El Seminario XVI en las coordenadas de la enseñanza de Lacan
Trabajo presentado en la primera sesión del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona del curso 2011-2012, en octubre de 2011.
El presente trabajo de investigación es un recorrido por la enseñanza de Jacques Lacan, pensándola desde el punto de capitón del seminario XVI y tomando en él un eje principal: el pase y su articulación al objeto a. Tras situar el lugar de lo real en los tiempos de esta enseñanza, señalando cómo la pulsión es garante de la cadena significante, la autora muestra cómo la lógica del objeto, en tanto real, desemboca en una teoría del pase. Más adelante desvela que ante la dualidad pulsión/significante, el fantasma es el elemento crucial que Lacan rescata de Freud, el que permite anudar. El pase es entonces la ruptura del fantasma: A por un lado, a por el otro. Finalmente, veremos cómo se articula a con el falo, el sujeto dividido, la verdady el saber. Arribamos así a los 4 discursos, preparados en el seminario XVI y explicitados en el XVII.
Pase; real; objeto a; fantasma; cuatro discursos.
El Seminario De un Otro al otro, es el número XVI en la serie de los seminarios de Jacques Lacan. Está situado en la cumbre del primer movimiento de su enseñanza, cuyo punto culminante se alcanza con la compleja construcción de la doctrina del pase, que elabora en los años 1966, 67 y 68. Este Seminario es extenso, lo conforman veinticinco largas lecciones en las que Lacan extrae, bajo la noción del pequeño a, el objeto plus de gozar. Con ello se propone dar cuenta, en términos de palabra y lenguaje, del objeto que se desprende del goce. Es lo que marcó en buena medida la dinámica de gran parte de su enseñanza, guiada por una reconsideración de la teoría de las pulsiones a partir del desciframiento del inconsciente.
El Seminario XVI y la doctrina del pase
La enseñanza de Lacan comienza con la declaración del dominio de lo simbólico sobre lo real, hasta el punto que lo real está excluido del campo psicoanalítico –lo leemos con todas las letras en el Seminario IV–. En su última enseñanza, por el contrario, lo que encontramos es la afirmación de la supremacía de lo real sobre lo simbólico y lo imaginario, a pesar de la igualdad aparente que comporta el esquema del nudo borromeo.
La exclusión de lo real dota de gran impulso a la enseñanza de Lacan en el período del Seminario I al Seminario VI, en el que se establece un esquematismo verificado y enriquecido cada año. Después, en el Seminario VII La Ética del psicoanálisis, Lacan reintroduce lo real bajo la forma del encuentro trágico con el objeto de goce. Se produce ahí una inflexión en su enseñanza; que no es más acusada, puesto que Lacan encuentra en su escrito de 1962 "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo" el modo de acomodar, en el interior del esquematismo inicial, este real que ha retornado.
En este texto, Lacan construye su famoso esquema del grafo del deseo, en el que integra los resultados de los seis primeros seminarios y aloja la reintroducción de lo real efectuado en el Seminario VII. En el grafo lo que representa lo real es la pulsión, concebida como una cadena significante articulada en términos que llama orgánicos, oral, anal, etc., por medio de una formulación paradójica que concierne a la palabra.
Con esta solución, que consiste en modelar la pulsión sobre una cadena significante, Lacan encuentra verdaderamente un medio para adecuar la instancia de lo real en el campo analítico. A ello es a lo que se atiene, y lo expone, en el Seminario XI –subraya cómo la cadena del enunciado, la de la palabra, encuentra su garante en la pulsión-.
Este primer movimiento culmina efectivamente en la doctrina del pase, que está expuesta en los seminarios XIV y XV y formulada en el escrito "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela" que se halla entre ambos. También ahí esta enseñanza pretende encontrar una incidencia efectiva en la producción de los psicoanalistas.
La invención de Lacan del pase, enunciada en la “Proposición”, vectoriza una gran parte de su enseñanza. Cuando seguimos su Seminario curso tras curso, apreciamos su creciente apremio por dar una doctrina del fin del análisis. Explícitamente enuncia en el Seminario X que el objeto a –tal como lo nombró- debe permitir ir más allá de las conclusiones de Freud en su texto “Análisis terminable e interminable”. En el Seminario XI, de 1964, analiza el deseo de Freud como escollo para la potencia de la operación analítica: el deseo de Freud de salvar al padre es lo que habría impedido al análisis avances sustanciales. Tres años después, en 1967, formula el fin del análisis en los términos que suponen una verificación, si no científica, sí suficientemente lógica para poder reunir los votos de una comunidad analítica -la doctrina que presenta es indisociable del procedimiento que propone para hacerla efectiva-. Y a primeros de 1969, en el transcurso del desarrollo del Seminario XVI, Lacan da el paso de someter a debate y votación el reglamento del pase en la EFP. El efecto inmediato que obtuvo, fue una escisión entre sus discípulos: cierto número de ellos rechazaron el procedimiento. No obstante, el primer resultado de su acto fue dar un brillo especial a esta novedad, hacerla aparecer como una escansión esencial –la marca de un momento institucional de Lacan-.
La institución del pase, pues, está precedida de un Seminario sobre La lógica del fantasma, seguida del Seminario sobre El acto analítico y el Seminario De un Otro al otro. Todo este conjunto formado por varios seminarios, el texto de la “Proposición”, los escritos producidos a continuación en ocasión de un viaje a Italia, compone la enorme doctrina clásica del pase.
Desde este punto, Lacan comenzará un segundo movimiento a contrapelo de su enseñanza, donde todos los presupuestos de esta doctrina del pase serán sucesivamente evaluados, sacudidos, cuestionados, y en cierto sentido destruidos.
La invención de (a) y su promoción
Lacan leyó esa misma periodicidad en Freud. Para él, a partir de 1920, de "Más allá del principio del placer» y «El Yo y el ello», Freud avanza a contracorriente de sus descubrimientos. Tras explorar en un primer tiempo el inconciente y su carácter significante, Freud da un giro al añadir el ello, revelando, a partir de la repetición, la función del goce que cuestiona el desciframiento del inconciente y su potencia. Es la condición misma del impulso inicial de Lacan –en “Función y campo” lo señala-: repensar el psicoanálisis a partir del desciframiento del inconciente y deducir de esta técnica una teoría de las pulsiones, que consiste en alinearlas sobre la estructura de lenguaje del inconciente.
En esta dirección, Lacan efectúa la reintroducción de lo real en su Seminario VII bajo la forma de lo que llama la Cosa –aprovechando el término das Ding de Freud-, que más tarde será para él el goce, y del que Freud hizo la instancia del ello. Es una falsa entrada de lo real, porque Lacan implícitamente hace ahí del ello freudiano otro nombre del inconciente: el inconciente de la pulsión.
De hecho, este goce, la Cosa, la volverá operatoria, manejable, en tanto que objeto a. Y vislumbrará, en a, su propia invención que consiste en hacer de la pulsión una cadena significante; esto es, enganchar el goce en la cadena significante, considerar que una cadena significante siempre tiene una doble vertiente, de un lado un efecto de sentido y del otro un producto de goce. Así, en la época en que redacta su texto de "Subversión del sujeto", constatamos que da un lugar distinguido a lo que llama el fantasma: en su grafo -entre el primer nivel de la cadena significante, el de la palabra fundada en el Otro del lenguaje, y el segundo nivel, el del goce, que Lacan concibe como pulsión-cadena significante- da al fantasma un lugar intermediario entre estos dos niveles y hace de él, de alguna manera, el enganche de ambos. El fantasma es un amboceptivo, dirá; es decir, tiene un pie en cada lado, capta los dos lados. Es la solución que Lacan encuentra al problema que plantea la reintroducción de lo real en la estructura del lenguaje sin hacer explotar todas sus coordenadas, en la medida en que el objeto a, como él mismo observa, es un goce ya domesticado por el significante, puesto que es su producto. El fantasma deviene ahí, la morada electiva de la Cosa, del goce encerrado, soportado por una frase con su cortejo de imágenes.
En este período de su enseñanza, Lacan centra la operación analítica en el fantasma: elabora el fin de análisis a partir de lo que llama la lógica del fantasma, hasta ser en sus Seminarios XIV y XV la clave de lo que llama el pase.
Ya en Freud el fantasma presenta una conexión muy especial entre el lenguaje y la satisfacción. Por esta razón, Lacan rápidamente selecciona en Freud el concepto del fantasma como el lugar de elección de esa paradoja que constituye la unión del significante y del goce: El fantasma, del que Freud había mostrado que su soporte es primeramente una frase -"Pegan a un niño"-, se infiere de lo simbólico; en segundo lugar es una escena, por lo tanto se desprende de lo imaginario; y al mismo tiempo comporta una condición de goce, con lo cual, el registro de lo real está ahí implicado. Dicho de otro modo, el fantasma constituye el nombre de un nudo de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real, y es especialmente la conexión de lo simbólico y de lo real, del significante y del goce.
De ahí la idea de un atravesamiento posible, que es un desanudamiento, una desconexión del significante y del goce. Y, por consiguiente, que el pase signifique fracturar el fantasma, obtener una separación entre el efecto de sentido y el producto de goce, entre A y a.
Es propio de Lacan hacer de éste el punto exquisito de la cura analítica. Ahí tenemos, el punto lógicamente privilegiado donde se conjugan la primera y la segunda tópica, lo que es significante y lo que se desprende del no-todo-significante. Más adelante, en su última enseñanza, ese privilegio del fantasma Lacan lo extiende al síntoma. Pone de relieve que el síntoma del que testimonia el sujeto es también un lugar donde el significante y el goce están conectados. En "Inhibición, síntoma y angustia" Freud destaca, a propósito del síntoma obsesivo, el carácter de satisfacción incluido en el síntoma.
En suma, la dinámica propia de la enseñanza de Lacan lo conduce a singularizar el fantasma, a seleccionarlo entre todos los conceptos de Freud como el lugar de elección de esa juntura entre el significante y el goce. El carácter amboceptivo del fantasma está puesto de relieve en la fórmula que había elaborado, que conjuga el sujeto de la palabra con el objeto a, conectando ese objeto condensador de goce y el sujeto barrado, cuya barra le viene de lo que Lacan llama su subordinación al significante. Es por eso, por otra parte, que Lacan tratará, a través de figuras topológicas, de representar esta unión de contrarios, esta conjunción de dos dimensiones profundamente distintas.
Trabajo minucioso, maravilloso, de orfebre, el que Lacan hizo para producir y para insertar este objeto a en la fórmula del fantasma.
• Hizo nacer este objeto a pensando la relación del a minúscula con el falo. La diferencia entre los dos es que el falo está ligado a una forma imaginaria, en tanto que a no lo está. Por ejemplo, elaboró esto bajo la forma que a es el objeto que viene a colmar la falta dejada por la castración marcada -φ. Llegado el caso, dio también una genealogía imaginaria del objeto a mostrando -en el Seminario X- sus determinaciones orgánicas. Pero pasó de la referencia al falo a la referencia al objeto a como algo más general.
• Análogamente, fue la relación de a con el sujeto. La escritura del fantasma es próxima a la escritura a minúscula sobre -φ, es decir, inscribiendo el objeto a como un complemento del sujeto. Lacan dará más tarde a este objeto a el nombre de plus de gozar.
• Pensó también el objeto a en su referencia con el significante, con la palabra, marcando que en cierto modo la palabra está infiltrada de goce. Es en este registro que pudo decir: la interpretación del significante apunta de hecho al objeto a. Y es también poniendo de relieve la relación del objeto a con el significante que afirma: el objeto a no tiene más que una consistencia lógica, suprimiendo toda la genealogía orgánica que había podido dar al objeto a.
Lacan explicitó esta relación en sus esquemas de los cuatro discursos, tratando de preservar la noción de objeto a, en tanto que goce bien encerrado en su lugar. Es de esta manera que situó en el inconsciente bajo el nombre del discurso del amo: una articulación significante (S1-S2), un efecto de verdad ($), y una producción de goce (a). Así es como trató de capturarlo, está en su Seminario XVII, preparado por el Seminario XVI. En el Seminario XVI lo inventó como el objeto plus de gozar. En el Seminario XVII, insertó este objeto en la estructura del lenguaje. Después, en el Seminario XX, fue necesario que hiciera aparecer en más un espacio amorfo, donde puso una letra J (de jouissance, de goce), para desmentir justamente que el goce pueda encapsularse así. Y luego, esta noción del objeto a explotó. Tras lo cual, comienza la estructura del nudo, que poca relación guarda con la estructura del lenguaje.
• Estos diferentes tiempos de la construcción ceden, pues, en el cuarto momento en que Lacan pensó la relación del objeto a, como condensador de goce, con el goce. Ahí el objeto a cedió, en tanto la relación con el goce no está condensada, no está encerrada, no se le puede dar límite bajo las especies del objeto a. Se lo libera. Esto se efectúa en el Seminario XX, produciéndose una mutación del concepto de goce en Lacan.
Es lo que Lacan llamó el sinthoma, el nuevo nombre del goce.
Lacan, J., Seminario XVI: De un Otro al otro, Paidós, Barcelona, 2011.
Miller, J.-A, L’orientation lacanienne: Choses de finesse en psychanalyse, Curso 2008-09, lecciones 7, 8, 9, 10, 11, 12, editado on-line en Ten Line News.
El Seminario XVI en las coordenadas de la enseñanza de Lacan
NODVS XXXVI, març de 2012