"Punto Vivo" del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona de abril de 2012
Reseña de la presentación de Laure Naveau de los capítulos XVI, XVII y XVIII del Seminario 16 de Jacques Lacan, De un Otro al otro, en el SCFB de abril de 2012.
Laure Naveau situó los capítulos XVI, XVII y XVIII, en primer lugar, en relación al concepto de goce, como no simbólico, ni imaginario, ni real y, en segundo lugar, según un esquema sobre el pensamiento: por encima el Selbewustsein, conciencia de sí hegeliana que se escribe como “yo sé que pienso” y, por debajo, el pensamiento freudiano, que es inconsciente y se escribe “yo no sé que pienso”.
En el psicoanálisis el “pienso” es impensable porque los pensamientos inconscientes corresponden a un no querer saber que pienso, que es la represión. Para Lacan no existe la libertad de pensamiento y la referencia a la norma supone el problema de que sólo la transgresión expresa la libertad. En Platón sólo se expresa la libertad de pensamiento respecto a la norma política del momento. Lacan recurre a su grafo del deseo del Seminario V y del Escrito “Subversión del sujeto…”, donde el lado derecho superior es la inconsistencia del otro, el fantasma y la función del deseo en relación al fantasma. Lacan quiere mostrar que la libertad de pensamiento siempre está cautiva del fantasma inconsciente que invalida la noción de libertad. Recordamos la relación íntima del deseo del sujeto con el objeto a: el matema del fantasma es la definición lacaniana del pensamiento ($¨a). Nuestra posición es que la libertad de pensamiento está del lado imaginario y frente a ello está lo real.
Si en el discurso matemático se oponen la noción de sucesión de números, que se define por el cero y su sucesor, con la noción de la unidad, a Lacan le interesa la articulación con el sucesor porque no hay un todo en esa sucesión, dado que en el pensamiento freudiano no existe la idea de producir un todo sino que, si enunciado y enunciación están articulados en la sucesión, la razón según Freud es la articulación.
La relación entre libertad de pensamiento y el registro del saber: el cogito cartesiano “yo pienso” en Hegel es “yo sé que pienso”, donde “yo sé” constituye la ilusión de libertad que supone que “estoy allí donde pienso”. La conciencia de sí lleva por debajo el traumatismo freudiano, es la falla en el saber que implica el deseo de saber que hace necesaria esta falla. Aquí se inscribe la referencia al texto freudiano sobre el sueño “No sabía que estaba muerto”. El “yo sé” que insiste en Hegel olvida el “yo no sé” original, porque el saber se adquiere, y disimula un “yo no sé” constitutivo, definición del trauma freudiano. El lugar de la verdad está ocupado por la causa que motiva el sueño: detrás de la defensa, lo que no sabía lo que el soñador quería, detrás del trauma de la muerte.
Cuando Lacan define todo pensamiento como censura torna imposible volver al lugar de la verdad y la razón final de la filosofía, que olvida el “yo no sé” no le permite volver atrás. Es por ello que no se habla del objeto a, porque se habla de libertad, de verdad, de pensamiento, de todo lo que se opone a dicho objeto, el cual no se puede decir. El procedimiento de la asociación libre sobrevuela toda regla de juego con el Otro, salvo la misma asociación.
El esquema del cap. XVIII “adentro-afuera” que J.-A. Miller denomina “De Berkeley a a”: hay un adentro y un afuera para el organismo y la representación que tengo del objeto está adentro del “saco de piedras”. El idealismo de Berkeley cree que lo que está afuera siempre será perceptible como representación adentro, el mundo exterior reducible a las ideas que tengo de él. El ejemplo de la cámara oscura que ilustra el idealismo: la ficción sobre el mundo se hace a partir de un agujerito del que viene la imagen de adentro.
Si antes Lacan opone Freud a Hegel, aquí opone las dos nociones de Marx, valor de cambio y valor de uso, que representan el afuera y el adentro respecto al aparato psíquico. En relación al concepto de mercancía: critica el uso de la introyección, que sitúa en el registro simbólico, y el de la proyección, en el registro imaginario. El valor de cambio funciona afuera pero desde un adentro donde se conserva sin utilizarlo, que toma el valor de uso prohibido en el interior. La moneda, valor fetiche, cuando no se utiliza se excluye de la función de cambio, no sirve para nada, fuera de circulación. El pensamiento sólo se articula en la dialéctica si se concibe en el lenguaje, pero si se guarda, sale de su esencia, que está afuera. El argumento irrefutable de Berkeley, evidencia para el idealismo, se basa en el principio de la cámara oscura. Todo lo real está afuera pero es falso, ¿cómo reemplazarlo? ¿en qué se convierten el afuera y el adentro? Se trata de un esquema donde el goce resulta surreal porque afuera y adentro están separados y, precisamente, falta lo real. Así, no puede estar dentro todo lo que está afuera. Lacan no utiliza la cámara oscura sino que opera con la división entre el ojo y la mirada porque el objeto a es éxtimo, está adentro y afuera.
En la perversión se trata, con el voyeur y el exhibicionista, de la mirada que surge sorpresivamente por medio de un tercero, mirada en el campo del Otro que hace surgir el objeto a, la falta en el Otro. El a se sitúa en la división del lado del sujeto y en la falta del lado del Otro. Es la mancha que falta en la dimensión de la cámara oscura. El perverso quiere colmar este agujero, ver lo que no se puede ver, ofrecer a la mirada del Otro lo que él no piensa mirar. Lacan retoma el sujeto de Berkeley y el sujeto freudiano: “pienso pero no sé qué pienso”, pensamiento nada más que censura, el trauma es el “no sé” censurado. El Otro del perverso no puede ser sin falla: hommelle, hombre y ella, quiere hacer de la madre un hombre, S(A) es el matema que da la clave de la perversión, mientras que en la neurosis es S(A/), matema del significado del A barrado para el neurótico, porque el sujeto no quiere colmar esa barra sino arreglárselas con ella, manteniendo su síntoma, el cual se ha constituido de la falla en el Otro. El neurótico le da una significación familiar a esa falla porque aquí el objeto a está liberado, no sirve para colmar la falla sino para hacer existir su propia falla y el Otro.
Se entra en el análisis porque no se sabe hacer con la falla en el Otro y el saber hacer del final consiste en desistir de tratar de arreglarse con eso, dando un paso al costado. Posición éxtima en la que ya no se trata de saber hacer con el Otro y su falla sino buscar un saber hacer que acoja este objeto a que divide al sujeto. Más allá de la angustia que resulta de embrollarse con el Otro y su supuesta perversidad, su falla, se trata de una posición activa para hacer que el Otro pueda él mismo reconocerse en otro lugar.
"Punto Vivo" del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona de abril de 2012
NODVS XXXVII, juliol de 2012