquiles tenía un gran afecto. Su madre le advirtió que moriría si asesinaba a Héctor, pero Aquiles enfurecido por el dolor, vengó a su amante y mató a Héctor. Es así que en una batalla contra su enemigo Paris, éste logra matarlo disparándole una flecha envenenada en su talón. Sin embargo, los dioses honraron a Aquiles por su acto heroico, enviándolo a la Isla de los Bienaventurados, lugar donde van las almas de los héroes muertos en combate. Según Fedro, estos actos de valentía los dioses los recompensan más cuando es el amado quien demuestra su afecto por el amante.
Lacan sostiene que este caso tiene una particularidad: Aquiles, el amado, diez años menor que Patroclo, lo sigue a éste a la muerte. Este gesto de Aquiles es tan decisivo como el sacrificio de Alcestes, tiene el mismo valor de sustitución de un ser por otro, pero la diferencia radica en el hecho de que Admeto aún estaba con vida, mientras que Patroclo ya estaba muerto. En efecto, Aquiles se ubica a continuación de Patroclo, y admite así su trágico destino. Lo que los dioses encuentran más sublime es, como en este caso, que el amado se comporte como se esperaría del amante. En este punto, el ejemplo de Alcestes se contrapone al de Aquiles, dado que Alcestes estaba ya desde un primer momento en la posición de amante. Si el sacrificio de Aquiles es mucho más admirable es porque él se encuentra en la posición de amado.
Entonces, ¿qué relación tienen estos mitos sobre el amor con la transferencia?
Lacan sostiene que la relación analítica supone el hecho de aislarse con otro para enseñarle lo que le falta, y eso que le falta lo aprenderá como amante. Afirma que hay dos cosas que ha observado en el amor: la primera es que el amor es un sentimiento cómico, permite recuperar lo esencial de la comedia; y en segundo lugar, que el amor es dar lo que no se tiene.3 En este caso, lo dicho sobre el amor griego permitirá aislar los dos participantes en juego: el amante y el amado, y trasladar esto a la experiencia analítica para recortar allí las dos funciones. Lacan sostiene que lo que caracteriza al amante es que algo le falta, pero no sabe qué. Por su parte, el amado no sabe lo que tiene y allí radica su atractivo, dado que en la relación de amor eso es llamado a revelarse. Todo el engaño del amor reside, justamente, en el hecho de que lo que le falta a uno no es lo que está escondido en el otro, de he ahí la hiancia, la discordancia estructural de las relaciones humanas. Y agrega: “El amor como significante -porque, para nosotros es un significante y nada más-, el amor es una metáfora- si es que, la metáfora, hemos aprendido a articularla como sustitución. (…) La significación del amor se produce en la medida en que la función del erastés -el amante-, como sujeto de la falta, se sustituye a la función del erómenos -el objeto amado- y ocupa su lugar”4.
En la relación transferencial, aquel que emprende un análisis no sabe lo que tiene (posición de amado), y ahí está toda la implicación del inconsciente, se trata de un no saber fundamental. La paradoja reside en el desenlace de la experiencia analítica, dado que lo que encontrará, a fin de cuentas, es una falta (posición de amante), llámese castración o penisneid. Allí reside la metáfora: pasar de un no saber lo que se tiene, a un no saber lo que le falta. En cierto sentido, nos dice Lacan, su primer aspecto puede parecer decepcionante, pero su desarrollo consistirá en la revelación del texto del inconsciente, lugar de la verdad del sujeto.
1 Lacan J. (1960-1961/2003) El Seminario, libro 8, La transferencia. Buenos Aires: Paidós. pp.47.
2 Platón (2006) El banquete. La Plata: Terramar. pp 103-104.
3 Lacan J. (1960-1961/2003) El Seminario, libro 8, La transferencia. Buenos Aires: Paidós. pp.45.
4 Lacan J. (1960-1961/2003) El Seminario, libro 8, La transferencia. Buenos Aires: Paidós. pp.51.
Lacan J. (1960-1961/2003) El Seminario, libro 8, La transferencia. Buenos Aires: Paidós.
Platón (2006) El banquete. La Plata: Terramar.
Del amor a la transferencia: la metáfora del banquete
NODVS LI, març de 2018