El discurso analítico y los semblantes
Texto que da cuenta del trabajo realizado en el seminario de investigación del curso 2009-10
1. Introducción
En el discurso analítico la cuestión del semblante se plantea en la antinomia sentido/ real. Esta equivalencia sentido-semblante hace vacilar los semblantes porque el discurso analítico descubre su naturaleza desde una posición diferente a la de la post-modernidad.
Efectivamente, el semblante es tributario del sentido, Lacan lo ubica primeramente entre lo simbólico y lo real y luego es definido en oposición a lo real en tanto éste excluye el sentido. Esto plantea interrogantes sobre la propia práctica analítica pues si lo real excluye el sentido esto parecería ser lo contrario del análisis que se sostiene de la idea de que las palabras tienen un alcance que se verifica en la práctica.
El sentido varía pero el síntoma permanece asimilado a lo real con lo que trabaja el psicoanálisis y sobre el que no se puede incidir directamente. Por ello, el psicoanálisis ofrece un dispositivo donde algo podría ser alcanzado por la vía del semblante en la medida que se suponga que "eso" tiene un sentido.
2. El semblante en la enseñanza de Lacan
En el Seminario Aún1 Lacan señala que el objeto a no puede dar cuenta de lo real. El goce es un límite y por ello sólo "sólo se interpela, se evoca, acosa o elabora a partir de un semblante".
Para analizar esta frase hay que tomar primeramente los términos:
El semblante aparece definido como un instrumento para tratar el goce y los términos que Lacan pone en juego son modos significantes. El goce es un límite para el significante pero a su vez es lo que el discurso analítico tiene para operar.
Entonces, si el semblante es un instrumento para tratar el goce es importante ver cómo lo ha concebido Lacan a lo largo de su enseñanza.
En El estadio del espejo es el Otro el que realiza una primera atribución y permite la identificación del sujeto. Miller2 señala que "En el fondo, Lacan comenta en su primera clínica, el goce del semblante propio en el espejo y no tanto del cuerpo propio".
Veamos una cita de Lacan en El estadio del espejo que si bien es extensa permite dar cuenta de lo propio de ese momento. Primeramente, el júbilo que se registra en el sujeto da cuenta del goce del semblante. Hay que recordar que aquí i(a) soporta no sólo el amor sino el mundo de los objetos y es el principio del ser en el mundo visual3. Cabe señalar que Lacan coloca, en ese momento, la imago como umbral del mundo visible, este término umbral tiene todo su interés en la consideración del semblante.
"El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio infans, nos parecerá por lo tanto que manifiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto.
Esta forma por lo demás debería más bien designarse como yo-ideal, si quisiéramos hacerla entrar en un registro conocido, en el sentido de que será también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal reconocemos bajo ese término. Pero el punto importante es que esta forma sitúa la instancia del yo, aún desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo; o más bien, que sólo asintóticamente tocará el devenir del sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis dialécticas por medio de las cuales tiene que resolver en cuanto yo [je] su discordancia con respecto a su propia realidad.
Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la maduración de su poder, no le es dada sino como Gestalt, es decir en una exterioridad donde sin duda esa forma es mas constituyente que constituida, pero donde sobre todo le aparece en un relieve de estatura que la coagula y bajo una simetría que la invierte, en oposición a la turbulencia de movimientos con que se experimenta a sí mismo animándola.
Así esta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía confundible, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora; está preñada todavía de las correspondencias que unen el yo [je] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que le dominan, al autómata, en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redondearse el mundo de su fabricación.
Para las imagos, en efecto, respecto de las cuales es nuestro privilegio el ver perfilarse, en nuestra experiencia cotidiana y en la penumbra de la eficacia simbólica, sus rostros velados, la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si hemos de dar crédito a la disposición en espejo que presenta en la alucinación y en el sueño la imago del cuerpo propio, ya se trate de sus rasgos individuales, incluso de sus mutilaciones, o de sus proyecciones objetales, o si nos fijamos en el papel del aparato del espejo en las apariciones del doble en que se manifiestan realidades psíquicas, por lo demás heterogéneas"4.
Esta aproximación al semblante que es la imago la ubica, en ese momento, como teniendo efectos sobre el goce. El poder de la imago es que esa imagen permite, por la vía del espejismo, adelantarse a la maduración, posibilita la regulación libidinal y sitúa la instancia del yo en una línea de ficción.
Si bien Lacan trabaja los tres registros desde el inicio hasta el final de su enseñanza, cambia la definición de los mismos. Lo imaginario tendrá como función encarcelar el goce, contenerlo, y acompañará el pasaje del cuerpo como imaginario a lo imaginario es el cuerpo.
En un primer momento lo simbólico da origen al vacío, a lo que no se representa. Miller5 señala la distinción entre el imaginario pre-simbólico y el post simbólico, en el primero se trata de imágenes que se ven, en el segundo lo más importante es lo que no se puede ver. Se produce una disyunción entre lo imaginario y la percepción. La imagen esconde, muestra para esconder, pero en el Seminario IV6 aparece el velo y la nada, que hace existir lo que no se puede ver. De allí la idea de la pantalla que convierte la nada en ser.
En el Seminario IX, Lacan precisa que el investimento de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria pero que tiene un límite ya que no todo el investimento libidinal pasa por la imagen especular, es decir, hay un resto.
En el Seminario X, Lacan plantea el problema de la entrada del significante en lo real y cómo de eso nace un sujeto. Señala que lo que tenemos para presentarnos ante los otros es nuestro cuerpo y da dos indicaciones: no puede tomarse cartesianamente en el campo de la extensión ni como forma especular. Es el modo que encuentra para introducir la relación cuerpo-goce. Y allí coloca la pregunta sobre el objeto, cómo se produce la transformación del mismo de localizable a incomunicable pero dominante fantasmáticamente7.
El cuerpo es ahora un cuerpo libidinal y no especular. Es un cuerpo informe con zonas erógenas, es decir, no es limitado; sólo las zonas erógenas dan un marco. Lacan señala que la forma más segura de concebir el objeto es como un pedazo de cuerpo8. Se trata de a concebido como pieza faltante. Es un recorte corporal de consistencia topológica lo que le da, en ese momento, carácter de real.
Si en el estadio del espejo i(a) soportaba el mundo y los objetos en el Seminario X será el objeto a el que estabilice el campo visual y estará implicado en la construcción del sujeto. Es lo que precisará más adelante como la extracción del objeto a que da el marco a la realidad.
En el Seminario XI9, el semblante es la respuesta de Lacan al impase del discurso filosófico, visible/invisible, y la referencia es a Merleau Ponty. Lacan por la vía del semblante cambia su idea de que una regulación del goce era posible por la imagen. En el campo de la representación el sujeto está seguro de sí en tanto consciencia, se trata de lo que se juega más allá.
Lacan parte de la idea de que ya en la naturaleza se instala una esquizia del ser a la cual éste se adecúa. Lacan trabaja el mimetismo en esta dirección:
"Interviene manifiestamente tanto en la unión sexual como en la lucha a muerte. Allí el ser se descompone, de manera sensacional, entre su ser y su semblante, entre él mismo y ese tigre de papel que da a ver. Así se trate del alarde en el animal, por lo general el macho, o del linchamiento gesticulante con el que procede en el juego de la lucha en forma de intimidación, el ser da él mismo, o recibe del otro, algo que es máscara, doble, envoltorio, piel desollada para cubrir el bastidor de un escudo. Mediante esta forma separada de sí, el ser entra en juego en sus efectos de vida y muerte, y podemos decir que debido a la ayuda de este doble del otro o de sí mismo se realza la conjunción de la que procede la renovación de los seres en la reproducción.
El señuelo, por lo tanto, desempeña aquí una función esencial. No es sino eso lo que nos sobrecoge al nivel de la experiencia clínica, cuando, con respecto a lo que podríamos imaginar de la atracción hacia el otro polo en tanto que une lo masculino y lo femenino, aprehendemos la prevalencia de lo que se presenta como el travesti. Sin lugar a dudas, lo masculino y lo femenino se encuentran de la forma más incisiva, más candente.
Sólo que el sujeto -el sujeto humano, el sujeto del deseo que es la esencia del hombre- a diferencia del animal, no queda enteramente atrapado en esa captura imaginaria. Sabe orientarse en ella. ¿Cómo? En la medida en que aísla la función de la pantalla y juega con ella. El hombre, en efecto, sabe jugar con la máscara como siendo ese más allá del cual está la mirada. En este caso, el lugar de la mediación es la pantalla"10.
Lacan utiliza el mimetismo para hacer la crítica a la teoría de la percepción clásica ya que el animal está metido en el paisaje y padece lo que sucede en el entorno. Lacan, según Miller11, distingue tres tipos de semblantes:
Lo visible esconde lo invisible. En un mundo en tres dimensiones siempre hay algo que no se puede ver. El sujeto de la percepción está localizado en una perspectiva. Lo que quiere decir que el percipiens está incluido en el perceptum12.
En el Seminario XVII Lacan trabaja los cuatro discursos y es el momento de más alto desarrollo de la hipótesis estructural ya que luego Lacan pasará a los nudos. El discurso es un artefacto donde hay lugares, letras y relaciones constantes. Los lugares pre-interpretan:
Hay que tener presente que el semblante deviene un lugar en los discursos, lugar vacío que permite al elemento que se coloque allí hacer las veces de agente. El discurso se funda en el lugar del semblante13 ya que es el agente el que especifica una manera de tratar el goce. En realidad cada discurso es un modo de sostener los semblantes y por lo tanto, un modo de tratamiento del goce diferente, lo que implica un efecto y una producción particulares. El S1 funciona como semblante de mando; el S2, como semblante de saber; el a, como semblante de goce.
El lugar del agente está marcado por la imposibilidad de gobernar el goce. El discurso es un dispositivo que se asienta en el goce, que trata a su modo, pero no puede dominarlo totalmente porque es un real sin ley.
En el Seminario XVIII, Lacan aclara que el semblante no es semblante de otra cosa, que hay que tomarlo como genitivo objetivo. "Se trata del semblante como objeto propio con el que se regula la economía del discurso"14.
Esto lleva a plantear que la verdad es correlativa del semblante. Si el discurso es un artefacto el semblante es lo contrario del artefacto. Los semblantes vienen a coincidir con el significante pero para que pasen de la naturaleza a la dit-mensión humana se necesita el artefacto.
El discurso analítico puede tocar algo de lo real en tanto este depende de la función del semblante. Es necesario distingue la verdad como semblante del efecto de verdad que no lo sería.
En esa aproximación a lo real Lacan hace la diferencia entre frontera y litoral, mientras que la primera hace de límite entre dos estados, la segunda relaciona dos sustancias diferentes, que no tienen nada en común. Lacan retomará la función de la letra como lo que permite tocar el borde del agujero en el saber porque la letra constituye el litoral entre el goce y el saber. Por eso dirá que: "Entre centro y ausencia, entre saber y goce, no hay litoral que no vire a lo literal, si no es para que ustedes puedan tomar el mismo viraje en todo momento. Sólo de eso pueden considerarse como agente que lo sostenga".
Lacan utiliza una metáfora meteorológica para dar cuenta de la distinción entre la letra y el semblante ya que plantea una oposición entre lo real y lo simbólico.
En el Seminario XX Lacan ubica en la base del triángulo, entre lo simbólico y lo real, el semblante.
Al mismo tiempo señala la "verdadera naturaleza" del objeto a, que pasa de ser considerado real a transformarse en un semblante15.
Si bien el objeto a deviene semblante es justamente por esa condición que permite tratar lo real ya que es aquello que de lo real puede elaborarse. A diferencia de lo imaginario, que también se halla entre lo real y lo simbólico, el semblante, como señala Miller, tiene su salida del significante. En este seminario el semblante realza su función al transformarse en el instrumento para tratar, de diferentes maneras, el goce. Esto abrirá una profunda interrogación sobre el propio discurso analítico que marcará la ultimísima enseñanza de Lacan.
Lacan introduce el cuerpo por una necesidad lógica ya que lo real es fuera de sentido16, este "sentido en blanco" (sens en blanc), sentido blanco (sens blanc), implica que el cuerpo, necesariamente, hace semblante. En el Seminario XXIII17 Lacan señala que el discurso analítico sería el semblante más verosímil, más adecuado, para tratar el goce porque produce el cortocircuito del lenguaje con el cuerpo.
En el Seminario XXIV Lacan juega con el significante produciendo variaciones del semblante. Así juega con s'embler y s'emblant, precipitar. "Hacer un verbo reflexivo con este s'embler, lo desprende de la fruición que es el ser, y, como yo lo escribo, él para-es (il parest). Para-es quiere decir un precipitante (s'emblant) de ser"18.
Si bien el sentido varía, el síntoma permanece por lo que se lo define como real. El síntoma alberga un real sobre el que no se puede incidir directamente. Por ello, el psicoanálisis ofrece un dispositivo donde, por la vía del semblante, se opera. En lo simbólico hay algo de real, la angustia que no engaña. La angustia es la conexión necesaria que transporta sentido real ya que el síntoma conserva un sentido en lo real. Es esto lo que permite la operación analítica.
3. La experiencia analítica
El discurso analítico pone en el lugar de agente al objeto a que es un semblante idóneo para tratar el goce ya que este objeto constituye, como se ha señalado, el núcleo elaborable del goce.
El dispositivo analítico intenta lograr que algo de lo sintomático entre en el discurso. El síntoma, definido fuera de las formaciones del inconsciente, quiere decir que eso que goza rechaza producir sentido. Ese rechazo es un no querer saber, es una defensa frente al goce. Esto pone en juego el problema que plantea la relación palabra/síntoma, es decir, los alcances del semblante en la perspectiva de lo real.
Para que la experiencia analítica se inicie debe establecerse el sujeto supuesto saber porque es el artificio productor de sentido. Se trata del momento de apertura del inconsciente transferencial que se sostiene de la creencia en el sentido del síntoma y llama al desciframiento.
Lacan en el Seminario X había precisado que hay en el síntoma un núcleo de goce autista, lo que quiere decir que no busca ser interpretado. De allí la necesidad del Sujeto supuesto saber que vela el hecho de que el síntoma se sostiene de lo que no habla19.
Las formaciones del inconsciente marcan el funcionamiento inicial del inconsciente transferencial abriendo el campo al desciframiento. Es decir, la función del Sujeto supuesto saber se asienta en la equivocación, sin embargo es una equivocación fructífera porque permite la producción del saber inconsciente. El supuesto saber previo no es tal porque el sujeto no sabe ese saber20, es un saber que se construye allí donde hay un agujero en el saber que se escribe como S(A) barrado. La equivocación fructífera que sostiene al sujeto supuesto saber posibilita la producción de un saber con efectos de verdad.
La verdad tiene estructura de ficción, es una verdad mentirosa pues es una elucubración de saber sobre el modo de goce. Como señala Miller es, primeramente, una semblantización del sentido. El discurso analítico apunta a producir un saber hacer de otra manera con los semblantes para asegurar la buena distancia con lo real para permitir una satisfacción.
El discurso analítico está articulado alrededor de una desconexión Significante // significado. La cuestión que se plantea es cómo lograr un efecto de sentido que no sería semblante, es decir, la interpretación como conexión significante con efecto de sentido en lo real.
La interpretación se puede hacer sobre el síntoma porque éste conserva un sentido21. Miller ubica dos modos en relación con la interpretación según se piense a partir de lo realmente simbólico y de lo simbólicamente real. La referencia de Lacan a la poesía pone en primer plano la doble articulación de la misma. La poesía es una violencia hecha al uso cristalizado de la lengua. La interpretación que plantea un significante nuevo se referencia en la poesía, en la posibilidad de producir efecto de sentido y de agujero, es decir, de vaciamiento de eso cristalizado.
El síntoma es real y se puede decir que conserva un sentido en lo real, es esto lo que permite que se intervenga por la vía significante para tratarlo. Para ello es necesaria la transferencia, la suposición de saber y el velo del amor ya que el amor proyecta el síntoma hacia fuera, es un semblante cuyo real es el síntoma del sujeto.
La ultimísima enseñanza de Lacan permite la interrogación sobre diferentes semblantes en el tratamiento de lo real en juego en la formación del analista. Así el pase y la escuela pueden ser leídos de esta perspectiva.
El pase tiene una dimensión de semblante22 y permite ver en el relato cómo se han construido las ficciones. Es un testimonio de cómo el analizante se las ha arreglado con la verdad mentirosa para alcanzar el borde de lo real. El sujeto supuesto saber inaugura la posibilidad de hacer hystorias sobre el goce. Cuando lo que el analizante ha obtenido no es ya susceptible de ninguna transformación se agotan las hystorias. Sin embargo para mantener habilitado lo producido hay que seguirlo trabajando sinthomáticamente, savoir y faire avec, ya que es la vía para obtener satisfacción.
Tiene toda su importancia interrogar también cómo funcionan los semblantes después del final del análisis, en lo que se ha dado en llamar el post-analítico y que en realidad permite dar cuenta de cómo se mantiene la posición de analizante más allá de la experiencia analítica.
Sin duda que tiene efectos subjetivos descubrir que el psicoanálisis tiene estructura de ficción ya que permite establecer la distancia entre verdad y real que es lo que sustenta la posición del analista como semblante de a al mismo tiempo que vela lo que la sostiene, el analista sinthome.
Lacan orientó el trabajo hacia la Escuela tanto en el pase como en la enseñanza. La Escuela es el Otro que por ahora conviene al psicoanálisis, un semblante que se hace trabajar alrededor del agujero forclusivo: no hay la definición del analista.
Por eso hay que recordar lo que Laurent señaló en Valencia en ocasión de las Jornadas de la ELP: "Existía una dificultad para hacer un verdadero uso del semblante y ahora vemos también esta dificultad, al hacer uso del semblante, como instrumento para descifrar incluso nuestra clínica. Lo que se revela en lo más profundo, es una interrogación que nos conduce a pensar cómo hacer un uso nuevo de nosotros mismos, del analista en posición de semblante, y después de las Jornadas de París, observamos cómo se está reinventando un semblante nuevo para el psicoanalista, más afín a nuestra época y a sus demandas hacia el discurso analítico. Nos estamos reinventando, y otro punto de capitón será el próximo Congreso de la AMP en Abril, que nos dará la oportunidad de reinventar también estos instrumentos de semblante que son las escuelas".
Hebe Tizio
Febrero 2010
Seminario de Investigación de la Sección Clínica de Barcelona
El discurso analítico y los semblantes
NODVS XXXI, abril de 2010