De la poética de la interpretación a la poética de la institución
Trabajo de Investigación presentado en el Grupo de Investigación de Psicoanálisis Aplicado a la Institución, en febrero de 2011.
El artículo es presentado en el Grupo de Investigación de Psicoanálisis Aplicado del ICF. El autor se pregunta sobre el lugar de la práctica clínica de orientación lacaniana en las instituciones de niños y adolescentes, autistas y psicóticos. La referencia que vertebra el texto es la conferencia de clausura del Congreso de la AMP en Comandatuba de Jacques-Alain Miller.
Psicoanálisis, Institución, Acompañamiento Terapéutico, Mas Uno
Introducción
La cuestión que fue aquí expuesta para el grupo de investigación de psicoanálisis aplicado a la institución, en el marco del Instituto del Campo Freudiano, giró alrededor de dos momentos de una experiencia particular, en la que en el marco de un trabajo en una unidad psiquiátrica o neuropsicológica privada, tuve un encuentro con dos pacientes, con los que había trabajado años antes en un dispositivo de acompañamiento terapéutico. Dichos pacientes habían llegado por distintas vías de derivación a ese lugar: representante de la institución hipermoderna que al modo de cajón de sastre, de todo-incluido, ejerce ese poder de inclusión con un fondo evidente de segregación, en la que la pulverización de los síntomas es el norte, y por lo mismo no el oriente de una orientación.
Mi enunciación tiene mucho que ver con esa experiencia previa como acompañante terapéutico en la institución Mas Uno, creada hace diez años por clínicos de formación psicoanalítica lacaniana, hoy día adscritos a la Escuela. Las elaboraciones allí hechas a partir de la práctica, en un trabajo al detalle de los casos, ha sido un motivo más para incidir en una pregunta sobre el lugar de respuesta que puede constituirse desde un discurso como el psicoanalítico de orientación lacaniana. Y es por ello que me he visto interesado en pasar esa pregunta, en el caso de esta presentación, por la referencia de Jacques-Alain Miller de su conferencia de clausura del Congreso de la AMP en Comandatuba(1), en el cual se tocan temas que para mí, suponen al mismo tiempo una elucidación como una problemática. Mi lectura es que no se trata en la parte central de dicha conferencia, de un retrato cómico de las distintas respuestas que se dan desde el psicoanálisis de otras orientaciones, al malestar hipermoderno en la civilización, sino que también se abre un campo de reflexión sobre el posicionamiento que a ese respecto puede tomar el de la práctica lacaniana.
La indicación que hace el propio Miller en el texto sobre el “eso fracasa” como parte de nuestra brújula, ha orientado así mismo este trabajo, a partir de una reflexión al modo de cómo esos casos, en específico, plantean una serie de problemas desde los cuales se puede trabajar, e incluso en mi caso, llevar a cabo una elaboración, no sólo en lo particular de mi posicionamiento, sino también con respecto a la cuestión de una posible necesidad, o más bien deseo, de ir en la dirección de la creación de instituciones de orientación lacaniana, de las que se puedan servir sujetos como estos para sostener su trabajo. Es decir, más allá de una hipotética necesidad de la red de salud mental, educativa, etc., creo que de lo que se trata aquí es del deseo que me ha convocado a este espacio de investigación. El de pensar qué institución desde el psicoanálisis para niños y adolescentes autistas y psicóticos. A partir de eso, nuevamente, se puede trabajar. Sin olvidar, como plantea Miller en el propio texto de “Una Fantasía”, que “el psicoanálisis fue inventado para responder a un malestar en la civilización”, y esto podría pensarse que sigue siendo así. No me parece que sea una necedad subrayarlo.
I. “El discurso de la civilización hipermoderna tiene la estructura del discurso del analista”(2).
Miller inicia este texto, a partir de una serie de presentaciones clínicas de las que extrae un rasgo común en ellas. Se trata de sujetos desinhibidos, desorientados, hipermodernos, que hacen signo de la disolución de la moral civilizada. Disolución que puede pensarse en parte como provocada por el psicoanálisis.
El invento de Freud viene a conmover los cimientos de una sociedad victoriana, cuyos valores ya de alguna manera son una formación reactiva a un movimiento de promoción de desinhibición, que avanzaba secretamente. La metáfora de la industria por la agricultura, termina motorizando dicho avance. Miller se pregunta aproximadamente algo como: ¿será que estamos sin brújula, desorientados, desde que tenemos brújulas? Es la aparición de una serie de objetos, producto de un forzamiento, lo que va desplazando del lugar comandante del discurso de la civilización a los ideales. Pero estar desorientados no quiere decir estar sin discurso. También habría que preguntar si no se trata de otra brújula en la civilización hipermoderna.
Lacan en 1970 ya lo anunciaba cuando deducía que de lo que se trataba en los nuevos tiempos es de un ascenso del objeto a al cenit social. Lo nuevo es que el objeto extraño se convirtió en la brújula como se ha dicho, y desde el lugar privilegiado, que es el del agente en el discurso, éste se sobrepone al sujeto.
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Ya en este particular arreglo se adelanta la conclusión a la que llega Miller sobre lo social. “¡El discurso de la civilización tiene la estructura del discurso del analista!”(2). Sin embargo al mismo tiempo esto lo matiza diciendo que en la civilización encontramos estos elementos en disyunción.
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S2 S1
Si los S1 de la autoayuda, de la protocolización, de la soledad suprema, prescinden del Otro, y alcanzan un saber vacío, que automatiza, mecaniza, y homogeniza al individuo, éste al mismo tiempo toma de este remolino el modelo, la horma para su síntoma, en la que goce y saber, a pesar de estar del mismo lado no están articulados.
Si esto es así, ¿cómo pensar el acto psicoanalítico cuando el discurso de la civilización “no es más el reverso del psicoanálisis”(3) sino el éxito de éste? Miller da un atisbo de orientación en este sentido. “Podríamos decir que en la civilización estos diferentes elementos están separados y que no es sino en el psicoanálisis, en el psicoanálisis puro, donde estos elementos se ordenan en un discurso”(3). Psicoanálisis puro, dice Miller. Esto plantea un problema según mi lectura, en cuanto pensamos la posición de un analizante practicante, voy a aventurar éste término, que se encuentra trabajando en instituciones, y por supuesto que ha de representar un problema aún más a aquél que considere desde la orientación lacaniana, necesaria una respuesta institucional.
II. El reverso del discurso de la civilización hipermoderna y la sugestión.
El siguiente punto gira alrededor de algo muy sencillo pero no por ello poco importante. Si la condición de existencia para el psicoanálisis, su incidencia sobre el malestar en la civilización, era una relación de reverso con respecto al discurso del amo, el discurso del inconsciente, ¿qué pasa cuando el discurso de la civilización ya no se encuentra más en una relación de reverso y derecho sino de convergencia con el discurso del analista?
A partir de esto Miller hace una especie de caracterización en la escena hipermoderna de tres psicoanálisis, el Simbólico, el Imaginario y el Real, tres formas de responder que se abren a prácticas de sugestión:
La primera, la práctica reaccionaria del psicoanálisis, procederá por la exaltación de lo simbólico vehiculizado por la tradición. Asistimos, por otra parte, a alianzas sensacionales con todos los tradicionalismos, que ponen en relieve una convergencia impactante entre la Biblia y La interpretación de los sueños (4).
Ha dicho ya antes con respecto a esta práctica, que se trata de la práctica revolucionaria del psicoanálisis, aquellos que sueñan con poner al amo en su lugar nuevamente, y que esto toma la forma en la que el psicoanálisis consiste en pasar a los sujetos hipermodernos, desorientados y sin brújula, los S1 de la tradición, intentando así reconstituir artificialmente “el inconsciente de papá, el inconsciente de ayer”(5).
La segunda práctica, que llamaba pasota, procederá a la consolidación de un refugio imaginario. En cuanto a la tercera –que ya es, sin duda, la más avanzada-, se dedica, se entrega a un alineamiento con lo real de la ciencia. Es lo que ella cree. He distribuido de este modo los tres términos: simbólico, imaginario y real, entre estas tres prácticas. Lo que tienen en común estas tres prácticas, me parece, es lo que abreviamos cuando escribimos S1 – S2, es decir, la relación entre mando y ejecución o entre estímulo y respuesta. A lo que estas prácticas apuntan, por más diferentes que sean entre sí, podría ser enunciado en estos términos: en todos los casos, “eso marcha”(6).
III. Eso fracasa.
La cuarta práctica del psicoanálisis es la lacaniana. Haciendo un movimiento contrario a las antes expuestas, y entendido que en ellas hay un principio unificador que sería el del eso marcha, la práctica lacaniana se orienta por el eso fracasa.
“La práctica lacaniana, juega su partida con relación a los nuevos reales, aquellos de los que da testimonio el discurso de la civilización hipermoderna. Juega su partida en la dimensión de un real que fracasa”(7). Destaca Miller, para luego añadir que Lacan llega a decir incluso que el psicoanálisis ha de ser una práctica sin valor. Esto es algo difícil de vender. Tal vez de eso se trate.
El escollo es precisamente lo que queda por ser inventado en este orden. Esa práctica sin valor se organiza desde la perspectiva del analista en el lugar de semblante del objeto a, semblante que apunta a la destitución del sujeto y por lo tanto a la caída de los ideales, para ponerle al trabajo de constituir un nuevo saber.
Miller señala que con lo que se encuentra el psicoanálisis es con la propia sospecha por él promovida de una irrisión, de una relación con respecto al saber, de cinismo por parte del sujeto hipermoderno. Este cinismo llega hasta el punto de destituir de ese lugar de saber al discurso de la ciencia, que es el recurso al que se ha apelado desde que los semblantes aguijoneados han dejado de cumplir su función reguladora. El sujeto hipermoderno es por lo tanto un campo abierto y sin mediación con lo real de los objetos plus de gozar, que provenientes de la ciencia aparecen en el mundo con manuales de instrucciones incompletos.
La propia ciencia es absorbida por la tiranía de los objetos que produce. Y esto se ve claramente en los virajes contradictorios de la industria de psicofármacos, por ejemplo, en la que medicamentos usados durante décadas, avalados por innumerables estudios, vienen a ser portadores de los más terribles augurios, como preámbulo a una nueva generación de medicamentos, o lo que es incluso más atemorizante, al retorno de formulas ya en desuso desde hace años. Es el caso de los dispositivos de electroshocks portátiles, implantados por ejemplo a aquellos pacientes depresivos que no responden a los medicamentos.
Es partiendo desde esta falla simbólica de la época, desde esta reorganización del discurso que Miller subraya que tenemos el imperio de los “Uno solo”(7). A pesar de los cambios discursivos de la civilización, el síntoma sigue estando garantizado, porque con respecto al goce el sujeto siempre está en falta.
Miller trae en este punto la referencia de Freud, La moral civilizada y la nerviosidad moderna, en la cual además de encontrar un punto en común con respecto a la descripción que hace Freud de la vida acelerada de esa época, se sirve también de la estructura usada por éste en dicho escrito, en el que después de hacer un repaso de lo que tienen que decir sus contemporáneos científicos, en el orden del saber en lo real, da un paso para demostrar que siempre en dicho saber habrá un agujero, en términos lacanianos, el de la no relación sexual. Me parece que este texto Freud se corresponde asimismo a una conferencia de clausura de un encuentro de psicoanálisis.
El ejemplo es el siguiente: no se trata de una querella psicoanalítica que busque rechazar el saber en lo real, ni tampoco de un alineamiento con el saber en lo real. Se trata de una tentativa de renovar el sentido del síntoma, el sentido del síntoma sostenido en el “no hay relación sexual” que hace de equilibrio con “hay saber en lo real”.
Esto quiere decir tal vez que desde el psicoanálisis de orientación lacaniana podemos estar advertidos de que por más ajustada que se haga la producción de objetos a las “necesidades” de la civilización, el malestar estará siempre garantizado, porque los síntomas no son trastornos con respecto a los cuales el saber en lo real dicte la ley, sino que los síntomas, primero están articulados en significantes, y por otro lado expresan que el goce no está nunca en el lugar donde debería estar.
IV. La poética de la interpretación y el amor al inconsciente.
El arma del psicoanálisis, su vía de incidencia sobre el malestar es como sabemos la interpretación. “El discurso del analista podía analizar el discurso del inconsciente, y su potencia interpretativa y subversiva podía por este camino ejercerse sobre los fenómenos de las sociedades con las cuales tenía que vérselas.”(3) Si la interpretación siguiera esa misma lógica hoy día caeríamos del lado de los fundamentalistas. Si la práctica lacaniana se orienta por el eso fracasa es a partir de ese “dejarse conducir por las palabras que decimos”.(6), lo que lleva a una relación necesaria con un imposible que es a su vez el antídoto contra el entusiasmo de las prácticas del eso marcha, anticuerpo contra la ignorancia que esconde el amo, se trata en esta práctica de una relación distinta con la ignorancia.
Desde esta perspectiva ha sido que Lacan procedió con respecto a la metapsicología de Freud a una traducción lógico-lingüística que tuvo sus consecuencias empero, en la modalidad de la interpretación, que desde Lacan ya no es una interpretación analítica en strictu sensu. Es el trabajo llevado a cabo en Función y campo de la palabra y el lenguaje, cuando toma en cuenta los resortes de la intervención freudiana, ya no a nivel del sentido sino a nivel estructural, y se entiende que en la interpretación de lo que se trata es de un medio para conmover los cimientos, dice Lacan para descentrar al sujeto de la consciencia de sí, en términos Hegelianos(8).
A veces una interpretación es acertada, es cuando se puede hablar de éxito en nuestra práctica, pero de lo que se trata allí es que ese acierto no es calculable. Miller dice que es en esto en lo que Lacan nos tomó de la mano, para tranquilizarnos, después de proponer al psicoanálisis como una práctica sin valor lo que viene a desarrollar es que solo hay diferentes modos de fracasar, algunos de los cuales satisfacen mejor que otros. “No es simplemente un Witz, es la condición para que nos sostengamos en el discurso de la civilización hipermoderna”(7).
La cuestión es aquí hacer resonar en la interpretación, con la interpretación, la potencia del síntoma. Esa es, dice Miller, la poética de la interpretación, una poética potencia, un materialismo en resonancia con aquello de lo que se trata en la vertiente del síntoma-goce, del objeto que se muestra últimamente en su forma más ansiógena.
¿Desde dónde se interpreta? Aquí Miller subraya el viraje que implicó la última época de Lacan con respecto a esta cuestión. La transferencia no es una consecuencia del Sujeto supuesto Saber, el Sujeto supuesto Saber es una consecuencia de la transferencia: “lo que hace existir al inconsciente como saber es el amor”. Para lograr la mediación entre los Unos solos ha de entrar el amor en juego, introducir la idea de la intencionalidad, crear la sospecha de que el S1 podría enlazarse con un S2. Este amor, que no es amor a la verdad, es transmitido desde el lugar del agente por el amor al propio inconsciente. De allí la cuestión de pensar una institución practicada por analizantes.
V. Últimas cuestiones.
Volviendo a la pregunta de cómo pensar una institución desde el psicoanálisis, y en la contingencia de buscar exactamente la referencia de la conferencia de Miller, terminé por encontrarme con algunos artículos recientes en los que dicha conferencia se encuentra citada. Uno de ellos, el de una ponencia de E. Laurent de Abril del 2010, en el brainstorming de París, de la que obtuve la idea de que la cuestión de pensar qué consecuencias tiene para la cura el estado de bruscas rupturas del orden simbólico, o lo que llama Laurent “la articulación del nuevo desorden simbólico”(9), es algo que se encuentra en la actualidad del debate en la escuela.
Una primera pregunta con respecto a lo desarrollado aquí sería si ¿una institución pensada desde el psicoanálisis ha de concebirse como con una estructura discursiva en el reverso de la civilización?
Lacan dice en su "Discurso de clausura de las jornadas sobre psicosis infantil", “Toda formación humana tiene como esencia y no como accidente, la de refrenar el goce. La cosa se nos aparece así de desnuda, y no ya bajo esos prismas o lentes que se llaman religión, filosofía, o incluso hedonismo, pues el principio del placer es precisamente el freno del goce”(10).
Es esta, según mi parecer, una referencia a la ética del psicoanálisis. No sé si toca resolver exactamente esta cuestión, de las diferencias entre psicoanálisis puro y psicoanálisis aplicado. Lo que sí me parece que estamos invitados a dar es una respuesta institucional, así dicha respuesta se caracterice por ser una voz desafinada en el concierto de la hipermodernidad. Es realmente un problema que no solamente hay que considerar como un problema de las otras prácticas del psicoanálisis, el de ¿cómo conseguir sostener esa voz, sin caer en los fundamentalismos? ¿Cómo tener presencia, no sólo en la cura, como dice E. Laurent, en su artículo, sino también en la ciudad? Y por otro lado entonces, aparece la otra cara del mismo problema, ¿cómo franquear ese escollo en apariencia inhibitorio del psicoanálisis como una práctica sin valor pero que ha de responder al malestar de la civilización? Un escollo que se encuentra en relación con el refugiarse del psicoanalista en un lugar fuera de, está claro, que como consecuencia de una interpretación un tanto ridícula.
Cuando hablo en términos de respuesta eso me hace pensar en la interpretación, y en su poética. Sobre el poeta, Lacan en el seminario VII(11) tomando un trabajo de Laplanche sobre Hölderlin habla de la función de ese lugar del poeta como dique, como contenedor de las palabras, y no sólo Lacan, sino que es el testimonio de muchos poetas. Tal vez la potencia de una respuesta a nivel de institución pueda apuntar a algo de esa función, a algo de esa apuesta ética en la que el amor al inconsciente analizante pueda dar lugar y sostener el trabajo, en este caso del autista y del psicótico, que es un trabajo que subsiste a pesar de la pulverización que desde la ciencia se avanza sobre el síntoma, y por ello en las instituciones que son consecuencia de dicho avance.
Con respecto al comentario de casos, que pueden ser incluidos en un estilo de encuentros en la clínica, en los que se trata de sujetos que circulan metonímicamente por instituciones, es donde se puede ver claramente cómo el diagnóstico errante, pulverizado, de los manuales de trastornos, pervirtiendo cualquier posibilidad de hacer con estos sujetos, signan de una manera muy potente la dificultad de trabajo desde lo subjetivo, porque para que ese trabajo en progreso tome otras dimensiones para estos últimos resistentes a la homogeneización y segregación, ha de haber algo de creer en el síntoma, del lado del practicante.
Por último, me gustaría pensarme como parte responsable de esa segregación, cuando me veo como formando filas en esa escasez poética, de esa casi inexistencia de diques, es decir instituciones, en las que alojar a algunos de estos sujetos, y en la que hacer circular mi propio deseo. Me parece que desde esta perspectiva, se puede seguir trabajando.
(1) Una Fantasía. Jacques-Alain Miller. El Psicoanálisis nº 9: Declinaciones del Padre. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, noviembre 2005.
(2) Idem, p. 9.
(3) Idem, p. 10.
(4) Idem, pp. 12-13.
(5) Idem, p. 11.
(6) Idem, p.12.
(7) Idem, p. 14.
(8) Lacan, J.; ‘’Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis’’, Escritos 1, Siglo XXI Editores, 24ª edición, 2005, pp. 280-281.
(9) Laurent, E.; “Las fallas de la tierra y el cielo”, http://virtualia.eol.org.ar/021/template.asp?Hacia-el-VIII-Congreso-de-la-AMP/Las-fallas-de-la-tierra-y-del-cielo.html, Septiembre, 2010.
(10) Lacan, J.; “Discurso de clausura de las Jornadas sobre la psicosis en el niño.” En El Analiticón. Psicoanálisis con niños. Nº 3. Correo/Paradiso. 1987, p. 8.
(11) Lacan, J; “El Seminario de Jacques Lacan: libro 7: La ética del psicoanálisis”. 1ª ed. 11ª reimp. Buenos Aires: Editorial Paidós, 2009, p. 83.
De la poética de la interpretación a la poética de la institución
NODVS XXXIV, juliol de 2011