¿Freud como fundador de discursividad?
Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano el 11 de Febrero 2012
La referencia presenta un breve resumen del texto de Foucault "¿Qué es un autor?", orientada por los comentarios de Lacan sobre este texto en su Seminario 16: De un Otro al otro. Foucault interroga la función del nombre propio de un autor y el contexto semántico de esta función antes de introducir una definición de Freud y Marx como tipos de autores especiales: como "fundadores de discursividad". Los comentarios de Lacan, y algunas de sus referencias sobre la naturaleza del nombre propio, nos permiten separar el acto fundacional de Freud de la descripción, en última instancia crítica, de Foucault.
Freud, Marx, autor, fundador de discursividad, nombre propio
“¿Qué es un autor?” de Michel Foucault fue presentado a la Sociedad Francesa de Filosofía el 22 de febrero de 1969. Lacan estaba en el auditorio, y los pocos comentarios que hace del texto de Foucault en su seminario unos días después nos permiten orientarnos en su lectura. Está dividido, para Lacan, en tres partes. Primero, Foucault se pregunta por la ‘función del nombre de un autor’. Segundo, destaca ‘la originalidad de esta función en el plano de una interrogación semántica, ateniéndose a su situación estrechamente interna al discurso’. Y, tercero, al introducir la noción de un ‘fundador de discursividad’ – aquí es donde Foucault situará, por supuesto, tanto a Freud como a Marx – muestra que ha habido un ‘cuestionamiento’, un ‘efecto de escisión’, un ‘desgarramiento’ con respecto a los principios preponderantes de ‘la Sociedad de los Espíritus’.
Podemos entonces empezar con las reflexiones de Foucault sobre el nombre del autor. Este nombre, nos dice, es un nombre propio; y, siguiendo el análisis de John Searle en su libro Speech Acts (Actos de habla), un nombre propio tiene que ser definido como una mezcla de descripción y designación. Por un lado, por ejemplo, el nombre Rimbaud es meramente el equivalente de una serie de descripciones definidas: ‘el autor de La Chasse spirituelle’, ‘el amante de Verlaine’, ‘el hombre que dejó de escribir cuando tenía veinte años’, etc. Por otro lado, sin embargo, si descubrimos que Rimbaud no escribió La Chasse sprirituelle, esto de ningún modo cambia el sentido de su nombre propio. En los términos de Foucault, este nombre establece un ‘vínculo específico’ entre los dos polos de sentido y significación. Un nombre de autor, sin embargo, no establece este vínculo del mismo modo como un nombre propio ordinario. El hecho de que Pierre Dupont (un hombre cualquiera de la calle) no tenga ojos azules no es isomórfico con el hecho de que Shakespeare no escribiera sus sonetos. De manera similar, el hecho de que Pierre Dupont no exista no es isomórfico con el hecho de la no-existencia de Homero. Un nombre de autor, concluye Foucault, no es simplemente un elemento en un discurso. Por el contrario, ejerce, con respecto al discurso, una función clasificatoria. Agrupa conjuntamente los textos, definiéndolos, diferenciándolos y contrastándolos. Establece entre estos textos relaciones de homogeneidad, filiación, autenticación, explicación y utilización. Separa el habla de un autor del habla cotidiana en tanto que habla que tiene que ser contemplada como poseyendo un estatus definitivo. Si un nombre propio ordinario pasa ‘desde el interior de un discurso al individuo real y exterior que lo produjo’, el nombre de un autor siempre está presente en un texto, ‘delimitando sus bordes’, revelando su ‘modo de ser’. Es una ‘ruptura que instaura un determinado grupo de discursos’, y esta ruptura es constitutiva de lo que Foucault denomina la ‘función-autor’.
El cuerpo principal del texto de Foucault, tal y como hemos visto decir a Lacan, está dedicado a la exploración “semántica” de esta función; y realmente hace falta decir que, por lo menos para nuestros propósitos, los detalles aquí pueden ser un poco abrumadores. Tal vez basta con decir que la ‘función-autor’ se juega en cuatro campos diferentes (todos los cuales opone Foucault a los privilegios de un sujeto originador y constitutivo. El sujeto es explícitamente concebido aquí como estando inserto en un discurso del que depende, de acuerdo con lo que Foucault considera que es el principio ético fundamental de la escritura contemporánea: ‘Qué importa quien habla’ (la cita es de Beckett). En la breve intervención que Lacan hizo después de la presentación del texto de Foucault, afirma esencialmente, por supuesto, esta posición de dependencia subjetiva). En primer lugar, entonces, la ‘función-autor’ lleva a cabo una tarea de apropiación. Asigna la propiedad a un discurso y, en un contexto fundamentalmente jurídico y penal, involucra al autor en una dialéctica peculiar de obediencia y transgresión. En segundo lugar, la ‘función-autor’ cambia históricamente, y la ruptura definitiva ocurre en los siglos XVII y XVIII. Si antes de esta ruptura los textos ‘literarios’ a menudo no contenían ninguna referencia a sus autores, y los textos ‘científicos’ sí, entonces, después de ella, ocurre lo inverso. En tercer lugar, la ‘función-autor’ es atribuida como resultado de una operación compleja de construcción, cuyas principales características se remontan a la tradición cristiana de la autenticación. Foucault cita De viris illustribus de San Jerónimo, lo que verifica la santidad de la escritura de un autor por medio de su nivel constante de valor, su coherencia teórica, su unidad estilística y su configuración de una serie de acontecimientos históricos. En cuarto lugar, la ‘función-autor’ determina una serie de diferentes posiciones de sujeto. Los ‘shifters’ – pronombres personales, adverbios de tiempo y espacio, conjugaciones de verbo – constituyen al autor como un yo plural.
Ahora llegamos a lo que es, para nosotros, la parte más importante del texto de Foucault: su definición de ese ‘tipo de autor’ particular que llama un ‘fundador de discursividad’. Freud es un autor así, mantiene Foucault, y Marx también. ¿Pero qué es lo que caracteriza a estas dos figuras? Freud y Marx, nos dice Foucault, no son simplemente autores ‘transdiscursivos’ como Homero, Aristóteles, los Padres de la Iglesia, etc., ni son simplemente los autores de sus propias obras. Freud y Marx son únicos porque han producido ‘la posibilidad y regla de formación de otros textos’, ‘han establecido una posibilidad indefinida de discurso’. Pero seguramente algunos otros textos, podríamos objetar, también pueden hacer tal cosa, las novelas góticas de Ann Radcliffe, por ejemplo. Los textos de Freud y Marx son diferentes de estos textos, sin embargo, argumenta Foucault, porque además de hacer posible ‘un determinado número de analogías’, también hacen posible ‘un determinado número de diferencias’, ‘abrieron el espacio para algo distinto a ellos y que sin embargo pertenece a lo que ellos fundaron’. Aquí podríamos objetar que esto es verdad de cualquier fundador de una ciencia, de Galileo, Cuvier o Saussure, por ejemplo. La diferencia, sin embargo, sostiene Foucault, es absolutamente fundamental. Puesto que si el acto fundacional de una ciencia se sitúa en el mismo nivel que sus posteriores transformaciones, esto es, si estas transformaciones son validadas de acuerdo con lo que la ciencia es en su estructura y normatividad esenciales, eso es ciertamente falso de la iniciación de una práctica discursiva, que es, Foucault dice (y la palabra debe ser pensada), ‘heterogénea’ a sus transformaciones futuras. Dentro de los discursos de Freud y Marx, la validez teórica de una proposición es definida en relación con la obra de los fundadores. Con respecto a esta obra, una proposición o bien abre una serie de aplicaciones posibles o aísla un número de proposiciones esenciales. En suma, la idea de un ‘retorno a’ no es suplementaria a los actos fundacionales de Freud y Marx, sino que está necesariamente inscrita dentro de ellos (Foucault está obviamente pensando aquí sobre Lacan y Althusser).
De forma poco sorprendente, es esta referencia al ‘retorno a Freud’ la que Lacan recoge tanto en su seminario como en la intervención que hace tras la presentación de Foucault. En esta intervención, Lacan describe los comentarios de Foucault como ‘perfectamente pertinentes’. Creo que tenemos derecho de preguntarnos, sin embargo, si Lacan no es más radical que Foucault cuando discierne un ‘efecto de escisión’, un ‘desgarramiento’, entre la noción de la ‘función-autor’ y la noción de un ‘fundador de discursividad’. Puesto que, después de todo, el objetivo último de Foucault en su texto es el de cuestionar la función clasificatoria de ambas nociones, en nombre de una condición bastante confusa en la que se les permitirá a todos los discursos desarrollar ‘en el anonimato del susurro’. ¿Entonces por qué es Lacan, podemos conjeturar, más radical? En primer lugar, porque el ‘análisis semántico’ de Foucault no es suficiente para identificar la naturaleza del acto fundacional de Freud. Este acto no es una cuestión de ‘posibilidades’ y ‘reglas’, ‘analogías’ y ‘diferencias’; tiene que ver, como enfatiza Lacan consistentemente, con el deseo ético o incluso, como sugiere en los capítulos que nos conciernen aquí, con el goce. Se tendría que cuestionar aquí lo que Foucault entiende por el nombre propio. Puesto que, siguiendo a Searle, Foucault se distancia substancialmente de Lacan, cuya posición, como es bien sabido, está mucho más próxima a la de Kripke; incluso cuando, aquí otra vez, es al final mucho más radical. Esto es, si Foucault concibe el nombre propio como estableciendo un ‘vínculo específico’ entre el sentido y la significación y, en el caso del autor, como ejerciendo una función clasificatoria, Lacan lo concibe como una forma pura de significación, como un ‘significante puro’, en cuya fijación el sujeto está siempre muerto si no va y si no vamos más allá de esta significación hacia el goce que contiene. Esta es la razón por la que Lacan, en La ciencia y la verdad, dice que la invocación del nombre propio de Freud (y el suyo propio) pueden servir para recubrir el hecho de que no haya verdad de la verdad. Y ésta es la razón por la que dice, en el Seminario XVII, que al citar el nombre de Freud no deberíamos hacer nada más que hacer una interpretación enigmática. Lo que quiere decir – volviendo a los capítulos que nos conciernen hoy, para cuestionar la descripción que Foucault da del acto fundacional de Freud como siendo ‘heterogéneo’ a sus transformaciones subsiguientes – que Freud está incluido en su propio acontecimiento. Si este acontecimiento muestra, como Lacan dice, que ‘el mundo entero está suspendido del sueño del mundo’, entonces el sueño de Freud es parte de este sueño. Al ‘retornar a Freud’, Lacan revelará este sueño como siendo nada menos que el complejo de Edipo. ¿Y retornar a Lacan?
¿Freud como fundador de discursividad?
NODVS XXXVI, març de 2012