Conexiones y desconexiones del Otro en la adolescencia

Texto presentado en la sexta reunión del Grupo de Investigación El niño y el adolescente en el discurso analítico (marzo 2023).

  • Publicado en NODVS LXVII, juny de 2023

Resum

En su texto “Los sufrimientos modernos del adolescente”1 Philippe Lacadée se interroga acerca de las vicisitudes de la adolescencia en una sociedad marcada por la precariedad simbólica en la que la palabra parece estar devaluada. ¿Qué posibles salidas para el sujeto precipitado a lo real del goce del cuerpo que ya no puede ampararse en las identificaciones de la infancia? ¿Cómo abordar la relación con la falta cuando los ideales se desdibujan dando paso a objetos de consumo ilimitados? Ante la imposibilidad de tratar las sensaciones inéditas que lo desbordan a través de un discurso en el que ya no cree, Lacadée invita a investigar las posibilidades del psicoanálisis para sostener un espacio favorable a las invenciones del adolescente, permitiendo la emergencia de una nueva enunciación que le sea propia y le permita, tal vez, agrietar algo de su soledad y desamparo.

Paraules clau

Adolescencia, crisis, pubertad, modernidad

Explorar el significante adolescencia exige hacer una lectura de estos tiempos en los que lo instantáneo de la imagen ha ido arrinconando a todo lo relativo al logos. Si la pubertad define el momento en el que lo real de la sexualidad emerge en el cuerpo, la adolescencia se entiende como una respuesta sintomática ante este agujero de sentido para el que las ficciones de la infancia se muestran estériles y no pueden ya funcionar como refugio.

Desde un discurso más social, que tomaría la adolescencia desde lo cronológico, se escuchan cada vez más voces que señalan que este tiempo se alarga en la vida de los sujetos como una especie de resistencia a alcanzar la adultez. Tal vez los propios avatares de la época, definida por la caída de unos ideales sólidos con los que comprometerse, facilitan la permanencia en un estado que oscila entre la crisis de identidad y el retiro a la soledad del goce, extendiéndose la adolescencia hasta casi convertirse en un estilo de vida, en una manera de estar en el mundo.

 

Del Ideal al objeto de goce 

Si la emergencia de la sexualidad ya sume al sujeto en un estado de desorientación, la escasez de coordenadas simbólicas a las que amarrarse que ofrece la época empuja a recrudecer esta incomprensión y sensación de extravío. Sin un discurso que vehicule algo de lo cultural que permita inscribir la propia existencia en una dimensión histórica, el sujeto queda, más que nunca, abocado a la pulsión. ¿Qué arreglos posibles para habitar un cuerpo que se ha vuelto extranjero, cuando no hay un Otro que sostenga un discurso en el que poder alojarse, cuando la palabra no termina de hilvanar? Los intentos con los que tratar hoy de desafiar el exilio del propio cuerpo pueden operar de múltiples formas, viéndose, por ejemplo, cómo cada vez más jóvenes hacen una tentativa de revitalización a través del dolor con cortes en lo real de la piel o abocándose a un consumo de objetos que obture esta orfandad.

Siguiendo a Lacadée: “Nuestra cultura empuja al sujeto a querer un objeto para satisfacer su pulsión, para virtualizar su realidad, para virtualizar el real que lo persigue; un objeto en lugar de un ideal. Ese objeto, cuyas formas se declinan al infinito, engaña la falta en ser del sujeto, desconociendo que ésta es un hecho de estructura. Ahora bien, el único objeto que le falta al sujeto es justamente su falta; allí está su verdadero compañero, aquel que él encuentra en la adolescencia bajo la figura de la soledad, del aburrimiento, etcétera”2.

La falla en el Otro viene a desvelar el propio agujero apareciendo la angustia como signo del desajuste entre el goce del cuerpo y el sentido. En ausencia de la palabra que venga a regular el goce, adviene una oferta ilimitada de objetos que vienen a tapar la falta en un momento de fragilidad del ser. El joven de hoy tiene a su disposición multitud de identificaciones posibles a las que engancharse y desengancharse, puede tomar nombres efímeros con los que presentarse de forma pasajera en ausencia de un relato de sí mismo que ampare y posibilite algún arraigo a nivel existencial. Las conexiones con los otros también se multiplican pero los vínculos son poco consistentes, se trata de tiempos líquidos3 en los que el lazo social no se organiza ya en torno a un ideal que funcione como sostén. El sujeto encuentra, en las nuevas formas de relación a través de los objetos tecnológicos, un escenario perfecto para estar sin poner en juego su presencia, esquivando así el encuentro que lo confronta con lo real gracias a la ficción de estar constantemente conectado.

 

Crisis del lenguaje

Cuando las construcciones de la niñez ya no sirven, se revela la falla del Otro que permitía el anudamiento entre el cuerpo y la lengua, dándose lo que Lacadée denomina “crisis de la lengua articulada”4. Si todo se debilita, si la caída del Otro desvela un mundo de semblantes ¿qué hay de lo verdadero? Al adolescente moderno le queda encomendarse a lo que siente como referencia fiable, las sensaciones del cuerpo como certeza inmediata ante la imposibilidad de encontrar palabras comunes para traducir el goce que le desconcierta. Es a partir de ahí que surge la cuestión del acto, ante la incapacidad del sujeto de enlazar su ser con la lengua común. Acto como intento de ir más allá del carnaval de semblantes, de acercarse a lo auténtico no ya a través de un saber que pase por el Otro, sino buscando la verdad en las sensaciones que llegan de forma instantánea, sin mediación alguna.

Esta vía puede dar lugar a cuerpos ligados crudamente al objeto de goce y los intentos de hacerse un nombre pueden entonces desplegarse fuera de la dialéctica del sentido, vinculándose de un modo directo con la pura pulsión a la que el sujeto queda expuesto -por ejemplo, haciéndose identificar desde la toxicomanía-.

El joven concibe una nueva lengua que ponga en evidencia la inconsistencia y la falta de autoridad de la lengua del Otro, la cual rechaza. Es por ello que resulta incómodo y provocador, busca hacerse reconocer poniendo en primer plano la novedad que lo habita, si bien “el adolescente moderno hace un cierto uso de la lengua, sirviéndose de ella más bien para presentarse que para representarse, en tanto la representación implica una cierta pérdida de goce”5. La lengua del adolescente se compone de palabras ingrávidas que circulan sin llegar a formar cadena alguna que pueda amarrarle y, en esa búsqueda de libertad radical, se queda fuera de los límites del discurso, terminando por volverse esclavo respecto a su modalidad de goce.

 

Crisis del deseo

En su prefacio a “El despertar de la primavera”6 de Franck Wedekind, Lacan apunta más allá de la ley vinculando la función paterna con la posibilidad de abrir la vía del deseo. No se trata ya tanto del padre como depositario del saber sino como aquel que consiente lo nuevo autorizando la creación de un punto de apoyo propio para cada sujeto sobre esa función significante, un punto desde donde construir una respuesta singularizada que habrá de reinventar cuando el desborde libidinal no encuentre traducción que lo circunscriba. Cuando la salida de lo familiar no implica necesariamente la confrontación con una autoridad, conviene preguntarse dónde queda el padre que consienta o autorice si no hay lugar para la prohibición. Esta enseñanza sensible a los cambios de la época orienta la clínica psicoanalítica para poder operar desde las invenciones de cada sujeto, leyéndolas como intentos de tratamiento de aquello que hace agujero.

Tal y como señala Lacadée en relación al desamparo al que apunta Lacan como intrínseco al ser del sujeto: “Aquel que sabe no huir de su propia angustia será también aquel que no huya de su propio deseo”7. En este sentido, los tiempos ofrecen un sinfín de objetos plus de goce que son tomados confusamente como objetos de deseo, anclando el cuerpo a lo pulsional en un consumo que puede resultar voraz. El encuentro con un analista se plantea como un espacio en el que pueda elaborarse algo de la modalidad de goce y sostener la tensión que permita operar con la crisis del deseo. Se trataría de sostener la interrogación acerca de las identificaciones que atan al sujeto en la búsqueda de una libertad responsable, de encontrar una enunciación propia que le permita rehacer su lugar en el Otro y construir un anudamiento que haga posible la sublevación ante la pulsión de muerte.

Notes

1. Lacadée, P. Los sufrimientos modernos del adolescente. UNSAM EDITA, Buenos Aires, 2017.

2. Ibid., p. 38-39.

3. Bauman, Z. Amor líquido. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.

4. Lacadée, P. (2017). Los sufrimientos modernos del adolescente, op. cit., p. 61.

5. Ibíd., p. 70.

6. Lacan, L. “Prefacio a El despertar de la primavera”. Otros Escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012.

7. Lacadée, P. (2017). Los sufrimientos modernos del adolescente, op. cit., p. 104.

Cristal S. Pozón

Conexiones y desconexiones del Otro en la adolescencia

NODVS LXVII, juny de 2023

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