Referencia a Theodor Reik, Listening with the Third Ear. The Inner Experience of a Psychoanalist (1948)
Referencia presentada en el SCF de Barcelona de mayo de 2010. Seminario 11 de Jacques Lacan.
Breve recorrido sobre la obra y la importancia de Theodor Reik para el psicoanálisis. A partir de una mención de Lacan en el Seminario 11, la autora desgrana paso a paso la propuesta de Reik en relación al (auto) análisis del analista y de cómo a partir de cierta controversia judicial, Freud escribe el texto ¿pueden los legos ejercer el psicoanálisis?.
Theodor Reik; Seminario 11; ¿pueden los legos ejercer el psicoanálisis?; autoanálsis; Listening with the Third Ear; The Inner Experience of a Psychoanalist.
La parte más importante de la música,
no la encontramos precisamente en las notas.
Gustav Mahler
Lacan finaliza esta penúltima sesión del Seminario 11 recomendando a su auditorio la lectura de Listening with the Third Ear, obra que Theodor Reik escribe en 1948. Discípulo directo, muy allegado a Freud (se conocen en Viena en 1912) es, nos dice, "un analista de los buenos. . . de la buena época, de la época heroica, en la que se sabía escuchar". Si bien Lacan no aprueba la fórmula del título (tomada de Nietzsche), pues, como dice, bastan dos oídos para ser sordo, reconoce que a Reik ese tercer oído le sirve para escuchar cierta voz que le alerta sobre los engaños del paciente, sobre lo que habla tras ese engaño.
Hemos podido adelantar mucho desde entonces, aclara Lacan, "porque ya sabemos reconocer en esos sesgos, esos clivajes, el objeto a". Su función es, precisamente, hacer posible que el sujeto se separe del sentido, y no permanezca en la alienación.
La lectura de Reik (1888-1969) nos aleja de la topología lacaniana, pero no deja de tener efectos de separación en el registro muy preciso de la formación del analista. Es a las jóvenes generaciones a las que dedica con emocionada ternura y fe en el futuro esta obra, cuyo subtítulo es: The inner experience of a psychoanalist. Se trata de hacer hincapié en algo hoy denostado: la experiencia en tanto es otro saber, un saber que Reik, desde el amor, quiere hacer trasmisible a los que tomarán el relevo en el campo que Freud inaugura.
Nos acerca, así, a la cuestión del padre y no olvidemos que Lacan evoca a este pionero cuando ha renunciado a escribir su seminario sobre los NP sabiendo que, para el autor vienés, el encuentro con el psicoanálisis lleva esa marca traumática. Lo relata en Confesiones de un psicoanalista. Muchas de las obras de Reik elaboran de un modo u otro ese punto nodal, cerniendo con particular honestidad su verdad subjetiva. En el recorrido da vida a la Viena de Freud, a la estrecha relación que éste mantenía con sus discípulos, que, en el caso de Reik, supone un apoyo económico para hacer posible que continuara su formación analítica. Nos lleva, así, a los desarrollos y avatares del psicoanálisis en sus primeras décadas, a las vías -nada fáciles- por las que este 'saber Otro' va haciéndose un lugar entre las ciencias de la época y atraviesa continentes.
No puedo detenerme aquí en la semblanza que este pionero del psicoanálisis merece. Su prolífica obra es poco accesible en nuestro país. Les remito al volumen que viene a llenar, en parte, ese vacío: la recopilación de RBA aparecida en 2006. También en este caso es en Argentina donde se tradujeron sus obras al español, en los años sesenta del pasado siglo. Se difunden ampliamente, impulsando con fuerza el psicoanálisis en distintos países de América. El volumen de RBA contiene una excelente introducción. Me limito, pues, aquí a los datos más esenciales.
Por sus frutos los conoceréis
Con el ascenso del nazismo, Reik, de familia judía, abandona Viena y se instala en Holanda, luego en Berlín, para, en 1938, emigrar a Estados Unidos. Antes de su partida visita a Freud en su exilio londinense. Éste le advierte de los obstáculos que encontrará para ser acogido por la comunidad analítica norteamericana, donde, en efecto, le esperan dificultades que le mantienen en una -muy productiva- posición de outsider: Reik, de gran cultura en las artes y en las letras, por consejo de Freud, no estudió nunca medicina. Se forma con él en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, y se psicoanaliza primero con Karl Abraham y más tarde con su admirado maestro. En 1912 se doctora en Psicología y presenta una tesis -la primera de orientación analítica defendida en una universidad- sobre Las tentaciones de San Antonio de Flaubert.
Ese lugar éxtimo habrá de causarle alguna dificultad seria: en 1925, todavía en Viena, uno de sus pacientes le denuncia por "ejercicio ilegal de la medicina". Obtiene el respaldo incondicional de Freud, que en su opúsculo ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?, escrito para la ocasión, defiende el carácter ajeno a la ciencia médica de la práctica analítica y la importancia del analista laico en la comunidad de los analistas. Posición que Freud mantiene hasta sus últimos textos, consciente de que su planteamiento toca los cimientos mismos del saber académico y la distribución del poder en el ámbito médico y en el de la ciencia.
El escándalo del jucio contra Reik, inicio de un largo debate al que él contribuye activamente a lo largo de su exilio americano, hace perceptible la naturaleza misma del método analítico, de esa atopía que lo sitúa en el borde, en el litoral mismo de todo saber. Reik sostiene con lucidez, que todos somos legos, médicos o no médicos, ya que el psicoanálisis es una práctica clínica que trata de la relación del sujeto con otro saber distinto al establecido, con el saber del inconsciente.
Reik a lo largo de su carrera como psicoanalista en Nueva York, insiste: el psicoanalisis será psicología o no será. Desde el momento presente, resulta tan iluminador como irónico contemplar que aquella psicología, ya no existe. Colusión con la verdad, dice Lacan. En su pacto con la vía americana, la 'psicología profunda' se ha suplantado a sí misma: empeñada en borrar toda relación con el inconsciente y con su propia historia, las prácticas 'psi' se sostienen hoy en la alienación al otro de la pseudociencia y el lugar del analista se ve abocado a existir oculto tras la máscara del psicólogo de nuevo cuño o del neuro-psiquiatra.
De ahí la importancia de este texto de Reik que nos permite volver a la historización y a ese estilo narrativo, detallista, honesto y sensible por el que el lector puede dejarse seducir. Como su maestro, Reik tiene el don de la palabra escrita. Escritura entre el ensayo y la novela, rica en alusiones literarias, que entrecruza con inusual valentía vida y obra. Ese marcado carácter autobiográfico adquiere, para el lector de hoy, un interesante valor pedagógico, en que el analista se coloca en una posición de incansable cuestionamiento y elaboración de la relación con su propio inconsciente. Creo que a ese 'autoanálisis' apunta Lacan cuando nos aconseja su lectura: se trata de la relación estrecha entre el inconsciente del analista, ese tercer oído que le permite saber escuchar, y el inconsciente del analizante.
Reik muestra su desacuerdo con quienes sostienen que lo más valioso del psicoanálisis puede aprenderse. Para él se trata de una experiencia que no se reduce al hecho de analizarse: Si hay alguna posibilidad de acercarse siquiera mínimamente a la experiencia original de Freud, sólo puede alcanzarse mediante el auto-analisis que sigue a un proceso de analisis, que pueda darle continuidad y completarlo (19). Reik relata en primera persona su relación con un saber que se empeña en hacer surgir del terreno de lo oculto, saber expuesto que podemos leer como un pase pre-lacaniano, un pase freudiano. Con esmero busca el modo de dar cuenta de los efectos duraderos de la experiencia analítica como garantía de que en verdad hay un pscoanalista. Es su manera de formular lo que está en juego en el deseo del analista: nada que no tenga en la experiencia su punto de partida puede convertirse en experiencia para otros. (21).
En otro punto del texto Reik remite al deseo del analista en estos términos: el psicoanalista está sujeto a los mismos peligros que su paciente: la represión de ideas o impulsos de los que no quiere saber, y con los que juega al escondite. Ha de ponerse a prueba periódicamente para determinar hasta qué punto puede ser sincero consigo mismo y poder así evitar impacientarse ante las resistencias de sus pacientes. El encuentro con uno mismo en muy pocas ocasiones es una experiencia agradable, incluso para el analista (28).
En efecto, esos rodeos y engaños remiten al objeto a. Reik no puede formalizarlo; sí desplegar en su escritura, valiéndose de metáforas elocuentes, el trabajo autoanalítico de socrático cuestionamiento que no retrocede ante lo más secreto de la propia subjetividad. Es interesante en ese registro su libro sobre La compulsión a confesar (43), y tantos textos que abordan la satisfacción que la repetición del acto culpable proporciona al sujeto. También sus trabajos sobre los sueños. La crítica despectiva de un profesor hacia la Traumdeutung fue, al fin y al cabo, la espuela que le llevó a llamar a la puerta de Freud. Será, como la de Sócrates, la transferencia más larga, que sólo la muerte del maestro interrumpe.
Reik recomienda al analista que tenga de vez en cuando una 'cita a ciegas' con lo que desconoce de sí. Podrá así mantener con sus pacientes lo que él llama a drive-to-drive talk, un diálogo "pulsión a pulsión", diálogo inaudible pero enormemente elocuente. Aconseja a los jóvenes analistas des-aprender toda rutina, que se autoanalicen más allá de su sesión de análisis, que presten oídos a los detalles más insignificantes, en esa atención flotante que no supone oír todo y que exige el coraje de no comprender demasiado deprisa.
Ese tercer oído, dice Reik, es lo que señalaba Freud cuando afirmaba que la capacidad del inconsciente para una escucha bien afinada es uno de los requisitos imprescindibles en un analista (146). Funciona en dos direcciones: capta lo que el otro no dice, pero piensa y siente; vuelto hacia dentro hace audibles las voces interiores que suelen quedar ahogadas en el ruido de los procesos conscientes. Cerrando el oído a lo que "la razón" puede articular del inconsciente, lejos del estruendo que producen los mayores -los sabios del inconsciente- puede el joven analista llegar a percibir que el inconsciente habla: La noche revela al caminante lo que la luz del día le oculta (147).
Amalia Rodríguez Monroy
Referencia a Theodor Reik, Listening with the Third Ear. The Inner Experience of a Psychoanalist (1948)
NODVS XXXII, octubre de 2010