Sujeto a lo económico: efectos de la norma única en el campo de la inserción laboral
Trabajo presentado en el grupo de Psicoanálisis y Pedagogía en mayo de 2004
Este artículo nos acerca a la problemática del mercado laboral, comienza planteando los cambios contextuales e históricos que se han producido a lo largo de los años con respecto a la inserción laboral, la identidad del trabajador, el paro...
Realiza un cuestionamiento sobre los dispositivos de inserción que apuntan a reinsertar a los "parados" en el mercado laboral siguiendo un objetivo laboral basado en un ideal. Y, para concluir plantea cuál es la función y cuáles las alternativas que tiene el educador social en esta tarea.
Sujeto, mercado de trabajo, inserción laboral, exclusión, educador
1. Introducción en el contexto del mercado de trabajo
La desregulación laboral. La sociedad del trabajo que ha ido desapareciendo en las últimas décadas es aquella que ha vertebrado el espacio social: derechos, deberes, consumo, tiempo, trayectorias personales,...
En el surgimiento de la condición salarial, la ética del trabajo se convirtió en una herramienta indispensable: igualaba a los hombres, no distinguía entre los diferentes trabajos, era accesible para todo el mundo y de la misma manera puesto que reconciliaba al trabajador con Dios y con el bien común. Lo normal será trabajar. Tanto es así que a finales del siglo XIX se constituye en esas sociedades industriales un seguro que garantizaba la ayuda del Estado en aquellas situaciones en qué no era posible. En la década de los 70 esto cambia: el paro crece de manera alarmante y se dan unas nuevas situaciones: personas que no disponían de cobertura social puesto que no habían trabajado y que al mismo tiempo no dependían de la asistencia clásica, puesto que si podían trabajar1. El paro va a ser motivo de un profundo malestar social y se diluye la posibilidad de que siga ejerciendo de integrador social.
Las respuestas desde lo social se piensan a partir de un cierto ideal de armonía2, es decir: el malestar social que es el paro deriva de un desajuste entre el trabajador y las condiciones del mercado de trabajo. Así, la hipótesis de partida, es la posibilidad de "un futuro sin conflicto" a través del "perfeccionamiento progresivo de lo humano". Esta nueva estrategia acaba definiéndose en políticas de prevención y de inserción3. Políticas que marcan una línea de separación entre el trabajador y el "vago". Esta línea será posible a partir de un cambio en el indicador de integración social: no sólo se valora el hecho de tener un empleo, ya que este no puede asegurarse siempre, sino también por una cierta actitud ante el no-empleo.
Los efectos de la desregulación del mercado en los individuos. El problema social por lo tanto, no será sólo la pérdida del trabajo estable y previsible en cuanto sistema de seguridad individual, sino también como principal herramienta para encarar la construcción del propio destino4.
Parece una paradoja pero cuantos más lazos tiene el individuo con lo social, más y mejor pueden ser sus horizontes de libertad individual5. Se pierde la identidad laboral como elemento que era capaz de dar un orden a partir del cual pensar el pasado y el futuro. Varios son los efectos de esta situación en los individuos6. En primer lugar, efectos en relación a la propia trayectoria laboral. Vemos que el futuro ya no se percibe como el tiempo de una carrera, el tiempo de la progresión profesional. El individuo siente muchas veces que "va a la deriva ": el tiempo, ahora, es un tiempo aleatorio. En segundo lugar: efectos en los espacios sociales. Del papel importante que tenían en la trayectoria laboral espacios mediadores: sindicatos, gremios, colegios profesionales,… se pasa a una situación en la que el individuo se repliega sobre sí mismo. Finalmente, el tercer efecto es un proyecto de futuro confuso. Los circuitos que canalizaban los comportamientos se borran. La lógica de acceso a lo laboral y a la adultez, por ejemplo, han perdido sus puntos de referencia. El imperativo actual es "ser uno mismo", pero no está escrito en ningún lugar como eso se alcanza. Cada uno es responsable de él mismo, de darle un sentido a su vida, obligado a hacerse cargo de él mismo. Esta situación, hace recaer en el individuo un doble presión7: estar permanentemente mejorando sus capacidad profesional y tener que estar de manera continua enfrentándose a situaciones en que debe demostrar su estima profesional.
En síntesis, vistos estos tres efectos, parece coherente que uno de los nuevos mitos que van a ordenar las políticas de inserción sea "la búsqueda de esa identidad perdida".
2. Los marcos institucionales de la inserción laboral
El encargo / la finalidad. Los dispositivos de inserción entonces, trabajaran para adaptar a los parados a esta nueva normalidad. Este encargo, en realidad es el de dar un lugar en el que poder construir una nueva identidad laboral y que supla a la red laboral como espacio de vínculo social8. El contrato fundacional9 de estos dispositivos se asienta en ofrecer un espacio en el que se hace presente una promesa que tiene que ver con la posibilidad de volver a ocupar un lugar dentro del mercado laboral. Pero para alcanzar este objetivo, se encuentran con un obstáculo: intentan dar valor social al parado a través del acceso al trabajo en un momento en el que el mercado de trabajo justamente desregulariza todos los sistemas de acceso, de circulación y de promoción.
El sujeto. En este punto, los dispositivos afianzan sus estrategias de control a través de la individualización del problema10: la cuestión no se va a plantear en relación al paro sino en relación al parado. Las acciones tienen como punto de partida una explicación de por qué una determinada persona y no otra, está en paro11. Sin ánimo de entrar a fondo en este tema, podríamos decir que se dan dos grandes bloques de respuestas12. Aquellas que tienen que ver con lógicas de carácter sustancialista que proponen una lectura en la que el parado lo es en-si-mismo, se es parado y hay causas en su interior (explicadas por circunstancias económicas, sociales o incluso familiares, circunstancias "socio") que explicarían porqué ha sido esa persona y no otra la que ha quedado en paro. En ellas la responsabilidad del sujeto se borra.
Otra posición es la que entiende que el sujeto está en paro -en lugar de es un parado-. El parado es un efecto de estar en una situación de paro, por lo tanto las causas que explican como está en paro remiten a una cuestión de su responsabilidad al respecto. De algo particular que tiene que ver con su experiencia y por lo tanto de cómo se hace cargo de ella.
El agente. La lógica de acción de los profesionales en estos dispositivos es la que sigue: inicialmente se busca una información útil, una evaluación que de cuenta del desajuste entre el sujeto y el ideal de trabajador que opera en la mente de los agentes. Este factor de desajuste se valora en términos de "empleabilidad"13 y va a puntuar al parado en términos de déficit, de aquello que le falta para llegar a ser el ideal de trabajador14. Para delimitar este desajuste se emplean protocolos, cuestionarios y otros mecanismos análogos.
A partir de aquí, se plantea un proyecto de inserción en el que se desarrollen aquellos aspectos que se han señalado. Los educadores son quienes van a ejercer de jueces a la hora de valorar la legitimidad del esfuerzo que desarrolle el sujeto. En este sentido, se recuperan viejas formas de filantropía en las que el sujeto debe poner de manifiesto que es un "buen parado"15. El desarrollo de este plan se concretan en acciones, módulos, cursos o programas de apoyo o como también se llama actualmente, de "acompañamiento" a la inserción. En estas acciones ha nacido un prolífico mercado de la personalidad16, en el que el futuro trabajador deberá adquirir aquellas competencias personales que se requieren para el lugar de trabajo al que aspira. La mayoría del saber que se adquiere es de carácter perecedero17 ya que los contenidos a trasmitir son del orden de lo que Michea nombra como "saberes desechables" 18.
3. Los efectos: borramiento de la dimensión particular
Se da una línea única de pensamiento que es en términos de aquello único que el sujeto puede ser en el mercado de trabajo. "El pensamiento único interpreta la realidad social en clave economicista, identifica la democracia con el mercado, convierte a la solidaridad en subsidiaria del valor superior de la eficacia, y reduce al ciudadano, en muchas ocasiones, a mero recurso humano"19 Los dispositivos actúan como si hubiera un solo lugar, un lugar explicado por la propia lógica del mercado, un destino lógico, natural podríamos decir, incuestionable. Este tipo de planteamientos, como veremos, tienen entre sus efectos el borramiento del sujeto.
Una prueba de ello la encontramos en la manera en que se realiza la evaluación de los resultados obtenidos, en la que se culpabiliza al sujeto. El educador, fijándose sólo en las necesidades que le atribuye para ocupar ese lugar ideal de la inserción laboral, niega la posibilidad de que el individuo pueda convertir su biografía en experiencia y por lo tanto en un proyecto de futuro.
Podemos decir, que muere por inanición cualquier posibilidad de articular un trabajo a partir de una demanda o de una apuesta. Cualquier posibilidad de aceptar un interrogante sobre como cada sujeto particular está en paro y en definitiva que responsabilidad asume al respecto.
Una de las posibles consecuencias para el sujeto será su exclusión dentro del propio programa20. El educador va a justificar su dimisión de la función educativa a través de valorar la actitud del sujeto, culpabilizándolo de su situación y dándole un lugar de desahuciado de cualquier perspectiva educativa. El sujeto deviene objeto de gestión del programa. No existe como sujeto particular, sólo como objeto, como recurso humano puntuado por su déficit de productividad.
A modo de síntesis
En el último escalón de la desregulación de la condición salarial hemos encontrado a los propios dispositivos de inserción. Esta desregulación lleva como marca la desaparición del trabajo separado de la propia persona que lo ofrece de tal manera que el paro pasa a ser una situación individual.
La inserción propone una tecnología y un dispositivo práctico para hacerse cargo de esta situación. En estos dispositivos, vemos como actúa la lógica del no lugar21. Son espacios en los que no es posible hacer historia. Se da una búsqueda de un futuro laboral que se articula a través de la noción de identidad. Para esa construcción se definen etapas, se fijarán objetivos, sistemas de apoyo y de seguimiento que son los planes de trabajo.
Pero en este espacio en el que se desarrolla el plan de trabajo no se puede anclar el sujeto. Se va a obturar la emergencia de ese sujeto a través de plantear un objetivo laboral basado en un ideal.
En la práctica, estos dispositivos repiten el lugar que el individuo tenia en lo laboral. Y como sabemos, la repetición que no se registra como tal, se fija en el sujeto22.Es por eso, que en los dispositivos de inserción la figura central ya no es la del trabajador sino la del "precario"23: aquel que ejerce múltiples oficios, que no tiene una profesión identificable; aquel que no puede, por lo tanto, identificarse con su trabajo.
4. Las alternativas y las dudas del educador
Vemos pues como la práctica del educador social en la inserción laboral está inundada por la moralización del discurso al fijar como objetivo educativo la transformación del sujeto en el ideal de trabajador. Acorde con esto, las quejas más habituales de los profesionales sitúan al sujeto en el ojo del huracán. De él unas veces se dice que no quiere trabajar, otras que su motivación es insuficiente, en otros casos se considera que se dan dificultades que escapan la posibilidad de nuestra actuación, etc. Así se puede relatar muchas situaciones en las que el educador decide que no se puede hacer nada24.
Lo que nos interesa abordar es justamente este hecho, ya que la gran dificultad para el trabajo del educador es que esta afirmación, la de "no se puede hacer nada", en realidad son dos afirmaciones. Una que tiene que ver con la realidad del mercado de trabajo actual y la otra con nuestra posición personal al respecto.
Como hemos ido viendo, una de las transformaciones más importantes del mercado de trabajo ha sido el lugar que se le da al trabajador y en esto es inapelable: ser productivo o quedar desplazado. Esta situación conduce al educador a "repetir" que la única opción para el parado es "ser productivo". El único camino posible será aproximar al parado a ese ideal que fija el mercado laboral. Se ubica formando parte de esa lógica mercantil que marca el pensamiento único. Y al ubicarse como referente del mercado laboral, deja de serlo de lo social, cerrando las posibilidades del sujeto. Es esta confusión entre el discurso educativo y el discurso económico lo que conduce al educador a un nudo de difícil solución: por un lado el mercado dicta, a modo de norma única, cual va a ser el sistema de acceso: ser productivo. Por el otro, los individuos que atendemos en los servicios de inserción no nos hacen una demanda de un trabajo educativo, sino una demanda de empleo.
La posición que toma el educador ante este conflicto tiene que ver con sus dificultades en ofrecer alternativas educativas a los sujetos en los marcos desde los que actúa. Esta respuesta, en la mayoría de los casos, confunde oferta de trabajo y oferta educativa. La posibilidad de cambio del sujeto, dependerá de las posibilidades laborales. Así, el educador va a dirigir su mirada a aquello que hace de obstáculo para que ese sujeto particular sea "productivo".
Va a dar una causalidad a la falta de trabajo del individuo para poder dar una orientación a su acción: la explicación del desempleo se encuentra en las "marcas individuales" del propio sujeto (aquí podemos encontrar hipótesis que se basan en "no puede" -circunstancias personales, familiares, sociales, médicas, etc. lo impiden- ; y otras hipótesis que se basan en "no quiere" -beneficios secundarios, ya está bien como esta; etc.)
Las prácticas educativas se sitúan pues en entender al individuo o en coaccionarlo. Cuando se "entiende" la situación, se intenta compensar las dificultades que tiene. Pero al situar el núcleo del problema en aspectos que tienen que ver con lo "socio" (toxicómano, perceptor de la RMI, parado de larga duración enfermo mental,…) la actuación dirige aquí su mirada, en lugar de capacitar profesionalmente a la persona. La segunda posibilidad tiene que ver con desarrollar estrategias de coacción dirigidas a forzar su voluntad. La mirada se pone en la gestión de la persona dentro del dispositivo. La asistencia al servicio y la actitud en él darán cuenta de cómo el sujeto acepta la nueva "normalidad"25 de su situación.
Vemos como el educador supedita el estatus que otorga al sujeto a aquellas situaciones en las que él puede articular alguna oferta. Esto conlleva una búsqueda incesante de acciones que si bien llenan el tiempo, borran toda posibilidad de un tiempo educativo26. Un tiempo del sujeto para el trabajo en lugar de un tiempo de trabajo para ocupar al sujeto. Los efectos de estas dificultades de los educadores en el campo de la inserción se dejan sentir en los sujetos que atendemos. Los parados en lugar de estar sujetos a lo social lo están a lo económico.
¿Cómo pensar en alternativas?
Una vía para acceder a alternativas es no ubicar en el sujeto las dificultades que el profesional tiene en su práctica. Esto puede permitir que el educador se interrogue sobre el caso desde otra posición. Ahora bien, esta operación, tiene el coste de sostener un interrogante en relación al sujeto. En general, esto supone cierta incomodidad ya que no podemos anticipar una cierta lógica del caso. Sostener esta incógnita hace referencia a la propia ética con la que el educador se enfrenta a su tarea. El profesional siente que no sabe cual es su lugar. Al dejar abierto un futuro incierto, se enfrenta a la propia incertidumbre de su tarea. La incertidumbre en relación al sujeto (qué es aquello que lo mueve) y la incertidumbre en relación a su oferta educativa (qué es aquello que da un valor diferente al sujeto, un valor que le permite ocupar otro lugar).
Para concluir pues, podemos decir que hay dos posiciones posibles del educador ante las dificultades que presenta su práctica. La reflexión de estas dos alternativas nos abre a la reflexión sobre nuestra ética profesional en la medida que vemos como cada una de estas dos opciones en realidad no nos están hablando de diferentes estrategias en relación a los sujetos. Todo lo contrario, nos indican dos distintas posiciones del educador ante su práctica.
Una primera posición es la de "no se puede hacer nada". En ella el educador cierra las posibilidades de actuación y las justifica en muchos de los casos por las características de los sujetos, por las condiciones del servicio, por la falta de recursos,… a través de la queja. Y una segunda posición que sería aquella de "no sé qué hacer", en la que el educador puede buscar qué hacer. Asumiendo, evidentemente, que esto no siempre va a significar que lo consiga, pero si apunta es un cierto nivel de compromiso en este aspecto.
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NODVS XVII, febrer de 2006