La repetición en Freud y en Lacan
Resumen del trabajo de investigación para el Diploma de Estudios Avanzados de la SCB, presentado el 15.2.2002 en Barcelona.
automaton, destino, encuentro logrado, inconsciente, Real, saber, trauma, compulsión, discurso del amo, evitación, pulsión, reminiscencia, sujeto supuesto saber, Tyche, compulsión a la repetición, Ek-sistente, goce, rasgo unario, retorno, transferencia
LOS ANTECEDENTES
La historia de los pueblos y de los sujetos conlleva un sueño: el del progreso, identificado a lo mejor. Pero ese sueño surge precisamente de confrontarse una y otra vez a lo mismo, –lo que no quita que en lo que a la ciencia y a la tecnología se refiere sean incuestionables los avances.
El tema de la repetición halla sus antecedentes en Platón con su reminiscencia ("Conocer es recordar" y recordar supone el retorno del eidos, la idea). El conocimiento sensible es el punto de partida y el detonante del verdadero conocimiento, el intelectual, que es memoria. Solo que la memoria no es la rememoración analítica. Lacan combate a la reminiscencia platónica por la adecuación natural del sujeto y el objeto: "Toda la teoría del conocimiento en Platón, …, es diádica", quedando, pues, del lado de lo imaginario.
Nietzsche, otro pensador de la repetición. Lo que se repite no es lo mismo, "el contenido", sino el propio retorno. Su eterno retorno no puede ser interpretado de forma mecánica, sino dinámica: lo que retorna es distinto. El eterno retorno no son los "éxtasis" heideggerianos. “Todo va, todo retorna, la rueda de la existencia gira eternamente. Todo muere, todo florece de nuevo... Todo se quiebra, todo se reúne de nuevo; eternamente se edifica el mismo edificio de existencias", nos dice en "Así habla Zaratustra". En resumen: en el eterno retorno nietzscheano se afirma el ser como devenir.
A la repetición queda unida la idea de un destino. El azar que es sin finalidad pero no sin ley, como nos dice Lacan en "La letra robada"-, no es el destino, a no ser que el sujeto quiera que lo contingente se vuelva necesario, y lo ocurrido, signo de una voluntad que desea su mal. Dicho de otra manera: "el destino es la manera particular por la cual los significantes que pertenecen al sujeto se han apoderado o no de esos azares, para imbricarlos o no en la repetición" (1).
Kierkegaard renueva el tema de la repetición al introducir un tercer elemento: el pecado, con lo que se aparta de la teoría diádica de la reminiscencia platónica. Si Kierkegaard importa en esta cuestión es porque afirma que la repetición está al servicio de lo que él llama "el instante eterno del origen", por lo que quedará que todo encuentro efectivo será fallido. Se trata de una ética de la repetición como afirmación del ser en su singularidad, o sea, Kierkegaard la sitúa como cumplimiento de la libertad, no como lo que la aplasta, sino como afirmación de lo manifestado del ser en su encuentro primero. Por tanto, la repetición para Kierkegaard es asumir como necesario lo que fue contingente en ese encuentro primero. ¿Nuestra diferencia con Kierkegaard? Que mientras él asocia la repetición a una voluntad, nosotros, en psicoanálisis, la colocamos del lado de la compulsión.
S. FREUD
¿Lo nuevo de Freud? "Toujours la même chose" (2). Para Freud, la repetición es repetición del trauma. Este trauma queda, en Freud, más allá del principio del placer, como una inmixión de goce que luego hace síntoma, en una causalidad simple o compleja. Es la vertiente positiva del trauma que lleva o conduce a la repetición –cap. V de "Más allá del principio del placer", porque la vertiente negativa del trauma, buscaría su evitación: es lo que Freud llama la defensa primaria. Es por quedar la repetición ligada a ese más allá del placer por lo que sería "adaptación" a lo disarmónico –o sea, "adaptación" a lo peor, en tanto es respuesta defensiva frente a lo real.
Ahora podemos decir: la repetición es repetición del goce del trauma en el síntoma, porque para Freud el síntoma liga la energía libre del trauma. El superyo freudiano, como principio de repetición, encuentra aquí su justificación: exigencia del retorno a una satisfacción primera (3). El encuentro contingente, y en un punto fallido con un goce (el demasiado de la obsesión o el demasiado poco de la histeria), se vuelve necesario.
Sin embargo, la concepción freudiana tiene dos momentos, según se alojan dentro o fuera del principio del placer. En un primer momento, Freud, hasta 1920, habla de una sustitución de representaciones, lo que arrojaría un saldo homeostático. Es un modelo que va de la Tyche al Automaton, reabsorbiéndose en éste toda Tyche. Por el contrario, la Wierderholungszwang freudiana se aloja en un más allá del principio del placer y conlleva, en su acepción de automatismo, un aspecto ciego, y en tanto compulsión, un aspecto de empuje, y por tanto de continuidad. Y todo esto, para dar cuenta de las formas bizarras, paradójicas de satisfacción subjetiva.
Con el cambio freudiano, no se trata ya de repetición sino de compulsión a la repetición. Esta compulsión se impone al principio de placer y de realidad, viniendo a su lugar y queda ligada, no al inconsciente sino a la pulsión. Añadamos algo: la repetición constituye un elemento de reducción, o sea de formalización, junto a la convergencia y evitación en la cura analítica –lo aparentemente diverso de una vida se simplifica al cristalizarse los significantes que ordenan la repetición. Es el lado positivo de ese elemento negativo (4).
Paralelamente a esto, la doctrina de la transferencia en Freud cambia. En un primer momento, la transferencia es pensada como equivalente a la repetición en tanto la repetición es pensada como equivalente a lo inconsciente, y éste como la memoria de una satisfacción y de su objeto primero. Y es así que en 1914 Freud escribe: "No tardamos en advertir que la transferencia no es por sí misma mas que una repetición y la repetición, la transferencia del pretérito olvidado". Entonces, Freud confunde transferencia con repetición porque piensa a ambas como equivalentes al inconsciente, a la puesta en juego de ese saber. Y éste fue el error de los postfreudianos.
Es por ello necesario distinguir entre resistencia de transferencia y repetición. En "Análisis terminable e interminable", Freud mantiene que hay algo en la transferencia que no cede al significante, algo que incluye la posición subjetiva.
Por ello hay que afirmar que se trata de dos conceptos distintos, que siendo cierto que hay repetición en la transferencia -!cómo desconocer el aspecto repetitivo de la transferencia¡-, lo que se nos escapa al contemplar las cosas de esta manera es que la repetición hace límite a la transferencia, hace límite en tanto rompe el continuum histórico que la transferencia pretende trazar.
Que esto opone repetición y rememoración, lo que tiene repercusiones clínicas: “No es lo mismo empezar por la rememoración para tener que vérselas con las resistencias de repetición, que empezar por la repetición para obtener una añagaza de la rememoración”. Y es que la rememoración freudiana tiene un límite. La respuesta de Lacan no deja lugar a dudas: “La opacidad del traumatismo, como resistencia a la significación, es entonces tenida principalmente como responsable del límite de la rememoración".
J. LACAN
Lacan conceptualiza de tres formas diferentes la repetición a lo largo de su enseñanza. En realidad, la primera y la segunda podrían reducirse a una. No obstante si las separamos es para diferenciar bien la función que cada una de ellas cumple.
Una.- En relación al sujeto.
Dos.- En relación a lo real y a la pérdida de goce.
Tres.- En relación al goce, como producción.
Primer momento
Corresponde a los primeros diez años de su enseñanza.
La primera tesis de Lacan sobre la repetición es: la repetición es el retorno de los signos –es su eficacia. Esta tesis se encuentra desarrollada en "La carta robada" y supone el inconsciente como un lenguaje formal. Por tanto: repetición = inconsciente. "Al inicio de su enseñanza, Lacan ve la repetición como otro nombre del inconsciente" (5).
Eso supone igualar la repetición a la cadena significante. Esta sintaxis significante da cuenta de la memoria simbólica, memoria que sería la clave de la determinación del sujeto. Es el inconsciente en tanto saber, S2, en tanto automaton. En resumen: es el $ el que exsistiendo hace insistir a la cadena. Este $ es el término excluido pero religado a la cadena. Es lo que Lacan ya escribía en "La Ética del psicoanálisis": $ es un vacio repercutido en la serie repetitiva.
A modo de resumen de esta primera posición de Lacan sobre la repetición, tomemos esta cita de J.-A. Miller: "Que el automatismo de repetición está al principio de su definición del inconsciente 'El inconsciente está estructurado como un lenguaje', ya que es la estructura lingüística del inconsciente la que permite pensar y situar la operación autónoma del juego combinatorio de los significantes" (6).
Pero es necesario añadir algo más. Se trata de la insistencia de la cadena conectada a un elemento que no es de la cadena, ek-siste a ella: se trata del $.
En la sesión del seminario del 22.03.95, Miller escribe así:
Y es por ello que Lacan hablará de que al inicio de la repetición simbólica, hay "comme du neant". Por ejemplo en "La Ética del psicoanálisis", donde afirma que la fuente de la repetición sería un ex nihilo.
Por ello si la repetición es memoria, el sujeto es olvido, como dice J.-A. Miller en "Silet":
¿Cuál es el aspecto clínico de esto? Identificar el sujeto al rechazo, a lo que en "El informe de Daniel Lagache", Lacan identifica a la defensa: es el sujeto como equivalente a un "no" al goce. Y también, el sujeto como elisión de un significante, como un significante en menos, o como falta-en-ser significante del sujeto.
El significante lacaniano es binario, y en su circularidad, constituye el principio de la cadena, de la repetición. Solo que falta el que nombrase al sujeto: Es lo que dice en la página 819 de los Escritos: "Todos los significantes representan al sujeto para otro que no lo representa".
Lo que hay que entender es que la no representación completa del sujeto motiva la repetición. Por querer representar lo irrepresentable, el significante se abre a la repetición, dice J.-A. Miller, en "Les paradigmes de la jouissance".
¿Y del goce? Ni rastro, así de simple. La repetición se sitúa completamente en el registro de lo simbólico. J.-A. Miller el 29.03.95 dice que cuando Lacan escribe en estos momentos que la repetición es "prevital y transbiológica" quiere decir que hay una disyunción total entre repetición y goce. Repetición o goce. Dicho de otra manera: lo "forcluido" es la satisfacción.
Segundo momento
Su segunda tesis corresponde al seminario XI, y apunta al aspecto de fracaso de la repetición.
Cuando la transferencia es colocada por Lacan en el inicio de su enseñanza como imaginaria, el inconsciente se abre por la repetición, y se cierra con la transferencia –la eficacia de la repetición es eso, el retorno de los significantes.
Sólo la transferencia, soportada en el Sujeto supuesto Saber, nos llevará a la repetición, al corazón de la repetición, como nos dice Lacan, una transferencia que anuda alineación –en su vertiente epistémica- y separación –en su vertiente libidinal.
El inconsciente no es solo memoria sino fenómeno, o sea, discontinuidad, y por ello temporalidad. Es el inconsciente como $, no sólo como ley, sino como causa que es ruptura de la ley. Por tanto, la segunda tesis de Lacan sobre la repetición correlaciona ésta al inconsciente, no como saber, sino como sujeto. Es la repetición como encuentro fallido con lo real, que "desborda" el programa que el automaton supone. "Hay un evitamiento al principio de la repetición" (7). Añádase que "la repetición y la pulsión se oponen punto por punto, en tanto la pulsión es el encuentro logrado" (8).
No se trata, pues, de la “Wiederholen”, de la repetición, sino del "Wiederholungzwang", o sea, del "Zwang" de la "Wiederholen", o sea, del empuje irrefrenable a la repetición. O sea, lo que antes daba cuenta de la repetición, la sintaxis significante, el automaton, ahora es defensa frente a lo que realmente motiva la repetición. Cuando la Tyche como encuentro logrado ocurre, es la repetición, como Automaton, lo que se pone en marcha –de aquí su carácter de necesariedad- para intentar evitar ese encuentro logrado. Este encuentro es lo que produce la división subjetiva, la angustia del trauma, la angustia de la pesadilla, oculta tras el velo en el fantasma, y lo que nos hace suponer un real en el corazón de la repetición. En esta etapa media de la enseñanza de Lacan, el fantasma, como desconocedor de lo real, de lo real como causa, "le permite a Lacan pensar en conjunto la repetición, significante, y la inercia" (9).
Cuando Lacan define la repetición como "encuentro fallido con lo real", hemos de entenderlo como que ese real "está", pero no se le encuentra, y "siempre escapa", por lo que "lo que la repetición busca repetir es, precisamente, lo que siempre escapa" (10). Habría una manera fácil de decirlo: el pasado no se encuentra, el pasado no se repite, el pasado en tanto continente de ese primer encuentro.
Por todo lo anterior, la repetición queda situada entre el automaton de la cadena y la Tyche de un elemento real, funcionando la segunda como la causa de la primera:
Si el automaton es homeostático, la realidad queda en su marco. Por el contrario, la tyche se sitúa más allá del principio del placer.
Entonces, podemos decir que la repetición se encuentra repartida entre automaton y tyche. Para explicar ésta, Lacan recurre al concepto freudiano de trauma para explicar que hay algo inasimilable a la cadena significante. Es por ello que: “La repetición, por muy simbólica que sea, aparece determinada por el traumatismo como real, lo que modifica del todo el concepto de repetición. La repetición como automatismo es desde entonces situada como evitamiento y llamada respecto a un reencuentro con lo real inicial, el del traumatismo” (11). Item más: "Lo que aporta el seminario XI es la relación de la repetición con lo real que ella evita" (12). No deja de resonar esto en lo que decía Freud de las dos fuerzas, centrífuga y centrípeta, que intervienen en la repetición del trauma. Esto no es mas que el inconsciente como velo de lo real.
Tres conceptos, pues, aparecen en este seminario definidos en su relación a lo real. El inconsciente como tropiezo, la repetición como evitamiento, y la pulsión, como encuentro logrado (13). Evitamiento quiere decir que la compulsión de repetición supone un no querer saber por parte del inconsciente. Mientras haya repetición, pues, no habrá deseo de saber. Es por esta "sordera de la repetición, que cada vez es la primera vez. Siempre se está en la primera vez" (14). Y es porque en la repetición se está siempre en la primera vez, suponiendo la anulación del tiempo, que no hay acumulación de saber (15).
Repetición y transferencia han sido separadas por Lacan, pero eso no quita que, más secretamente, haya un punto de conexión. La repetición fracasa respecto al objeto (a), y la transferencia lo pone en su mira, presentificándolo, o sea, lo pone en acto. De ahí que Miller proponga este esquema, que no es otro que el de la pulsión:
Lacan produce una separación –el de la transferencia respecto a la repetición- y un acercamiento –el de la pulsión con la repetición: sólo podemos hablar de la pulsión si hay repetición, dirá J.-A. Miller en "Silet", 13ª sesión.
Y es por lo que J.-A. Miller dice: “La repetición aparece como la función simbólica que evita el mal encuentro con lo sexual por lo que ella se prosigue, con su automatismo, sin encontrarlo jamás”. La transferencia, en cortocircuito, presentifica esta realidad sexual, y la pulsión aparece como la articulación entre la repetición y la transferencia, o sea, como una repetición significante del cual el producto es un goce.
¿Qué busca esta articulación? Toda esta articulación está hecha para dar cuenta de que el inconsciente aparece dividido entre el automatismo de repetición y la presentificación de la realidad sexual (=goce). La repetición es traida como el concepto articulador del significante y lo real, y por tanto, como clivaje entre el Automaton y la Tyche. El goce se conecta a la repetición en tanto pérdida.
Algo más: articular repetición y transferencia es introducir en la atemporalidad de la repetición, la función del tiempo en el inconsciente, en tanto la transferencia introduce la perspectiva del SSS y con ello "saca a la repetición de su ensimismamiento": es la transferencia como inmixión del tiempo en el saber y que escribe Lacan en sus Escritos.
Tercer momento
Tesis del aspecto exitoso de la repetición.
Es el seminario XVII el que supone un verdadero franqueamiento: lo que aquí llama saber es repetición conectada al goce. Ahora se trata no de separar saber y goce, sino de conectarlos.
Esto supone un cambio radical respecto a la primera formulación: si en la primera la insistencia de la cadena anulaba el goce, y la repetición quedaba relacionada al $, aquí la repetición anula ...y produce goce. Pero no se trata de una contradicción insoluble: la repetición que antes suponía una pérdida de goce, ahora, es recuperación. Para ello el rasgo unario es el elemento articulador en tanto escrito, en tanto sus consecuencias se manifiestan sin el consentimiento del sujeto y en su ignorancia. Este rasgo es la aportación lacaniana que integra los tres concepciones de la repetición: da cuenta de la insistencia del inconsciente (primer momento), de la pérdida de goce incluida en la repetición (segundo momento) y de la recuperación de goce (tercer momento).
"En tanto escrito": esto supone su necesariedad lógica, no la del rasgo unario en sí –ya que este surge de un encuentro y es por tanto contingente- sino del S1 relacionándose a un vacio y generando el (a).
Podíamos escribirlo así:
S1 ® Ø ® (a)
Es porque el (a) es producto constante, que pasa a ser causa.
O sea, se trata de la insistencia de los S1, que no se conectan a ningún S2: es a esto a lo que Lacan llama: relación vacía insistiendo.
Entonces, la repetición no es del S1, sino de los efectos que el S1 produce sobre el goce y que son de dos tipos: de pérdida, pero también de reencuentro de goce, aunque no completo. Se trata de la llamada "letra de goce".
El 22.03.95, en el seminario "Silet", Miller dice que "más allá de la anulación del goce que lo simbólico supone, queda un resto". Entonces, la repetición no es anulación del goce, sino su commemoración. Ya no es repetición significante, sino repetición de goce, memoria del objeto perdido. Es lo que Miller llama en "Silet" "sinfisis, collage del significante y goce" (16).
Esto supone, en contra de la primera tesis, que lo que es ek-sistente a la insistencia significante no es el vacio, la tachadura, sino el resto de goce. Y es lo que lleva a Lacan a formular que el goce necesita la repetición, que no es la repetición de la anulación del goce, sino la commemoración de ese resto.
Podemos conectar esta tercera tesis a la primera diciendo que si en la primera es la no representación completa del sujeto lo que motiva la repetición, aquí se trata de que "el goce es a la vez representado por el significante y que al mismo tiempo esta representación no es exhaustiva, es fallida, y es esto lo que condiciona la repetición" (17). El objeto condiciona la repetición. El objeto como plus de goce ha tomado el lugar del sujeto, podemos añadir. O también, que el goce ha sustituido a la verdad. O mejor, se ha emparejado a ella: a eso apunta la expresión "jouis-sens", el significante, no solo produce sentido, sino que commemora, es memoria de goce. Y es aquí donde repetición y pulsión se anudan, en tanto ésta es la productora del plus-de-gozar: a esto Lacan lo ha llamado "voluntad de goce". (18).
Pero, ¿qué es este objeto? Es la diferencia, la diferencia entre una primera experiencia de goce y una segunda. Y de ahí que Lacan diga en "Ou pire... " que es en un momento tercero que la repetición se introduce. Y de ahí que hable del ordinal de la repetición. Podemos pues escribir:
T1.- Tiempo del encuentro, de la experiencia de goce, donde se fijará el rasgo como memorial de goce.
T2.- Tiempo de la reiteración del rasgo, con lo que se produce la inmixión de la diferencia, y con ello, la pérdida.
T3.-A partir de aquí comienza, no la repetición del rasgo que continua en el inconsciente cifrándose, sino la repetición de la diferencia, de la pérdida.
Es por ello que la transferencia se vuelve necesaria: Mientras que la repetición se correlaciona al Uno sólo, la transferencia llama al dos en tanto se articula alrededor del Sujeto Supuesto Saber como complemento al Uno del decir. Y es que las modalidades lógicas que corresponden a ambos conceptos no son las mismas: la repetición se la sitúa como necesaria y la transferencia se la situaría entre posible y contingente. Con la transferencia lo que cesa de no escribirse es el dos y suspende por tanto el Uno solo. Promete y suministra el partenaire que responde. La transferencia conduce al corazón de la repetición: por la promesa del dos, la transferencia irá hasta despejar esos significantes que no se anudan en pareja.
En nuestro trabajo, al inicio, decíamos que repetición e inconsciente siempre estuvieron, pero lo que añade el psicoanálisis es, respecto a la primera, referirla o enmarcarla en la transferencia y no dejarla en la vaguedad en la que se la aloja al asemejarla al destino o al eterno retorno, y respecto al inconsciente, tomarlo como un saber, cuestión independiente de que el inconsciente haya hablado desde siempre.
Es de eso de lo que se trata, de sacar a la repetición de la identificación al destino, al eterno retorno y otras imprecisiones. Y la cuestión que se plantea es la de saber la eficacia del análisis sobre la repetición en tanto Lacan la coloca del lado de lo necesario –como la pulsión, podemos añadir. Entre otras cosas, para dar cuenta de lo real del síntoma, su goce, o sea, de su etcétera. Y es con esto con lo que la repetición, el síntoma y la pulsión se hermanan: es ese "no cesan de escribirse" que da cuenta de su permanencia.
Habrá repetición siempre que haya un significante que comande el saber (S1 ® S2), tal como se escribe en el matema del discurso del amo. Se romperá la repetición con la interpretación de este enlace (S2 // S1): es por ello que el discurso analítico es el reverso del discurso del amo. Esto supone acabar con la determinación, con la causalidad, rompiéndola –lo que nos aloja en el campo del A barrado, y nos saca del campo de la repetición, campo de un Otro completo. "El desciframiento confina siempre en un agujero inscrito en S(A')" (19).
La doble barra anterior supone alcanzar los S1, y lo que en ellos hay de ininterpretables (20), lo que supone agotar la varité de esos S1, volviendo imposible que haya un significante amo del saber, por un lado, y a la renuncia al plus de goce que los S1 asemánticos, como rasgo unario, conllevan.
La repetición en Freud y en Lacan
NODVS II, abril de 2002