Sobre la holofrase
El concepto de "holofrase" a lo largo de la enseñanza de Lacan, presentado por Guy Briole en el S.C.F. de Barcelona de mayo de 2008
Recorrido del término Holofrase en la enseñanza de Lacan. El término aparece en los seminarios I,VI y XI desde diferentes ángulos; como acto de lenguaje, donde el sujeto está suspendido en una relación especular con el otro, como una expresión monolítica sin articulación gramatical entre el enunciado y la enunciación y como una solidificación de S1S2, respectivamente. Esta concepciones del término Holofrase tienen sus consecuencias clínicas donde la cuestión radica no tanto en saber lo circunsntacial, la sociología de la clínica de los sujetos sino remarcar que hay sujetos más que con un sólo significante.
Holofrase, Lacan, Seminario I, Seminario VI, Seminario XI
El término holofrase, que encontramos en tres ocasiones en la enseñanza de Lacan -Seminarios I, VI y XI-, es una palabra que toma prestada de la lingüística. Se trata de una contracción de la lengua reducida algunas veces a una palabra, a un grupo de palabras que encontramos en las lenguas holofrásticas. Ese término, holofrástico, aparece a partir de 1866 para designar una lengua en la que una frase entera, a veces el conjunto de una situación, se expresan por una sola palabra, la palabra-frase.
La holofrase en los Seminarios
En el Seminario I, lección del 9 de junio de 1954, Lacan considera la holofrase en su sentido lingüístico donde -refiriéndose al uso que hacen cierto pueblos- una palabra, una expresión aislada, les describe sólo a ellos una situación en su conjunto. Es un acto de lenguaje. Referida a la clínica, la holofrase, entre simbólica e imaginaria, "se aplica a situaciones límites, en las que el sujeto está suspendido en una relación especular con el otro".
En el Seminario VI, lección del 3 de diciembre de 1958 , cuando Lacan construye su grafo y desarrolla la parte inferior, pone a la holofrase en relación con la demanda. La interjección que mejor lo expresa es esa demanda del que grita: du pain! Expresión monolítica, en el sentido de que toda la situación se reduce al enunciado. En el monolito, el sujeto se iguala al mensaje, no se cuenta en el sentido en que todo sujeto que opera con el lenguaje se cuenta. Lacan toma el ejemplo del "no contarse" que avanzó Piaget en el caso del niño que enuncia "Tengo tres hermanos, Paul, Ernest y yo", en lugar de decir "Somos tres hermanos, Paul, Ernest y yo". En la no articulación gramatical del enunciado y de la enunciación se sitúa ese punto de Verwefung en el que el sujeto de la demanda no aparece en tanto agente de la enunciación. En ese sentido encontramos, con el monolito, las premisas de lo que Lacan retomará más adelante para la psicosis.
El Seminario XI, lección del 10 de junio de 1964 , marca un giro en el uso que hace Lacan del término holofrase. Se trata de la solidificación de dos significantes S1S2 entre los cuales no volvemos a encontrar la discontinuidad que marcaba la escritura S1- S2. Esta solidificación de una parte de la cadena significante estaría en juego, según Lacan, en los fenómenos psicosomáticos, en el niño débil en el sentido de la psicosis y en la psicosis.
En estas circunstancias, Lacan dice que la primera pareja de significantes (S1, S2) "se holofrasea". La invención de esta nueva forma gramatical lo separa de los lingüistas e introduce un nuevo concepto, la condensación de un fragmento de la cadena significante escrita S1S2.
El significante no puede significarse a él mismo, representa a un sujeto para otro significante. El sujeto neurótico es representado en la discontinuidad del significante.
Esto se escribe:
La solidificación significante se opone al efecto de metáfora y el sujeto no aparece como falta, como discontinuidad, sino como "monolito", petrificado.
Holofrase y clínica
La holofrase no es un significante nuevo, es otra forma de hablar de la forclusión cuando no es el Nombre-del-Padre lo que está puesto en primer plano. Hay que precisar que la holofrase, como la forclusión, no se materializan en una articulación del discurso.
De la holofrase captamos las consecuencias en la clínica, como lo hace Lacan en esa página 215, cuyo propósito concierne a la psicosis del niño a partir de un libro de Maud Mannoni, L'enfant arriéré et sa mère. M. Mannoni escribe que "el niño atrasado y su madre forman en un cierto momento un solo cuerpo, y el deseo de uno se confunde con el del otro (...) de manera que parece que vivan una única y misma historia. Esta historia se sostiene en un cuerpo herido, en heridas idénticas". Entre los trabajos consagrados a los niños, muchos se dedican a describir el espacio que existe entre la madre y el niño: pegados, opuestos, a distancia, saturados por el alimento, separados o no por objetos transicionales, fuera de la pacificación de la función paterna, harmoniosos, violentos... Esta aproximación circunstancial, sociológica, incluso fenomenológica, no debe hacernos olvidar que este espacio está determinado ante todo por el lenguaje. Así, conviene subrayar la observación de Eric Laurent cuando señala que la cuestión no es saber si la madre y el niño tienen la misma herida o el mismo cuerpo, sino remarcar que no tienen "más que un sólo significante". Esto es la holofrase.
Que el niño sea el síntoma de la verdad de la pareja parental es lo que encuentran los psicoanalistas en la práctica con el sujeto neurótico. La cuestión es otra cuando, en la relación madre-hijo, la no mediación de la función paterna, deja al niño "abierto a todas las capturas fantasmáticas". Entonces, añade Lacan, "se convierte en el 'objeto' de la madre, y no tiene otra función que revelar la verdad de este objeto." . El niño psicótico, no sujeto de un discurso, se halla entonces en un cierto lugar en el discurso de la madre; en el lugar de objeto en su fantasma, de objeto a.
Un niño autista
Este punto nos fue muy bien ilustrado por el caso de un niño autista de tres años, llegado a la fratría ocho años después de la última de las hermanas mayores, cuya ausencia radical de palabra se instala en una época en la que el padre se va sin decir una palabra. La madre grita a quien quiera escucharla que ella defenderá contra todos a ese niño, objeto de segregación y de rechazo de la escuela, las instituciones y sus propios padres: "por mi hijo haré lo que sea, lo defenderé de quien sea". Él, es este objeto marcado por el mismo significante que ella, es la bandera que la representa: rechazada sin una palabra. Ella ha olvidado los detalles de la evolución de las adquisiciones del niño y son sus hijas, las hermanas del pequeño autista, quienes ofrecen su historización.
La holofrase se comprende en la ausencia radical de palabra en este niño, cuyos "pequeños gritos" acompañan a veces sus movimientos y hacen eco al grito maternal. Esos grititos aparecen también cuando el niño, en una sesión, toma la mano de la analista para que ella abra una caja llena de objetos. Momento decisivo del que podemos decir que la analista "presta su mano" al establecimiento de un vínculo gracias al cual ella podría ser un Otro para él. Se abre entonces una cura por la que la analista, mediante un trabajo paciente y decidido, permite una serie de modificaciones para este sujeto, que se despliega en tres tiempos: vaciar un contenedor de sus objetos y recolocarlos; ordenarlos -sin espacio, luego con- y, finalmente, nombrarse él mismo.
Un pasaje del grito a una relación posible con el Otro y los otros por la puesta en escena de una cierta distancia entre los significantes.
Guy Briole
17 de mayo de 2008
Seminario del Campo Freudiano de Barcelona
Traducción de Soledad Bertrán, revisada por el autor.
Sobre la holofrase
NODVS XXV, juliol de 2008