Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 32ª conferencia: Angustia y vida pulsional
Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona en abril de 2007
El trabajo presenta la articulación freudiana entre angustia y pulsión. Más concretamente, ahonda en la investigación freudiana en torno al concepto de angustia en sus dos tiempos teóricos, 1895 y 1925, para mostrar que no se puede extraer de Freud una teoría unificada de este afecto. El artículo distingue además entre la angustia neurótica y la angustia real, y examina el concepto a la luz de la segunda tópica freudiana y la teoría pulsional.
primera y segunda teoría de la angustia, angustia neurótica y angustia realista, teoría de las pulsiones, síntoma, represión, angustia de castración, caso Hans
Esta conferencia es la cuarta de una serie de siete que nunca se llegaron a dictar. Data de 1932, puede decirse que se trata de una revisión crítica respecto de la primera, que si fue dictada en 1916. Por lo tanto, 16 años separan una de la otra y concretamente en la que nos ocupa se sumerge en consideraciones metapsicológicas y teóricas de una dificultad que fue evitada en la anterior.
En aquella, la primera, el título es La angustia, a secas. En esta segunda como saben, añade algo a la angustia, añade las pulsiones y creo que no por azar, porque si la angustia tiene que ver con algo, es con la pulsión.
Su título reza Angustia y vida pulsional.
Se han podido identificar dos teorías sobre la angustia que, como sabemos datan, la primera de 1895 con el texto que Freud llamó: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de "neurosis de angustia" 1 - también aparece en el llamado Manuscrito E 2 de la correspondencia entre Freud y Fliess - y la segunda en el célebre trabajo titulado: Inhibición, síntoma y angustia 3 de 1925.
La angustia ocupa un lugar central en la elaboración conceptual de Freud, y esto desde el nacimiento del psicoanálisis. No obstante, no podemos decir que en la obra de Freud podemos encontrar una teoría unificada de la angustia. Si seguimos sus sucesivos desarrollos se trata más bien de una serie de elaboraciones que tratan de dar cuenta de la angustia de manera diferente, según ésta sea considerada como causa o como efecto de la represión.
Comienza definiendo la angustia como un estado afectivo, una reunión de determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y su percepción. 4
En esta primera teoría de la angustia, Freud parte de la diferencia entre "angustia realista" y "angustia neurótica".
La primera es una reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de afuera, donde se produce un aumento del estado de atención y aumento de tensión motriz que llama apronte angustiado 5.
La segunda, la que verdaderamente le interesa a Freud, es la angustia neurótica, es enteramente enigmática, como carente de fin, dirá.
Esta angustia neurótica la contempla bajo tres constelaciones posibles: la primera es la llamada "angustia expectante", un estado de angustia libremente flotante, que está a la espera de unirse de forma pasajera a cualquier objeto posible.
Una segunda constelación sería la angustia ligada de manera firme a determinados contenidos de representación, como ocurre en las llamadas fobias, en las que se puede discernir un vínculo con un peligro exterior, pero la angustia frente a él, no puede menos que parecernos desmedida; y una tercera y última constelación sería la angustia que se da en la histeria y otras neurosis graves que acompaña a síntomas o bien emerge de manera independiente como ataque o cómo estado de prolongada permanencia pero sin que nunca se descubra fundamento exterior.
¿De qué se tiene miedo en la angustia neurótica?, se pregunta Freud, ¿cómo se compadece esta con la angustia realista ante peligros externos?
En lo que se refiere a la angustia expectante, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con la economía de la libido en la vida sexual 6, es decir, la pulsión.
La causa más común de la neurosis de angustia, dirá, es la excitación libidinosa frustrada.
Dice que hay dos modos en que esto se produce aunque no difieren mucho entre sí: uno sería por la trasmudación directa de la líbido, explico: es el caso de las fobias infantiles en las que el niño no puede gobernar esa excitación libidinosa que le aparece ante la soledad o un rostro ajeno que despiertan la añoranza de la madre.
Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, no se aplica; entonces, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación, emerge el estado de angustia.
El otro modo en que se genera angustia neurótica en la histeria y otras neurosis es mediante la represión.
La represión logra separar afecto y representación, reprime la representación y el afecto, ahora liberado, atraviesa los sistemas de censura, mudado comúnmente en angustia.
En sus indagaciones sobre la relación entre síntoma y angustia, ve un vínculo muy estrecho entre la angustia y formación de síntomas en las que se evidencia que el síntoma impide el desarrollo de esta última al ligar la energía no aplicada, mediante una inhibición del yo y por esta vía se ahorra el ataque de angustia. Como si la angustia fuera lo primero y la formación de síntoma lo posterior y éste fuera creado para evitar el estallido de la angustia 7.
De esta manera, llega a una primera respuesta: aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neurótica, es evidentemente, la propia libido.
La diferencia entre la angustia neurótica y la angustia realista reside en dos puntos:
En este momento de elaboración de Freud, en el que la angustia está al servicio de la auto conservación, es una señal de un nuevo peligro, se genera a partir de una libido que de algún modo se ha vuelto inaplicable, surge como efecto de la represión, la formación del síntoma la releva, la liga psíquicamente, etc., Freud siente que falta algo que unifique los fragmentos y una vez que alcanzó a conocer mejor los procesos del yo, ello y superyó como instancias psíquicas en tensión llegó a la conclusión de que el yo es el único almácigo de la angustia 9.
Para entonces, había reconstruido el aparato psíquico con la 2º tópica, porque se da cuenta que la represión no da cuenta de todo.
Se introduce la idea de que la represión es un concepto insuficiente porque de alguna forma hay un inconsciente que nunca ha sido reprimido e introduce el ello en el Ic y el término de pulsión.
Desarrolla el ello definido en función de la pulsión.
Nos muestra efectivamente al ello como un depósito de pulsiones de vida y muerte que intentan salir y manifestarse contra el obstáculo que representa la barrera de protección conformada por el yo. El yo es el mediador entre un mundo de fuera, fuente de estímulos de los cuales muchas veces, aunque no siempre, se puede huir, y un mundo de dentro en el que las pulsiones, de las que no hay ninguna posibilidad de huir, actúan con fuerza constante. Este esquema lo incluyó en El yo y el ello de 1923.
Fruto de las nuevas elaboraciones surge también nuevas concepciones sobre la angustia.
Lo fundamental en esta segunda teoría de la angustia es el giro que se da en la relación entre angustia y represión en los escritos de 1932 con respecto a los de 1916.
Freud corrige la relación entre angustia y represión. Dirá que la represión no crea la angustia, ésta existía con anterioridad. Al contrario, es la angustia la que crea la represión 10.
Con esta nueva concepción ha pasado también al primer plano la función de la angustia como señal para indicar una situación de peligro.
Entonces, ¿de qué clase de angustia se trata? Se trata de la angustia frente a un peligro exterior amenazante y este peligro exterior amenazante es el castigo de la castración 11.
La angustia ante la castración es uno de los motores más frecuentes e intensos de la represión y con ello de la formación de neurosis.
Es la amenaza de castración, el castigo de la castración a perder el falo; lo decisivo es que el peligro amenace de afuera y el niño crea en él.
Pero esto le resulta insatisfactorio al propio Freud, veamos los esfuerzos que hace para ampliar el alcance de la angustia más allá del falo, más allá del significante de todos los significantes: el Nombre del Padre.
Es el caso, en Hans, del caballo tomado como significante 12. Podemos decir que la fobia es el miedo en el lugar de la angustia. Es una manera de arreglarse con la angustia, una angustia que está en relación al vacío, al sin límite, a lo informe, sustituyéndola por un miedo, por el artificio del objeto que se teme; un objeto que ordena el mundo, que le pone fronteras y límites, que indica cuál es el espacio de seguridad y por tanto, instaura una estructura vivible para el sujeto. La operación de la fobia tiene una función estructurante y apunta al hecho de que finalmente el objeto fóbico es un sustituto del Nombre del Padre 13.
Pero como decía, esta manera freudiana de definir la castración y el significante que la representa resulta, incluso para el propio Freud, insatisfactoria. En su esfuerzo de ampliar el alcance de la angustia hasta más allá del Nombre del Padre, parece tener interés la teoría del trauma del nacimiento. Dicha teoría apunta en la dirección de una lógica, no del significante, sino del signo y del sentido, diferente de la del significante del Nombre del Padre 14.
El nacimiento, es la huella afectiva de toda angustia. La vivencia de angustia del nacimiento es el arquetipo de todas las situaciones posteriores de peligro 15.
Si bien el nacimiento es, objetivamente, una separación (de la madre), el niño todavía es narcisista y no distingue a la madre como objeto, por lo que para él el peligro es la gran perturbación, el displacer, que producen en él las grandes magnitudes de excitación que irrumpen, frente a las cuales se encuentra desvalido, tanto psíquica como físicamente. Toda situación de desvalimiento vivenciada resulta ser traumática. La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. Entonces la angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. También dice Freud, en el citado texto, que es la angustia de castración la que resignifica todas las anteriores y posteriores condiciones de angustia frente al peligro de la pérdida, la separación.
Con respecto a la noción de trauma, Freud en Moisés y la religión monoteísta (1940) dice que los traumas son las impresiones recibidas en épocas tempranas y luego olvidadas. Los traumas pertenecen a la temprana infancia. Los traumas son, o fenómenos ocurridos en el propio cuerpo o percepciones sensoriales, acontecimientos o impresiones.
Por lo tanto el trauma infantil, si bien no recordado aparece en la vida adulta como acto, en esto consta la repetición. Freud dice que la repetición es repetición del trauma. Desde un punto de vista lacaniano, se puede decir que ese trauma infantil está íntimamente vinculado con la noción de real, ya que para Lacan la repetición repite un encuentro fallido con lo real.
Veremos más adelante, como esta idea de la repetición, entre otras, le lleva a Freud a la formulación de la pulsión de muerte.
Freud, tras larga vacilación y oscilación en relación a las pulsiones resuelve aceptar solo dos pulsiones básicas: Eros y pulsión de destrucción 16, también conocidas como pulsión de vida y pulsión de muerte.
Junto a las pulsiones enuncia dos principios o leyes de desarrollo de las pulsiones:
Veamos estos momentos de vacilación y oscilación más detenidamente, no sin antes comentar la distinción importante entre Instinto( Instink) y pulsión (Trieb).
Como saben, Freud utilizó en alemán este término Trieb para hablar de las pulsiones y el de Instink para hablar del comportamiento animal.
El instinto es netamente congénito, heredado genéticamente. Responde al circuito estímulo-respuesta y posee objetos precisos e inamovibles.
La pulsión, si embargo, no está preformada ni orientada de antemano a ciertos fines, sino que se construye en las primeras fases de la existencia individual y carece de objetos fijos, predeterminados, donde meta y objeto admite variaciones.
La separación conceptual de instinto y pulsión hace posible que Freud establezca diferentes esquemas sobre el dualismo de la pulsión. Dualismo no simétrico, no al estilo del yin y del yang, dualismo asimétrico que rompe con la noción de equilibrio que a veces intentan imponer distintas concepciones para la especie humana. Desde esta perspectiva, el sujeto humano aparece desequilibrado, en conflicto permanente.
La pulsión (en alemán Trieb) consiste en un impulso que tiene su fuente en un estado de tensión interno del organismo y que alcanza su fin suprimiendo ese estado de tensión tanto en el objeto como mediante el objeto. No siendo ni una fuerza completamente somática, ni pura energía psíquica, sino más bien un proceso dinámico en el límite entre el soma y la psique, sea del tipo que sea nace del Ello pero actúa también el ámbito de las otras dos instancias psíquicas: Yo y Superyo 17.
El Yo tiene como propósito mantenerse con vida y protegerse de peligros mediante la angustia. Es un destino más de la pulsión. También tiene que hallar la manera más favorable y menos peligrosa de satisfacción con miramiento por el mundo exterior, mediante mecanismos como la represión, sublimación, identificación.
Mientas que el Superyó, su principal tarea sigue siendo limitar las satisfacciones aunque pueda imponer necesidades nuevas 18.
Se distinguen tres momentos en la teoría de las pulsiones de Freud:
La primera teoría pulsional aparece en 1905, en sus "Tres ensayos sobre una teoría sexual". Este primer esquema opone pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación. Las pulsiones sexuales son fruto de todo el desarrollo freudiano sobre la sexualidad humana y se asimilan a un empuje cuyo origen está en el cuerpo, fundamentalmente en las zonas erógenas. Las pulsiones de autoconservación están más referidas a las necesidades biológicas, el hambre y la sed, pero estas necesidades han sido modificadas por la sexualidad.
De cualquier forma, conviene aclarar que el término de "autoconservación" no está escrito en el texto citado, sino que aparece por primera vez en un trabajo de 1910 que lleva por título "Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión".
La segunda teoría pulsional es desarrollada por Freud después o mientras está elaborando su noción de narcisismo. Aquí no se hacen sinónimas las pulsiones de autoconservación y las pulsiones del yo, pero, también hay que decirlo, por momentos se superponen.
A partir del momento en que admite que existe una verdadera relación de amor entre el sujeto y su propio yo, le es necesario también admitir que hay una libidinización del conjunto de las funciones del yo (que estas no responden simplemente a la lógica de la autoconservación sino que también están erogeneizadas), que la preservación del yo no entra únicamente en el registro de la necesidad, sino además y en definitiva sobre todo, en el del deseo.
Por consiguiente, desde que el yo es también un objeto sexual, se desprende de ahí que la distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo ya no tiene razón de ser. Freud la remplaza entonces por la de pulsiones del yo y pulsiones de objeto pero muy provisionalmente, porque pronto se le hará evidente que esta segunda oposición no es sostenible: la desmiente la teoría misma del narcisismo, ya que ésta precisamente muestra que el yo es un verdadero objeto para el sujeto. Por lo tanto, yo y objeto deben ponerse de hecho en el mismo plano, en todo caso en lo concerniente a las pulsiones 19.
Por último, su tercera formalización sobre las pulsiones aparece, en el texto de 1920 "Más allá del principio del placer". Introduce este nuevo dualismo pulsional, pulsiones de vida y pulsión de muerte.
Los pilares que permiten a Freud construir su pulsión de muerte son los fenómenos de la repetición, el síntoma, la reacción terapéutica negativa y las neurosis de guerra. Estos fenómenos, son los elementos que Freud toma de la clínica y de la psicopatología de la vida cotidiana para elaborar ese concepto de pulsión de muerte que, por momentos, se vuelve tan oscuro, tan difícil de resolver, pero que marca un giro fundamental en la teoría psicoanalítica.
Hace de esta dualidad, pulsión de vida-pulsión de muerte, la pareja fundamental en la que reposa toda la teoría pulsional.
Las pulsiones sexuales, del yo o de objeto, vienen entonces a situarse, según su función en una u otra de estas dos categorías, con la importante idea de que la supervivencia de la especie puede ser antagónica a la del individuo. A partir de allí, queda reafirmado el principio general del funcionamiento psíquico, a saber, que el aparato psíquico tiene como tarea reducir al mínimo la tensión que crece en él, especialmente por obra de las pulsiones. Pero ahora, este funcionamiento está subsumido a la pulsión de muerte, es decir, a una tendencia general de los organismos no sólo a reducir la excitación vital interna, sino también, por ese camino, a volver a un estado primitivo inorganizado, o sea, en otros términos , a la muerte primera.
En 1924 en El problema económico del masoquismo, Freud corroborará esta visión de las cosas, viendo allí la expresión del principio de Nirvana.
(*) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976, Vol XXII
Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 32ª conferencia: Angustia y vida pulsional
NODVS XXI, setembre de 2007