¿Quién dice hablo?

Texto de referencia presentado en el Seminario del Campo Freudiano durante el curso 2011-2012 sobre el Seminario de un otro al Otro de Jacques Lacan.

  • Publicado en NODVS XXXVIII, gener de 2013

Resum

En este trabajo se intenta responder a la pregunta de “¿Quién habla a nivel del sujeto?” formulada por Lacan en el capítulo VIII del seminario De un Otro al otro. Para ello, es necesario recurrir a la lingüística de Jackobson y Benveniste así como a la distinción elaborada por Damourette y Pichon entre el “je” y el “moi”.

Paraules clau

Sujeto del deseo, sujeto del enunciado, sujeto de la enunciación, “je”, “moi”, locutor, alocutor

En el seminario De un Otro al otro Lacan retoma  el estatuto del yo, del sujeto y del Otro. En el cap. VIII que trabajamos hoy plantea la pregunta  sobre “¿Quién habla a nivel del sujeto?"1 Esta pregunta y sus diferentes elaboraciones atraviesan la enseñanza de Lacan.

            Uno de los autores a los que Lacan se refiere es Édouard Pichon, psicoanalista, gramático y amigo personal de Lacan. Edouard Pichon es  coautor junto con Jacques Damourette de Des mots a la pensée, Essai de grammaire française, obra de siete volúmenes, escrita a lo largo de varios años   (1911-1930). También podemos destacar los artículos anteriores al Ensayo de gramática, dos de ellos escritos conjuntamente con Damourette y el tercero, publicado en 1938 en la Revue Francaise de Psychanalyse titulado La personne et la personnalité vues à la lumière de la pensée idiomatique française. 

            Lacan en   Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis  se acoge a los estudios de Pichon  sobre la persona gramatical y a su esquema de locuteur y allocutaire, locutor-alocutor, para criticar  la confusión entre yo y sujeto.

  1. 1.    Sobre el significante “personne” y los pronombres gramaticales:

            Pichon se interesa por el significante “personne” en la lengua francesa y distingue las tres personas gramaticales en función de quién habla, a quién se habla y  de la cuál se habla. 

Considera que en el primer periodo del desarrollo infantil, el periodo locutorio del lenguaje, el sujeto hablante todavía no es representado en el lenguaje mismo. En un siguiente periodo, llamado delocutivo, el niño se designa con el nombre propio aunque habla de él de la misma manera que habla de los otros (ej. Juan tiene hambre,...). Finalmente, el dominio de los pronombres de la primera persona (moi, je, me) permiten corregir el posicionamiento anterior del sujeto ante el lenguaje.

            Es en este punto donde Pichon distingue claramente la función del je y del moi. El primero de ellos, el je, está  en la misma serie que el  je, me/ tu,te / il,elle / le,la / lui. Son pronombres que se aglutinan con el verbo y de ahí que los defina como pronombres aglutinativos. Es decir, que juegan un rol de soporte del verbo muy preciso (ej. J’aime, je mange,...). Expresan, según, Pichon, la persona tenue (personne ténue) que sencillamente equivaldría a la persona gramatical.

            En contraposición a los pronombres aglutinativos tenemos a los pronombres independientes del verbo que no se aglutinan con este último: moi; toi; elle; lui. Aquí ya no estamos ante la personne ténue o la persona gramatical sino ante una “personalidad concreta, completa” (que denomina  “personne étoffé/persona llena”), que representa a la persona en sus funciones en relación al mundo.            Esta distinción entre personne ténue y personne etoffé  no se limita a un estudio puramente lingüístico sino que  apunta a la misma estructura de la personalidad y que puede ser operativa en el ámbito del psicoanálisis.

            Por un lado, el “moi” representa la totalidad del psiquismo, el conjunto de caracteres que definen la existencia de un individuo,  Siguiendo los ejemplos de Pichon, uno puede afirmar de sí mismo  “je suis tranquil, moi” etc. etc.  En consecuencia, este moi no sólo nos representa y puede ser llenado con los caracteres que queramos sino que también implica un punto diferencial respecto a las demás personas.

            Sin embargo, la singularidad primera de la persona corresponde al “je”. Independiente de cualquier carácter, es la instancia central que permite una continuidad irreducible a cualquier significante y aliena a la posible confrontación con otras personas. 

            Desde el psicoanalisis se trata, tal como  Lacan dice en su debate con Leclaire en el S.II, de no entificar al sujeto cuando se habla de subjetividad ,que “cuando se habla de subjetividad, la dificultad radica en no entificar al sujeto”2 y que tal como se descubre en la experiencia freudiana “¿dónde se cuenta a sí mismo el individuo en función subjetiva, sino en el inconsciente?”3

Lacan concluye que para el psicoanálisis “...se trata de librar nuestra noción de la conciencia  de toda hipoteca en cuanto a la aprehensión del sujeto por sí mismo”4. Y prosigue afirmando “en el inconsciente, excluido, del sistema del yo, el sujeto habla”5 Es en este punto del S.II  que se refiere a Binet ,considerado el precursor de los tests de Coeficiente intelectual (CI) y al  test de Binet-Simon.

Lacan critica la concepción de la edad mental y de inteligencia evolutiva que tanto interesó a Piaget: “Se espera detectar la edad mental de un sujeto (...) proponiendo a su aceptación frases tan absurdas como (...) Tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo. Hay ciertamente una ilusión de esta clase en el hecho de creer que la circunstancia de que el sujeto se cuente a sí mismo sea una operación de conciencia, una operación atribuida a una intuición de la conciencia transparente a si misma.”.

En la frase “Tengo tres hermanos, Pedro, Pablo y yo”. (J’ai trois frères, Pierre, Paul et moi”) observamos como en el moi el niño se inscribe, se cuenta como un elemento más y representa la totalidad psíquica antes mencionada. También se observa como el moi, a diferencia del je que se aglutina con el avoir, es independiente del verbo en cuestión.

  1. 2.    Sobre el locutor- alocutor  

En Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis Lacan se refiere al binario locutor-alocutor, en las leyes de la palabra, vinculado al concepto de Otro completo en contraposición al otro, en minúscula, al semejante:  “... cuando el sujeto se adentra en análisis , acepta una posición más constituyente en sí misma que todas las consignas con las que se deja más o menos engañar: la de la interlocución, y no vemos inconveniente en que esta observación deje al oyente confundido. (NT: juego de palabras entre interlocution e interloqué “confundido). Pues nos dará ocasión de subrayar que la alocución del sujeto supone un “alocutorio”, dicho de otra manera que el locutor se constituye aquí como intersubjetividad.“6

            Lacan destaca en una nota a pie de página de 1966, que incluso si se habla “para las paredes”,  siempre se dirige a Otro, con mayúsculas. La distinción entre los semejantes, el otro con minúscula, y el gran Otro se construye sobre la distinción de imaginario y simbólico y entre el sujeto y el yo.

            Aquí la referencia es Jackobson y su concepto “shifter", de embrague, y también Benveniste con la distinción entre enunciado y enunciación. Para Benveniste es el acto mismo de producir un enunciado (enunciación) lo que debe ser objeto de estudio de la lingüística en detrimento del producto resultante (el enunciado).

            Hay varias formas específicas que permiten poner al locutor en relación a su enunciación: índices de persona (relación yo-tú), formas que influyen a quién va dirigido el mensaje (interrogación, imperativos,…), etc. etc.

            Así pues, Benveniste considera, en primer lugar,  el discurso como  una enunciación que supone un locutor y un oyente, (cuestión que Lacan ya destaca en el Seminario III, que Pichon tiene que recordar, “recordar que el discurso se dirige siempre a otro, al alocutor"7. En segundo lugar, trata al enunciado como el producto lingüístico de un acto de enunciación del cual se responsabiliza un locutor, en un marco espacio-temporal concreto y destinado a un oyente.

            El acto individual introduce el que habla en las palabras que dice. El locutor, hace uso del lenguaje y adquiere una identidad discursiva, un yo, y a la vez construye una segunda identidad discursiva, la del destinatario o receptor. Así en un acto comunicativo emergen los índices de persona, el yo/je (y el nosotros) y el tú (y el vosotros),  y otras formas de pronombres personales, posesivos, demostrativos, que nacen de una enunciación y a diferencia de otras unidades lingüísticas  “sólo existen en la red de individuos” que la enunciación crea y en relación al aquí y ahora  del locutor".

Lacan situará el je del lado de la enunciación y al moi del lado del enunciado. El que habla se apropia del pronombre yo (je), lo convierte en una designación única y lo actualiza en cada acto de enunciación.

Por otro lado,  para Benveniste la forma básica de toda enunciación siempre es el diálogo con la estructura binaria locutor/alocutor.  Incluye aquí el monólogo interior puesto que se mantiene la estructura locutor / alocutor con un yo locutor y un yo que escucha.

En esta misma dirección se expresan Damourette y Pichon cuando afirman que en todo lenguaje (desde el más elevado hasta el más sencillo) siempre existe la pareja locutor/alocutor. Es esta dualidad la condición de posibilidad del lenguaje  mismo. Una dualidad que, si nos fijamos, no implica ni la referencia a un mundo exterior ni a ningún referente. Se sostiene únicamente por estas dos personas gramaticales.

   De ello se deduce una subjetividad escindida en dos posiciones. En primer lugar, el locutor dirige su mensaje a un supuesto alocutor para poder ser reconocido como ser hablante. En consecuencia, el campo de la subjetividad surge del campo de reconocimiento mutuo inaugurado por la palabra fruto de la dualidad subjetiva explicada anteriormente (un locutor que habla y un alocutor que escucha).  En este sentido, el que habla se constituye como sujeto a medida que intenta ser reconocido por el otro como tal.

Esta intersubjetividad fundada en dos posiciones y la voluntad, la demanda de reconocimiento por parte del que habla (de hecho, por esto empieza a hablar) remite a la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo que recoge Lacan en sus primeros seminarios. Miller comenta en Una lectura del seminario de un Otro a otro  que se puede llevar hasta el límite esta dualidad hegeliana y considerar que no existen dos personajes distintos (el amo y el esclavo) sino que son dos modos de identificación de un mismo sujeto (de la misma manera que también el monólogo se consideraba un diálogo entre un yo/je locutor y un yo/je alocutor).

Así pues, ¿qué representa el esclavo y qué el amo? Siguiendo a Miller, el esclavo sería el cuerpo y su goce mientras que el amo es el sueño del dominio del esclavo, es decir, del cuerpo. Pero la paradoja radica en que el amo no sabe absolutamente nada y, como dice Hegel, es un inútil porque pierde la relación primordial con la naturaleza que es el trabajo. El saber lo tiene el esclavo. 

El ser hablante se imagina ser dos. Por un lado, quiere representarse como amo (dominar su cuerpo) pero intentando ser amo del esclavo no se da cuenta que se esclaviza a sí mismo.

            Como conclusión, intentaremos responder a la pregunta de ¿quién dice hablo? a partir de lo explicado en este trabajo. Desde la lingüística suele afirmarse que el yo del discurso nombra al sujeto de la enunciación en el enunciado pero Lacan destaca la no coincidencia entre el sujeto del enunciado y el de la enunciación. Él trata al yo (je) como un significante. Un je que designa al sujeto de la enunciación sin significarle de manera que este je es solamente aquello que en el sujeto del enunciado designa al sujeto que habla. Por lo tanto, este yo no es bajo ningún concepto aquel que enuncia el discurso que contiene al yo.

            Así pues, el je no hace referencia a ningún concepto o persona en particular sino únicamente al discurso. De ahí la importancia de la forma del diálogo explicada anteriormente. A la pregunta de quién habla siempre responde Otro porque todo diálogo implica un yo y un Otro. Hablando uno se sitúa como sujeto pero siempre necesita a un Otro que  le proporcione los significantes. De ahí que Lacan afirme en el seminario II que “en la función de la palabra de quien se trata es del Otro”. No del otro en minúscula especular, reflejo del yo (moi) y en consecuencia del ámbito de lo imaginario sino del gran Otro como sujeto de la intersubjetividad.

         En todo caso, ni el je como sujeto de la enunciación ni el moi del sujeto del enunciado responden a la pregunta de ¿Quién dice hablo? En el caso del moi el sujeto está alienado en la pura imagen especular (en el eje a-a’ del estadio del espejo). Por otro lado, el je sigue siendo un representante del sujeto alienado en el campo del lenguaje (orden simbólico).  Sin embargo, y como vimos en este trabajo en relación al  je, éste siempre conlleva a un agente que se implica y participa en su subjetividad más íntima en la producción de sus enunciados.  Es un representante convocado por el sujeto mismo en el acto mismo de su enunciación y es resultado del acto mismo de la articulación significante.

            Si bien el lenguaje, en  su estructura significante, oculta al sujeto la verdad de su deseo, también es cierto  que el sujeto habla de él en sus enunciados sin saberlo ahí donde éste adviene en la articulación significante: su enunciación. De ahí que Lacan considere que el sujeto del deseo deba buscarse en el sujeto de la enunciación.

            Pienso que de esta manera se puede entender mejor la sentencia que  Lacan, en referencia de Heráclito,  destaca en este seminario de “Yo la verdad hablo” (Moi, la vérité, je parle). No se trata de considerar un sujeto como conocedor de la verdad sino más bien al revés, como un sujeto que no se posiciona como sujeto supuesto saber.  Entender esta frase del lado de la enunciación (del lado del enunciado sería erróneo y bastante megalómano) implica que un sujeto que se anuncia como verdad siempre está, como dice Miller, del lado de la sorpresa puesto que la verdad siempre es un acto fallido. Del mismo modo la frase la Vérite parle Je también se entiende del lado de la enunciación en cuanto siempre se dice otra cosa que lo mostrado en el enunciado.


Notes

1. Lacan (2008), p. 113.

2. Lacan (1990), p.87.

3. Lacan (1990), p. 91.

4. Lacan (1990), p.92.

5. Lacan (1990), p.95.

6. Lacan (2007), pp. 247-248.

7. Lacan (2000), p. 395.

Bibliografia

LACAN, JACQUES. Escritos I [1966]. Madrid, Siglo XXI, 2007.

LACAN, JACQUES. El seminario de Jacques Lacan, libro II – El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, [1954-1955]. Buenos Aires, Paidós, 1990.

LACAN, JACQUES. El seminario de Jacques Lacan, libro III –La psicosis, [1955-1956]. Buenos Aires, Paidós, 2000.

LACAN, JACQUES. El seminario de Jacques Lacan, libro XVI –De un Otro al otro, [1968-1969]. Buenos Aires, Paidós, 2008.

DAMOURETTE, J. y  PICHON, E. Des mots à la pensée. Essai de grammaire de la langue française . Paris, D’Artrey, 1930.

MILLER, JACQUES-ALAIN (2009). Una lectura del seminario de un Otro al otro. Freudiana, 55, 2009,  7-42.

TIZIO, HEBE (1990). Psicoanalisis y lenguaje. La aportación original de Jacques Lacan. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona, Facultad de Psicología, Barcelona.

Eduard Fernández Guilañá

¿Quién dice hablo?

NODVS XXXVIII, gener de 2013

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