Referencia de la Clase V del Seminario XX de Jacques Lacan: "Más allá del principio del placer", por Sigmund Freud (1920)
Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona de febrero de 2009
Referencia al artículo freudiano "Más allá del principio del placer", en relación a la clase V del S.XX. de J.Lacan, que subraya el cambio de paradigma que S.Freud asume con la introducción de la pulsión de muerte en la reedición del texto. Un replanteamiento teórico fundamental en la tesis freudiana que parte del límite del principio de placer cuando se encuentra con la repetición. Hallazgo del que se hace eco J.Lacan condesándola en el Otro goce. El Otro del lenguaje y goce se reúnen en el ser hablante a modo de una tensión imposible entre el principio del placer y la pulsión de muerte.
Freud, inconsciente, repetición, principio del placer, pulsión de muerte, Lacan, Otro goce
Lo que no puede tomarse volando
Hay que alcanzarlo cojeando.
La escritura dice: cojear no es pecado.
Con esta cita de Rückert finaliza Freud "Más allá del principio del placer". En efecto, reexaminar una obra de años desde un punto de vista distinto, más opaco, exige cierta vacilación; podemos apreciarla tanto en el texto que nos ocupa como en el seminario Aún. Aquello opaco, que hace falla en el saber, es la obsesión de repetición para Freud, el Otro goce para Lacan.
"Más allá del principio del placer" fue publicado por primera vez en Internationaler Psychoanalytischer Verlag en 1920. Nos encontramos en los albores de la paz tras la Primera Guerra Mundial; pero Freud introduce un nuevo y controvertido concepto, la pulsión de muerte. Le da además un estatuto de principio, más primario si cabe que el principio del placer. Este paso no fue sin consecuencias, pues muchos analistas desoyen esta nueva indicación y siguen orientándose por la primera tópica pulsional.
Sin embargo, Freud no vacilaba en replantear su teoría. En el punto tercero del texto presenta la evolución histórica de la técnica analítica, marcada por las diversas tentativas de acceso al inconsciente. En ese momento, el analista interpretaba las resistencias del paciente a partir de la transferencia. Pero Freud insiste (cito): "el devenir consciente de lo inconsciente tampoco podía alcanzarse plenamente por este camino". Sigue: "El enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial". Hay pues Urverdrangung, represión primordial. Por ello, se ve condenado a repetir lo reprimido una y otra vez, en vez de recordarlo. Esta obsesión de repetición tiene su origen en un suceso de la vida sexual infantil que, reprimido, resulta siempre inaccesible a la conciencia del paciente. Esta imposibilidad no es causada por las resistencias: estas, subraya Freud, provienen del yo.
El inconsciente, lo reprimido, no presenta resistencia alguna a la experiencia analítica, pues se actúa en el contexto de la transferencia con el médico.
Hasta este momento, el principio del placer sostenía la metapsicología freudiana. Pero la obsesión de repetición es un movimiento psíquico que no puede pensarse como un empuje a la homeostasis, ni como una consecución de placer: causa conflicto al yo porque resurgen funciones de los sentimientos reprimidos. Es pulsión de muerte.
Podemos trazar así dos líneas fundamentales que guían "Más allá del principio del placer": la primera exige justificar la existencia de la pulsión de muerte, e incluirla en una nueva tópica pulsional; la segunda, determinar en qué relación se halla ésta con el principio del placer.
Freud lee la pulsión de muerte en la clínica de la neurosis traumática, y en el juego infantil del Fort-Da. Y, sin embargo, no justifica su existencia a partir de la clínica, sino recurriendo a la biología.
Su uso se presenta como una tentativa de asir aquello que se escapa a partir de un discurso de la ciencia.
Freud formula en el punto 5 las hipótesis siguientes: por un lado, el organismo vivo presenta una tendencia innata a la fragmentación, a retornar a lo inanimado. Toda vida tiende a la muerte. La pulsión de muerte es una expresión de la naturaleza conservadora del ser vivo, que trata de mantener el mismo ciclo vital.
Por otro, La repetición está en el origen de la vida: en efecto, la satisfacción de la pulsión no es otra cosa que la repetición de un satisfactorio suceso primario. Pero hay siempre una diferencia cuantitativa de placer entre la satisfacción exigida y la hallada; la pulsión es repetición, puesto que está condenada a ser parcial.
Sin embargo, si la pulsión de muerte trata de repetir el estado inanimado de la materia, anterior a la vida, en la pulsión sexual se trata de una repetición de la sustancia animada, y Freud no consigue resolver qué suceso evolutivo original se repite en la reproducción. Nos hallamos ante un impasse: la génesis de la sexualidad, el origen de la vida.
Para Lacan, lo podemos leer en su seminario 2, la biología freudiana es una energética, y su organismo una máquina.
Freud no concibe un progreso inmanente al movimiento de la vida; más bien, se confronta una y otra vez en su práctica al conflicto. La tendencia al Eros, a la fusión de los cuerpos, es indisociable del Tánatos, tensión hacia la ruptura. Ahí radica la fuerza de su obra.
Sin embargo, Lacan sostiene que Freud encuentra la obsesión de repetición no en los organismos vivos, sino en el ser hablante. La sede de la pulsión de muerte es el lenguaje.
En "Biología Lacaniana", Miller retoma la pregunta insondable para Freud y Lacan: ¿Qué es la vida? En el seminario Aún, Lacan no sabe lo que es un cuerpo vivo; pero sabe que un cuerpo se goza. No es una definición, más bien un velo. En todo caso, sin vida, sin cuerpo, no hay goce.
El cuerpo para el hombre es un Uno imaginario, pero para el psicoanálisis el Uno sólo puede ser tomado por el significante. Nuevamente, goce y lenguaje quedan prendados en el ser hablante: el cuerpo que se goza es fragmentado por el significante. Reencontramos aquí las pulsiones parciales de Freud. El objeto no completa porque la necesidad ha pasado a un más allá, empujada por la palabra.
Una vez justificada la pulsión de muerte en el organismo vivo, Freud reconoce haber desembocado en la filosofía de Schopenhauer. No es la única referencia filosófica del texto: Freud cuestiona el imperativo categórico de Kant, y recuerda el Uno del amor del Banquete de Platón. Sin embargo, lo que Lacan rescata es la conjunción entre Freud y Aristóteles. Veamos en qué punto.
Para Freud, el principio del placer es la tendencia del psiquismo a anular las tensiones energéticas: una disminución de displacer equivale a una consecución de placer.
En su "Ética a Nicómaco", Aristóteles definiría el concepto de placer que Freud maneja: su ética es una digresión sobre cómo orientarse naturalmente hacia la felicidad, evitando los excesos.
Justamente esto destaca Lacan en el inicio de su clase; a partir de este punto trata de convencernos de que hay otra satisfacción, al nivel del inconsciente, y que esta preocupaba tanto a Freud como a Aristóteles.
Esta otra satisfacción, que Freud denomina pulsión de muerte y se vive como displacer, impide la felicidad del sujeto y el dominio absoluto del principio del placer sobre los procesos psíquicos.
En el capítulo 8 de "El partenaire-síntoma" Miller esclarece la dialéctica que Lacan elabora entre Aristóteles y Freud.
En el seminario de la Ética se presenta una tensión, pues aquello que Freud discierne en los fantasmas neuróticos, el sadismo, queda excluido en la obra del filósofo griego. El individuo sádico no se puede educar, aunque la ética de Aristóteles consista en la educación del vicio. Hay aquí otra dificultad: ambos pensadores acuerdan que el hombre persigue la felicidad; pero mientras que Aristóteles la encontraba por un acercamiento a la naturaleza alejándose del vicio, Freud no halla comunión posible. "Ello" no se educa.
En el seminario Aún encontramos otro Aristóteles, y otra aproximación al placer del cuerpo se destaca: es actividad en línea con la naturaleza. El movimiento se encuentra en primer plano, como sucede en la mecánica freudiana. Pero la actividad que conduce al placer en Freud es la evitación: hay aquí una torsión de la concepción del filósofo, que los sitúa en el inverso: aquello que para Aristóteles sería evitación del dolor, es para Freud consecución de placer. Un límite permite el placer en la relación sexual, a la que Freud alude explícitamente en su artículo. He aquí, quizás, el punto de encuentro entre la obsesión de repetición y el principio del placer, punto que para Freud se sitúa siempre como incógnita.
Me parece pertinente, a modo de conclusión, algo que se puede leer en la obra de Dominique y Gérard Miller "Una cita con el síntoma", página 50: "Si la teoría freudiana no explica todo en el marco de una economía libidinal cerrada, regulada por el principio del placer y el retorno al equilibrio, es por que la aventura libidinal no se objetiva en el orden de lo viviente." Podríamos añadir que la aventura libidinal se hace subjetiva en el orden del significante.A
Freud, S. (1920/1986). Más allá del principio del placer. En Obras completas de Sigmund Freud, Tomo XVIII, pp. 1-62. Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (1983). El seminario de Jacques Lacan, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, 1954-1955. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2006). El seminario de Jacques Lacan, Libro 20, Aún, 1972-1973. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós.
Miller, J.-A. (1999/2004). Biología Lacaniana. En La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, pp. 299-318. Buenos Aires: Paidós.
Referencia de la Clase V del Seminario XX de Jacques Lacan: "Más allá del principio del placer", por Sigmund Freud (1920)
NODVS XXVIII, maig de 2009