Clínica de la sexuación, clínica del partenaire-síntoma
Presentación realizada en la sesión inaugural del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, octubre de 2008
I. Presentación del eje del Seminario de Casos clínicos1
En el seminario de casos clínicos, las presentaciones tienen siempre como hilo conductor la orientación hacia lo real propia del psicoanálisis en el Campo freudiano, que pone en primer lugar el goce presente en el síntoma y no el inconsciente o el descifrado. Pero cada curso, el seminario de casos tiene un eje propio, que constituye una vía, una manera de encontrar, de reseguir, de abordar en las presentaciones de casos ese hilo conductor.
En los últimos años, ese eje está siempre relacionado con el tema de trabajo del seminario de textos. Se trata cada vez de una propuesta de la comisión de organización que apunta a conseguir articular del mejor modo posible ambas partes del seminario.
El eje elegido para un año en que se trata de leer el Seminario XX de J. Lacan, no podría ser otro que el del goce mismo, ya que de eso, del goce, trata esencialmente el seminario. En él, Lacan reconsidera la clínica teniendo en cuenta la diferencia de los sexos y la cuestión del goce en cada uno de ellos. De ahí resulta lo que se puede llamar una clínica de la sexuación, que constituye el eje concreto de trabajo propuesto para las presentaciones de casos del presente curso.
II. Clínica de la sexuación
No hay relación sexual. Hay el goce
Desde un principio, Lacan continúa la vía abierta por Freud al plantear que la sexualidad humana no está regida por el instinto sino por la pulsión, que no es igual para todos sino que se conforma en cada caso de manera particular, según el recorrido trazado en cada caso por las huellas simbólicas inscritas en la primera experiencia de satisfacción.
Estas marcas constituyen, para el sujeto, las coordenadas de la experiencia de satisfacción son de entrada contingentes, es decir no son necesarias sino azarosas. Sin embargo, una vez dadas, quedan fijadas y devienen necesarias, es decir en adelante condicionan el acceso del sujeto a la satisfacción pulsional. Permanecen en el inconsciente como las coordenadas de su vida erótica.
La pulsión adquiere en el ser hablante la potencia ciega que tiene el instinto en el mundo animal. Y deviene necesaria para suplir la falta de un instinto sexual en la especie, la falta de un saber predeterminado sobre cuál es el compañero que corresponde y de esta manera posibilita el acceso a cierto goce. Entonces, al hecho de que no haya relación sexual predeterminada en el ser hablante, responde un "hay el goce".
Lacan situará en los años 70 dos goces, según la manera en que un sujeto se inscriba en la función fálica: por un lado tenemos un goce todo fálico, cuyo prototipo es el goce de órgano masculino, cerrado al Otro, limitado y finito y, por otro, un goce no todo fálico o suplementario al goce fálico, no totalmente regulado por el falo, que se dirige al Otro y abre a lo ilimitado y al infinito. Si el goce fálico es compartido por ambos sexos, el segundo es estrictamente femenino. Entre ambos sexos, entonces, no hay simetría al nivel del goce, sino por el contrario disparidad de goces. Y esto determinará la elección del sexo.
Hombre o mujer: posiciones sexuadas
Para Lacan, situarse como hombre o como mujer no es un producto del desarrollo que vendría dado naturalmente por haber nacido con una anatomía determinada. En el Seminario XX, Lacan plantea que se trata de identificaciones sexuales que no hay que confundir con las identificaciones imaginarias y simbólicas a unos roles propuestos o exigidos por el medio familiar o cultural en el que está inmerso el sujeto. Estar del lado hombre o del lado mujer tiene que ver con una identificación de goce. El sexo se elige. Más allá de la anatomía con que alguien ha nacido, elige de que sexo quiere ser. Hombre o mujer son dos opciones sexuadas distintas.
En 1971, Lacan introduce el concepto de sexuación, que toma de la biología -donde permite distinguir los distintos planos de la sexualidad (gonadal, anatómico...)-, para explicar cómo en algunas especies, por ejemplo en ciertas clases de ranas, cuando hay demasiados individuos de un sexo en el sistema -es decir, en la charca-, algunos de ellos pueden cambiar de sexo para asegurar la reproducción de la especie. Sin embargo, Lacan desata su concepto de sexuación de la biología y lo vincula al lenguaje. La sexuación remite a la manera en que el sujeto se inscribe en el lenguaje a partir de la relación que mantiene con su goce.
Él señala tres cuestiones en la sexuación, a modo de pasos:2
La primera cuestión, dice, es que el niño nace con una anatomía determinada: los padres, los adultos (el Otro del lenguaje) constatan la especifidad anatómica del niño en base a lo que Lacan llama "la pequeña diferencia". Esto suele ser bastante fácil de discernir, excepto en algunos casos de intersexuados con diversos grados de hermafroditismo, que nacen con contradicciones hormonales, cromosómicas y/o genitales. Pero por lo general "la pequeña diferencia" es fácilmente observable, incluso puede observarse antes del nacimiento en las ecografías. Como se basa en un dato de la percepción, en una diferencia anatómica real, se tiende a considerar por consiguiente que el juicio del adulto sobre si es niño o niña es un "juicio natural". Sin embargo, Lacan objeta que si bien este juicio se basa en una diferencia natural, la distinción no lo es en igual modo ya que en primer lugar no se trata de una distinción que el niño establece naturalmente: los niños no se distinguen a sí mismo como niños o niñas por sí solos sino que son distinguidos de entrada por el Otro, que por otro lado no se da cuenta de que, al hacerlo está utilizando criterios, categorías formados bajo la dependencia del lenguaje, es decir en relación al falo. Es lo que Lacan llama "el error común".
La segunda cuestión a tener en cuenta, que concierne a todo el mundo, consiste en que cuando se dice "es un niño" o "es una niña" se dice siempre algo más. Si se trata de un niño se está diciendo que se está esperando de él la virilidad, que se comporte como un hombre, lo cual puede tomar significaciones diversas según los padres, el entorno, la época. El comportamiento del niño quedará significado desde las categorías fálicas del adulto, que organiza el falo.
La tercera cuestión alude a la elección del sujeto, que debe decidir si acepta o no esta categorización. "Es un niño " o "es una niña" sólo será verdad si el niño experimenta el goce correspondiente y acepta inscribirse él mismo en la función fálica. Sea cual sea su anatomía, el sujeto ha de consentir en inscribirse en la función fálica, lo cual implica aceptar la castración, aceptar experimentar un goce y poder soportarlo. No basta con que se le inscriba desde afuera. Se trata del paso más importante. La sexuación aparece como una elección de goce, como la posición que el sujeto asume frente a lo real de su goce.
Un sujeto puede rechazar inscribir su goce en las categorías fálicas tal como pasa en la psicosis, donde podemos encontrar una idea sobre la sexualidad, incluso una conducta sexual determinada, pero dicha idea o dicha conducta no se inscribe en el universal fálico, no está organizada por el falo. Para poder acceder a la sexualidad sin que irrumpa un goce no regulado por el falo, el sujeto tendrá que inventar en estos casos alguna solución a modo de suplencia.
III. La clínica de la sexuación es una clínica del partenaire
El hecho de que entre los sexos haya disparidad de goces plantea problemas. Si la condición para el encuentro entre ellos pasa por el goce fálico, que ambos comparten, el hecho de que cada uno de ellos tenga una relación distinta con él obstaculiza la realización sexual. Esto es por lo que las relaciones de pareja siempre "cojean", es decir hacen síntoma, son causa de malestar y, a veces, constituyen el motivo para empezar un análisis.
Cada vez es mayor la frecuencia con que la gente solicita terapias de pareja, como si la cuestión a tratar fuera la relación en sí o lo que alguno de ellos, o los dos, hacen mal. Sin embargo, el partenaire insoportable o el partenaire infernal, como decían los trovadores de "la fina amor" en el siglo XII, se lleva dentro. Son las propias marcas de la experiencia de satisfacción las que sirven como signo de cuál es el partenaire que nos corresponde. No hay acceso al otro sino es a través de ellas. Funcionan como condición al encuentro, es decir como condición erótica. El enamoramiento se pone en marcha solo cuando se reconocen en el otro estos signos propios de su inconsciente.
La teoría de la sexuación conduce a Miller, a partir de la lectura que hace de Lacan, a elaborar su teoría del partenaire-síntoma, que no está entonces referida a la pareja de la realidad sino a aquello, a ese complemento libidinal, con el que el sujeto juega su partida. Eso que busca en el otro sin saberlo, que le permite reconocer en él los signos de que es el partenaire que le conviene desde el punto de vista del goce, es decir de algo que está más allá del principio del placer. La teoría del partenaire-síntoma -nos dice Miller- invita a situar al otro en términos de goce, no en términos de interlocución.3 Se trata del otro que se inserta en el proceso sintomático. Si hay disparidad de goces no se puede hablar de complementariedad. Por mucho que dos cuerpos se abracen hasta aplastarse -dice irónicamente Lacan-, nunca hacen uno.
Entre hombres y mujeres hay un muro -señala Lacan. Podemos decir que detrás de ese muro cada uno de los partenaires se guarece, se desespera, se entretiene... en la soledad de su goce. Desde su lado del muro, cada uno de ellos trata de pasar al otro lado o de hacer pasar al propio, de invitar, de seducir o de exigir y amenazar, incluso de disparar o hacer la guerra contra el que está al otro lado, dependiendo ello de la modalidad fantasmática que oculta el goce en juego. Si al final del Seminario XX, Lacan plantea que el amor encuentra soporte entre dos saberes inconscientes y se refiere a él como "valentía ante fatal destino", un poco más tarde se pregunta si el amor no es un intento de fracturar ese muro con el que no podemos sino darnos en la cabeza, porque no hay relación sexual.
Entonces, volviendo al seminario de casos clínicos, las presentaciones de casos nos permitirán cernir a lo largo de este curso, una a una, caso por caso, que no hay una sexualidad sino distintas versiones sexuales que cada sujeto se hace. También veremos algunas de las distintas maneras en que los sujetos no pueden hacer otra cosa que fallar la relación sexual que no hay y, también, las distintas soluciones sintomáticas que inventan para suplirla.
Clínica de la sexuación, clínica del partenaire-síntoma
NODVS XXIX, juliol de 2009