Anorexia y narcisismo. Fenómenos de alteración de la imagen del cuerpo

Presentación del grupo de trabajo sobre "patología alimentaria" del Grupo de Investigación "Psicoanálisis y Medicina", 21.01.2004

  • Publicado en NODVS IX, març de 2004

Paraules clau

anorexia en relación al discurso capitalista, imagen del cuerpo, síntomas de la posmodernidad, Cuerpo como organismo-Cuerpo pulsional, narcisismo, superyo materno, Goce fálico-Goce contemporáneo, rechazo del Otro

La lectura de este trabajo se inició en la reunión del Grupo de Investigación Psicoanálisis y Medicina del 21 de enero de 2004, y continuó en la del 18 de febrero de 2004.

 

La pregunta como fruto de un recorrido histórico

Las personas que hoy integramos el grupo de trabajo de patología alimentaria en el marco del Grupo de Investigación Psicoanálisis y Medicina iniciamos nuestra investigación en el año 1999-2000 cuando el G.I. se puso en marcha con el nombre de Acontecimientos del cuerpo.

Esta referencia histórica nos parece importante porque en aquel momento orientábamos el estudio de la anorexia y la bulimia a través de determinadas preguntas, que hoy son otras.

Por entonces habían aumentado los casos de anorexia, algunos hospitales abrían unidades de trastornos de la alimentación y centros de día; las asociaciones de familiares de afectados exigían más medios para tratar de luchar contra esta nueva lacra. Los medios de comunicación se hicieron eco y el debate se convirtió en social, generando cierta alarma. En el ámbito psi se animó un debate paralelo, que planteaba en ocasiones la anorexia como una nueva estructura clínica. Entonces, la anorexia ¿era un síntoma o una estructura?. Esta pregunta, puesta en relación con las tres estructuras clínicas bien conocidas, neurosis, psicosis, perversión, nos afirmó en la idea de la anorexia como un síntoma que podía manifestarse en cada una de estas estructuras. Y de aquí una deducción, la existencia de anorexias y bulimias en plural, según el decir de psicoanalistas italianos con los que por entonces entablamos relación, como Massimo Recalcati y Domenico Cosenza, quienes ya por entonces disponían de años de experiencia en el trabajo con estas patologías.

Las anorexias y las bulimias, se nos empezaban a dibujar como dos caras de la misma moneda. Por otra parte, la proliferación del síntoma en el actual momento histórico nos llevó a preguntarnos sobre la ubicación de la anorexia en relación a la historia (1). Si el síntoma psíquico siempre está en relación con la época, entendido así como expresión del malestar de la cultura, del dominio de lo humano sobre la naturaleza, se hacía entonces evidente que la anorexia de hoy en cierto modo denunciaba el auge del discurso capitalista, con el cual se había aliado la ciencia, así como la caída de ideales de la sociedad actual. La revisión de libros y materiales que en el grupo emprendimos por entonces nos permitió acceder a una perspectiva histórica de la anorexia que puso de relieve lo característico del síntoma en la época de la postmodernidad, esto es, su relación con el cuerpo como sustancia gozante y el rechazo del Otro.

Se ponía cada vez más de manifiesto que en las anorexias y las bulimias estaba en juego una especial relación con el Otro, de hecho, basada en el rechazo del Otro. ¿Qué pasaba con el Otro en la época de la postmodernidad? ¿Y qué características tenía el Otro de la anoréxica en particular? Poder plantear una pregunta sobre el Otro, declinada en dos niveles, es decir, el Otro social actual y el Otro de la anoréxica en particular, permitió reorientar nuestro trabajo. El Otro social se revelaba como el gran Otro completo, que tiene todo aquello que el sujeto puede necesitar. Es un Otro que se muestra sin falta, omnipotente, y que, en sustitución de la caída de la ley, empuja al sujeto hacia el goce. El imperativo es: “¡Goza!”. Respecto al Otro materno, que es el Otro de la anoréxica, se trataba de un Otro que no podía ofrecer al hijo su falta. Cuando las demandas del hijo son interpretadas siempre como necesidades y respondidas por tanto en este plano. El camino hacia el deseo queda obturado, y al niño no le queda otro remedio que abrir la boca y tragar, o decir “¡no!” a la cuchara, como el niño del que nos hablaba Lacan figuradamente, aquel que alimentado con tanto amor, jugaba sin embargo con su rechazo como con un deseo.

Este rechazo del Otro se mostraba pues ligado a una especial práctica de goce. Toda una serie de síntomas han proliferado en las sociedades capitalistas: neodependendencias de drogas, psicofármacos e internet, ataques de pánico, depresión, y por supuesto los trastornos de la alimentación. La especial relación con el goce establece un punto de comunidad entre ellos. La pregunta que surgió entonces fue sobre el goce en los síntomas de la postmodernidad.

En nuestro estudio sobre el goce nos referimos primero a su concepción clásica. Esta remite a un goce fálico, esto es, en relación con el significante. El goce está por tanto en relación con el Otro y con el deseo, por más que en el fondo “no hay relación sexual”, pues uno goza solo. La pulsión pasa por el Otro para ir a buscar el objeto perdido, pero vuelve a satisfacerse al cuerpo propio, origen y fin de la pulsión, lugar del goce fundamental. Además, el goce es ilimitado por definición. Pero el goce fálico, a pesar de todo, es regulado por el principio del placer y el Nombre del Padre, mientras que el goce que veíamos en los nuevos síntomas no encontraba la regulación del NdP puesto que en nuestra época ya no hay un NdP de peso.

El goce contemporáneo se caracteriza por prescindir del Otro. La pulsión ya no va a recorrer ese camino a través de pasar por el Otro para ir en busca del objeto perdido, sino que recurre directamente a la sustancia.

La investigación emprendida en relación al goce, por un lado y las experiencias de trabajo clínico así como la reflexión sobre el panorama social actual, por el otro, nos permitieron resituar el problema de la anorexia como un síntoma de la postmodernidad, cuyas características en la relación con el Otro y con el goce nos llevaban a considerarla como uno de los “nuevos síntomas” o “nuevas maneras sintomáticas” (2) de las que además se empezaba a hablar durante este nuestro recorrido.

Inevitablemente, el trabajo sobre el goce y la relación con estos “nuevos síntomas” pone sobre la mesa la implicación del cuerpo. La sustancia gozante nunca lo ha sido más que en la coyuntura histórica y social actual, ni los efectos del goce tan devastadores. Esto abre una nueva interrogación y relanza nuestro trabajo de investigación, ahora, en torno a la pregunta sobre el cuerpo en la anorexia. Para formular mejor nuestra pregunta, nos referiremos primero a la disyunción del cuerpo como organismo y del cuerpo pulsional que interesa al psicoanálisis.

Organismo, imagen del cuerpo y cuerpo pulsional

Freud tuvo la ocasión de comprobar, en su trabajo con pacientes histéricas, que el cuerpo no es solo el organismo, que lo excede, o incluso que es otra cosa. El cuerpo de las histéricas hablaba, y sin duda esta experiencia fue fundamental en su elaboración del concepto de pulsión.

Para abordar el problema del cuerpo, Lacan formula la teoría de los dos cuerpos (3). Esta consiste en postular la existencia de un cuerpo organismo y un cuerpo simbólico. Por efecto del lenguaje, el sujeto incorpora el significante, lo que implica una pérdida de naturaleza, una humanización del sujeto. El cuerpo organismo sufre por tanto una transformación fruto de la acción del significante, y se convierte en cuerpo pulsional. Sin embargo, es importante tener presente que no hay un antes y un después, como no existe un cuerpo organismo al lado de un cuerpo pulsional; se trata en realidad de la formación del cuerpo. Por otra parte, siempre queda un resto de real del cuerpo, que no pasa por la acción del significante.

Un elemento fundamental opera en esta transformación del organismo en cuerpo: la imagen. Se trata concretamente de la asunción de la imagen del cuerpo como una forma total, que tiene lugar en el estadio del espejo descrito por Lacan (4). Esta imagen es una Gestalt, una forma completa que se le ofrece al sujeto con dos importantes características: es anticipatoria y exterior. Su carácter anticipatorio pone de relieve que esta forma es más constituyente que constituida; se trata de una imagen a la que el niño se identifica, produciendo así una transformación. Su carácter exterior evidencia una imposibilidad estructural: el niño se ve allí donde no está, hay una separación imposible de remediar entre el sujeto y su imagen. Una división estructural entre el sujeto del inconsciente y el yo. Esto implica además la noción de doble, de una alteridad intrusa, que dará pie a Lacan a formular sus concepciones sobre narcisismo y agresividad.

La imagen del cuerpo es, por tanto, un elemento fundamental en la constitución del narcisismo y del yo. Y resulta también de un gran valor como elemento clínico, en particular en determinadas patologías en las que se dan fenómenos de alteración y de percepción de la imagen del cuerpo, como es el caso de la anorexia.

Narcisismo, imagen corporal y cuerpo en la anorexia

La importancia de la imagen en la patología alimentaria ha sido tenida muy en cuenta tanto desde la perspectiva social ?exigencia de alcanzar una imagen globalizada? como desde la fenomenológica. Durante mucho tiempo y para algunos autores la alteración de la percepción de la imagen corporal es uno de los fenómenos principales para el diagnóstico de los cuadros de anorexia. Hasta hace pocos años se postulaba como causa una alteración de las vías perceptivas ópticas ?que alcanzan el lóbulo occipital desde la retina?, finalmente descartado tras experimentar con “intensificadores de deformación de imagen” durante el proceso diagnóstico.

¿Por qué esta extensión de la importancia de la imagen?. Massimo Recalcati titula uno de los capítulos de su libro Clínica del vacío (5) “La pasión anoréxica por el espejo”. Una de las hipótesis sería un defecto ?primario? en la constitución narcisista el cual daría cuenta de las alteraciones relacionadas con la imagen corporal en la anorexia. No nos olvidemos de su mayor presentación estadística en mujeres y su inicio frecuentemente alrededor de la época puberal, cuando se trata nuevamente de subjetivar lo real de la sexualidad ?este momento lo podríamos denominar de prematuración psíquica (6) ?, cuestión que nos lleva a plantear dichos fenómenos como una patología del yo.

Freud en “Introducción del narcisismo” (7) habla de este tema. En este texto opone la libido yoica y la libido de objeto, que si “al comienzo están juntas en el estado del narcisismo... con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas”. El estado previo al narcisismo es el autoerotismo, nos dice, introduciendo entre ambos el desarrollo del yo. Para pasar del autoerotismo al narcisismo se precisa la constitución del yo, tema que Lacan desarrolla en su texto “El estadio del espejo...”. Hay una distinción entre el campo del yo y el campo de la pulsión, Lacan dirá en su seminario XI (8): “El nivel del Ich es no-pulsional, y en él Freud funda el amor. Todo lo que queda así definido a nivel del Ich, sólo adquiere valor sexual, sólo pasa del Erhaltungstrieb, la conservación, al sexual Trieb, en función de la apropiación de cada uno de estos campos, de su captura, por una de las pulsiones parciales”.

Si como se ha mencionado antes la imagen es constituyente respecto al ser del sujeto, con sus características de anticipatoria y exterioridad, dice Recalcati que en la anorexia la imagen narcisista no forma el cuerpo, sino que hace que aparezca aquello que en el cuerpo no puede reducirse a imagen, el objeto (a) como ser del sujeto. Hay una dificultad para simbolizar la dimensión real del cuerpo pulsional ?al estar ausente el ideal del yo que le oriente en esta tarea? pareciendo haber un retorno en lo real, hay una especie de independencia de la imagen respecto al cuerpo del sujeto. Nos encontramos con la dificultad que tienen para integrar entre sí el cuerpo como imagen narcisista [i(a)] y el cuerpo como ser pulsional. Hoy en día la adolescencia encuentra una dificultad añadida a la hora de esta integración por la declinación del Otro histórico-social que se muestra deficitario en cuanto a ofrecer recursos de identificación para simbolizar el suceso puberal.

Lacan, como venimos señalando, sitúa en su texto sobre el estadío del espejo la constitución del yo dependiendo de una identificación alienante con la imagen especular, haciéndolo sede del desconocimiento: “A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la medida en que nos aparta de concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción-conciencia, como organizado por el ‘principio de realidad’ en que se formula el prejuicio científico más opuesto a la dialéctica del conocimiento, para indicarnos que partamos de la función de desconocimiento que lo caracteriza en todas las estructuras...

Si seguimos su desarrollo, se trata de una identificación imaginaria, como queda planteado en los ejemplos que da de la paloma y de la langosta peregrina, siendo la imagen especular la que constituye el cuerpo y el yo, tras la sanción de la madre en su reconocimiento. Aquí encontramos como elemento princeps la presencia del Otro y las palabras de reconocimiento de este Otro. Encontrando a éste como elemento indispensable para que pueda apropiarse de la imagen. Nos metemos de lleno en el tema del narcisismo, fundante de la imagen del cuerpo. El yo es la imagen del espejo en su estructura invertida, confundiéndose el sujeto con su imagen.

Todo esto nos lleva a plantearnos la relación de los fenómenos de alteración de la imagen con lo expuesto en el estadio del espejo, en concreto en la anorexia y refiriéndonos a la pubertad tomándola como el momento en que en muchos casos se desencadena el cuadro, si por ser una salida de la latencia de la cuestión de la relación con el espejo, y por tanto una reedición de la cuestión del yo y del narcisismo, siguiendo a Recalcati nos preguntamos si no se tratará de una deformación de la especularización narcisista debido a que el espejo no ofrece al sujeto el soporte pacificador del ideal del yo, sino sólo la mirada cargada de reproches del superyó materno.

Francisco Burgos, Silvia Grases y Pep Requejo
Presentación del grupo de trabajo sobre “patología alimentaria” del Grupo de Investigación “Psicoanálisis y Medicina”, 21.01.2004

Notes

  1. José María López Piñero en su libro La Medicina en la Historia (Editorial La Esfera de los Libros, 2002) dice que la epidemia a pesar de estar relacionada en su origen con las afecciones infectocontagiosas coincide como significado básicamente con el de “enfermedad social” según tres criterios que pueden presentarse aisladamente: Peso elevado en las tasas de morbi-mortalidad, graves repercusiones socioeconómicas, políticas o culturales y un destacado lugar entre los problemas que preocupan a la opinión pública. Es por tanto una condición relativa.

  2. Como dice Guy Trobas en Tres respuestas del sujeto ante la angustia: inhibición, pasaje al acto y acting out (en Logos 1, Grama Ediciones, 2003) es algo que se está universalizando, no una sintomatología nueva, algo que no hayamos visto; se trata de la generalización de dicha sintomatología.

  3. J. Lacan, Radiofonía (1977), en Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Ed. Anagrama.

  4. J. Lacan, El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia analítica (1966), en Escritos 1, siglo XXI editores.

  5. M. Recalcati, Clínica del vacío, Ed. Síntesis, 2003.

  6. Burgos F. y Grases S., Tratamiento preliminar de la adolescencia en institución. Conferencia leída en Gubbio (Italia) en julio de 2003, en las primeras jornadas de la institución Jonas.

  7. S. Freud, Introducción del narcisismo (1914), O.C. tomo XIV, Amorrortu Ed.

  8. J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario 11, Ed. Paidós.
Francisco Burgos, Silvia Grases, Pep Requejo

Anorexia y narcisismo. Fenómenos de alteración de la imagen del cuerpo

NODVS IX, març de 2004

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