"Los dos principios del acaecer psíquico" y "La dinámica de la transferencia", referencias de Lacan a Freud en las clases X, XI y XII del Seminario XI
Referencia presentada en el SCF de Barcelona de febrero de 2010
Este trabajo rescata dos referencias a Freud que Lacan señala en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
Sobre el primer texto: Los dos principios del acaecer psíquico, se explica porqué Lacan afirma que la realidad (con relación a la oposición que hace Freud del principio de realidad al principio de placer) está en este texto desexualizada.
Respecto del segundo texto, La dinámica de la transferencia, se explica porqué la realidad sexual se inscribe en la transferencia y la respuesta se aloja en una paradoja: que la palanca más poderosa de éxito es a la vez el arma más fuerte de la resistencia.
Principio de realidad, principio de placer, libido, sexualidad, deseo, aparato psíquico, pulsiones, transferencia, resistencia.
"La transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente"1. "No omitamos aquello que Freud subraya ante todo como estrictamente consustancial con la dimensión del inconsciente, a saber, la sexualidad"2. "El punto nodal por el cual la pulsación del inconsciente está vinculada con la realidad sexual se llama deseo"3. "El deseo en cuestión es el deseo del analista"4.
Los dos principios del acaecer psíquico
"Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico", de 1911, es el texto donde Freud introduce el principio del placer y el principio de realidad como los dos principios que rigen el funcionamiento psíquico. Mientras que el primero tiene por fin procurar el placer y evitar el displacer, sin trabas ni límites, el segundo modifica al anterior, imponiéndole las restricciones necesarias para la adaptación a la realidad externa5.
En la lección 12 del Seminario 11, Lacan plantea que la oposición que hace Freud del principio de realidad al principio de placer se basa en el hecho que la realidad queda en este texto desexualizada6. Vamos pues a recorrerlo para intentar dar cuenta de esta afirmación.
Freud retoma aquí la tesis que ya había planteado en otros textos anteriores7, según la cual el estado de reposo psíquico inicial habría sido perturbado por las exigencias de las necesidades internas. En un primer momento, se habría producido un intento de satisfacerlas por vía alucinatoria, es decir, mediante la representación en una alucinación del objeto pensado o deseado, tal como sucede con las ideas oníricas. Esta sería la vía del principio del placer, que es la tendencia a que obedecen los procesos primarios.
Señalemos en este punto, como nos recuerda Lacan8, que un elemento esencial de los procesos primarios es la libido, lo cual implica que en una alucinación no hay una simple presentificación de los objetos de una necesidad sino que éstos han sido sexualizados, es decir, el deseo del sujeto está implicado.
Pero el desengaño ante la ausencia de la satisfacción esperada habría llevado el aparato psíquico a abandonar la tentativa de satisfacción por medio de alucinaciones, y a representarse las circunstancias reales del mundo exterior e intentar modificarlas, introduciendo así el principio de realidad, según el cual lo que se representa no es lo agradable sino aquello acorde a la realidad, aunque sea desagradable.
La introducción del principio de realidad conlleva importantes consecuencias, de las cuales voy a tomar la que Freud desarrolla en el punto 3, por ser la que más nos concierne.
Este tercer punto destaca las diferencias que se producen entre las pulsiones yoicas y las pulsiones sexuales en relación al relevo del principio del placer por el de la realidad y sus consecuencias psíquicas. Así, mientras que las pulsiones yoicas siguen el camino descrito, las pulsiones sexuales se separan de manera significativa. Pues las pulsiones sexuales, al principio, se comportan de forma autoerótica, de modo que se satisfacen en el propio cuerpo y no llegan a experimentar la frustración que lleva a instituir el principio de realidad. Y cuando posteriormente se inicia el proceso de la elección de objeto, éste queda interrumpido por el período de latencia, de manera que la pulsión sexual queda retenida por largo tiempo bajo el dominio del principio del placer, del que en muchos casos ya jamás se sustrae.
En consecuencia, se establece un vínculo estrecho entre pulsión sexual y fantasía, mientras que las pulsiones yoicas se relacionan más con la conciencia. La satisfacción en objetos sexuales imaginarios, más fácil y pronta, se mantiene a menudo en sustitución de la satisfacción en objetos reales, más trabajosa y aplazada. A esto hay que sumar el hecho que en el terreno de la fantasía la represión se mantiene omnipotente y consigue inhibir las representaciones antes de que puedan ser advertidas por la conciencia y provocar displacer. De todo ello se puede concluir que la pulsión sexual se rige por el principio del placer, quedando así, efectivamente, la realidad desexualizada y dominando las pulsiones yoicas.
La dinámica de la transferencia
De vuelta al Seminario 11, Lacan se detiene largamente en el concepto de transferencia, ya desde la lección 10, para dar cuenta, entre otros, de que la realidad sexual se inscribe en la transferencia. Tomamos el texto "La dinámica de la transferencia", de 1912, para acompañarlo en el recorrido. Freud define aquí la transferencia como la orientación hacia la persona del analista de aquellas cargas de libido que el analizante mantiene, por haber quedado reprimidas sus necesidades eróticas o por no poder satisfacerse totalmente en la realidad. Participan en este proceso, afirma, tanto las representaciones libidinosas conscientes como las inconscientes. Esta transferencia se produce de acuerdo a la modalidad de la vida erótica del paciente, es decir, siguiendo el "cliché" que fue adquirido por el efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos recibidos en la infancia, que han fijado los fines y condiciones de dicha vida erótica, así como las pulsiones a satisfacer. Cliché que se repite o reproduce regularmente a lo largo de toda su vida.
A continuación Freud destaca un punto que le resulta especialmente interesante, por enigmático. Se trata del hecho que la transferencia se opone al análisis como la resistencia más fuerte contra el tratamiento, mientras que fuera del análisis hay que reconocerla como fundamento del efecto terapéutico y condición de su éxito. Es decir, nos encontramos en la transferencia con la paradoja de que la palanca más poderosa de éxito es a la vez el arma más fuerte de la resistencia. En términos de Lacan: es por la transferencia que se interrumpe la comunicación del inconsciente, que el inconsciente se vuelve a cerrar. La transferencia es pues esencialmente resistente9.
Freud se propone entonces abordar la cuestión de por qué la transferencia se opone como resistencia en el tratamiento psicoanalítico.
Para ello, nos recuerda que en el proceso de constitución de la neurosis del sujeto se produce lo que Jung ha llamado "introversión de la libido", es decir, una disminución de la libido capaz de consciencia y orientada hacia la realidad, a la par que aumenta la parte de libido inconsciente, apartada de la realidad y reducida, a la sumo, a alimentar las fantasías del sujeto.
Pues bien, en la cura analítica se trata precisamente de hacer la libido asequible de nuevo a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad, y para ello habrá que luchar contra las resistencias, que emanan de dos fuentes:
Por un lado, las fuerzas que habían provocado la regresión de la libido se alzarán contra la labor analítica para conservar la situación lograda, justificada por una determinada relación del sujeto con el mundo exterior (en términos de ausencia de satisfacción) sin la cual la regresión no hubiera tenido efecto.
Por otro lado, la libido disponible para la personalidad siempre había estado bajo la atracción de los elementos inconscientes de los complejos del sujeto, y cayó en la regresión al debilitarse la atracción de la realidad. Para liberarla, habrá que vencer la atracción de lo inconsciente, es decir, levantar la represión de las pulsiones inconscientes y sus productos. Y aquí es donde surge la parte más intensa de la resistencia, que muchas veces hace persistir a la enfermedad, aunque el alejamiento de la realidad haya perdido ya su razón de ser.
De modo que las resistencias acompañaran todos los pasos del análisis. Y cada ocurrencia, cada acto del sujeto tendrá que tener en cuenta con la resistencia y se presentará como un compromiso entre las fuerzas favorables y las opuestas a la curación.
En el proceso de seguir un complejo patógeno desde su representación consciente (que puede ser visible como síntoma o ser del todo inaparente) hasta sus raíces inconscientes, en seguida se llega a un punto en el cual la resistencia se impone de tal modo que las ocurrencias inmediatas del sujeto no pueden menos que dar cuenta de ella y aparecer como un compromiso entre sus exigencias y las del trabajo de la cura. La experiencia demuestra que es precisamente en este momento que sobreviene la transferencia. Si algo del contenido del complejo se presta a ser transferido sobre la persona del médico, se establece en el acto la transferencia, dando por resultado una ocurrencia inmediata, que se anuncia dando indicios de una resistencia, por ejemplo deteniéndose las asociaciones.
De aquí deduce Freud que si esta idea ha llegado a la conciencia con preferencia a todas las otras posibles, es porque acata (satisface) también a la resistencia.
Hay que decir que este proceso se repite continuamente a lo largo de un análisis: cada vez que nos aproximamos a un complejo patógeno, se impulsa hacia la conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferida. Y cuanto más se prolongue la cura, más claramente discernirá el paciente que unas ligeras deformaciones no bastan para evitar que el material patógeno sea puesto al descubierto, con lo cual más consecuentemente se servirá de la deformación por medio de la transferencia, hasta llegar a la situación en la que todos los conflictos se combatirán ya en el terreno de la transferencia.
Así, en un primer momento la transferencia aparece como el arma más poderosa de la resistencia, y su intensidad y duración no son más que efecto y manifestación de la resistencia.
Esto podría parecer fácil de explicar, pues está claro que resulta difícil confesar un impulso o deseo prohibido a la misma persona sobre quién recae. Pero, por otra parte, una relación de amor ("apego tierno") puede ayudar a superar las dificultades de la confesión. A menudo suele decirse: "ante ti no tengo por qué avergonzarme, puedo contártelo todo". Entonces, la transferencia podría servir para facilitar la confesión, y no se explica por qué motivo constituiría una dificultad.
Para poder explicar por qué la transferencia resulta tan adecuada para constituirse como un medio de resistencia, es necesario distinguir entre la transferencia "positiva", de sentimientos tiernos, y la transferencia "negativa", de sentimientos hostiles. La transferencia positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos que son susceptibles de ser conscientes, y la de sus prolongaciones en lo inconsciente, que provienen de fuentes eróticas, tal como demuestra regularmente el análisis. De lo cual se puede concluir que todos los sentimientos de simpatía, amistad, confianza y similares que establecemos a lo largo de nuestra vida proceden de deseos sexuales, de los cuales han surgido per debilitamiento del fin sexual, y que las personas estimadas o respetadas en la realidad pueden seguir siendo objetos sexuales en el inconsciente.
Freud resuelve el enigma, entonces, afirmando que la transferencia sobre el médico sólo se constituye como resistencia en la cura en tanto transferencia negativa o positiva de impulsos eróticos reprimidos. Cuando en la cura se levanta la transferencia, haciéndola consciente, sólo se desligan de la persona del analista estos dos componentes del sentimiento. En cambio, el componente capaz de conciencia y no conflictivo subsiste, y se revela como uno de los substratos del éxito.
Finalmente, Freud se detiene en otro aspecto de la transferencia: aquél por el cual el analizante bajo el efecto de una intensa resistencia transferencial pierde sus relaciones reales con el médico, infringe la regla fundamental del psicoanálisis, olvida los propósitos del tratamiento y desoye deducciones y razonamientos lógicos que poco antes le hubieran causado la mayor impresión. Todo ello se explica por el hecho de que, en la persecución de la libido sustraída de la conciencia, se ha penetrado en el dominio de lo inconsciente, con sus características propias de atemporalidad y capacidad alucinatoria: el paciente atribuye actualidad y realidad a los resultados de sus impulsos inconscientes, y así se produce una lucha entre médico y paciente, entre intelecto y instinto, entre conocimiento y acción, que se desarrolla casi por entero en el terreno de los fenómenos de la transferencia. La victoria será la curación de la neurosis. Enfrentarse a los fenómenos de la transferencia es lo más difícil para el analista, pero a la vez estos fenómenos permiten hacer actuales y manifiestos los impulsos eróticos ocultos y olvidados de los pacientes, requisito previo para que puedan "ser vencidos".
Glòria Bladé, febrero de 2010
"Los dos principios del acaecer psíquico" y "La dinámica de la transferencia", referencias de Lacan a Freud en las clases X, XI y XII del Seminario XI
NODVS XXXI, abril de 2010