Referencia para el seminario del campo freudiano: inhibición síntoma y angustia
Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona en mayo de 2008
"Cuando el caminante canta en la oscuridad,
desmiente su estado de angustia,
más no por ello ve más claro".
S. Freud.
Con esta cita Freud finaliza el segundo apartado del texto "Inhibición, síntoma y angustia" escrito en 1925 y publicado el siguiente año. Es este un texto tardío, complejo, apasionante, donde encontramos un Freud insatisfecho, revisando sus hipótesis, volviendo sobre sus pasos, preguntándose cuestiones que le han interesado desde hace mucho tiempo. Strachey, en la introducción que hace de las Obras Completas, sostiene que Freud, en este texto, lleva a cabo una revisión profunda de su concepción de la angustia, abandonando tesis sostenidas a lo largo de muchos años. Por tanto, podemos pensar que con "Inhibición, síntoma y angustia", Freud, se adentra en la oscuridad guiado por su propia angustia, para acabar produciendo uno de los textos fundamentales de su obra.
Este trabajo, a mi modo de ver, da cuenta de cómo, para Freud, la formalización de un cuerpo teórico en psicoanálisis debía estar comandada por la experiencia analítica, razón por la cual sus hipótesis se hallaban siempre en constante revisión. La referencia de esta mañana versa sobre los dos primeros apartados del texto.
Freud parte de la necesidad de hacer una distinción precisa entre inhibición y síntoma, para esclarecer bien de qué forma intervienen en los procesos patológicos. Denuncia que, muchas veces, se utiliza aleatoriamente síntoma o inhibición, según sea para destacar el aspecto positivo o negativo de una patología. Freud, progresivamente, va a ir articulando inhibición y síntoma a un tercer elemento: la angustia. El texto en su conjunto es una sugerente elaboración de saber entorno a estos tres componentes del sufrimiento humano, que si bien son distintos, siempre se hallan articulados entre sí. Procedamos por partes.
1. LA INHIBICIÓN.
Freud inicia su exploración con la siguiente idea: "Inhibición y síntoma no han crecido los dos en el mismo suelo"1. Expone que si bien el síntoma siempre es patológico, la inhibición es un proceso vinculado al rebajamiento de una función y no necesariamente es patológica.
De este modo, nos propone un pequeño recorrido por la enumeración de una serie de situaciones en las que podemos hallar la manifestación de la inhibición referida a determinadas funciones del yo. Elegirá para esta exploración cuatro funciones: las sexuales, las de alimentación, las de locomoción y las de realización de un trabajo profesional.
Empieza por las funciones sexuales. En éstas las inhibiciones hacen referencia a la impotencia psíquica. Enumera las estaciones principales de la inhibición en el varón. Estas son: el displacer psíquico, la ausencia de erección, la eyaculación precoz, la falta de eyaculación y la ausencia de sensación de placer del orgasmo. Destaca que rápidamente podemos establecer un nexo con la angustia; y dice: "muchas inhibiciones son una renuncia a cierta función porque a raíz de su ejercicio se desarrollaría la angustia"2.
Esta relación casi inmediata entre inhibición y angustia también la pondrá de relieve en los ejemplos referidos sobre las otras funciones del yo. Así muestra que, en muchas ocasiones, la inhibición es el resultado de una retracción de la libido para evitar la angustia. Sin embargo, dice, este recorrido no nos saca de la superficie de los fenómenos. Plantea que la inhibición expresa una limitación funcional del yo que puede tener muy diversas causas.
En las inhibiciones especializadas, por ejemplo, para tocar el piano, escribir o caminar, el análisis mostraría que la razón de ello es una erotización hiperintensa de los órganos requeridos para estas funciones. Aquí el yo renunciaría a realizar estas funciones con el fin de evitar un conflicto con el ello. Otras inhibiciones también específicas tendrían, como motor de su formación, el objetivo de no entrar en conflicto con el superyó, por ejemplo, inhibiciones surgidas en el momento de llevar a cabo un trabajo que le reportarían a la persona éxitos profesionales.
En las inhibiciones generales, donde esta retroacción no se encuentra localizada en un determinado órgano o tarea, lo que sucedería es que el yo canalizaría la energía para procesar tareas psíquicas especialmente arduas - como por ejemplo un duelo - haciendo aparición la inhibición en forma de un empobrecimiento general de la libido.
En resumen, la inhibición haría referencia al surgimiento de limitaciones de las funciones del yo que se formarían a partir de una precaución frente a la angustia o a consecuencia de un empobrecimiento de la libido.
Extrae de este modo la primera diferencia fundamental entre inhibición y síntoma: la inhibición atañe directamente a las funciones del yo mientras que el síntoma no. En el síntoma se trata de una sustitución, de algo que viene en el lugar de una satisfacción pulsional intolerable para el yo.
2. EL SÍNTOMA.
En el segundo aparatado del texto Freud va a proceder por etapas. Parte del concepto de síntoma, que sigue manteniendo de su formulación hecha en 1905, en Tres ensayos para una teoría sexual, para preguntarse por el destino de la pulsión. Un síntoma es un sustituto de una satisfacción pulsional resultado de un proceso represivo por parte de yo. El resultado de la represión convierte en inconsciente una representación intolerable para la conciencia.
Hasta aquí Freud está de acuerdo. Si bien ha habido un éxito de la represión, se pregunta por el destino de la moción pulsional activada en el ello. Para esto propone una hipótesis: hay una mutación de placer en displacer.
Freud, al pensar en la envergadura de esta operación, sospecha que el yo no podría llevarla a cabo sin ayuda. Plantea una tentativa de respuesta y dice que el yo, para realizar esta transmutación, se apoya en el Principio del Placer.
¿En que consiste entonces este trabajo de soporte al yo que lleva a cabo el Principio del Placer? La tarea fundamental del Principio del Placer sería la de poner en marcha la señal del displacer, es decir, de la angustia, para lograr por esta vía la "mudanza del afecto".
Si bien la energía empleada en poner en marcha el mecanismo del displacer podría ser tomada de la retirada del investimento de la representación intolerable para el yo, se abre sin embargo, una nueva incógnita: ¿Por qué la tensión en la vivencia displacentera de la angustia, parece ser mayor que en la moción inicial ligada a la satisfacción?
3. LA ANGUSTIA.
Freud tiene clara una cosa; esta tensión no es producto de una producción nueva. Entones, ¿de dónde proviene? Piensa que el mecanismo para defenderse de un proceso indeseado en el interior, opera de la misma forma que en la defensa de un peligro exterior, es decir, poniendo en marcha un mecanismo de huida. La represión, por tanto, es equivalente a un intento de huida.
En este texto Freud formulará una nueva hipótesis sobre la angustia. Propone al yo como el genuino almácigo de la angustia3. Rechaza la idea anterior según la cual, la angustia se formaría como producto de la energía retirada de la investidura de la moción reprimida. Este movimiento conceptual conlleva consecuencias. Por un lado, la angustia, al estar almacenada en el yo, no se crea de nuevo, sino que se encuentra formando parte del psiquismo. Por otro, la moción angustiante toma su fuerza de una nueva conexión con una imagen preexistente en el psiquismo. Estas representaciones, capaces de contribuir con su potencia a la mutación en displacer, serían representaciones antiquísimas que se formaron antes incluso que el superyó. Saca a colación para ejemplificarlo la angustia de nacimiento. Sin embargo, dice, no hay que sobrestimar estas formaciones. Cuestiona seriamente la tendencia de algunos de sus coetáneos a poner el énfasis en la debilidad del yo frente al ello y pretender, de este modo, hacer una cosmovisión psicoanalítica. El psicoanálisis para Freud debía mantenerse al margen de cosmovisiones. Termina de este modo el apartado recordándonos que es preferible quedarse con la pregunta abierta y la incógnita, a responder con grandes teorías que explicarían todos los procesos en todos los casos. Nos recuerda que el camino del psicoanálisis carece de guías de viaje. Marca una cuestión ética fundamental en psicoanálisis: el motor que debe hacernos avanzar nunca puede olvidar lo que nos enseña la clínica, aún a riesgo de no poder atraparlo todo, aún a cuenta de nuestra propia angustia.
4. INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA A LA LUZ DEL SEMINARIO X.
En el capítulo XXIII Lacan se detiene a pensar las relaciones del deseo obsesivo con la angustia. Nos dice que el deseo hay que situarlo en el nivel de la inhibición y destaca la importancia de considerarla, tal como Freud lo muestra en su texto, como una función distinta a la función que la pulsión satisface naturalmente4.
La inhibición está entonces referida fundamentalmente a un acto. No es un acto cualquiera, sino aquél que consiste en una realización subjetiva, donde está plenamente implicada la función del objeto a. Pone como ejemplos el acto sexual y el testamentario.
Lacan acentúa la ocultación estructural del deseo detrás de la inhibición y en este punto la articula con la defensa. Esta defensa es defensa frente a otro deseo. La hipótesis freudiana sobre la angustia como una moción antiquísima, anterior a la formación del superyó y vinculada a imágenes mnémicas preexistentes, nos la hace mucho más comprensible la noción del objeto a como causa del deseo. Freud, al igual que Lacan, también ubica una estrecha relación entre angustia y deseo. Otorga al Principio del Placer la propiedad de poner en marcha la señal del displacer para servir al yo en sus funciones represivas, y de este modo establece un nexo entre ambos. No por azar escoge indagar sobre la función de la inhibición en lo que concierne al acto sexual. Y es que, para el neurótico, como lo deja entrever Lacan, los circuitos del deseo tienen por función defenderse del encuentro con la causa, pues es en el punto justo donde se da la cesión del sujeto. Muestra de esta manera el núcleo de real que siempre está en juego en el deseo neurótico, un real vinculado a la causa del deseo que conformará la matriz de su configuración fantasmática.
Referencia para el seminario del campo freudiano: inhibición síntoma y angustia
NODVS XXV, juliol de 2008