Freud: la sexualidad femenina y la feminidad (1931-1932)
Contribución al Seminario de Investigación La angustia y las coyunturas de su surgimiento, impartido por Vicente Palomera durante el curso 2004-05
"envidia del pene", Complejo de Edipo, falta de pene, Helen Deutsch, masculinidad, superyó, zona erógena, Abraham, el falo, feminidad, Karen Horney, origen de la neurosis, teoría kleiniana, castración, etapa preedípica, Fenichel, libido, primer objeto, vida sexual
El abordaje que le da Freud en estos años tardíos de su teoría psicoanalítica al tratamiento de la feminidad, lo ponen a trabajar entorno a aquellos puntos de dificultad que encuentra en la formulación de la teoría Edípica.
Primero, va a tratar de distanciarse de una idea biologicista que pudiera relacionar la masculinidad/feminidad con factores genéticos. Así la ciencia en estos momentos lo que puede decir al respecto del tema sólo concierne al hecho (casi siempre visualmente constatable) de que un ser humano pertenezca a uno u otro sexo. Descarta toda herencia de predisposiciones de cualquier otro tipo del estilo "el sexo femenino es pasivo frente al masculino que es activo".
También intenta desvincular todo lo que puede ser considerado un factor de influencia cultural entorno a los modelos transmitidos por lo social, aunque en este punto cabe destacar que en ciertos momentos que comentaremos él mismo cae en algunas confusiones, sobretodo en lo que concierne a las salidas del Edipo en la niña.
Lo que elabora en primer término en estos dos artículos es la evolución de la vida sexual en la niña, haciendo un recorrido paralelo al del niño y marcando sus puntos de convergencia y sus diferencias. Así pues sitúa una etapa preedípica donde las primeras mociones pulsionales se darían de forma prácticamente idéntica en el niño y la niña.
En esta fase previa al Complejo de Edipo, todos los niños descubren la sexualidad en diferentes zonas de su cuerpo e inician tempranamente su actividad masturbatoria. El niño con su pequeño pene y la niña con el clítoris al que le da un valor equivalente al del pene. Así en esta primera etapa toda la actividad sexual sería considerada "masculina" o podríamos llamarla también "fálica". Las pulsiones sexuales van descubriendo el mundo libidinal de los pequeños sujetos, sin que haga atisbos de aparición, todavía, la diferencia sexual como un hecho que cobre significación.
En esta etapa la madre es el primer objeto de amor para ambos. Como el ser encargado de sus primeros cuidados y la persona que va hacerles descubrir las primeras satisfacciones sexuales, este objeto se convierte por tanto en el primero y más fuerte vínculo existente. La sexualidad infantil es en este momento plurimorfa, intensa, fálica y satisfactoria.
Entonces, inesperadamente, hace su aparición la diferencia de los sexos para ambos como una irrupción que conlleva siempre una carga de angustia importante. Es a partir de este momento que la sexualidad del niño y de la niña va a empezar a tomar caminos distintos.
La constatación de la falta de pene en las mujeres para el niño, va a ser vivida con la angustia de castración. Su miembro preferido se halla en peligro. La interpretación que el niño le va a dar va a ser ubicar en la figura del padre la función castradora, así que, el temor a perder el pene lo va a separar de la madre y lo va hacer salir del complejo de Edipo instalando un severo superyó.
Por el contrario, la diferencia sexual en la niña pone en marcha sentimientos de resentimiento y hostilidad muy notorios, reproches dirigidos a la madre que en última instancia se resumen en el de ¿por qué me pariste mujer?. Este momento instaura la "envidia del pene", motora del inicio de dos virajes que en el niño, por su distinta constitución, se hallan ausentes. Estos cambios son fundamentalmente dos:
La aterradora decepción vivida por la niña respecto al fraude ejercido por la madre, la irán dirigiendo hacia el padre como el verdadero amor. Por otro lado esta envidia fálica no va a ser tan fácilmente asimilada, así que ella ansiará hasta épocas muy tardías tener ese falo que la madre le negó. Fantasías de querer tener un hijo del padre, ejemplifican este sentimiento.
Sobretodo en el artículo sobre la sexualidad femenina, Freud se da cuenta de la importancia de esta fase preedípica en la niña. Este extrañamiento hacia la madre que empieza a producirse cuando se significa la diferencia sexual, es de una intensidad muy fuerte. De tanta como antes fue el establecimiento del vínculo. Freud se detiene en este punto por considerar que en ocasiones anteriores quizás no le había dado la importancia que merecía, porque observa que es muy posible que en esta fase se originen ya los primeros traumas que serán motor de algunas neurosis en la mujer. Es pues un momento en que Freud cuestiona su propia idea sobre que el origen de la neurosis se ubica siempre en el complejo de Edipo. Es un momento en que reformula el Complejo de Edipo, lo separa más claramente entre el proceso masculino y femenino, y hace sus tiempos más laxos, menos estrictos.
Los reproches referidos por los niños a sus madres, en el nacimiento de los hermanos, en el de no haber sido suficientemente amamantados, en sentirse abandonados por la madre, presentes en ambos sexos, tienen que ver con el inicio de elaboración de la castración. Pero en la niña se observa un resentimiento más fuerte, más odioso, producto de esta "envidia del pene" que la hace pasar a pertenecer a un sexo desaventajado y menospreciado. También es con respecto a esta envidia a lo que Freud refiere el débil o menos consistente interiorización del superyó en la mujer. Al ya haber perdido el tesoro del que se trata, ¿para qué instaurar un superyó tan consistente, si ya no tiene nada que perder?
Hasta aquí su elaboración demuestra que la libido no tiene sexo, que es en todo caso activa aunque profiere metas tanto activas como pasivas de igual forma para el niño que para la niña, y que por lo tanto nada en lo biológico está dicho de antemano.
Es en este punto donde empieza sus disquisiciones en el destino del complejo de Edipo femenino. Ya dice que eso del complejo de Electra propuesto por Jung, no le convence, pues equipara demasiado los dos recorridos.
La entrada en el Complejo de Edipo, con este viraje al padre, le dará para la mujer tres salidas diferentes. Aclara de entrada que esta salida en la mujer en algunos casos suele retrasarse mucho o que incluso a veces nunca se logra. Estas salidas serían :
Respecto a la primera dice que se produce una suspensión de la vida sexual de la niña, debido a esta frustración producida por la envidia. Ahora, renuncia a su quehacer masturbatorio y estas mociones sexuales reprimidas van a ir configurando la neurosis.
Otra opción es que ella en absoluto se conforme con esta falta de pene, así que la va a afirmar mucho más agresivamente. Va a desarrollar una especie de complejo de masculinidad que la llevará a insistir en la su posesión fálica, de tal forma que a veces se decanta claramente hacia la homosexualidad.
La tercera vía es la de la feminidad. En esta no hay una clara renuncia a la sexualidad, sino que se pone en marcha este cambio de zona erógena hacia la vagina, los impulsos sexuales por lo general se pasivizan y elige a un partenaire con las características paternas, aunque Freud remarca que el modelo de relación que se reproduce es el del vínculo primero con la madre. La posibilidad que le da la maternidad, de obtener el falo a través del hijo, lo tomará como la salida normal al Edipo femenino.
Es en las elucubraciones entorno a este periodo propiamente, en donde Freud, a mi entender, empieza a perder pie y a sentirse en terreno pantanoso. Cosas como el bajo nivel de aportaciones científicas de las mujeres o la dedicación de éstas al desarrollo de las técnicas del tejido como una tendencia inconsciente al deseo del crecimiento del vello púvico, me parecen sinceramente muy forzadas y poco separadas convenientemente de estos condicionantes sociales de los que en un inicio él trata de dejar al margen.
Pero no es por nada que este tema le preocupa y le hace trabajar. Digamos que es un terreno donde el mismo se siente en falta, no le alcanza el falo, para lo cual insta a buscar en otros terrenos, como en el de los poetas, verdades todavía insuficientemente tratadas.
Finalmente hace un recorrido por las diferencias que le separan con otros colegas contemporáneos.
De Abraham, cuya posición es en líneas generales la misma de Freud, dice tener sus discrepancias con el papel nada relevante que le da éste al extrañamiento de la niña con la madre, cuando ésta entra en el complejo de Edipo. Dice que no puede explicarse esta fase como una simple sustitución de objeto.
Helen Deutsch, admite tanto la actividad fálica de la niña como la importancia del vínculo con la madre, ella también como Freud, hace una rectificación de sus posiciones al desestimar que la actividad fálica de la niña es producto de su identificación al padre.
Fenichel, encuentra complicado poder discernir que procesos se dan en las fases preedípicas de los que se dan posteriormente.
No admite ni la actividad fálica de la niña, ni la teoría kleiniana del Edipo hacia atrás, que sitúa sus comienzos hacia los dos años.
Karen Horney considera absolutamente sobredimensionado el tema de la envidia del pene.
Hay muchas lagunas y cuestiones en absoluto aclaradas entorno a la cuestión sobre el desarrollo sexual femenino, y es sin duda la pérdida del falo como bastón para orientarlo todo, eso que hace a la feminidad tan oscura, misteriosa y compleja; también para el propio Freud.
Freud: la sexualidad femenina y la feminidad (1931-1932)
NODVS XIII, maig de 2005