La transferencia en tres instantáneas: 1956, 1964, 1967.
Trabajo de investigación presentado a efectos de la acreditación del Seminario del Campo Freudiano del curso 2009-10. Constituye asimismo la revisión de un trabajo precedente en torno al algoritmo de la transferencia, presentado en el seminario de investigación “La puesta en forma del análisis” a cargo de Lucía D’Angelo.
Este texto sitúa tres momentos en la conceptualización lacaniana de la transferencia. En el primero, se expone el énfasis que Lacan puso en la palabra a la hora de pensar la transferencia en 1956. En el segundo, se comenta el concepto lacaniano de "deseo del analista". En el tercero se retoma la importancia del significante, pero no será sino para sostener que en la trasferencia se trata del encuentro, dónde entra en juego la contigencia que supone la aparición de un significante cualquiera que establezca como significación un sujeto supuesto al saber.
transferencia; relación dual; deseo del psicoanalista; significante cualquiera.
1.- Introducción
En este trabajo me propongo poner en conexión dos momentos de la enseñanza de Lacan, para mostrar cómo aunque separados por tres años; apuntan a los mismos vectores que él pretende transmitir: la importancia de la formalización de la transferencia y la cuestión de la formación del analista.
Uno de estos momentos es la clase 18 del Seminario de 1964 sobre Los Cuatro Conceptos fundamentales del Psicoanálisis, titulada “Del sujeto al que se supone saber, de la primera diada y del bien”. El otro, la Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista en la escuela; y más concretamente dentro de ella, el desarrollo sobre el algoritmo de la transferencia. En el marco de este último, y por razones tanto lógicas como expositivas; será trabajado brevemente también un texto del año 1956.
Como se señaló más arriba, todos ellos enlazan con la cuestión nodal de cómo formalizar el tema de la transferencia y la preocupación más amplia sobre la formalización de la experiencia analítica en general.
2.- Situación del psicoanálisis y del psicoanalista en 1956.
En este texto, Lacan dice que para aclarar de lo que se trata en la experiencia analítica, es preciso utilizar los términos freudianos como conceptos y no como preceptos.1 También nos dice que lo que decide la calidad del psicoanalista es cómo se entienda y conceptualice el psicoanálisis. En cuanto a la situación real del psicoanálisis en 1956, Lacan puntualiza que no se han introducido nociones nuevas desde Freud y la única explicación para todo parece ser la noción de frustración, fundamentalmente el objeto materno. En lo tocante a la transferencia, esta es identificada con un sentimiento experimentado por el paciente, “cuando con sólo definirla por el efecto de reproducción relativo al análisis, se manifiesta que lo más claro debe pasar inadvertido para el sujeto.”2 En la misma línea, la resistencia es tomada como una actitud de oposición del paciente: el paciente se resiste al análisis. Lacan es categórico en este punto:
“Para saber lo que sucede con la transferencia, hay que saber lo que ocurre en el análisis. Para saber lo que ocurre en el análisis, hay que saber de dónde viene la palabra. Para saber lo que es la resistencia, hay que saber lo que sirve de pantalla al advenimiento de la palabra: y no es tal disposición individual, sino una interposición imaginaria que rebasa la individualidad del sujeto, en cuanto que estructura su individualización especificada en la relación dual”.3 Es la esencia de lo que Miller elucidará luego como el paradigma de la imaginarización del goce.
De algún modo, apunta Lacan, se tomó nota de que se había producido esta desviación. Y entonces, cómo se intentó recuperar el más allá de la relación dual que el discurso analítico convoca, perdido en esas mismas desviaciones? A través de la invención de un tercero que tomó la forma del encuadre. Sobre esto dirá Lacan:
“Curiosamente las formas del ritual técnico se valorizan a medida de la degradación de los objetivos”. 4 Es decir, la ritualización obsesiva de la posición del analista es directamente proporcional a un extravío en relación a los objetivos del análisis. La formulación de esto en el seminario 11, ocho años después; acentúa cómo el extravío respecto a los principios de la formación del psicoanalista, conduce a un ceremonial y de ahí, directamente a una simulación. De modo tal que por falta de precisión conceptual; se confunde lo que sería la posición del analista con la adopción de una impostura.
En cuanto a la noción de síntoma, sabemos que se ubica en algo que se pone en juego en la relación del sujeto con el significante: esta sintaxis determina el síntoma. Más aún, la sintaxis de esta cadena toma al sujeto como un peón y “desde antes de que las reglas le sean transmitidas”.5
La comprensión, esa “categoría nauseabunda”6, es la que abre la puerta a la transferencia como sentimiento, a la resistencia como oposición y al imperio de la relación dual; dirigiendo así el análisis a la identificación con el guía analista, en el marco del aquí-ahora-conmigo. Y con todo ello, la misma comprensión, cierra la puerta a la “escucha de los sonidos o fonemas, de las palabras, locuciones, sentencias (…) pausas, escansiones, cortes, períodos y paralelismo, pues es allí donde se prepara la versión palabra por palabra, a falta de la cual la intuición analítica queda sin soporte y sin objeto”.7
3.- 10 de junio de 1964.
Aquello que el psicoanalista ha de saber, luego de atravesar él mismo la experiencia del análisis; es que todo gira en torno al llamado “deseo del psicoanalista”.8 Este concepto es un eje central para pensar la cuestión de la transferencia. De hecho, en esta clase se establece la profunda ligazón entre ambos.
Dirá Lacan que en cuanto aparece la función del Sujeto Supuesto al Saber, hay propiamente transferencia. Y se encarga de enfatizar, que se trata de un saber completamente Otro al de los certificados de aptitud que podrían recibirse en la llamada formación de un psicoanalista. No es saber técnico, ni académico. Se trata de otra cosa. Se trata, dirá Lacan de una función que se encarnará en alguien, analista o no; y es a partir del momento de esa encarnación, que la transferencia comienza a operar.
Ahora bien, todo este movimiento, ¿qué supone? ¿Qué implicancias tiene?
Lacan lo sitúa muy claramente: “En la medida en que se supone que el analista sabe, se supone también que irá al encuentro del deseo inconciente.”9 Por eso el deseo es el pivote de la transferencia, que está detrás de toda demanda que se dirija. Y es esta dimensión del deseo la que se articula con lo que quedará del lado del analista como deseo del analista. Es “…la relación del deseo con el deseo”.10
4.- 9 de Octubre de 1967
Entonces, sobre el telón de fondo de todas las ideas y problemas ubicados en 1956 y de las precisiones aportadas por Lacan entonces y luego en 1964; de lo que se trata en la Proposición es de qué maneras concretas garantizar que el psicoanalista sea efecto del psicoanálisis en tanto estructura.
Para ello, nos explica Lacan, retomando tácitamente la metáfora freudiana del ajedrez; es necesario garantizar, vía la formalización; el inicio y el final del análisis.
En cuanto al inicio:
“Al comienzo del psicoanálisis está la transferencia (…) que por sí sola es una objeción a la intersubjetividad”.11
Significa esto que la transferencia, sea lo que sea, pero bien entendida; es algo que hace obstáculo al establecimiento de la relación dual. Nunca podría desembocar en la relación a-a’, de hecho, lo impide. Si esto ocurre, ya no es transferencia; sino que merced a algún tipo de maniobra, se ha pasado al plano de la sugestión. La transferencia es precisamente aquello que impide la especularización. Para ello es preciso que algo que se mantenga “en reserva”12, veremos de qué se trata; y que la distinción entre otro imaginario y Otro como operación del lenguaje sea sostenida. Y esto es así porque la marcha del análisis se basa en que no se trata de una relación entre dos sujetos, sino que estamos en presencia de una asimetría: el analista en el lugar del objeto y el analizante, un sujeto a advenir.
5.- El significante cualquiera. El algoritmo de la transferencia.
Esta proposición es un trabajo de máxima formalización de las cuestiones que atañen a la transferencia.
Como quedó dicho más arriba, en Lacan la función del Sujeto Supuesto Saber es el pivote para articular la transferencia.
A contracorriente de las referencias a la intersubjetividad, donde no es difícil deslizarse (qué cosa más obvia que pensar que un sujeto supone algo?); Lacan dice que un sujeto no supone nada. Es supuesto. Supuesto por qué? Por el significante que lo representa para otro significante. Para esto puede servirnos retomar la definición lacaniana de significante.
Aceptamos que un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante:
Dado que no hay el significante que represente al sujeto, este, sin siquiera sospecharlo, se hace representar por algún significante. Si retomamos el texto de 1956, el sujeto es cual un peón; tomado por el significante. Entonces, hasta aquí tendríamos el matema del sujeto.
Ahora el matema de la transferencia:
S----------------Sq
s (S1, S2….Sn)
En donde, S es el significante de la transferencia. Aquel significante por el que un sujeto se hace representar. Este S, en el establecimiento de la transferencia simbólica conecta con un significante cualquiera (Sq) y de esta conexión surge un saber (s). Del S, significante de la transferencia en conexión con un significante cualquiera, resulta un saber de los significantes inconscientes, al que se supone un sujeto. Este saber, esta significación ocupa el lugar del referente aún latente en esa relación tercera que lo adjunta a la pareja significante-significado.
Así, la relación entre psicoanalizante y psicoanalista necesita para sostenerse de lo que Lacan llama el constituyente ternario que es este SsS que se desprende del analizante, debajo de la barra. Siendo de vena, no de artificio. Este es el momento lógico de puesta en marcha de la transferencia, tal como lo explica Lacan en la clase del Seminario 11 que se tomó como referencia para este trabajo.
Es importante señalar que todo esto no tiene nada que ver con la persona del analista. Él no sabe nada del saber supuesto. El Sq, significante cualquiera, no tiene nada que ver con los S de la cadena bajo la barra. Sólo se trata de un encuentro, y por ende, del orden de la contingencia.
Ojo, nos advierte Lacan; no alcanza sin embargo con contentarse sabiendo que nada se sabe. Lo que está en juego es lo que se tiene que saber. Y esto está en relación con aquel “en reserva” que antes mencionamos. No es nada “particular”, pero esto no sabido hace de marco a la producción de un saber. Este punto, en conexión con el algoritmo de la transferencia; es idéntico al agalma del seminario de la transferencia. El analista no es más que el “continente ingrato”13 de esa nada que retiene y merced de lo cual, engendra la significación del SsS. Por nada.
A nivel del objeto, esta puesta en conexión de S y Sq se designaría diciendo que: es por eso agalmático que el analizante cree que el analista posee, que se instala la dimensión del Sujeto Supuesto al Saber. Saber en reserva, objeto en reserva, x de una ecuación.
Para finalizar, sólo señalar que esa nada, esa x agalmática es lo que Lacan conceptualizó en 1964 como el lugar del deseo del analista en tanto función constante de una ecuación.
La transferencia en tres instantáneas: 1956, 1964, 1967.
NODVS XXXIII, març de 2011