Pegan a un niño

Texto presentado en su primera parte en el Seminario de Alicia Calderón de la Barca “Lógica de la clínica analítica” durante el curso 2011-2012.

  • Publicado en NODVS XXXVIII, gener de 2013

Resum

El trabajo es en su primera parte una reseña del texto de Freud “Pegan a un niño”, para dar cuenta después del recorrido que hace J.Lacan en los Seminarios 4 y 5. Se trata en el recorrido de poder dar cuenta de la concepción de Freud respecto de lo que es la perversión, a través del análisis del texto de J. Lacan.

Paraules clau

pulsión parcial, perversión, complejo de Edipo, fantasma, pegan a un niño.

“Es asombroso que se haya podido pensar siquiera en comprender la fórmula de Freud –la perversión es el negativo de la neurosis- como pretende su traducción en cierto modo popular. La perversión sería entonces una pulsión no elaborada por el mecanismo edípico y neurótico, algo que sobrevive pura y simplemente, la persistencia de una pulsión parcial irreductible. Por el contrario en este artículo primordial y en muchos otros lugares, Freud indica de sobra que ninguna estructuración perversa, por primitiva que la supongamos (…) puede articularse sino como un medio, una pieza, un elemento de algo, a fin de cuentas, sólo concebible, comprensible, articulable, en para y por medio del proceso, la organización, la articulación del complejo de Edipo.”[1]

    Rescato al inicio este párrafo de Lacan del Seminario 4, donde analiza el texto de Freud “Pegan a un niño. Aportación al conocimiento de la génesis de las perversiones” de 1919, texto decisivo porque al decir de Lacan representa  un viraje en su propio pensamiento y del pensamiento analítico posterior con respecto a neurosis y perversión. Voy a desarrollar en este breve trabajo los puntos que me parecieron fundamentales del texto de Freud, para comentar después qué es lo que Lacan destaca del mismo en sus seminarios 4 y 5.

    Freud afirma en su texto que la génesis de las perversiones debe derivarse, al igual que en la neurosis, del complejo de Edipo y describe cual es la forma en que esto se produce. Analiza la  fantasía de ser pegado como un signo primario de perversión que podrá constituir el desarrollo de una perversión en la edad adulta, o no, conservándose sólo como rasgo, permaneciendo en el fondo de un desarrollo sexual normal. Sustenta que las investigaciones presentadas van a ser útiles para la comprensión especialmente de la génesis del masoquismo.

    El texto es un breve estudio que comprende seis casos, cuatro mujeres y dos hombres. Freud analiza en ellos la fantasía  relatada en el análisis a la cual el título refiere. Con el objetivo de una exposición más clara, describe primero lo que ocurre en los casos de las mujeres, para dar cuenta después, de los de los hombres.  Afirma que el análisis de las mujeres da cuenta con mayor claridad, del conocimiento adquirido objetivo de su exposición.

    Desarrolla una presentación donde puntúa las fases y transformaciones de la fantasía, detallando cual es el proceso que subyace y el sentido que toma  para su transformación. Afirma al inicio que la fantasía de ser pegado (fantasía de flagelación) es habitualmente confesada por personas en tratamiento analítico a la cual, dice, se enlazan sensaciones placenteras  que se asocian a una satisfacción sexual y que su confesión (la de la fantasía) no es sin vergüenza y sentimiento de culpabilidad. Son fantasías que se remontan a los 5 años de edad, que no están  asociadas a la visión de niños pegados en la escuela, dado que existen con anterioridad a su posible visión y siguen existiendo independientemente de la misma. Añade que no se descubre ningún tipo de vinculación entre la existencia en tales sujetos de esta fantasía y el hecho que hubieran sido maltratados o castigados en su infancia. De hecho afirma que eran sujetos en los que la visión real de niños que eran pegados provocaba gran rechazo.

    Freud toma la fantasía como un signo (rasgo) primario de perversión que se produce al estímulo de impresiones casuales, que sirve a la satisfacción autoerótica y donde se comprende que un componente de la función sexual se ha anticipado, se ha hecho independiente y ha quedado fijado a una determinada forma de satisfacerse. La cuestión es que puede persistir en el tiempo y por lo tanto desarrollarse propiamente una perversión o bien sufrir uno de los tres procesos siguientes: sucumbir a la represión, ser sustituida por una formación reactiva o bien modificada por una sublimación.

¿Cómo son descritas cada una de las fases?

Fase 1: En su indefinición inicial “pegan a un niño”, en su concreción posterior “el padre pega al niño”. El niño pegado no es nunca el protagonista de la fantasía, suele ser un hermano o hermana, no existe una relación constante entre el sexo del sujeto de la fantasía y el del protagonista, lo destacable es que se trate de un hermano/a, o sea de un rival. El autor del maltrato Freud señala, aunque indefinido al principio, es el padre. Se trata de una fase de carácter sádico. Luego lo veremos detenidamente pero, en su sentido último se tratará de la formulación “mi padre pega al niño odiado por mi”

Fase 2: En esta segunda fase la persona que pega al niño sigue siendo el padre, ahora el niño pegado es el propio sujeto protagonista de la fantasía, Freud afirma que la misma provoca elevado placer (si se  compara con la primera). Se trata ahora de la formulación “yo soy pegado por mi padre”. Tiene un carácter marcadamente masoquista y de identificación a un rival degradado. Es una fase inconsciente, nunca fue recordada en el análisis. Es una construcción del mismo.

Fase 3: Se asemeja a la primera, el padre aparece ahora bajo la forma de un subrogado. El sujeto de la fantasía no aparece sino como mero espectador, los sujetos pegados son ahora invariablemente niños (en las fantasías de las mujeres). Es causa de gran excitación y provoca como tal una satisfacción onanista.

    Es después de esta inicial descripción que analiza cual es el sentido de la fantasía y cómo es posible entender las transformaciones que va sufriendo.

    En la época  a la cual corresponde, la niña está bajo el influjo del Complejo de Edipo. En él aparece una actitud de vínculo amoroso al padre y de cierta hostilidad ambivalente a la madre. Los hermanos aparecen como rivales y por lo tanto el sentido que toma la fantasía en su primera fase es el de “mi padre pega al niño odiado por mí, no le quiere, sólo me quiere a mí”. Entonces la fantasía aparece satisfaciendo los celos y a la vez dependiendo de la vida erótica. Freud señala que no es plenamente sexual ni tampoco plenamente sádica, pero no duda en afirmar que provoca ya una satisfacción sexual.

    La tendencia apropiada del Complejo de Edipo a sucumbir a la represión, estará en la causa del sentido que toma la fantasía en su segunda fase. De forma simultánea a la represión surge la conciencia de culpabilidad asociada al deseo incestuoso que además se justifica por su persistencia en el inconsciente. Es debido  al sentimiento de culpabilidad que surgirá en la segunda fase el sentido “no te quiere pues te pega”. Esta fase aparece entonces como una expresión directa del sentimiento de culpa, factor que invariablemente transforma el sadismo en masoquismo. A ello se añade la satisfacción pulsional, que en el masoquismo comparte su dominio con el sentimiento de culpa. De manera puntuada el esquema sería el siguiente:

  1. Se trata de niñas en las cuales el componente sádico emergió tempranamente (en la 1ª fase)
  2. Queda entonces facilitada una regresión a la fase de la vida sádico-anal
  3. La organización genital apenas alcanzada sucumbe a la represión  haciéndose inconsciente el amor al padre
  4. La organización genital experimenta pues una regresión.

Tomando el texto de Freud  “Cuando la organización genital apenas alcanzada sucumbe a la represión, no surge como única consecuencia, la de que todos los elementos psíquicos representativos del amor al padre se hagan inconscientes. Sucede también que la misma organización genital experimente una desgracia regresiva. La idea “mi padre me ama”  tenía un sentido genital, la regresión la  transforma en la siguiente “El  padre me pega”. Este ser pegado constituye una confluencia del sentimiento de culpabilidad con el erotismo. No es sólo el castigo de la relación genital prohibida, sino también su sustitución regresiva, y de esta última fuente extrae la excitación libidinosa, que desde este punto queda unida a ella y buscará su descarga en actos onanistas. Pero  esta es ya la esencia del masoquismo.”[2]

    Esta fase nunca fue recordada en el análisis es una reconstrucción del mismo, Freud supone que su no recuerdo está vinculado a la intensidad con la que fue reprimido el Complejo de Edipo.

    La fase 3 es como una repetición de la primera, el padre substituido por un subrogado pega a un niño ahora desconocido. Afirma,  que de la frase de la 1º fase: “el padre pega a un niño y sólo me quiere a mí”, la segunda parte ha sucumbido a la represión, recayendo en esta fase el acento en la primera parte del mensaje y añade “sólo la forma de esta fantasía es sádica. Su significación está en que ha tomado la carga libidinosa en la parte reprimida y con ello también el sentimiento de culpabilidad concomitante al contenido. Todos los niños golpeados no son sino subrogados de la propia persona”[3]

    El resultado fundamental, al que alude Freud del estudio presentado es el de la comprensión de la génesis de las perversiones. Señala la importancia de la intensificación constitucional y la anticipación de un componente sexual, pero afirma que eso no es suficiente. De hecho la perversión nunca aparece aislada en la vida sexual infantil queda asociada al Complejo de Edipo quedando como resto del mismo “legataria de su carga libidinosa y sustentáculo del sentimiento de culpa a él adherida”[4]. Puede constituir la base del desarrollo de una perversión de igual sentido o bien permanecer en el fondo de un desarrollo sexual normal.

    A la pregunta pues, de si la perversión puede derivarse del C. de Edipo responderá afirmativamente, aunque los recuerdos de adultos perversos, sitúen la impresión decisiva no antes de los 6 años, época en que el complejo de Edipo ya ha sido reprimido; de hecho en consonancia afirma, que el suceso olvidado cabría comprenderlo como un resto de la supervivencia del complejo. “La fantasía de flagelación y otras fijaciones perversas análogas serían entonces residuos del complejo de Edipo cicatrices dejadas por el curso del proceso.”[5]

    Lacan se muestra crítico con el hecho de que algunos autores creyendo seguir a Freud, hubieran considerado que en la perversión se trataba, siguiendo su fórmula  “la perversión es el negativo de la neurosis” de la persistencia de una fijación que afectaría a una pulsión parcial, fijación que atravesaría indemne la dialéctica del Edipo  y que por lo tanto,  habría que considerar que en la perversión se trataría de una entidad en la que no se habría elaborado la pulsión. Es en este sentido que, siguiendo el texto de Freud, Lacan afirma que “la pulsión no tiene ningún derecho a ser promovida como más desnuda, por así decirlo, en la perversión que en la neurosis”[6]. Desarrolla la concepción a partir del texto de Freud, por la cual también en la perversión se trata de una estructura de elusión, de dialéctica de lo reprimido y de retorno, del mismo modo que en  la neurosis, “en la perversión siempre hay algo que el sujeto no quiere reconocer (…), lo que el sujeto no quiere reconocer sólo se concibe como algo que está ahí articulado, pero que sin embargo no sólo es desconocido por su parte sino reprimido por razones esenciales de articulación”[7]. Este es el mecanismo analítico de la represión por la cual el sujeto no reconoce aquello que supone le resultaría intolerable y es en ese sentido que añade “en la perversión es exactamente igual”, supone los mismos mecanismos de elisión de  los términos fundamentales y los mismos avatares accidentales en el tránsito edípico. Concluye entonces que precisar la diferencia entre neurosis y perversión nunca va a suponer establecer entre ambas estructuras “una oposición tan sumaria consistente en decir que en la neurosis la pulsión se evita mientras que en la perversión se la reconoce al desnudo”[8]. Habrá que decir que en la perversión la pulsión se manifiesta, pero de un modo parcial, como un signo, un elemento desprendido.

    Lacan hace una observación acerca de la imprecisión con la que el sujeto comunica su fantasma, las lagunas de su recuerdo que se hacen evidentes con la vaguedad de las respuestas a ciertas cuestiones y además la significativa aversión y también vergüenza con la que habla del tema. Las prácticas masturbatorias asociadas al fantasma suponen menos carga de culpabilidad que la comunicación del fantasma mismo, de hecho Freud dice “La vergüenza y el sentimiento de culpabilidad parecen actuar aquí con mucha mayor energía que en confesiones análogas sobre los recuerdos primeros de la vida sexual.”[9]

    Lacan también, como Freud a través del minucioso estudio del fantasma mostrando las diversas transformaciones que éste va tomando, da cuenta a su vez de la importancia del significante en la economía de dicho fantasma.

    En la formulación “Pegan” el sujeto de la fantasía aparece como espectador, el agente del castigo es, o bien el padre o bien un sujeto equivalente, Lacan puntuará que conviene no asimilarlo al padre real situarlo en un más allá de éste, “en esa categoría del nombre del padre que tenemos cuidado de distinguirlo de las incidencias del padre real”.

    Siguiendo el texto de Freud, la fase 1 toma  el sentido de “mi padre pega  a un niño que es el niño a quien odio”. Es fundamental el hecho de que se trate de un hermano/a rival del sujeto de la fantasía en el amor al padre. Escena triangular donde el niño víctima, caído de la preferencia paterna según la interpretación que de la escena hace el sujeto, es el instrumento que sirve a la comunicación de amor entre el sujeto  y el padre. Es decir, es porque el sujeto lee en el acto del padre que pega al niño una caída en la preferencia, que él se sitúa del lado de esa preferencia. El padre negándole el amor al niño pegado, con su acto le hace a éste objeto de una sevicia, añade Lacan, que consiste en negarlo como sujeto, reducir a nada su existencia. La forma primitiva del fantasma sería entonces “mi padre no lo ama”, negándosele así también su condición de sujeto, ya que en la medida que es pegado y por lo tanto no amado, no entra en una relación propiamente simbólica, no adquiere un lugar en el discurso del Otro.

    En la fase segunda, la situación se reduce a dos personajes y su formulación es “mi padre me pega”. Lacan señala que la situación que ahora es dual, se presta a toda clase de interpretaciones marcadas por un carácter ambiguo. El primer fantasma contenía una organización que le daba todo un sentido pleno, ahora se pregunta en qué medida el sujeto participa en la acción de ser golpeado?, ¿dónde queda el sujeto observador de la primera escena?, afirmando entonces que se trata de la clásica ambigüedad sadomasoquista. El sujeto se encuentra ahora en una situación recíproca con respecto al sujeto pegado de la primera fase, dado que ahora ocupa el lugar del golpeado. Tiempo vinculado al Edipo, donde el fantasma representa el retorno del deseo edípico, que con la culpabilidad que implica exige que se haga pegar.

    Lacan responde al respecto de que Freud hablara de regresión en esta segunda fase afirmando: “ Como el mensaje en cuestión esta reprimido, como no se puede recuperar en la memoria del sujeto, un mecanismo correlativo que Freud llama aquí  regresión hace que el sujeto recurra a la figuración de la etapa anterior para expresar en un fantasma que nunca sale a la luz, la relación francamente libidinal, ya estructurada de acuerdo con la modalidad edípica, que el sujeto tiene entonces con el padre”[10].

    En la tercera fase,  “pegan” ha devenido impersonal, el padre no es reconocible pero queda indicada la función paterna. No se trata ya de un niño sino de varios, no hay mensaje alguno, hay una desubjetivación radical de toda la estructura donde el sujeto queda reducido  al lugar de espectador, forma última del fantasma que constituirá “la imagen privilegiada en la que encontrarán su lugar las satisfacciones genitales que el sujeto pueda experimentar”.[11]

    En el seminario 4 Lacan va a situar en el esquema L la situación del fantasma “Pegan". Dice, tenemos por un lado el eje imaginario a-a’, relación marcada por la reciprocidad entre el yo y el otro. Por el otro, la línea S-A eje simbólico, a saber una palabra inconsciente. En el fantasma estudiado se trató en su primera fase de la significación “mi padre pega al niño al que yo odio” o bien “mi padre pegando a ese niño me manifiesta su amor” pudiéndose ampliar la frase a significaciones parecidas en el mismo sentido. Sentido que, como bien describió Freud, es a través del análisis que va a rebelarse. El fantasma  aparece entonces, como aquello que está excluido para el sujeto pero  que está presente en todos sus síntomas, testimonio de los elementos significantes de la  relación con el Otro. Siguiendo el fantasma estudiado, Lacan señala como se observa en su última fase una reducción simbólica que ha eliminado el sentido de la estructura intersubjetiva (presente en la primera fase) para dejar subsistir un resto desubjetivado, “que conserva la carga-pero una carga no revelada, sin constituir, no asumida por el sujeto- de lo que en el Otro constituye la estructura articulada en la cual el sujeto está implicado”[12]. Se hace patente la reducción de la escena plena, significante, a una imagen  (pegan a un niño) cargada, dice Lacan, de todas las satisfacciones libidinales de lo que la escena había significado, testimonio último, soporte de lo que resta. Es en ese sentido que Lacan va a decir que en la perversión hay una revalorización de la imagen, resto privilegiado de lo que en el inconsciente debe de ser revelado. “se trata de la imagen como último testimonio de algo que en el inconsciente debe ser articulado y vuelto a poner  en juego en la dialéctica de la transferencia  o sea que debe recobrar sus dimensiones en el interior del diálogo analítico”[13]. Punto en el cual Lacan nos recuerda que Freud situó la génesis de la perversión y su abordaje en los avatares del Complejo de Edipo.

    Desarrollaré por último lo que en el seminario 5 Lacan llama la solución fantasmática,  forma como en el plano de lo simbólico, un sujeto que en la realidad aparece como un rival, queda abolido como tal.

    Lacan nos introduce primero en la cuestión del falo, la primera dialéctica de la simbolización de la relación de la madre con el niño concierne a aquello que es significable y eso, nos dice Lacan, es lo que nos interesa. Está por un lado la satisfacción de las necesidades pero eso no es todo. El niño se afana para descubrir lo que para la madre es aquello que desea. Aquí es donde la función del falo deviene esencial. “Se trata de un significante y de ninguna otra cosa,(…) el falo entra en  juego en el sistema significante a partir del momento en que el sujeto tiene que simbolizar en oposición al significante, el significado en cuanto tal, quiero decir la significación”.[14] Es decir que aquello que importa al sujeto, lo que la madre desea, y que para él va a rebelarse como deseo de su deseo, va a significarse a través del falo. “El falo entra ya en juego tan pronto el sujeto aborde el deseo de la madre.”[15] Es entonces en este punto que Lacan vuelve al fantasma estudiado por Freud, para hacernos notar lo que ocurre cuando, (como en el caso, en su primera fase) ese lugar está ocupado por algo, dice, difícil de simbolizar, puesto que se trata de un sujeto real. Estamos en la primera fase del fantasma. Dice: “La relación con el hermanito o la hermanita no adquiere su valor decisivo en el plano de la realidad sino en tanto que se inscribe en un desarrollo muy distinto que es un desarrollo de simbolización. Lo complica y requiere una solución completamente distinta, una solución fantasmática. ¿Cuál es? Freud nos articuló su naturaleza- el sujeto es abolido en el plano simbólico, en tanto que es como un mamarracho a quién se le rehúsa toda consideración como sujeto. En este caso particular, el niño encuentra el llamado fantasma masoquista de fustigación, que constituye en este  nivel  una solución lograda al problema.”[16] Se trata pues al fin de un acto simbólico en el cual el niño rival en el amor, aparece en el fantasma borrado como sujeto. Dice Lacan que eso es además tan cierto como que, ese mismo sujeto cuando en la realidad se topa con una escena de agresión, ésta le resulta de lo más desagradable y tiende a alejarse de ella. “La fustigación no atenta contra la integridad real y física del sujeto. Es propiamente su carácter simbólico lo que está erotizado, y ello desde el origen”.[17] 

Notes

[1] J. Lacan Seminario 4 Pag. 122

[2] Freud, S.  “Pegan a un niño. Aportación al estudio de la génesis de las perversiones” 1919. Obras completas. Ed. Orbis. Pag. 2471

[3] Ibídem, Pag. 2472

[4]  Ibídem. Pag. 2473

[5] Freud, S. Ibídem. Pag. 2474

[6] Lacan, J. Seminario 5 Pag. 241.

[7] Ibídem, Pag. 242

[8] Ibídem, pag. 242

[9] Freud, S. “Pegan a un niño”, Ed. Orbis, pag. 2464

[10] Lacan, J. Seminario 5. Pag. 246

[11] Ibídem, Pag. 247

[12] Lacan, J. Seminario 4 Pag. 121

[13] Ibídem, Pag. 122

[14] Lacan, J. Seminario 5 Pag. 248

[15] Ibídem, Pag. 248

[16] Ibídem, Pag. 249

[17] Ibídem, Pag,250

Bibliografia

Bibliografia

 

Freud, S. “Pegan a un niño. Aportación al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”. Ed. Orbis. Volumen 13.

Lacan,J, Seminario 4. La Relación de objeto  1956-1957. Ed. Paidós

Lacan, J. Seminario  5  Las formaciones del inconsciente. 1957-1958. Ed. Paidós

Dolors Arasanz

Pegan a un niño

NODVS XXXVIII, gener de 2013

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