Tres clases del Seminario 5: Las Formaciones del inconsciente. Clase 24: Transferencia y Sugestión
Comentario a la clase de Lacan "Transferencia y sugestión" del Seminario 5. Tercera y última entrega de la serie que recoge la relación entre demanda y deseo, desde donde se aborda la cuestión del fantasma, el acting-out, y la identificación.
Texto que recoge la clase "Transferencia y sugestión" del Seminario " El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica" de Lacan.
Transferencia, sugestión, identificación, deseo, demanda
Tercera entrega. Clase 24: Transferencia y Sugestión
Lacan introduce esta clase dibujando el grafo del deseo, y destacando que la primera línea horizontal (la línea del significante) nos descubre la sugestión, mientras que la segunda (la línea del goce) podemos leer la transferencia.
1.
Siguiendo la segunda tópica de Freud (ello - yo - superyó), Lacan apunta a que el yo freudiano es más complejo de lo que se había intuido. A partir de la relectura de Psicología de las masas, Lacan lee 3 identificaciones en Freud, que nos permitirán orientarnos sobre cómo se estructura el inconsciente. Las relaciones entre los distintos órganos de la tópica freudiana son de orden topológico, por lo que la representación espacial que Freud hace de ellos en su esquema del huevo es poco adecuada. Pero dichos órganos, advierte Lacan, no pueden pensarse como similares a los órganos vitales.
La primera forma de identificación es el vínculo de sentimiento con un objeto. La segunda forma es descrita ampliamente, y se puede expresar como una regresión del vínculo con el objeto, una introyección del mismo en el Yo. Ésta es la más difícil de explicar desde la teoría: ¿como puede un sujeto identificarse al objeto, que antes permitía la vinculación libidinal? Es un problema, a la vez que la cuestión esencial. Lacan equipara el vincularse al objeto por oposición a identificarse a él con el problema del Falo, serlo o tenerlo. Pero, en este caso de introyección del objeto en el Yo, dice Freud que hay regresión. Para Lacan, dicha regresión pasa por el significante: el discurso del sujeto se ve así poblado por significantes que remiten a lo oral o a lo anal.
El Ello permite la investidura del objeto. Y la demanda, sigue Lacan, tiene que expresarse por los caminos que el lenguaje permite.
En cuanto la necesidad se inscribe en el orden significante, única manera de dirigirse al Otro que la satisface; surge la demanda de amor, en un nivel separado, pero siguiendo la misma dirección. Estos dos aspectos están separados, dice Lacan, debido a una necesidad topológica. Una aplicación de esta distinción viene cuando consideramos la distinción entre sugestión y transferencia.
Para Freud, la transferencia es una sugestión que se interpreta. Esto es algo que se da por la propia estructura analítica: en tanto el analista está en el lugar del Otro al que se le demanda, la sugestión viene por esta vía. Hay formas en las que se plantea la demanda. A veces, en tanto exigencia de curación. Otros sujetos admiten que ésta queda pospuesta al trabajo analítico. Otros vienen a ver qué hay, otros vienen para ser analistas. El analista debe preguntarse por la demanda, para saber en qué momento puede responder; pero está respuesta se enmarcará en la transferencia, y será un movimiento de sugestión. No se puede negar que un analista hace uso de ella. "Si el paciente engulle nuestras interpretaciones es porque ha llegado a querernos" dirá Lacan.
La transferencia no puede desaparecer por analizarla, ya que se analiza a la transferencia desde la transferencia. Lo necesario es concebir la transferencia como un uso diferente al ejercicio del poder que un terapeuta puede tener sobre el paciente. En este sentido es que la transferencia es interpretación de la sugestión. La línea de la transferencia que postula Lacan está en el más allá de la sugestión, como vemos en el gráfico del principio. En el lugar del más allá de la demanda, el lugar del amor, donde el sujeto situará el objeto erótico de su deseo.
La regresión postulada por Freud puede pensarse desde estos dos ejes, en tanto permanecen confundidos. La identificación al Otro se articula en la línea de la sugestión, de la demanda. Es la identificación primaria, la identificación al ideal del significante.
La expresión emocional de la madre con el niño tiene un carácter convencional, dirá Lacan, y por tanto pasa por el significante. Las emociones están lejos de ser espontáneas.
En definitiva, regresión e identificación no pueden co-ocurrir: son movimientos opuestos. En análisis, transferencia y sugestión tienen que quedar claramente diferenciadas, en tanto la primera es puramente significante y no busca la satisfacción de una demanda. La posición del analista en transferencia es así claramente abstencionista. No hay que ratificar la demanda. Pero si esto puede sostenerse no es por que sea una operación artificial del análisis: se sostiene por que en efecto poseen una naturaleza distinta, que puede expresarse desde el campo del deseo. Al analista le basta con ser permisivo en el plano verbal, y no debe serlo en el real. Es importante prestar atención a esto, ya que siendo el lugar del analista el lugar del Otro, su presencia ya es nociva.
Pero hay algo que demuestra que no pueden converger la línea de la sugestión y la línea de la transferencia: y es que siempre hay algo que se resiste a la sugestión. Lo que se resiste es el campo del deseo.
2.
Lo que se resiste es en el fondo el deseo de desear algo. Y por ello, en el análisis debe mantenerse un sujeto dividido, como corresponde a la naturaleza humana. Esto no es sencillo de mantener, pero si el sujeto no está dividido es que está loco. La estructura de la neurosis es tal que no permite la anulación del deseo. Que la neurosis debe ser pensada de manera estructural es algo evidente cuando vemos que la cantidad de deseo en neurosis similares es tremendamente variable. No es la cantidad el elemento a tener en cuenta. El obsesivo, según Lacan, coloca el deseo (sea abundante o escaso) en una plaza fuerte, entornada por el significante. El malestar surge con mayor facilidad si la plaza fuerte se construye para protegerse de lo que viene de fuera.
La primera identificación viene del vínculo con el objeto. Es la identificación con la madre. La segunda, la regresión en Freud, no puede expresarse propiamente. Viene dada en el más allá de la demanda, en el más allá de lo significante, pues es la identificación al objeto amado. Ahí radica la cuestión, y por ello mismo es que la neurosis presenta un sujeto dividido que se haya frente a la paradoja del deseo.
Esta posición de la neurosis es similar a la posición del filósofo. La filosofía de la acción es un buen ejemplo: se piensa como algo espontáneo, y por ello armonioso. Pero esto vela su verdadera naturaleza, a imagen del deseo: paradójica.
El acting-out, en tanto se da en el contexto de la transferencia, es complicado de comprender, aún hoy. En los casos en que el paciente no acepta la interpretación, se dice que se resiste. Esto es un caso de resistencia de transferencia como decía Freud, y hay que entenderlo tal cual: hay algo de la línea de la transferencia que se resiste a la sugestión de la interpretación.
3.
La tercera forma de identificación es aquella que se da con una persona con la cual no existe ningún tipo de vínculo sexual. El ejemplo más claro es la identificación histérica: toda la dificultad del sujeto histérico reside en situar el deseo en algún punto fijo, y para ello requiere de situar su deseo en relación al de un otro del que supone que tiene un conflicto similar para situar su propio deseo. Esto puede extenderse a todos los otros que ella imagine, en tanto suponga en ellos una pregunta por el deseo.
No es éste el caso del obsesivo: la identificación en el obsesivo pasa por el fantasma. Para situar el deseo, el obsesivo debe relacionarse con un otro de forma que ello le proporcione satisfacción. El lugar de este otro le permite al neurótico obsesivo evitar el colapso del deseo, lo cual no es poco.
En el análisis visto desde la perspectiva de Bouvet, esto se plantea en la forma del objeto fálico, presente en los fantasmas del sujeto, y se puede comprender si tomamos el falo en tanto lo tiene el analista. Es por este lado del fantasma por donde el obsesivo puede sostener su deseo, mediante el falo en tanto objeto a, del lado del fantasma.
Para Lacan la operación es fallida en tanto se pasa por la vía de la sugestión, de la satisfacción de la demanda, algo que debe quedar del orden de la transferencia, de la pregunta por el deseo.
El obsesivo querría sostener todo su deseo en el Otro, y el objetivo del análisis es que tarde o temprano comprenda que el Otro está castrado. Y es que el sujeto obsesivo se ve amenazado por esta castración, y la siente de manera aguda cada vez que desea. (ver el ejemplo que propone Lacan en la página 445). Su ilusión neurótica pasa por ponerse en el lugar del Otro, en tanto Otro no castrado, para desear sin castración posible. La solución al problema obsesivo pasa por la aceptación en análisis del complejo de castración, en tanto se comprende que éste solo puede realizarse en el campo de lo significante.
Lacan, J. (1999). El seminario de Jacques Lacan, Libro 5, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, 1957-1958. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós.
Tres clases del Seminario 5: Las Formaciones del inconsciente. Clase 24: Transferencia y Sugestión
NODVS XXVII, febrer de 2009