El interés por el psicoanálisis
Referencia al texto de Freud “El interés por el psicoanálisis” en el cap. XX del Seminario de J Lacan sobre Las Psicosis.
En este texto, que data de 1913, Freud insiste sobre el hecho de que el psicoanálisis, al abordar los procesos llamados normales así como los patológicos de manera indistinta, posibilita el vínculo con otras disciplinas.
Es una época en que la ciencia de alguna manera se hace eco de sus investigaciones, una consecuencia de este diálogo es este trabajo del que sabemos que nace por encargo de una publicación científica italiana llamada Scientia.
Lenguaje, lingüística, psicoanálisis, conceptos.
El interés por el psicoanálisis
Freud organiza este artículo diferenciando dos grandes apartados: el interés psicológico y el interés del psicoanálisis para las ciencias no psicológicas.
En este contexto define al psicoanálisis como un procedimiento médico que a través de una técnica psicológica aspira a curar ciertas afecciones a la vez que permite obtener una visión sobre su origen y el mecanismo de su contracción.
Freud es consciente de que muchos profesionales del campo de la psiquiatría y la neurología desestiman tanto sus premisas como sus resultados, pero si para él es legítimo incluirlo dentro de la esfera científica eso es porque “el psicoanálisis reclama el interés de otros (conocimientos), pues roza varios ámbitos del saber y establece inesperadas conexiones entre éstos y la patología de la vida anímica”[1].
Freud rescata para el campo psicoanalítico las operaciones fallidas, comentando que habitualmente son entendidas como distracciones, producto de la fatiga o factores como la escasa atención, pero estas circunstancias pueden estar igualmente ausentes ya que se tratan, dice Freud, de operaciones psíquicas de pleno derecho que poseen un sentido y una tendencia. Es decir que estas operaciones fallidas están al servicio de ciertos propósitos que no pueden expresarse de otro modo: “nuestra torpeza con harta frecuencia se convierte en el pretexto de nuestros secretos propósitos”[2].
Los sueños, por ejemplo, como los ataques histéricos, las acciones obsesivas, incluso lo que en su tiempo se denominaba la demencia precoz, son actos psíquicos provistos de sentidos que además señalan procesos novedosos como la condensación de representaciones, el desplazamiento de una representación hasta otra, la eficacia de la censura, la represión, la formación sustitutiva… Así el sueño pasa a ser el arquetipo normal de todas las formaciones psicopatológicas ya que estos procesos normales posibilitan aproximarse a los fenómenos patológicos.
La perspicacia de Freud no desestima aquellas disciplinas de las que se ha nutrido su trabajo, por eso enlaza el psicoanálisis a la filosofía que puede profundizar sobre los destinos vitales de una persona, a la biología que podría abordar la sexualidad como algo más independiente que la mera función al servicio de la reproducción, a la psicología evolutiva reparando en la tesis ontofilogenética, al conocimiento sobre los orígenes de las instituciones culturales para la historia de la cultura, al conocimiento de las fuerzas pulsionales que se juegan en la creación artística, a las bases afectivas del individuo para con lo social y los procesos pedagógicos y por supuesto a la filología. En cada una de ellas mostrará como el psicoanálisis permite iluminar diferentes aspectos de estos campos a la vez que se nutre de ellos.
El interés para la ciencia del lenguaje
Freud concibe, en este texto, al lenguaje como un modo de expresión más de la actividad anímica, al igual que el lenguaje gestual o la escritura por ejemplo, y compara el trabajo interpretativo psicoanalítico al de un traductor que permitiría comprender un modo de expresión que resulta ajeno al pensamiento habitual.
El sueño es la plataforma desde la cual Freud podrá mostrar la existencia de este modo de expresión extraño a lo que estamos familiarizados: el lenguaje del sueño; y la lingüística da el apoyo para poder explicar el mecanismo de este lenguaje.
Ya Freud se había interesado en un lingüista de su época llamado Karl Abel que le permitió reconocer “la coincidencia del trabajo del sueño con las lenguas más antiguas conocidas”[3]. Ciertas peculiaridades como la tendencia del trabajo del sueño a prescindir de la negación, la sustitución de opuestos figurados por un mismo elemento, la existencia de conceptos ambivalentes que reúnen significados contrapuestos o el recurso al símbolo, le llevaron a pensar que este lenguaje del sueño consistía en un sistema expresivo arcaico[4].
Las tesis de Abel explican que en un inicio existieron gran cantidad de palabras que designaban una cosa y lo contrario al mismo tiempo, por ejemplo se utilizaba un mismo vocablo para designar tanto la luz como para nombrar la oscuridad. Dentro del léxico egipcio, dice que también existieron palabras compuestas por vocablos contrapuestos, por ejemplo claroscuro, cuya finalidad no era crear un tercer concepto, sino designar “el vínculo y la diferencia entre ambas que las creaba en igual medida”[5].
Según Abel el nacimiento de los conceptos surge por medio de la comparación: si estuviese siempre claro, no distinguiríamos la oscuridad. El ulterior desarrollo de la lengua posibilitó a cada uno de las dos partes una existencia autónoma.
Por su parte Freud no deja de interesarse por el uso de los símbolos como recurso del sueño para traducir el contenido inconsciente “acaso provengan de las fases más antiguas del desarrollo del lenguaje y la formación de conceptos”[6], y encuentra en las investigaciones de Hans Sperber la identidad lingüística del símbolo y su disimulado significado sexual.
El texto de Sperber al que Freud hace referencia es Sobre la influencia de los factores sexuales en la formación y evolución del lenguaje. Aquí es donde el lingüista sostiene que “las necesidades sexuales han tenido la máxima participación en la génesis y ulterior formación del lenguaje”[7]. Explica que inicialmente las actividades laborales se acompañaban de ciertas manifestaciones lingüísticas que se repetían rítmicamente adhiriendo al trabajo un interés sexual. De esta manera la palabra proferida en el trabajo tuvo dos significados: designaba la actividad laboral y paralelamente el acto sexual, con el tiempo la palabra fue desprendiéndose de su significación sexual.
Sperber intenta demostrar que es en el ejercicio de la sexualidad donde se reconoce la raíz esencial del lenguaje.
El apoyo en las investigaciones de estos dos lingüistas abre nuevos interrogantes que llevan a Freud a animar el vínculo entre la filología y el psicoanálisis.
Pero regresando al sueño, concretamente a sus figuraciones e imágenes con las que se representa, advierte que éste permite ser abordado más como un sistema de escritura que como una lengua, de allí la comparación de la interpretación de los sueños con el desciframiento de los jeroglíficos egipcios, donde se indica que tanto en uno como en el otro hay elementos que no están destinados a ser descifrados sino a asegurar que otros elementos se entiendan, es decir que algunas de las determinaciones se entienden a partir del contexto.
Freud explica que si este modo de concebir el sueño no ha seguido desarrollándose es porque “el psicoanalista no posee aquellos puntos de vista y conocimientos con los que el lingüista abordaría este fenómeno”[8].
Si bien el lenguaje del sueño , es el modo de la actividad anímica inconsciente, hay que saber que lo inconsciente habla más de un dialecto, es decir que hay cierta singularidad que caracterizan a las diferentes formas del acontecer psíquico. Dicho de otra forma: hay productos idiomáticos propios a la neurosis obsesiva que se expresarán de otra forma en la histeria o las psicosis: “Aquello que una histérica representa por medio de vómitos se exteriorizará en las enfermas de neurosis obsesivas por medio de penosas medidas preventivas contra la infección y en las parafrénicas por medio de la acusación o la sospecha de que se trata de envenenarlas”. Para Freud lo que está detrás de estas diversas formas de expresión no es sino el deseo reprimido y rechazado en lo inconsciente de engendrar un hijo o la defensa de la paciente contra tal deseo.
Más allá de saber que la lingüística siguió evolucionando, hay que destacar que la insistencia de Freud en su interés posibilitó entender que el psicoanálisis como método de investigación permite acceder al origen del funcionamiento psíquico y también a su mecanismo. Y que este mecanismo trabaja para que nuestros propósitos desconocidos puedan pronunciarse, podríamos decir que en este texto comienza a despuntar la idea de inconsciente estructurado como un lenguaje.
Cuarenta años más tarde, Lacan pone en marcha a su auditorio con esta referencia a Freud, creo que para recordar una dirección señalada en su clase anterior: que “en la perspectiva freudiana el hombre es el sujeto capturado y torturado por el lenguaje”[9].
[1] Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913). Amorrortu Ed. T. XIII, pág.169.
[2] Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913). Amorrortu Ed. T. XIII, pág.172.
[3] Freud, S. Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas (1910). Amorrortu Ed. T. XI, pág.148.
[4] Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913). Amorrortu Ed. T. XIII, pág.179.
[5] Freud, S. Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas (1910). Amorrortu Ed. T. XI, pág.150.
[6] Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913). Amorrortu Ed. T. XIII, pág.180.
[7] Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916). Amorrortu Ed. T. XV, pág.152.
[8] Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913). Amorrortu Ed. T. XIII, pág.180.
[9] Lacan, J. El Seminario Libro 3. Las Psicosis (1998). Paidós, pág. 350.
Lacan, J. El Seminario Libro 3. Las Psicosis (1955).
Freud, S. El interés por el psicoanálisis (1913).
Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916).
Freud, S. Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas (1910).
El interés por el psicoanálisis
NODVS XXXV, desembre de 2011