El malestar que no tiene nombre: Betty Friedan
Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona el 17 de Noviembre de 2012. Basado en el texto “Posición del Inconsciente” presentado por Marco Focci.
Betty Friedan, en su texto “La Mística de la Feminidad” realiza una contundente denuncia, sintiéndose ella misma atravesada por este universal femenino que no promovía ninguna facilidad a la madre/esposa de quedar por fuera, como mujer, y poder elegir, desoyendo taxativamente el malestar que las mujeres de la época sentían. Aunque la mención que encontramos de Lacan sobre ésta autora en el texto “Posición del Inconsciente” (1960-1964) es breve, nos permite situar por un lado, los efectos devastadores que se produjeron debido a una mala lectura de los conceptos freudianos y la respuesta que éstos dieron a los síntomas en lo social en la sociedad norteamericana en la década de los ’60.
¿Les impide la “Mística de la feminidad” a las mujeres estadounidenses crecer con el mundo? ¿Qué es lo que le da a la “Mística de la feminidad” su poder? ¿Cuál es la causa para que en tan pocos y cortos años se haya echo tan fuerte? Éstas y otras preguntan recorren el texto de esta autora.
Betty Friedan; Mística de la feminidad; Discurso del amo; Posición del Inconsciente; Condición femenina.
Aunque la mención que encontramos de Lacan sobre ésta autora en el texto “Posición del Inconsciente” (1960-1964) es breve, nos permite situar por un lado, los efectos devastadores que se produjeron debido a una mala lectura de los conceptos freudianos y la respuesta que éstos dieron a los síntomas en lo social. Y por otro, y ligado a esto, lo que promulgaba la psicología en lo años 50 y 60 en EEUU estando al servicio directo de expandir y desarrollar ideales que respondían al “American way of life”. De ésta manera, y sin velo alguno, se respondía al discurso del amo y del discurso dominante “funcionalista” de la época.
Esto, nos lleva a poder pensar en la actualidad, y poder hacer una extrapolación, con lo que sucede actualmente con la psicología y el predominio aniquilante de las TCC.
Antes de presentar a Betty Friedan, y su texto “La Mística de la Feminidad” decir que a mi entender la autora hace aquí una contundente denuncia, con las herramientas con las que contaba para la época, sintiéndose ella misma atravesada por este universal femenino que no promovía ninguna facilidad a la madre/esposa de quedar por fuera, como mujer, y poder elegir, desoyendo taxativamente el malestar que las mujeres de la época sentían.
Para presentar a la autora, decir que el nombre verdadero de Betty Friedan era Betty Naomi Goldstein, nacida en Peoria, Illinois (Estados Unidos) el 4 de febrero de 1921 y fallecida el mismo día de 2006 a la edad de 85 años. Nacida en el seno de una familia de origen judío, su padre, Harry, era joyero, y su madre, Miriam, abandonó su empleo como editora de un periódico para ejercer de ama de casa.
Algo de este ideal femenino atraviesa su propia historia. Se graduó con altos honores en el Smith College y realizó su trabajo de postgrado en psicología en la Universidad de Berkeley, California. Rechazó una beca de doctorado en esta misma universidad, eligiendo el amor y la maternidad antes que “hacer carrera” y pasó a trabajar después de varios años, como redactora para diferentes cadenas de noticias.
Tiene varios textos escritos, pero consiguió el reconocimiento con “La mística de la feminidad”, texto que obtuvo el premio Pulitzer en 1964, además de convertirse en un auténtico best-seller. Siendo una teórica y líder del movimiento feminista estadounidense de los años 60 y 70,
puede decirse que marcó un antes y un después en la historia del siglo
XX, pues dio forma al movimiento feminista urbano de clase media.
Cada vez más implicada en acciones en pro de la equiparación de los derechos de las mujeres, en 1966 Friedan, con otros 27 hombres y mujeres, sentó las bases de la National Organization for Women (NOW, Organización Nacional para las Mujeres), organismo que presidió hasta 1970.
El texto “la Mística de la Feminidad” se basa en un detallado estudio de investigación donde la autora entrevista a un amplio grupo de mujeres, amas de casa de los barrios residenciales, de clase media y media-alta norteamericana.
Esta “mística de la feminidad” describe un malestar al que la autora llama un “malestar que no tiene nombre” que entre otros síntomas expresan una “inquietud extraña acompañada de sensación de insatisfacción, de vacío, incompletud, angustia y falta de deseo” al que un psiquiatra de la época denominó: “Síndrome del ama de casa”.
Este universal de feminidad afirma que el más alto valor y el único compromiso de las mujeres es la realización de su propia feminidad. La maternidad, bajo estos cánones, se postula como el único vehículo para ser una heroína en los ideales de la época.
Este malestar sin nombre, al que las mismas mujeres no podían darle viva voz, y sólo pudiendo susurrar en petit-comité con otras madres en las puertas de los colegios de sus niños, en 1960, es cuando explota.
Comienza a hablarse en los medios de comunicación, destrozando la feliz imagen del ama de casa que se ocupaba de las tareas domésticas y de sus hijos, dando lugar primero, a lo que en modo jocoso lo atribuían a la incompetencia del personal técnico de reparación de electrodomésticos o a las largas distancias que debían recorrer en sus “rancheras” hasta las escuelas de sus hijos. Llegaban ecos desde Francia, donde a través de Simone de Beauvoir, se hablaba de una insatisfacción de tipo femenino, que ésta desarrolla en su texto “El segundo sexo”.
La autora habla de que la imagen de la mujer en esta época sufrió lo que denomina, una “ruptura esquizofrénica”, ya que por un lado, esta la buena mujer, la madre y por otro, la puta, la cual queda del lado de los deseos de la carne.
A esta dualidad, se le sumó una fisura posterior, diferente y en cierta forma con tintes académicos: la “mujer femenina” (que incluye los deseos de la carne) y la “mujer de carrera” cuya maldad incluye todos los deseos del yo autónomo. Las actrices, eran las únicas “mujeres de carrera” que tenían permitido, mediante la ficción de su acto, el acceso al otro mundo.
Socialmente, y siempre bajo la rúbrica del ideal femenino de la época, habían tres clases de mujeres: “las de carrera” que eran las masculinizadas. Las “amas de casa” que eran las frustradas. Y las “amas de casa-madres” las cuales eran diferentes y con una feminidad precisa y única.
La autora, en una parte del texto se pregunta: ¿Les impide la Mística de la feminidad a las mujeres estadounidenses crecer con el mundo? ¿Qué es lo que le da a la Mística de la feminidad su poder? ¿Cuál es la causa para que en tan pocos y cortos años se haya echo tan fuerte?
Responde que esta mística se encuentra tan anclada y es tan poderosa que las mujeres se desarrollan sin darse cuenta de que tienen deseos y capacidades que la misma mística prohibe.
Establece como hipótesis de este desarrollo desmesurado del camino hacia la “adaptación femenina” , haciendo responsables tanto a la invasión de imágenes públicas sostenidas por el ideal de la época y a los medios de comunicación que dejan expuestas a las mujeres para que muy jóvenes, la mayoría en pleno período adolescente, abandonen sus sueños por una maternidad precoz.
Explica que ésas imágenes no hubieran tenido semejante impacto sino hubiera habido de base lo que ella llama, una verdadera crisis de identidad y no de orden sexual, como se postulaba desde la ideas freudianas.
Plantea un paralelismo y una no diferencia entre los límites que imponía la cultura victoriana en relación al acceso del que disponía la mujer a aceptar o satisfacer sus necesidades sexuales básicas y lo que observa en ese recorte de la realidad que hace, donde por limitaciones que impone la cultura, la mujer no ha tenido acceso a crecer y desarrollar su potencial como ser humano.
Friedan, cuestiona la rápida y poco cuidada aplicación que se ha hecho de la teoría freudiana a la Mística de la Feminidad desde los medios de comunicación (sobretodo desde las revistas de tirada femenina) y desde la opinión de los llamados expertos sobre el tema, partiendo del slogan freudiano “la anatomía es el destino” como plantilla que sujeta a la mujer a un cierto y determinado rol constituyendo un obstáculo claro, y causa fundamental, del generalizado
malestar que no tiene nombre.
Friedan, B., La Mística de la Feminidad, Madrid: Ed. Cátedra, 2009
Lacan, J, Escritos 2, Buenos Aires: Siglo XXI, 1987
El malestar que no tiene nombre: Betty Friedan
NODVS XXXVIII, gener de 2013