El inconsciente freudiano y el nuestro
Presentación del Seminario de Fundamentos del curso 2009-10
Este texto da cuenta de la importancia para el psicoanálisis de mantener los conceptos vivos y toma como paradigma el trabajo de conceptualización de Lacan en uno de los capítulos del seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde puede seguirse la línea que va del inconsciente freudiano como un saber nuevo a la propuesta lacaniana de la experiencia del inconciente como un real.
Lenguaje, significante, real, agujero, ley.
Los conceptos en psicoanálisis
El Seminario de Conceptos fundamentales de este año toma prestado el título de uno de los capítulos de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan. Es un título que llama la atención; durante mucho tiempo me tuvo intrigada a pesar de no entender lo que quería decir, o quizá precisamente por eso. La frase dice "el inconsciente freudiano y el nuestro", uno y otro, con una "y" disyuntiva que significa que no son el mismo, hay dos. Y es que lo intrigante del título está tan a la vista que puede pasar desapercibido: lo hay que leer es el corte, y un corte no es fácil de leer.
Esto significa que en psicoanálisis los conceptos no son inamovibles, no son un sólido sino que varían, dependen de ciertas coordenadas. Unas coordenadas que no son solamente teóricas porque implican la experiencia analítica como tal, es decir sujetos que se prestan a analizarse y sujetos que sostienen el acto analítico en tanto que psicoanalistas.
De ahí el empeño de Lacan en producir una formalización del psicoanálisis que fuera transmisible. Es interesante recordar aquí los testimonios que tenemos sobre el Lacan analista, sobre la clínica de Lacan, por ejemplo cuando un paciente le preguntaba porqué hacía sesiones tan cortas, él respondía: para que esto sea sólido. Es decir que el corte y la solidez van más unidos de lo que podría parecer.
Por otro lado, una parte de esta experiencia que es un análisis se acumula como saber más allá de los protagonistas, se deposita en la civilización. Por esto Freud se da cuenta de que, muy rápidamente, los pacientes llegan sabiendo algo de lo que él ha introducido como novedad, llegan con un libro suyo bajo el brazo o dicendo "he leído La interpretación de los sueños". Del mismo modo términos psicoanalíticos como inconsciente, Edipo, interpretación, pulsión, etc… hoy en día son palabras no inocentes, han pasado al dominio público y esto ha transformado a este público, la idea que se tiene de lo psy, y ha transformado también a los propios conceptos.
Por esto el psicoanálisis necesita estar en permanente renovación, para evitar que los psicoanalistas queden atrapados en el movimiento que su propia práctica genera. Si no se diferenciara entre psicoanálisis y psicoanalistas, el psicoanálisis correría el riesgo de quedar inmerso y absorbido en el movimiento de la civilización. Si no se trabaja permanentemente en la actualización del psicoanálisis, éste puede perder su especificidad y su potencial crítico, por ejemplo quedando confundido en el paisaje de la llamada "salud mental". En efecto, una cosa es que haya analistas trabajando en instituciones de salud, mental u otra, poniendo sus competencias al servicio de una población amplia, y otra cosa es confundir el inconsciente con este mental o embrollarse pensando que la empresa analítica tendría como objetivo la salud. Es lo que Lacan diferencia con toda precisión cuando escribe el discurso del inconsciente como el reverso del discurso del psicoanalista.
El inconsciente freudiano, el inconsciente lacaniano
Tomemos ahora el inconsciente, "lo" inconsciente como lo llama Freud, o el concepto de inconsciente como lo formaliza Lacan, el Lacan de Los cuatro conceptos. Con "lo" inconsciente Freud introduce un saber nuevo, una especie de nueva inteligencia en el sujeto que abre nuevos sentidos, sobre todo el sentido sexual. El inconsciente freudiano tiene raíz sexual. Lo que hace Freud es instalar un nuevo significante amo en el sujeto y en la civilización, que ya no volverán nunca más a ser lo que eran. Desde entonces, con el S1 "inconsciente", los fenómenos del mundo se pueden leer de una manera nueva, en el sujeto y en la sociedad, en el macromundo y el micromundo como gustaba de llamarlo Freud.
Para Freud el inconsciente es un saber que se puede descifrar, que se puede leer. Para Lacan también, por eso a medida que avanza su enseñanza, cada vez que hay un cambio en su teorización del inconsciente hay un cambio en su concepción de la lectura, no es lo mismo leer el inconsciente como cadena significante que leerlo entre líneas, en el hueco entre significantes, ni se lee igual el discurso que la letra de goce o incluso el nudo borromeo… en fin todo esto, que es muy interesante, nos llevaría a alejarnos demasiado de nuestro propósito.
Volviendo al inconsciente, hay que decir que el mérito de Freud fue sostenerlo, sostener este S1 contra la opinión inhóspita con la que fue recibido. Basta leer algunas de sus conferencias para encontrar explícitas reseñas de este rechazo. Inhóspito lo social, inhóspito lo subjetivo, que conocemos con el término de resistencias. Pero Freud no cedió. Con la honestidad además de sostener una hipótesis incluyendo en ella puntos de no-saber irreductibles. Freud no propone un mundo cerrado para el concepto: así lo hizo con la pulsión de muerte para no dejar que la pulsión se cerrara sobre el instinto. Así lo hizo también con el sueño, poniendo como punto central del sueño un agujero, un no-saber al que llama "ombligo del sueño", que es donde se detienen todas las asociaciones, todas las interpretaciones. No se puede ir más allá.
El Lacan de Los cuatro conceptos marca sus distancias con Freud. Y no es casual el momento en que eso ocurre: cuando es expulsado de la institución creada por el padre del psicoanálisis. En este momento formula la pregunta "¿… pienso retener los conceptos introducidos históricamente por Freud bajo el término de inconsciente? Pues bien ¡no!, no lo pienso"1. Hemos de reconocer a Jacques-Alain Miller, a su trabajo de desbroce y ordenamiento de la enseñanza de Lacan para volverla asequible, la autoría de la frase que comentamos El inconsciente freudiano y el nuestro. Miller titula así el segudo capítulo del seminario y lo ilumina.
Para Lacan entonces el inconsciente ha de ser operativo. Si los postfreudianos dejaron poco menos que inservibles los conceptos freudianos y el psicoanálisis mismo, Lacan no ceja para devolverles su poder operativo, clínico. Con el inconsciente lacaniano se puede operar, no es una hipótesis más o menos deudora de ninguna "psicología de las profundidades". Por eso, cuando Lacan propone el inconsciente estructurado como un lenguaje, decir "estructurado" implica poner al inconsciente al alcance de todos, del analizante, del analista, del clínico. Está estructurado significa que es lógico, deducible, legible, incluso predecible, aunque sea en la temporalidad que le es propia, es decir por retroacción.
En el Seminario XI estamos en la época de oro de la formalización lacaniana del inconsciente, la que permitirá más tarde en su última y muy última enseñanza dar un vuelco y poner todo lo anterior patas arriba. Pero para poner algo patas arriba y que se siga sosteniendo primero ha de haberse construído ese algo de manera bien sólida.
A este Lacan que estudiamos no le interesa el inconsciente como universal, como modelo, lo dice en los primeros capítulos del Seminario XI, le interesa el inconsciente que aparece en la experiencia, en cuanto es producido en la experiencia, cada inconsciente, uno por uno, podríamos decir. Así se puede entender muy bien su proposición del estatuto ético del inconsciente: el inconsciente no es, hay que producirlo, depende de que se crea o no en él. Y el analista está ahí para algo, forma parte, él mismo, de la producción del inconsciente en cada paciente. Esto se puede ver algunas veces claramente en la clínica, de qué manera un sujeto cree o no cree en el inconsciente. Naturalmente no se trata una fe religiosa sino de algo que se presenta bajo diversas modalidades, desde la duda obsesiva a la intriga histérica, pero en este punto siempre se pone en juego una posición ética del sujeto.
Además, decir el inconsciente estructurado como un lenguaje significa que no basta con un solo significante, que para captar al inconsciente hacen falta al menos dos, S1-S2. Porque el inconsciente lacaniano está entre los significantes, por eso se necesita una cadena, una red para capturarlo. De ahí la estructura pulsátil de este inconsciente: aparece para desaparecer… y volver a reaparecer. El inconsciente lacaniano late, es como un corazón. O mejor aún: es el latido mismo, es el latido de la cadena significante.
Por eso en cada paciente importa escuchar no solamente los significantes que configuran su hystoria, siempre hay que tener en cuenta otro registro más allá (o más acá) de los significantes, hay que escuchar este latido que hemos dicho antes. Lo más singular de cada sujeto está en el entre, en el hueco, en el agujero entre significantes. La yancia sobre la que vemos insistir a Lacan en el seminario. Los significantes dan el marco, el envoltorio formal, pero el hueco es tanto o más interesante y verdadero.
No podríamos terminar esta breve presentación del tema de este año sin señalar que toda interrogación sobre este inconsciente lacaniano que vemos surgir y organizarse en Los cuatro conceptos conduce invariablemente a la cuestión de la causa. Y es que para Lacan hay un agujero insalvable entre causa y efecto. Este es un punto de consecuencias importantes en la forma de concebir la clínica (la interpretación depende de ello, por ejemplo) y también para la política del psicoanálisis. Además, conviene diferenciar el estatuto de la causa como distinto del de la ley. En efecto, una cosa son las leyes del inconsciente, que son las del significante, y otra distinta es la causa, que Lacan presenta del lado de la yancia, de lo que cojea, etc.
Decir que en psicoanálisis hay un agujero entre causa y efecto es otro modo de decir que no hay psicoanálisis verdadero que no se encuentre con lo real.
El inconsciente freudiano y el nuestro
NODVS XXXI, abril de 2010