Acerca de la alucinación del Hombre de los Lobos
Ensayo para la obtención del Certificado de Estudios Clínicos del Instituto del Campo Freudiano, Sección Clínica de Barcelona
El ensayo destaca los punto mas importantes de los comentarios tanto de Freud como de Lacan sobre la alucinación del Hombre de los Lobos.
Hombre de los Lobos, psicosis, inclasificables, Verwerfung, castración, alucinación, recuerdo encubridor
El propósito de este ensayo es realizar una exploración de lo que Freud y Lacan han escrito al respecto de la alucinación del Hombre de los Lobos, intentando extraer algunas consecuencias de su desacuerdo en este punto.
Sergei Pankejeff
El joven Sergei Pankejeff comenzó su análisis con Freud en febrero de 1910, cuando tenía 23 años de edad, y lo finalizó en julio de 1914. Freud empezó a escribir el caso en octubre de ese año y lo terminó a comienzos de noviembre; sin embargo, postergó su publicación hasta 1918. Pankejeff realizó un segundo tratamiento con Freud entre noviembre de 1919 y febrero de 1920. Luego de un episodio paranoico fue derivado por Freud a Ruth Mack Brunswick, quien lo trató de octubre de 1926 a febrero de 1927.
El escrito de Freud se produce en el marco de su disputa con Jung y con Adler. Presenta desarrollos de conceptos de vital importancia para la teoría psicoanalítica, tales como la teoría del trauma y la retroacción, el papel de las fantasías o la neurosis y sexualidad infantiles.
El relato del caso está estructurado en torno al análisis de fenómenos psicológicos singulares ocurridos durante la infancia del paciente: el sueño de los lobos, la alucinación del dedo cortado, el recuerdo encubridor del episodio de angustia frente a la mariposa amarilla. Freud otorga sentido a cada uno de estos fenómenos, los interpreta en el sentido de la castración y recontruye a partir de ellos la historia de la neurosis infantil del sujeto.
Freud atribuye al Hombre de los Lobos ciertos rasgos distintivos: una particular tenacidad de la fijación, una fuerte inclinación a la ambivalencia y una aptitud para conservar investiduras libidinales diversas y contradictorias unas junto a otras.
El historial es muy rico y llega a recordar un caleidoscopio, en el que las distintas piezas se distribuyen formando diversas configuraciones. Al comienzo, en los primeros años de su infancia, Sergei Pankejeff mantiene una buena relación con su padre y su identificación con él llega a manifestarse en la afirmación de que cuando sea grande quiere ser un señor como él. A los dos años y seis meses tiene lugar una escena en la que también se pone en juego esta identificación con su padre: ve a Grusha de espaldas fregando el suelo arrodillada, la impresión que le causa desemboca en un acto de micción y en consecuencia recibe de Grusha su primera amenaza de castración. Luego, a la edad de tres años y tres meses, según recuerda, es seducido por su hermana, algo mayor, y asume en la escena un rol pasivo, nuevo para él. Al cesar el interés erótico por su hermana, intenta seducir a su Aya mediante el tocamiento de sus genitales frente a ella, ante lo cual el Aya profiere una segunda amenaza : "a los niños que hacen esto les sale una herida".
Desde entonces, a pesar de realizar diversas observaciones y ocuparse de temas relativos a la castración, todavía no cree en ella ni lo angustia; continúa sosteniendo la teoría de la cloaca, es decir, que el comercio sexual se realiza por el ano. Sin embargo, a partir de este momento abandona el onanismo y da comienzo a una fase sádico-anal durante la cual comete actos de crueldad con personas y animales pequeños, a la vez que fantasea con ser él mismo azotado en el pene, tomando al padre como objeto sexual de esta tendencia pasiva. A la edad de cuatro años tiene el famoso sueño de los lobos inmóviles de grandes colas blancas que lo miran fijamente, el cual ocupará un lugar central en su neurosis infantil y a partir del cual Freud reconstruirá la escena primaria, que habría tenido lugar cuando el paciente contaba con un año y medio de edad.
De acuerdo con esto, fue al visualizar el comercio sexual entre sus padres que el sujeto tuvo convencimiento de la realidad efectiva de la castración, pero fue sino en el curso del proceso onírico que comprendió lo que significaba lograr una satisfacción sexual por el padre, o sea, que la castración era la condición de la femineidad. Ahora bién, ¿cuál fue la posición del sujeto frente a este conocimiento nuevo que le aportó el sueño? "Desestimó lo nuevo -en nuestro caso por motivos derivados de la angustia frente a la castración- y se atuvo a lo antiguo. (...) El nuevo esclarecimiento fue rechazado, la antigua teoría fue conservada. (...) No es que la nueva intelección no surtiera efecto alguno; todo lo contrario, desplegó un efecto extraordinariamente intenso, conviertiéndose en el motivo para mantener en la represión (esfuerzo de desalojo) el proceso onírico íntegro y excluirlo de un posterior procesamiento consciente. Pero con esto su efecto quedó agotado; no tuvo influjo ninguno sobre la decisión del problema sexual."1
Freud afirma que durante el transcurso del sueño se llevó a cabo el proceso represivo, que operó la transformación del afecto convirtiéndolo en angustia. A partir de este sueño, del que Sergei Pankejeff despierta presa de una angustia que sólo se calma al hablar con su aya, comienza en su vida un periodo dominado por el temor a ser devorado por el lobo.
A los cuatro años y medio su madre comienza a familiarizarlo con la historia sagrada, lo que tiene por efecto relevar los síntomas de angustia y sustituirlos por síntomas obsesivos, presentes en el desarrollo de un ceremonial de beatería unido a prácticas blasfemas. Luego de vencer una crítica racionalista a los principios religiosos, una identificación con Cristo le permite sublimar la posición homosexual hacia su padre, quien hacia esta época era identificado con el Dios cruel que había sacrificado a su hijo, y temido en tanto ejecutor de la castración como castigo.
A los cinco años de edad el sujeto tiene una alucinación visual. Freud se refiere a este acontecimiento al menos en dos ocasiones considerándolo como un hito que da cuenta de la relación del sujeto con la castración. En La Fausse reconnaissance, refiere lo dicho por el paciente de este modo: "teniendo cinco años estaba un día en el jardín con mi niñera, y jugaba con una navajita clavándola en la corteza de uno de aquellos nogales que desempeñan también un papel en el sueño. De repente advertí, con espanto indecible, que me había cortado de tal manera el dedo meñique (¿el derecho o el izquierdo?), que sólo permanecía unido a la mano por un trozo de piel. No sentía dolor ninguno, pero sí mucho miedo. Sin atreverme a decir nada a mi niñera, sentada a poca distancia de mí, me desplomé sobre un banco y permanecí allí, incapaz de mirarme siquiera el dedo. Por fin, al cabo de un rato, me serené, me miré la mano y comprobé con asombro que no me había hecho herida ninguna".2
En De la historia de una neurosis infantil, Freud escribe: "tenemos entonces derecho a suponer que esta alucinación cayó en la época en que se decidió a reconocer la realidad objetiva de la castración y acaso estuvo destinada a marcar precisamente este paso".3 Nos proponemos indagar cuál es el significado de esta aseveración freudiana.
Bajo el influjo de un preceptor alemán desaparecen los síntomas obsesivos y el paciente comienza a desplegar un interés por asuntos bélicos, uniformes y cuestiones militares, lo que le permite sublimar sus tendencias sádicas y alcanzar un período de cierta estabilidad. Finalmente puede hacer frente a los primeros encuentros con el otro sexo tomando la baja extracción social de sus partenaires como condición erótica; a consecuencia de uno de esos encuentros contrae una enfermedad que pone en juego la integridad de sus órganos genitales, lo cual desembocará en el estallido de su enfermedad adulta.
El Hombre de los Lobos realiza, respecto del conocimiento de la realidad de la castración, un recorrido que podríamos calificar de asintótico. Esta aproximación tiene como hitos las amenazas proferidas primero por Grusha y luego por el Aya -a las que no presta crédito-, el angustiante sueño de los lobos -que marca un antes y un después en su infancia-, el episodio de angustia ante la mariposa y, por último, la alucinación del dedo (casi) cortado, a cuyo estudio dedicamos este ensayo.
La búsqueda freudiana
En el Hombre de los Lobos, Freud considera que la represión opera al menos como mecanismo de producción de síntomas y emite el diagnótico de neurosis obsesiva. Sólo declara haber dudado de dicho diagnóstico ante la falta de sustituto de los ausentes sentimientos de dolor por la muerte de su hermana, duda que se habría despejado al encontrar un sustituto de la exteriorización del afecto en el llanto ante la tumba de un poeta. Este detalle resulta interesante ya que indica que para Freud existía una relación entre la represión, su retorno y la cuestión diagnóstica.
A lo largo de toda su obra Freud intentó aislar para la psicosis un mecanismo análogo al de la represión para la neurosis, pero no logró construir un concepto preciso que le permitiera realizar un diagnóstico estructural.
Realizaremos un recorrido por los textos en los que esta búqueda freudiana está presente: los escritos sobre las neuropsicosis de defensa, los textos de 1911-1915 y en los tardíos posteriores a El yo y el ello; en ellos utiliza sin distinguirlos plenamente, los términos de proyección, abolición, rechazo o renegación.
En el texto Las neuropsicosis de defensa, de l894, Freud describe una forma de defensa más eficaz y más enérgica que la represión, mediante la cual "el yo rechaza la representación insoportable al mismo tiempo que su afecto, comportándose como si la representación nunca hubiera llegado hasta el yo".4 El precio que pagará el sujeto por esta defensa lograda es el estallido de una psicosis.
En el Manuscrito K, Freud dice que para la paranoia ha corroborado la represión, siendo la proyección su modo peculiar de operar, además del hecho de que los síntomas estan determinados por el retorno de lo reprimido.
En el texto Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa, de 1896, Freud afirma: "Peculiar a la paranoia sería un mecanismo especial de la represión, como lo es la represión en la histeria por el proceso de la conversión en inervación somática y en la neurosis obsesiva la sustitución (el desplazamiento a lo largo de cadenas asociativas)."5 En relación con el tema que nos ocupa, es interesante subrayar el siguiente pasaje: "Las alucinaciones descriptas (se refiere a alucinaciones visuales en casos de paranoia) no son sino fragmentos del contenido de los sucesos infantiles reprimidos, o sea síntomas del retorno de lo reprimido."6
En el análisis del caso Schreber, Freud da cuenta de la insuficiencia de la proyección como mecanismo para la paranoia y se aproxima a otro enfoque al decir que "lo que fue abolido en el interior vuelve desde el exterior", referencia al material inconciente no reapropiable por el sujeto que lo acercaría a lo forcluido.
En Adición metapsicológica a la teoría de los sueños, retoma la cuestión de la realización alucinatoria de deseos pero además formula la hipótesis según la cual la alucinación -a diferencia de una percepción corriente- consiste en una carga del sistema percepción-conciencia desde dentro. Remitiéndose a la metáfora que equipara el aparato psíquico a un organismo que distinguiera los elementos interiores de los exteriores según respondan o no a su acción muscular, habiendo sido comprobada su eficacia para los elementos exteriores y su ineficacia para las exigencias pulsionales, el organismo procedería a proyectar al exterior aquello doloroso que le es motivo de perturbación, dando lugar así a una alucinación. Esta explicación freudiana del fenómeno alucinatorio resulta particularmente interesante en tando da cuenta de que la realidad en juego en la alucinación es lo real pulsional, tal como lo desplegará Lacan años más tarde.
En el capítulo 7 de Lo inconsciente, Freud vuelve a abordar la cuestión del mecanismo presente en las neurosis narcisistas y neurosis de transferencia, y se pregunta si en ambas hay represión. A partir de las elaboraciones de la libido del yo, responde que si se entiende ésta por un proceso que tiene lugar entre conciencia e inconsciente la respuesta es negativa pero que, en ambas, tiene lugar una fuga del yo que consiste en un retiro de carga conciente y de este modo realiza una aproximación entre ambos tipos de neurosis. En el mismo texto establece diferencias entre las formaciones sustitutivas de la esquizofrenia por un lado y las de la neurosis obsesiva y de la histeria por el otro: por la represión las neurosis de transferencia niegan a la representación cosa la traducción en palabras, con lo que sus formaciones sustitutivas operan por relaciones entre las representaciones inconcientes. En la esquizofrenia, al haber un déficit en la representación cosa, las imágenes verbales de la conciencia son sometidas al proceso primario y de ese modo se producen las formaciones sustitutivas, dando lugar al peculiar lenguaje esquizofrenico.
En Neurosis y psicosis aparecen de modo indistinto los términos Verwerfung y Verleugnung (renegación) como modos en los que el yo se aparta del mundo exterior. En ambos lo que retorna es un trozo de realidad externa, que no está subjetivada ni inscripta y su forma de retorno es el delirio o la alucinación. Esto los diferencia a ambos de la represión en tanto que en ella lo que retorna es un trozo de realidad psíquica y la forma de retorno son sueños, síntomas, formaciones del inconciente.
El texto de 1924 Pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis es en cierto modo una rectificación del texto anterior. Freud afirma allí que la neurosis, obedeciendo al principio de realidad en un primer tiempo, procede a la represión pero que, en un segundo tiempo, se verifica un fracaso de la represión y el resultado es un apartamiento de la realidad. En cambio la psicosis, aunque en un primer tiempo niega la realidad desagradable, en un segundo tiempo construye una realidad nueva, que duplica el mundo exterior, acorde con las tendencias del ello. Esta nueva realidad es enriquecida, si es necesario, por nuevas percepciones que la psicosis se procura mediante alucinaciones. Este texto rompe absolutamente con el tópico según el cual la psicosis estaría más apartada de la realidad que la neurosis y establece el deseo como motor de la realidad psíquica.
En el texto El fetichismo, el término Verleungnung aparece perfilado: mediante este mecanismo el sujeto por un lado reniega de la percepción indeseada pero por otro sabe que existe, ya que ha creado el fetiche. De modo que la creencia en la existencia del pene en la mujer es a la vez abandonada y conservada. (En este punto habría coincidencia con el Hombre de los lobos, en tanto éste conserva todas las tendencias). Freud establece una diferencia entre el supuesto de fetichismo en el cual el proceso defensivo (frente a la castración de la madre) no implica anular la percepción indeseada sino que se mantiene renegada una percepción que sigue presente. En cambio, el proceso defensivo en la psicosis implicaría que el niño cree ver un pene allí donde no lo hay.
Otra conceptualización freudiana de la alucinación es la que la presenta como tendencia primaria del aparato a una satisfacción que, mediante la repetición de una representación, logra una identidad de percepción que le permite eludir la prueba de realidad. La que encontramos en La interpretación de los Sueños, el Proyecto de una psicología para neurólogos y Adición metapsicológica a la teoría de los sueños.
En La Interpretación de los Sueños, Freud afirma: "Nada hay que nos impida aceptar un estado primitivo del aparato psíquico en el que este camino quede recorrido de tal manera que el deseo termine en una alucinación. Esta primera actividad psíquica tiende, por tanto, a una identidad de percepción, o sea a la repetición de aquella percepción que se halla enlazada con la satisfacción de la necesidad. (...) Para hacer equivalente la carga interior a la exterior tendría que ser conservada ésta constantemente, como sucede en las psicosis alucinatorias y en las fantasías de hambre, fenómenos que agotan su función psíquica en la conservación del objeto deseado. (...) Pero toda la complicada actividad mental que se desarrolla desde la huella mnémica hasta la creación de la identidad de percepción por el mundo exterior no representa sino un rodeo que la experiencia ha demostrado necesario para llegar a la realización de deseos. (...) El acto de pensar no es otra cosa que la sustitución del deseo alucinatorio."7
Debemos tener en cuenta que no se trata en este pasaje de la alucinación clínica sino de la alucinación como modo constitutivo de funcionamiento del aparato, lo que en términos freudianos significa que se trataría de algo previo a la acción de la represión. Sin embargo surge la siguiente pregunta: teniendo en cuenta las conceptualizaciónes citadas, ¿cómo es posible atribuir a la alucinación del Hombre de los Lobos la función de reconocimiento de una operación (la castración) en tanto ella es reguladora del goce pulsional? Si tomamos en cuenta la firmación que encontramos en Adición metapsicológica a la teoría de los sueños -"Queriendo recuperar (el organismo) la eficacia sobre lo que le resulta displacentero, lo proyecta. Por esta razón, se esfuera tanto en proyectar al exterior aquello doloroso que en su interior le es motivo de perturbación"-,8 podríamos afirmar como esbozo de respuesta que la alucinación del Hombre de los Lobos está al servicio del principio del placer en tanto procura una cierta pacificación del goce para este sujeto. Como elemento clínico relevante en este sentido se puede aportar que esta alucinación se produce luego del período de beatería y en un periódo de su infancia relativamente estable, en el que no se consignan fenómenos clínicos relevantes y precede al período de la neurosis obsesiva.
Otra aproximación al fenómeno alucinatorio la encontramos en Los recuerdos encubridores, Freud afirma allí que éstos son el producto de una transacción mediante la cual, por la represión, un suceso importante permanece olvidado mientras que un suceso sin ninguna importancia en la vida del sujeto retorna como recuerdo llamativamente nítido. El recuerdo encubridor es descrito como similar a la alucinación por el carácter de realidad perceptiva que presenta y por su capacidad de provocar la percepción de olores y colores. Freud se pregunta en este trabajo si necesariamente habría tenido lugar el suceso así recordado y se pronuncia afirmativamente de un modo categórico: sólo estaría distorsionada la carga libidinal que el suceso ha adquirido debido a su enlace con el suceso reprimido. Este punto de similitud entre alucinación y recuerdo encubridor que Freud establece es interesante en tanto que demuestra hasta que punto lo percibido está en función de la economía del deseo.
La alucinación, entre retorno y reconocimiento
Freud ubica a la castración en el centro del caso desde el comienzo y describe con minuciosidad las diferentes posicicones que adopta el Hombre de los Lobos respecto a ella, pero no enlaza su operatividad en el sujeto con modos particulares de retorno. Afirma además que la respuesta más antigua del Hombre de los Lobos al entendimiento nuevo que el sueño le aportó fue la desestimación, para la que no establece relación alguna con la alucinación. El reconocimiento de la realidad objetiva de la castración, del que la alucinación sería un indicio, se suma a esa primera tendencia pero no la suplanta ni rectifica dadas las características particulares del caso, es decir, que en el Hombre de los Lobos lo nuevo convive con lo antiguo.
Tenemos algunos indicios que permiten pensar que Freud da a la alucinación el tratamiento de retorno de lo reprimido: nombra algunas asociaciones del paciente como la del árbol con los nogales del sueño, consigna quién le regaló la navajita, y también establece una equivalencia simbólica entre el dedo y el pene mediante la cual confiere a la alucinación un sentido ligado a la castración. Con este tratamiento de la alucinación está siguiendo lo postulado en Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa, el Manuscrito K y Neurosis y psicosis.
Pero, por otra parte, Freud atribuye a la alucinación un papel ligado al reconocimiento de la realidad objetiva de la castración. Creemos necesario distinguir entre los términos retorno y reconocimiento. Retorno se refiere a un proceso entre instancias propio de la metapsicología freudiana que presupone la represión. Creemos en cambio que el término reconocimiento hace referencia al sujeto, a una toma de posición del sujeto en este caso.
Por otra parte, la frase de Freud "cayó en la época o quizás estuvo destinada a marcar este paso" deja abiertas dos posibilidades: o es la alucinación misma la que vehiculiza el reconocimiento, o bién simplemente es efecto, un síntoma que revela una posición subjetiva adoptada por el sujeto. Esta última lectura parece más plausible, ya que Freud dice que fue en el transcurso del sueño que se llevó a cabo la mudanza de afecto propia del proceso represivo por la cual el paciente despierta presa de la angustia, pero lo remarca como un hecho excepcional. Si tomamos en cuenta a la alucinación como índice de una posición subjetiva pero desustancializándola, nos acercamos a la alucinación como síntoma y se atenúa la antinomia entre alucinación como instrumento de reconocimiento y alucinación como retorno de lo reprimido.
La operación lacaniana
La novedad que aporta Lacan desde el comienzo de su abordaje del Hombre de los Lobos es un ordenamiento de todas las tendencias en él presentes a partir de la distinción entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.
Así, encontramos en el Seminario 3 la siguiente afirmación: "¿Qué está en juego en un fenómeno alucinatorio? Ese fenómeno tiene su fuente en lo que provisoriamente llamaremos la historia del sujeto en lo simbólico. (...) La distinción esencial es ésta: el origen de lo reprimido neurótico no se sitúa en el mismo nivel de historia en lo simbólico que lo reprimido en juego en la psicosis, aun cuando hay entre los contenidos una muy estrecha relación. Esta distinción introduce, por sí sola, una clave que permite formular el problema de modo mucho más sencillo de lo que se ha hecho hasta ahora".9
Miller, en el Seminario dedicado al Hombre de los Lobos,10 grafica con el siguiente cuadro las diferentes posiciones subjetivas presentes en el caso:
1- Rechazo de la castración (Verwerfung): Tendencia más antigua. Se atiene a la teoría de la cloaca.
2- Reconocimiento de la realidad de la castración:
a) Aborrecimiento: no castrado, como su padre Angustia al despertar del sueño de los lobos
b) Aceptación: posición femenina. identificación con la madre mediante el intestino: "así no se puede vivir". Incontinencia con vergüenza
El rechazo de la castración es la tendencia más antigua, nunca desechada, presta a reactivarse en determinados momentos, y, según Lacan, a diferencia de lo que sostuvo Freud, tiene como correlato clínico la alucinación del dedo cortado. Por otra parte, subsiste el reconocimiento mediante el cual hay un acceso a la realidad de la castración, que se hace presente por ejemplo en el sueño de los lobos. Rechazo y reconocimiento son términos que se refieren a la cuestión de la inscripción o ausencia de inscripción de la castración a nivel del saber y se ubican en el nivel de lo simbólico; en tanto que aborrecimiento o aceptación son términos que se refieren a las identificaciones con las que el sujeto hace frente a ese saber. En el desarrollo del caso se verá que a este reconocimiento de la realidad objetiva de la castración se articulan una posición masculina (aborrecimento de la castración) y una posición femenina (aceptación de la castración mediante una identificación con la madre). En el registro simbólico, al que en ese momento otorga primacía, Lacan ubica el mecanismo de la Verwerfung, mientras que sitúa a la identificación con la madre en el registro imaginario.
El término forclusión, utilizado por Freud en diferentes textos con cierta vaguedad, es elevado por Lacan al rango de concepto que permitirá una ordenación de la clínica en términos estructurales.
En Respuesta al Comentario de Jean Hyppolite, Lacan se refiere a la alucinación del Hombre de los Lobos afirmando que, en ella, mediante la Verwerfung, la castración rechazada a nivel de lo simbólico retorna en lo real, fundamentando el diagnostico estructural del caso como una psicosis.11
Los puntos de partida de Lacan para subrayar la distinción entre represión y forclusión serían: el uso del término "abolición" en el caso Schreber, la lectura del texto La negación con Jean Hyppolite y la lectura de Historia de una neurosis infantil. De este último texto, Lacan se interesará especialmente en el pasaje que dice: "Nos ha devenido notoria la inicial toma de posición de nuestro paciente frente al problema de la castración. La desestimó y se atuvo al punto de vista del comercio por el ano. Cuando dije que la desestimó, el significado más inmediato de esta expresión es que no quiso saber nada de ella siguiendo el sentido de la represión. Con ello, en verdad, no se había pronunciado ningún juicio sobre su existencia, pero era como si ella no existiera." Y también en otro pasaje en el cual Freud afirma: "Una represión (Verdrangung) es algo diverso de una desestimación (Verwerfung)."
A partir de este punto, Lacan realiza una operación que consiste en conectar la afirmación freudiana referida al Hombre de los Lobos -"no quiso saber nada de ella en el sentido de la represión"- con el texto La negación, lo que le permite sentar las bases del diagnóstico estructural a partir del mecanismo que los sujetos ponen en juego en relación a la castración: Verwerfung (forclusión), Verleungung (renegación) o Verdrangung (represión).
En La negación, Freud establece que el juicio es el sustituto intelectual de la represión y está intimamente ligado a la constitución del sujeto. Mediante un juicio de atribución (Bejahung) se establece una relación entre dos significantes mediante la cual se atribuye o niega una cualidad a una cosa. Esta afirmación primordial encuentra su fundamento en una negación, en una expulsión de lo rechazado fuena del dominio del yo. Mediante un juicio de existencia, en cambio, se concede o no a una imagen la existencia en la realidad.
La instauración del orden simbólico para cada sujeto se produce a partir de una afirmación primordial. La Behajung es constitutiva del advenimiento del mundo para el sujeto. En el marco del paradigma lacaniano de primacía de lo simbólico, al tratarse de un juicio, de ubicarse en la dimensión del significante, articula ya una cesión de goce y es equiparable a la represión primaria. Lacan establecerá que, en contraposición a la Behajung, la Verwerfung consiste en la exclusión de lo rechazado del campo mismo de lo existente en el mundo en tanto marcado por el significante, y que es de este mecanismo de lo que se trata cuando Freud afirma que el Hombre de los Lobos no quizo saber nada de la castración en el sentido de la represión. Por otra parte, definir el concepto de Verwerfung de este modo contribuirá a definir lo real -en ese momento de la enseñanza de Lacan- como aquello que queda fuera de la simbolización.
Es el establecimiento del enlace entre los juicios de existencia y de realidad y la clínica diferencial lo que permite a Lacan afirmar que la falla en la psicosis hay que ubicarla en el registro simbólico y no en una falla en la relación del sujeto con la realidad.
El capítulo 7 de Lo inconsciente apunta a esta misma valoración, ya que allí Freud establece que el sujeto esquizofrénico ha retirado la carga libidinal de la representación cosa, de la representación inconciente, presentandose el lenguaje esquizofrénico como un intento fallido de restablecer la relación con el objeto.
En este punto es necesario introducir una precisión: la construcción del concepto de forclusión en Lacan se realiza en distintias fases. Hasta el Seminario 3 la forclusión es un concepto que opera tanto en la constitución del sujeto como en la producción de síntomas psicóticos, una operación que cae sobre un significante fundamental para la armadura simbólica del sujeto pero no especificado. A partir del texto De una cuestión preliminar..., Lacan establecerá una conexión entre la operación forclusiva y el complejo de Edipo, concluyendo que la forclusión en juego para la psicosis es estricamente la del significante del Nombre del Padre.
La clínica, entre la estructura y los fenómenos
Luego del interés que Lacan había mostrado en el caso, es notoria la ausencia de referencias al Hombre de los Lobos en De una cuestión preliminar... J. Claude Maleval relaciona esa ausencia en el texto con el anudamiento del concepto de forclusión al concepto Nombre del Padre. Por otra parte, el autor comenta que Lacan ya no hablará de las potencialidades psicoticas del Hombre de los lobos a partir del momento en que anuda el concepto de forclusión con el Nombre del Padre y en tanto la psicosis queda caracterizada a partir de la Forclusión del Nombre del Padre.12
Siguiendo la linea del texto freudiano La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis, Lacan, al comienzo de De una cuestión preliminar...,13 rebatirá la tradición psiquiátrica según la cual, de acuerdo a la definición dada por Esquirol, la alucinación es producto de un defecto en la relación del sujeto con la realidad (una percepción sin objeto de la que hay que pedir cuentas al percipiens) y afirmará que no se trata de que en la alucinación se produzca un perceptum que se aparta de la realidad, sino de que el perceptum mismo es un resto no simbolizado que retorna en lo real. El perceptum es el único dato que tenemos, el sujeto unificador de lo percibido es una suposición psicologizante.
Lacan construirá, para dar cuenta de la psicosis, el esquema I en el que a un agujero en lo simbólico (ausencia de behajung) corresponderá un agujero en lo imaginario (phi sub-cero). "La Verwerfung será entonces considerada por nosotros como forclusión del significante. En el punto donde, ya veremos cómo, es llamado el Nombre-del-Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual por la carencia del efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la signiciación fálica".14 Aunque Lacan construye dicho esquema a partir de Schreber, si tomamos el Hombre de los Lobos a nivel del fenómeno alucinatorio podríamos afirmar que, allí donde podría esperarse el advenimiento de la significación fálica, es la castración -forcluída en lo simbólico-, la que retorna en lo real de la alucinación, haciendo uso de una "vestidura" imaginaria (el dedo cortado).
Sin embargo, existen inconvenientes para ubicar la estrucutura subjetiva del Hombre de los Lobos en el esquema I, ya que está pensado para un sujeto para el cual no hay significante del Nombre del Padre, ni significación fálica. El Hombre de los Lobos no encaja en el esquema I por varios motivos: en él lo forcluido es la castración y no el significante del Nombre del Padre. En cuanto a la cuestión del padre, si bien no hay acuerdo acerca de la existencia del padre a nivel de lo simbólico en el Hombre de los Lobos, según afirma Miller "el Nombre del Padre debe ser concebido como una causa cuyo efecto está retenido".15 Para el Hombre de los Lobos hay dos series de padres: los castradores (sastres, médicos) y los castrados (mendigos e inválidos). Otro punto a tener en cuenta en relación al Esquema I es que "no hay elisión del falo en el mismo sentido que en Schreber. (...) En el Hombre de los Lobos habría efectivamente una relación con el falo, salvo que todos los signos de negación aplicados a éste provocarían una desestabilización profunda".16
Por otra parte Miller advierte la dificultad de clasificación de este caso de la siguiente manera: "El Hombre de los Lobos no es psicótico, porque no hay forclusión del Nombre del Padre, y al mismo tiempo no es un neurótico como los otros, pues no existe uno para quien no valdría la función fálica, es decir, no existe la excepción."17
La clínica actual permite ubicar al Hombre de los Lobos desde otro punto de vista: sería lo que se ha dado en llamar un inclasificable. Es un caso en el que opera una forclusión pero no del Nombre del Padre, aunque tampoco se pueda decir que es un anudamiento por el Nombre del Padre. Otros elementos que nos inclinan a ubicar este caso como un inclasificable son ciertas afinidades a nivel de los fenómenos clínicos. En primer lugar, la manifestación de la falta de sensación de dolor cuando se produce la alucinación que se aproxima al fenómeno de abandono del cuerpo que el paciente de Deffieux expresa en la fórmula: "no creo haber sentido dolor".18 Otro punto de afinidad lo encontramos en que, a falta de operatividad de la castración en lo símbolico, se produce un llamado a la castración. "En la psicosis hay un llamado a la castración bajo la forma de una sustración que, al no poder realizarse en el registro simbólico, se reitera incesantemente en lo real".19 Es interesante señalar que ya en 1914 Freud afirmaba: "Con respecto al contenido de la visión del paciente (la alucinación que nos ocupa), he de observar que semejantes ilusiones alucinatorias no son nada raras en conexión con el complejo de la castración, pudiendo servir también para la corrección de percepciones indeseadas".20
Carla Rojo Martinucci
Sección Clínica de Barcelona, 2007
Ensayo de la Tétrada dirigido por Vicente Palomera
Acerca de la alucinación del Hombre de los Lobos
NODVS XXIV, març de 2008