Sobre el Signo y el Sentido
Introducción al Informe del Seminario Clínico de la Tétrada ‘Lo que puede clasificarse y lo que escapa al ‘tipo’’, en el segundo cuatrimestre del curso 2010/2011.
Este trabajo presenta un resumen y discusión de dos referencias: la ‘Introducción a la edición alemana de los Escritos de Lacan’; y la quinta clase del curso de Jacques-Alain Miller, ‘Cosas de finura en psicoanálisis’. Vemos cómo el último Lacan sustituye el binario del significante y el significado por el nuevo binario de signo y sentido; y vemos cómo, para Miller, la cristalización de una ‘estructuración espontánea’ de ‘sentido articulado’ en un análisis cede al final el paso a los ‘elementos primordiales’ del azar y la contingencia que están a su base, y que están marcados por el signo de un goce irremediable.
Signo, sentido, estructuración espontánea, elementos primordiales, goce, sinthome.
Nuestro trabajo ha estado orientado por dos referencias teóricas.
La primera de estas referencias es la “Introducción a la edición alemana de los Escritos” de Lacan de 1975. La segunda es la quinta clase del curso de 2008-9 de Jacques-Alain Miller, “Cosas de finura en psicoanálisis”, la clase con fecha del 10 de Diciembre del 2008.
Las páginas centrales del texto de Lacan (páginas 12-3) dejan claro el doble movimiento que ha guiado nuestras actividades a lo largo de este medio año de enseñanza clínica.
Puesto que, por un lado, estamos confrontados – en la práctica de psicoanálisis – con “tipos de síntoma”, una “clínica”, aunque esta “clínica” es anterior al discurso analítico (es, por supuesto, de origen psiquiátrico), e incluso si la asistencia que proporciona es “segura”, pero ciertamente no “cierta”. Los tipos clínicos responden a la estructura, y esto es algo, Lacan nos dice, que puede sin duda alguna ser escrito (incluso si es sólo el discurso histérico el que es “cierto” y “transmisible”). Es la escritura misma de un discurso que da lugar, sin embargo, a una serie de problemas, puesto que esta escritura lo reduce al estatuto de un real, y el estatuto de lo real – tal y como Lacan ya ha señalado en el caso del discurso científico – es que excluye el sentido.
Pero, por otro lado, es precisamente el sentido de los síntomas del analizante con lo que nos confrontamos en psicoanálisis y, como subraya Lacan, “estas experiencias no podrían sumarse”. Si seguimos a Freud, entonces todo análisis tiene que conducir al analista a la nihilación efectiva de su conocimiento pre-establecido. O, en otras palabras, “lo que responde a la misma estructura (o al mismo discurso) no tiene forzosamente el mismo sentido”. Sólo hay un análisis de lo particular (o, como lo dirá más tarde Miller, de lo singular): “no hay sentido común del histérico” y “es concebible que un obsesivo no pueda dar el más mínimo sentido al discurso de otro obsesivo”.
Las conclusiones de Lacan son un poco más enigmáticas, puesto que sigue de todo lo anterior, declara, que “no hay comunicación en el análisis sino por una vía que trasciende el sentido” (el sujeto-supuesto-saber, añade, es el índice mismo de esta vía). Es razonable que investiguemos las transformaciones clínicas y conceptuales que permiten sacar esta conclusión, puesto que como habrá notado sin duda el lector sensible, hay un cambio sutil en los pasajes de arriba desde el concepto de estructura hasta el concepto de sentido. Y, siguiendo la discusión de Jacques-Alain Miller sobre la “Introducción” de Lacan en el artículo “Sobre la fuga de sentido”, podríamos añadir que este cambio se corresponde con el movimiento de un binario a otro. El último Lacan empieza a dejar atrás, es decir – a partir de Televisión – el par todavía en último término Saussuriano del significante y el significado, para reemplazarlo con los nuevos términos de signo y sentido (el concepto del signo no tiene aquí nada que ver con la unidad esférica del significante y el significado de la que Lacan se deshizo en su famosa inversión del algoritmo Saussuriano).
No obstante, ¿qué significan estos nuevos términos? (O, parafraseando a Lacan en su parodia de Ogden y Richards, ¿cuál es el sentido del sentido, el signo del signo)? “El sentido del sentido en mi práctica se capta (Begriff)”, dice Lacan, “por el hecho de que se fugue”, “de que sus efectos sean imposibles de calcular”; “se puede sentir que el colmo del sentido es el enigma”. Y “el signo del signo”, continúa, “es que cualquier signo puede desempeñar, tan bien como la suya, la función de cualquier otro signo, precisamente porque puede substituirlo. Pues el signo no tiene alcance sino porque debe ser descifrado”. El signo no es el significante, sin embargo, cuidadosamente aparejado a su significado (incluso en la inversión que Lacan realiza de Saussure), puesto que si el desciframiento de su sucesión ciertamente adquiere una estructura de sentido, esta estructura de sentido es tan ciertamente no terminal. Es por el contrario porosa, descompleta, en los términos de Lacan, “agujereada”: “un mensaje descrifrado puede seguir siendo un enigma”; “el relieve, o lo que sobra, de cada operación sigue siendo neto”. El sentido del sentido, podemos concluir, es que se topa, incluso en su movimiento de fuga, con un límite; y el signo de un signo es que da cuerpo, encarna y realiza este límite incluso al mismo tiempo en que da lugar al movimiento de sentido que efectivamente funciona para velarlo. “En el amor”, nos dice Lacan en Televisión, “como en cualquier otra cosa”, “no es el sentido el que cuenta, sino el signo”. Este signo es en última instancia un signo de goce, de eso que resulta, que es reducido como un resto, del desciframiento del ciframiento del inconsciente (el “saber” del inconsciente, Lacan nos recuerda en su “Introducción”, “consiste en un ciframiento”).
Es el concepto de goce, por supuesto – enlazado como está con el del sinthoma – que nos proporciona la clave de la clase de Miller, que comienza recordándonos, en términos no vacilantes, que “la clínica no es el psicoanálisis”. Lo que hizo la clínica psiquiátrica – y todavía hace (en la cada vez más creciente dispersión de las DSMs) es planificar, clasificar, y objetificar sus encuentros con el “enfermo”. El psicoanálisis heredó de estos encuentros sus clases y subclases clínicas. Y la enseñanza clásica de Lacan transformó esencialmente esta herencia sustituyendo el concepto de estructura por el concepto de clase: “el concepto de estructura agrega, a la clase”, dice Miller, “la causa y por allí se desprende de la descripción que yo llamaba objetivante”. Lacan transforma posteriormente el concepto de estructura – afinándolo, depurándolo y simplificándolo – en el concepto de discurso, y surge una cuestión importante, para Miller, en relación con estos discursos estructurados: “de saber si no tenemos allí más que un artificio de clasificación, un artificio simbólico, un semblante o si es verdaderamente, si puedo decirlo, real. ¿Estas estructuras son del orden del saber inscripto en lo real?” (Podemos, por supuesto, escuchar aquí un eco de los propios comentarios de Lacan en su “Introducción”).
Miller responde a esta pregunta introduciendo la idea de la “estructuración espontánea”. En el curso de un análisis, los “azares” y “contingencias” del discurso del analizante pueden ser vistas como cristalizando de motu propio en el marco de un “sentido articulado” (en los “siempres” recurrentes de una fantasía axiomática). Sin embargo, podemos reconocer, dice Miller, que esta estructura espontáneamente generada no es nada más que “una superestructura, en el sentido de una estructura que se sobreimpone a elementos previos”. “Toda estructura es una superestructura”, y con esto estamos en posesión de una frase fundamental, puesto que es justamente este reconocimiento el que marca la línea divisoria entre la penúltima y la última enseñanza de Lacan. La última enseñanza de Lacan introduce un “clivaje entre la estructura y los elementos de azar previos que inserta y que hace significar”. La práctica del psicoanálisis – y especialmente de la interpretación psicoanalítica – cambia de forma correspondiente; puesto que la tarea de un análisis, desde este momento, es permitir – o más precisamente, conducir – la emergencia de estos “elementos primordiales”, “fuera de la articulación” y (regresando ahora al tema explícito de la “Introducción” de Lacan) “fuera de sentido”. El objetivo de un análisis es dejar ocurrir la confrontación del sujeto con “los elementos absolutos de su existencia contingente”. De ahí regresamos al signo de la singularidad del goce del sinthome; y a Joyce, “desabonado del inconsciente”, como la encarnación de este signo.
Lacan, J. (1973). ‘Introducción a la edición alemana de los Escritos’. Uno por Uno, Revista Mundial de Psicoanálisis, nº 42, 1995, pp. 9-15.
Lacan, J. (1973). ‘Télévison’. Autres écrits. Paris: Seuil, pp. 509-45.
Miller, J.-A. (2008-9). ‘Cosas de finura en psicoanálisis’, http://www.wapol.org/es.
Miller, J.-A. (1995). ‘Sobre la fuga de sentido’. Uno por Uno, Revista Mundial de Psicoanálisis, nº 42, 1995, pp. 16-32.
Ogden, C. K., Richards, I. A. (1923). The Meaning of Meaning. London and New York: Harvest.
Sobre el Signo y el Sentido
NODVS XXXV, desembre de 2011