De la Palabra y el Goce: un recorrido conceptual de su articulación en la enseñanza de J. Lacan
Contribución al seminario de Logociencias "El concepto de goce: entre sentido y satisfacción" durante el curso 2003-04
El presente texto realiza un recorrido conceptual de la articulación de los conceptos goce y palabra en la enseñanza de J. Lacan. Toma los primeros tiempos de la obra de Lacan como sus últimas puntualizaciones, lo que permite ver el cambio de su conceptualización a lo largo de su obra.
Apparole, interpretación, letra, Miller / Lacan / Freud, Searle / Tausk / Durkheim / Bentham / Quine / Puttnam, goce, lalangue, lituraterre, palabra, sentido, inconsciente, lenguaje, lo real, saber y síntoma.
En su artículo sobre el monólogo de l'apparole, Miller destaca seis términos que forman parte de la enseñanza de Lacan, que agrupa en dos ternarios respectivamente: la palabra, el lenguaje y la letra por un lado; l'apparole, lalangue y lituraterre, por otro. Podríamos suponerle a cada uno cierta relación con el correspondiente de la otra serie, pero veremos en qué medida constituyen otra cosa, inmersos como están en paradigmas distintos de su elaboración. A su vez Miller trabaja la manera en que cada uno condiciona el sentido y la interpretación en la práctica analítica, que a su vez se corresponden con un determinado concepto de inconsciente.
La palabra y el lenguaje nos resultan familiares de su primera enseñanza, la de los Escritos: "Función y Campo de la palabra y el lenguaje en Psicoanálisis", de 1953; y la letra, por ejemplo de "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud", de 1957; y en general de cierto recorrido de los primeros seminarios.
Conocemos la formulación lacaniana del "inconsciente estructurado como un lenguaje", que se inscribe en el marco de su retorno a Freud. En el seminario de la Ética pone de manifiesto la concepción freudiana según la cual las vorstellungen (las constelaciones de representaciones) describían un mundo que estaba organizado según las posibilidades del significante como tal. Que si al nivel del inconsciente esto se organiza según leyes de condensación y desplazamiento -esto es, régimen regulador del proceso primario-, coincide con las funciones que, según el estructuralismo lingüístico, determinan los efectos del lenguaje de metáfora y metonimia; o lo que es lo mismo, los efectos de sustitución y combinación de significantes en la dimensión sincrónica y diacrónica del discurso.
Esto supone un concepto de inconsciente estructurado, es decir constituido por elementos diferentes con relaciones solidarias y formando sistema, es decir que la variación de cualquier elemento repercute sobre los otros respectivamente. Este 'objeto-lenguaje' así recortado, el estudio de la lengua en sentido saussuriano, implica un desconocimiento deliberado del factor temporal, diacrónico, tomando exclusivamente la perspectiva sincrónica y transindividual, en tanto esta definición de lenguaje supone un Otro. La palabra en cambio, es esencialmente diacrónica e individual, fundamentalmente intersubjetiva y siempre dialógica. Por lo demás en "La instancia de la letra..." Lacan destaca que el significante es un elemento simbólico dotado tan sólo de valor diferencial, concebible únicamente formando pareja con otro, y por el contrario, la letra es el objeto real, dice, aislable como lo demuestra la caja del tipógrafo. Implica aquí el significante en su estructura localizada y constituye ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje, que no contiene ningún sentido antes de obtener alguna inteligencia mediante su acoplamiento con otros cuerpos tan estúpidos como él. Introduce asimismo la función de la escritura.
En los primeros tiempos de la enseñanza de Lacan, el inconsciente era definido como lenguaje unas veces, si el peso recaía sobre la estructura concebida, o bien como palabra si era sobre el discurso que éste emite. Así y todo esa estructura crea como efecto el fenómeno del sentido, resultado de esta combinación y sustitución de significantes. Efecto retenido, en menos en la metonimia, y emergente en la metáfora. Por lo que la interpretación entonces implicaría aportar por parte del interlocutor-analista, hacer aparecer ese significante que da lugar al efecto de sentido que se espera. Es decir que estructurar significa entonces acomodar esos elementos en las relaciones precisas, dice Miller, abriendo aquí un interrogante sobre un punto confuso en la transmisión de Lacan como es la cuestión del sentido hallado al final de la cadena, ya que él no desconocía la existencia de un sentido dada también de antemano. Para ilustrar esto toma el grafo del deseo que si bien constituye una variante sobre el esquema de comunicación intersubjetiva, funciona sí y sólo si lo anima, una intención inicial de significación, la intencionalidad del 'querer-decir' que tiene como agente al sujeto, que aunque dividido, anulado, etc., sigue siendo voluntad de decir al Otro, en función de ese Otro, su partenaire. Por ejemplo: la esencia de la palabra histérica, implica siempre una estrategia para el Otro, se da a descifrar en su enigma y pone en evidencia la diferencia entre esa intención inicial de significación y el dicho efectivo. Palabra insatisfecha, decir insuficiente en aras de la verdad que apelará al intérprete que la causa.
Podemos agregar a esto algunos señalamientos que hace Miller en los paradigmas del goce, por cuanto estas conceptualizaciones de Lacan inmersas de este modo en el corpus freudiano, producen un efecto de censura o desintrincación entre la práctica de desciframiento del inconsciente, que obviamente comporta la estructura simbólica y la comunicación, con la teoría pulsional. A aquello que Freud destacaba como cifrado en las formaciones del inconsciente pero que también implicaban una satisfacción libidinal, Lacan responde que la satisfacción esencial pasa a estar dada por la comunicación misma, cosa manifiesta con la liberación del sentido. Lo vimos con los ejemplos del witz, la satisfacción vinculada a que el Otro admita, sancione, ocurrentes formaciones lingüísticas provenientes del sujeto. La risa que evoca el chiste, alude directamente a una satisfacción semántica, dice Lacan. El cifrado del sentido produce un sufrimiento al sujeto, el síntoma se sostiene de un sentido retenido, reprimido de la conciencia del sujeto y la satisfacción se reencuentra con la reaparición de éste. De parte del Otro se produce esa admisión que culmina en el reconocimiento.
En resumidas cuentas, se trata de una satisfacción de neto corte simbólico que no puede reabsorber lo que en la metapsicología freudiana son las fijaciones, el investimiento libidinal, el fantasma, el yo: su teoría de las pulsiones. Todo eso, en este momento de la elaboración lacaniana, queda del lado de una satisfacción estrictamente imaginaria, un goce que en tanto imaginario no concierne al 'sujeto' sino al 'yo' que es la instancia imaginaria. Goce localizado en el eje a-a' (pensemos en el esquema L) que no es intersubjetivo ni dialéctico sino intraimaginario; goce que hace a los investimientos libidinales del yo; a los modos permanentes, estancados de constitución de los objetos. Goce que por entonces Lacan se esfuerza en supeditar al orden de la satisfacción simbólica, que emerge en las fallas de la elaboración simbólica, como obstáculo, como barrera. Se hace evidente aquí que entre significante y goce existe una disyunción muy clara. En el comienzo Lacan asienta su teoría sobre la comunicación y en ese primer intento hace un lugar a la pulsión como un querer gozar, pero siempre supeditada a la dominación del querer decir. Se trataba de la captura del viviente en la discursividad, como una relación originaria entre goce y significante.
Ahora bien, en los años '70 cuestiona el concepto del lenguaje a punto tal, que de ser un concepto originario pasa a ser derivado de lo que él propone llamar "lalengua", la palabra antes de su ordenamiento gramatical y lexicográfico. Si el lenguaje y su estructura gozaban hasta entonces de un orden primigenio, pasan ahora a tener un estatuto secundario, en tanto lalangue como palabra, muestra su esencia de adhesión originaria al goce bajo la forma del goce del blablablá. 'Lalangue', neologismo constituido por la unión del artículo con el sustantivo, viene a dar cuenta de la dificultad de recortar al objeto-lenguaje en la sincronía, y pasa a situarse en la diacronía que constituyen las creaciones del lenguaje de cada uno, los aluviones que se acumulan en los malentendidos. Destaca una dimensión eminentemente diacrónica e individual, en tanto y en cuanto pasa a incluir, las invenciones de cada uno de los seres parlantes que habitamos una lengua. El Seminario XX proclama que el significante se sitúa a nivel de la sustancia gozante. De esta manera aisla más acá de las categorías de la lingüística, la existencia de otro nivel, el de un registro de los equívocos que excede toda definición y a esto llama lalangue. El lenguaje designa lo que el discurso científico elucubra sobre ella, que, por su parte, es a-estructurada, toca a lo real y sirve para algo muy distinto que para la comunicación...pues "articula cosas que van mucho más allá de lo que el ser hablante soporta como saber enunciado".
En este caso el fenómeno resultante pasa a ser el 'goce' mismo, cuestión que deja al descubierto enormes consecuencias para la práctica analítica y un sistema conceptual que exige reelaboración. Así como la comunicación, el concepto de Otro, Nombre-del-Padre y símbolo fálico, quedan reducidos a una función de grapa, conectores entre elementos fundamentalmente disjuntos. Para ser más gráficos en términos de Miller: el principio del segundo ternario de términos no es el de 'querer decir', sino el de 'querer gozar' y agrega que el segundo grupo, traduce el nuevo estatuto del primero, cuando es la pulsión y no la significación lo que se concibe como el motor del ser hablante.
L'apparole, sin ser un término muy frecuente en su enseñanza -fue nombrado una o dos veces por Lacan- ha invitado a repensar el concepto de palabra, en tanto que la misma suponía una dirección dialógica, de pregunta y respuesta y una relación al gran Otro, como habíamos visto. L'apparole constituye un monólogo y es su manera de interrogar en los años '70, si lalangue sirve para comunicar algo. De ahí la necesariedad de formular un nuevo concepto de palabra, en la medida en que lalangue no sirve para el diálogo. Miller lo dice muy claramente: "... Con el concepto de l'apparole, se hunde el conjunto de la referencia a la comunicación, o al menos al nivel en el que se trata de l'apparole: no hay diálogo, no hay comunicación, hay autismo. No hay Otro con mayúsculas. L'apparole no tiene como principio el querer decir al Otro o a partir del Otro." Esto habilita una relectura del grafo del deseo donde la pulsión es concebida en términos de mensaje, una demanda sin sujeto que, eclipsado o ausente, no está presente sino por su falta.
Para ilustrarlo, hay la distinción que hace Lacan en Aún entre ese "blabla", término que alude a una forma degradada de la palabra como parloteo vacío o palabra vacía, pero que está en ese registro y no en l'apparole. Asegura lo que para Jakobson es la función fática (phatique) que es mantener su relación al otro y que cuanto más vacía, más revela esa dirección al Otro. Miller dice que cuanto menos información contiene, más fática es la palabra. En cambio l'apparole no tiene nada de fática, es en lo que se convierte la palabra cuando está dominada por la pulsión, no comportando comunicación sino goce; lo que quiere decir: "ello goza de hablar" y algo de este blabla se satisface al nivel del inconsciente.
En Aún Lacan avanza más que nunca en la conjunción de la 1ª y la 2ª tópicas freudianas entre el ello habla y ello goza, entre pulsión e inconsciente, lo cual implicaba necesariamente una revisión integral de sus postulados en relación al inconsciente estructurado como un lenguaje de "Función y campo...". Es lo que trae como el goce de la palabra, la Otra satisfacción, la que se sostiene del lenguaje y que es distinta de la que fuese el puro goce del cuerpo no hablante. Este punto de partida implica una disyunción entre el goce y el Otro, puesto que privilegia el goce y la no relación entre éste y el Otro. En este contexto paradigmático Lacan se empeña en señalar: no es "No hay relación sexual" sino "Hay"; "Hay goce". Es lo que trabaja fundmentalmente como el goce Uno (el del cuerpo propio), es decir que prescinde del Otro.
Miller se extiende en una serie de imágenes acerca de la diferencia entre estructura y aparato. Dice que una estructura se construye, se descifra, etc., pero que es como un elemento contemplativo. Mientras que como aparato es un ensamblaje, un montaje concebido con el objetivo de gozar, que sobrepasa la mentada finalidad de conocimiento de la realidad; esa realidad inabordable ya por los aparatos de la percepción, la representación o la conciencia, sino por esta herramienta, este artefacto, complejo instrumento de goce. Lacan utiliza este término en una oportunidad para referirse al grafo del deseo, como un "aparato en el que figura l'apparole que se hace del Otro". Pero la cuestión radica en saber si son compatibles.
Ahora el goce de la palabra sólo interviene en Lacan como figura del goce Uno, es decir cortada del Otro; y "blablablá" quiere decir la palabra que no apunta al reconocimiento, a la comprensión, sino a la modalidad del goce Uno. Es necesario poner en relevancia la expresión de que "el goce habla", el hecho de que la palabra se anime de un querer gozar. En lalangue y l'apparole es el goce el que habla. Si en el contexto del primer ternario es la verdad la que habla a través de las diversas formaciones del inconsciente, la interpretación encontraba su lugar cómodamente. Pero ¿cómo pensar la interpretación en el complejo de l'apparole, cuando es el goce el que habla, cuando se trata de los aparatos de goce a través de los cuáles se aborda la realidad? ¿Cabe interpretar el goce? Si l'apparole y el Otro no son plenamente compatibles, si no hay diálogo ni comunicación ¿qué lugar cabe a la interpretación?.
Precisamente en ese no-hay-diálogo, tiene su límite la interpretación por donde se asegura lo real. Es necesario un límite al monólogo autista del goce y eso es lo que concierne a la interpretación, porque cuando la interpretación era de sentido, ilimitaba, habilitaba permanentemente una reinterpretación actualizada. La interpretación analítica va a contrapelo. Finaliza, "finitiza", funciona más como tope que como un relanzamiento, asegurando no ya el sentido sino lo real de este modo. ¿Cómo se explica esto? Es que el monólogo, en cierto ejercicio de l'apparole, esta asociación libre, este "decir cualquier cosa", esto echado a rodar exento de prohibiciones, prejuicios e inhibiciones: lleva siempre al gobierno del principio del placer. Cuando nos plantamos a este nivel hay una satisfacción de la palabra. "Donde ello habla, ello goza" quiere decir que a nivel del inconsciente como máquina intérprete, productora de sentido -y de sentido gozado-, el sujeto es siempre feliz. Y a ese nivel es imposible asegurarse un real, o dicho mejor, en ese régimen no se puede asegurar de ningún real como imposible. La producción de sentido vela y sólo aborda lo real por el decodificador fantasmático.
De ahí la necesariedad de que la interpretación analítica actúe a contracorriente del principio del placer, introduciendo lo imposible, el sin-sentido. Y es por este medio que toma valor de formalización en tanto permite asegurar un real, soportando en el horizonte un: 'eso no quiere decir nada'; desenmascarando el trabajo del inconsciente que encubre este 'eso quiere gozar' por un 'eso quiere decir', cuando de lo que se trata en definitiva es de un 'eso no quiere decir nada'. Con este recurso de la interpretación dentro del contexto del 2º ternario que facilita el camino a la formalización, nos ubica más del lado del escrito que de la palabra. El psicoanálisis descubre que el goce del sujeto se adhiere a la literalidad "insensata" de los elementos puestos en juego en las diversas formaciones del inconsciente. La función de la letra es constituir un litoral entre goce y saber. La letra forma el cuerpo del síntoma con el que fija el goce sin Otro.
De la Palabra y el Goce: un recorrido conceptual de su articulación en la enseñanza de J. Lacan
NODVS XI, octubre de 2004