Los ideales de la persona: Yo ideal e ideal del Yo
Referencia de J. Lacan, en Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, a El estadio del espejo como formador de la función del yo..., presentada en el S.C.F. de Barcelona el 24 de enero de 2004
"hipostasía", imagen virtual e imagen real, estadio del espejo, período pre-especular, estructura imaginaria, Yo ideal e Ideal del Yo
SEMINARIO DEL CAMPO FREUDIANO DE BARCELONA: «SUBVERSIÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTICA DEL DESEO»
Referencia del 24 de Enero de 2004: Los ideales de la persona: Yo ideal e ideal del Yo en El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, y en Observación sobre el informe de Daniel Lagache.
La identificación a una forma supone, como toda localización, significar el espacio, acotarlo; y toda acotación implica relación con las ideas de de contigüidad, continuidad y lugar. Así, vamos leer estos textos desde la negatividad como término constituyente de los ideales de la persona, en tanto que toda identificación a algo, como afirmación, contiene la negación de lo otro. La identificación a una forma exterior es lo que permite al infans discriminarse en la realidad como otro, diferenciarse para ser por mediación del vínculo simbólico.
El estadio del espejo(1), en la construcción de 1949, plantea las funciones del Yo en oposición al discurso del cogito cartesiano, y a las contradicciones del discurso postfreudiano en relación al “yo autónomo” o primacía del Moi como figura objetivada de sí mismo.
“Pienso, luego soy” es la experiencia filosófica de la búsqueda del sujeto, y el intento de localizar al sujeto en una garantía. El descubrimiento freudiano, el inconsciente, exige una formulación negativa, la del sujeto que es en lo que se manifiesta por su ausencia, en lo que choca en el discurso o en lo que se presenta como efecto de lo involuntario.
Entendemos este estadio como una identificación imaginaria que da lugar a una transformación efecto del asumir una imagen, “una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término”(2). El infans construye su unidad alrededor de la imagen de su propio cuerpo en el espejo, se reconoce en una forma, y asume ese reconocimiento con júbilo; esa forma, que Lacan llama ortopédica de su totalidad, proviene de la exterioridad y constituye la instancia primaria del yo, situándolo como Yo ideal.
Esta actividad, que se va produciendo entre los seis y dieciocho meses, constituye el yo como sede de las identificaciones secundarias, y manifiesta “la matriz simbólica en la que el yo se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto”(3)
La dimensión cautivante de esta imagen unificada que el niño encuentra en el semejante, no es ajena a las condiciones particulares de la naturaleza humana; Lacan nombra esa particularidad como “verdadera prematuración específica del nacimiento en el hombre”, prematuración que consiste en el atraso del desarrollo del neuroeje y en el adelantamiento funcional que en relación a este atraso representa la precocidad de la percepción visual.
En el período pre-especular el niño se experimenta desde una imagen fragmentada e indistinto de lo otro exterior; muestras de esa experiencia de fragmentación se localizan en el texto de las creaciones artísticas (Lacan cita las pinturas de J. Bosco),en los sueños, y en el plano orgánico, en los síntomas histéricos de escisión esquizoide o de espasmo. La identificación a la imagen del semejante facilita la ilusión de completud de la que procede la investidura libidinal que el infans produce sobre la imagen con la que se identifica. Esta investidura que se muestra en la complacencia del control de la imagen especular, no implica el control dinámico del cuerpo en el lactante en estado de desamparo, como lo nombra Freud.
Al estadio del espejo sucede la incorporación dialéctica que articula el yo(je) con las elaboraciones sociales; esta dimensión conjuga el ser con la negatividad existencial en tanto que el yo se asienta sobre la función de desconocimiento, ya que el niño se experimenta en primer lugar como otro; soy en otro, otro que es esa imagen invertida y simétrica del semejante que permite fijar un sentimiento de sí que se opone a “la turbulencia de movimientos con la que se experimenta”.
Esta formalización especular en la que interviene el espacio como condición, es la que le permite establecer una relación entre el organismo y su realidad. Decíamos que la identificación a una forma supone significar el espacio, delimitarlo. Así, desde esta primera identificación podemos hablar de la experiencia del límite que, conceptualizado por Hegel, contiene el momento de la negación. Sin ese momento de experiencia del límite, de la negación, no hay momento de afirmación. Así, el sujeto se inscribe en una ambivalencia primordial en el sentido de que es efecto de una identificación del sentimiento de sí con la imagen del otro(4), y es esa imagen del otro la que cautiva el sentimiento de sí; esto determina un efecto de alienación en el sentido de que “ser otro” se experimenta como pérdida. Esa pérdida, determinada por la relación simbólica, es la que la que vincula al sujeto con lo social.
Hemos leído la relación del niño con su propia imagen como operación mediada, en primer lugar, por la función de desconocimiento en el principio de la formación del Yo. Vamos a comentar el uso que Lacan hace del modelo óptico(5) como soporte analógico para comprender la función del Otro en las elaboraciones del narcisismo designadas como Yo ideal e Ideal del yo.
“La función del modelo es dar una imagen de cómo la relación con el espejo, o sea la relación imaginaria con el otro y la captura del Yo ideal sirven para arrastra al sujeto al campo donde se hipostasía en el Ideal del Yo”(6)
El sujeto se hipostasía en el Ideal del yo; leemos hipostasía como operación en la que un término, el sujeto, se enmascara por la acción de otro, el discurso. El campo semántico del término “hipostasía”, significado en los distintos campos del saber, se ciñe alrededor del manifestar y soportar un cambio; en patología alude a los efectos de la gravedad sobre un cuerpo inmovilizado. Cambio y muerte en el lugar del Ideal del yo. Esta localización del sujeto que Lacan nombra como hipostática es lo que en esta ocasión nos permite articular la lectura de su construcción de 1948, en la que plantea la formación del yo como efecto de la función desconocimiento, con el desarrollo que presenta en 1960, en el que plantea la función idealizante que da ilusión de identidad al sujeto, ocultando la falta de significante en el Otro. De alguna manera podemos decir que el Ideal del yo es lo que permite la ilusión de garantía que busca el cogito cartesiano.
En óptica hay leyes que enuncian las condiciones de producción de una imagen. Lacan recurre al modelo referido para representar las localizaciones y la dinámica de los tres registros en el aparato psíquico. Vamos a leer el uso de este modelo en La observación sobre el informe de Daniel Lagache al servicio de “hacer funcionar en la estructura las relaciones del Yo Ideal con el Ideal del Yo”(7).
Esquema pg.654, Escritos 2.
Esquema pg.660, Escritos 2.
La óptica geométrica se ocupa de estudiar los fenómenos de radiación luminosa que condicionan la relación entre un objeto y su imagen. La noción de imagen virtual responde a la producida por un objeto en una superficie plana i’(a); se percibe en inversión simétrica horizontal y reducida, ya que se produce en otro plano. Si la imagen es producida por una superficie cóncava implica una ilusión óptica, un engaño, y se comporta para el que la percibe como un objeto i(a); esta producción responde a la noción de imagen real, y se da en inversión simétrica en el mismo plano. La percepción de la imagen real depende de la posición del observador, porque fuera de determinado cono de reflexión la ilusión no se produce. En La tópica de lo imaginario(8), Lacan señala que lo más peculiar de este comportamiento es que “podemos producir imágenes virtuales de de esos objetos que son las imágenes reales. En este caso, el objeto que es la imagen real recibe el nombre de objeto virtual”(9).
Lacan introduce en el esquema la función del Otro con la letra A para nombrar el espejo plano; ocurre que el sujeto no accede a la imagen real i(a) sino mediante una proyección en A. La imagen real es la que organiza la realidad dando soporte a la función de la imagen especular. Allí localizamos el narcisismo primario en el espacio que designa la imagen real i(a).
A es lo que le permite realizar la imagen virtual i’(a), y es esta mediación la que introduce la dimensión secundaria de la identificación narcisista, la identificación con el otro que permite situar la relación imaginaria y libidinal con el mundo. Es A, el Otro, lugar de la palabra, el que permite realizar la imagen virtual que fija lo que funcionará como Ideal del yo. Así, decimos que la estructuración imaginaria se efectúa por la mediación del registro simbólico, “así quedan circunscritas en la realidad, con el trazo del significante, esas marcas donde se inscribe la omnipotencia de la respuesta. No es vano si se llama insignes a esas realidades. Ese término es aquí nominativo. Es la constelación de esas insignias la que constituye el Ideal del yo”(10).
Lo que también muestra el modelo es que la producción imaginaria está regulada por la posición del que permite ver la imagen real, y de la posición del espejo plano, de su grado de inclinación. Este juego posicional indica que es la relación simbólica la que determina el lugar desde donde la imagen virtual i(a) se ve, y ese lugar desde donde el sujeto se ve no es el lugar desde donde se mira: se ve en el Otro, lugar del discurso, y el punto desde donde se mira también está en el espacio del Otro(11). Otro que da lugar al espejismo del Yo ideal y que organiza toda relación con el otro. Otro que como espejo en A, si modifica su posición, por rotación, modifica la imagen virtual, reduciéndola hasta su desaparición. Es esta reducción, mediada por la localización simbólica, la que permite saber de la posición en la estructuración imaginaria.
Los ideales de la persona: Yo ideal e ideal del Yo
NODVS IX, març de 2004