A modo de conclusión: psicoanálisis y cuestión gay
Conclusiones del trabajo de investigación para el Diploma de Estudios Avanzados defensado en Barcelona en mayo de 2006
Este artículo presenta la distinción entre la elección de objeto, la causa de deseo, y el tipo de goce (masculino o femenino) en la constitución del sujeto sexuado. Se subraya que la elección por el sexo del partenaire se establece primero en relación a la elección de un goce masculino o femenino, que la homosexualidad no es un tercer sexo sino una respuesta posible más al universal "no hay relación sexual", o que la homosexualidad masculina es compatible con las estructuras de perversión, psicosis o neurosis. El artículo sitúa el devenir histórico de la homosexualidad, resaltando que la subversión freudiana al respecto fue resituar la homosexualidad como una problemática pulsional que interroga sobre la dimensión de objeto. La obra de Lacan permite, por otra parte, repensar la homosexualidad en relación a la sexualidad femenina: el homosexual masculino sería así aquél que se abstiene del goce femenino.
homosexualidad masculina; elección subjetiva; fórmulas de la sexuación; gay - invención subjetiva -; falta de proporción sexual
Del recorrido realizado en esta investigación por los textos de Freud y Lacan, siguiendo el eje de la homosexualidad masculina, se puede sacar en primer lugar como conclusión que existen tres elecciones que afectan a todo sujeto sexuado.
Si bien estas tres elecciones han sido expuestas en ese orden atendiendo a la cronología en que han aparecido en los textos psicoanalíticos, cabe plantearse que su orden lógico más bien es el inverso. De acuerdo con la forma como Freud expone que se produce la elección de objeto, por restricción en un sentido u otro e independientemente de la opción por la causa particular del sujeto, la elección que convierte a un sujeto en homosexual o heterosexual presupone ya la existencia de una causa del deseo definida y a su vez una opción sexuada para el sujeto, puesto que la homosexualidad masculina es perfectamente compatible con una virilidad ya establecida. Así pues, la opción por la homosexualidad es diferente a la correspondiente al género y se puede dar entre sujetos cuyos deseos se caractericen por estar orientados por causas completamente distintas. Ese es el motivo por el que la opción por el sexo del objeto parece, siguiendo al Lacan de la última enseñanza, definirse a partir del encuentro con el goce masculino o femenino. El homosexual masculino decidiría mantenerse en un universo "hommo" por lo que a sus encuentros sexuales se refiere.
En segundo lugar, y como consecuencia de las tres elecciones, hay que descartar todo intento de convertir a la homosexualidad en un tercer sexo, pues se trata de una de las posibilidades que se le ofrece al sujeto dentro del complejo de elecciones al que la sexualidad del ser de palabra le enfrenta. Si la relación sexual no existe, lo que hay son relaciones sociales posibles y la homosexualidad es una de ellas.
En tercer lugar, y también atendiendo al recorrido realizado, la homosexualidad masculina no ha aparecido como una estructura clínica particular, sino que es una elección subjetiva compatible con la neurosis, la perversión y la psicosis. En este sentido la perspectiva introducida por Lacan con la pluralización de los Nombres del Padre ha resultado una auténtica subversión que ha cambiado fundamentalmente el diagnóstico clínico de la perversión. Ésta depende de la posición adoptada con respecto a la castración y no de la elección de objeto.
En cuarto lugar cabe reafirmarse en la tesis ya expuesta en la sección 3 del capítulo II: hacer depender la homosexualidad de una elección concerniente al sujeto sexuado es reconocerle una dignidad que no tendría en el caso en que fuese el efecto de una determinación, ya sea de tipo biológico o por influencia del ambiente. Si la dignidad es aquella cualidad por la que alguien es susceptible de respeto, lo que aporta dignificación en este caso es el hecho de que se trate de una elección subjetiva.
Al inicio de esta memoria de investigación proponíamos como punto de partida que el psicoanálisis era necesario para mantener como tal la cuestión gay, es decir, para mantenerla como pregunta abierta sin caer en la tentación de cerrarla con alguna forma de solución definitiva. En esta línea y en quinto lugar, siguiendo la conclusión anterior, debe afirmarse que darle estatuto subjetivo, de elección inconsciente, a la homosexualidad implica mantenerla como una cuestión para cada sujeto alejando el peligro de encontrarle una solución. La tentación de hallar una solución para el problema homosexual ha surgido tanto en las sociedades totalitarias, que han negado el estatuto subjetivo a las opciones sexuales de los sujetos, como entre algunos homosexuales que preferirían no asumir su responsabilidad con respecto a sus propias elecciones. El propio movimiento gay ha pasado ya, en sus algo más de cien años de historia, por algunos intentos de convertirla en problema y darle una salida final.
Si pensamos en los momentos iniciales, en los planteamientos contemporáneos a los primeros pasos de la obra freudiana y de los intentos de la psiquiatría por definir la homosexualidad desde el punto de vista de una patología particular, el tercer sexo de Ulrichs y Hirschfeld fue la respuesta militante que tanto quería librarse de la persecución jurídica como del dominio médico. Todo el importante movimiento alemán surgido del Wissenschaflich-humanitäres Komitee (Comité científico humanitario) que influyó decisivamente en otros países, no sólo de lengua germánica, siguió esa pauta durante años. Aunque con raíces y fuentes diferentes, también los movimientos inglés y francés se vieron influenciados por las propuestas germánicas. Sus posiciones, que querían inspirarse en los clásicos griegos y romanos para afirmar la existencia de una especie de aristocracia sexual, más movida por el impulso a la belleza que por criterios reproductivos y que pretendían justificar de esa manera el amor por los efebos, también situaban al homosexual como caso aparte en lo que a la sexualidad "normal" se refiere. De una forma u otra, el homosexual no podía, desde su punto de vista, ser considerado de la misma manera que los dos sexos conocidos que se definían por su diferente participación en la reproducción.1
Freud vino a romper esos intentos de considerar a la homosexualidad con un patrón distinto a la heterosexualidad. No sólo sus investigaciones sobre las perversiones, sino sus innovaciones generales sobre la sexualidad humana no permitían considerar al homosexual como un caso aparte de los dos sexos. Tanto los homosexuales masculinos como los femeninos son hombres y mujeres con una elección de objeto particular. Así pues, Freud devolvió la cuestión homosexual a la dialéctica de los sexos y a los vericuetos de la pulsión sexual. La cuestión homosexual volvía a estar abierta porque lo que quedaba por establecer era cómo y por qué unos sujetos realizaban un tipo de elección y otros no. La identificación a la madre y la elección narcisista de objeto sólo eran respuestas para un tipo de homosexual y además seguía pendiente la cuestión de las fijaciones libidinales, no sólo para los homosexuales sino para todo sujeto.
Con los años de la liberación, finales de los sesenta y principio de los setenta del siglo pasado, el homosexual abandonó los planteamientos anteriores y reafirmó su diferencia. En primer lugar como reacción a la segregación y persecución el homosexual se autodenomina gay y afirma su cultura como una forma particular de vida de la que se siente orgulloso. El "Gay pride"2 se fue convirtiendo no sólo en una celebración anual de autoafirmación sino en una especie de carácter añadido a la propia personalidad del antiguo homosexual estigmatizado. Algunos hitos históricos fueron determinantes en este proceso: la revueltas estudiantiles en las universidades francesas y norteamericanas y muy en particular los hechos de Stonwall.3 Ese momento de la diferencia particular iba acompañado de una exigencia de reconocimiento social que en parte la negaba. Los nuevos gays eran una subcultura como tantas otras que querían vivir entre los demás de acuerdo con el modelo muy norteamericano de participar de varias identidades. También esto resultaba ser un intento de solución al problema homosexual. La antigua particularización como perversos sexuales, que los convertía en un problema de salud para la comunidad, era negada por la vía de la subcultura especial y las formas particulares de vida.4
La respuesta dialéctica inicial del psicoanálisis en ese momento parte de las consideraciones de Lacan en el Seminario 5, pero ante la resistencia del homosexual, entre otros, a curarse y de la cuestión de la sexualidad femenina, Lacan va centrando su enseñanza en la cuestión del goce. Jacques-Alain Miller se pregunta: "¿Por qué no sostener que el reverso de Aun, el reverso de la reelaboración lacaniana del goce femenino, es la preocupación, el enfrentamiento con la cuestión de la homosexualidad masculina?"5 Ya hemos tratado ese momento de la enseñanza de Lacan en que lo específico, en relación al tema que nos ocupa, es que aparece una nueva forma de entender la homosexualidad masculina a partir de la fórmulas de la sexuación que consiste en que, junto a la adopción de una posición sexuada masculina, se toma una posición particular por lo que se refiere al goce específicamente femenino. Nuevamente Lacan, aquí, sigue el camino freudiano aunque esté haciendo una aportación crucial a la pregunta freudiana sobre ¿qué quiere una mujer? Para Lacan la homosexualidad no queda al margen de la dialéctica entre los sexos, ahora tratada desde la perspectiva de sus formas específicas de goce. El homosexual masculino es un varón con una determinada posición ante el goce femenino. Prefiere abstenerse. La homosexualidad, así, es una respuesta más a la falta de relación sexual. Si ésta no existe y hay que inventar respuestas particulares que en todo caso implican también síntomas, la homosexualidad masculina es una de ellas. En este sentido el gay es un efecto del discurso analítico, el gay como una invención ante la falta de relación sexual es una perspectiva que sólo el psicoanálisis de orientación lacaniana podía proponer. Al tratarse de una invención subjetiva, de una manera de poder vivir el goce, el homosexual puede convertirse en gay. "La ausencia y el "ab-sentido",6la ausencia de sentido de la relación sexual, de sentido moral, de sentido común o establecido, esta ausencia que se impone a partir del individualismo democrático de masas y que Lacan ha sabido traducir, es lo que abrió el camino a la consideración de la homosexualidad como una invención, una construcción, una fiesta. Es en estos términos que el movimiento gay comenzó a afirmarse".7 Cuando los nuevos estudios sobre el género que se han ido imponiendo en el mundo universitario, herederos de la obra de Foucault, le imputan a Lacan mantener una forma de naturaleza para lo masculino y lo femenino, una concepción fijista sobre la diferencia entre los sexos, olvidan interesadamente su última enseñanza y su afirmación sobre la falta de relación sexual.8
Vemos entonces también cómo la cuestión gay ha contribuido al propio desarrollo del psicoanálisis. Considerar al gay como perverso era tratarlo desde la perspectiva de un Nombre del Padre que era el único normalizante. La reivindicación de su goce a la vez que su papel en la sociedad plantea que su solución es tan normalizante y problemática como cualquier otra. En la medida en que la clínica se toma en serio la falta de proporción sexual, el analista debe aceptar esa solución subjetiva como una invención propia y avalarla de la misma manera que hace con cualquier otra, es decir, permitiendo una salida para el síntoma que no sea moralizante y que el sujeto pueda sostener.
Como los tiempos cambian y lo real insiste, la aparición del SIDA en los años ochenta también obligó al movimiento gay a transformarse. De una reivindicación de lo particular se pasó a demandar la integración social. Poco a poco y al tiempo que la epidemia iba siendo controlada diversos países iniciaron la senda del reconocimiento legal de las uniones de los gays y lesbianas con diversas fórmulas que han ido desde los registros de parejas de hecho, con derechos muy similares a los del matrimonio, a la modificación del Código Civil para que las uniones matrimoniales también puedan referirse a parejas del mismo sexo. Ante esta nueva realidad social la tentación del movimiento gay en muchos casos ha sido la de intentar negar las particularidades. Todos los matrimonios son iguales. Dentro del propio colectivo gay, sin embargo, se hacen escuchar las voces de quienes vuelven a reivindicar la diferencia irreductible, no ya en nombre de un tercer sexo, sino de las opciones particulares. Algunos defensores de las teorías "queer" se niegan a aceptar la asimilación en nombre de lo subversivo de la opción gay. Mientras "ser gay" se puede haber convertido en una identificación que intente dar respuesta a la propia posición respecto al deseo del Otro y evitaría la angustia ante la pregunta ¿qué quiere el Otro?",9 el "queer" quisiera ir más allá del gay. Le reprocha a éste que se quede dentro de los límites de Edipo y reclama el gusto por la infracción, el gusto por el goce inclasificable.
Nuevamente corresponde al psicoanálisis evitar el recurso de la identificación fácil y reabrir la cuestión. El psicoanálisis de orientación lacaniana, superados sus prejuicios sobre la cuestión gay, puede mantener, de acuerdo con su ética, la pregunta sobre la irreductible diferencia sin que las identificaciones, proporcionadas por un Otro social más tolerante y abierto a la pluralidad, borren la pregunta. El psicoanálisis, al ofrecer al sujeto la posibilidad de dar cuenta de su propia invención particular, no permite la comodidad de la solución identificatoria consistente en una salida colectivizante mayoritaria o minoritaria. Lo que hace que el psicoanálisis se presente hoy como la auténtica alternativa para mantener la cuestión gay es que, más allá de las luchas en el plano de lo social por conquistar una dignificación y el reconocimiento de la plena ciudadanía, permite mantener la dimensión subjetiva del gay. Todo sujeto está dividido por su causa particular. Permitir conocerla y decidir sobre el propio deseo es algo que sólo está reservado a la ética del psicoanálisis que mantiene las diferencias sin negar la igualdad de derechos, que sostiene radicalmente la distinción entre diferencia y desigualdad.
Eduard Gadea
Estocolmo-Barcelona
Julio-septiembre de 2005
A modo de conclusión: psicoanálisis y cuestión gay
NODVS XIX, octubre de 2006