Sobre la p.495 de “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”1.
Referencia preparada para el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, del 16 de febrero de 2013.
Para abordar la p.495 de la Instancia de la letra, en la que se encuentra la matematización que va del algoritmo Saussuriano a la formalización de la metonimia y la metáfora, este texto pretende hacer un modesto recorrido. En primer lugar se ubica el momento en que estos desarrollos fueron presentados por Lacan. En segundo lugar se toma como eje central el apunte de Lacan de leer la letra al pie de la letra, es decir tomarla como soporte material del discurso. En tercer lugar se presenta el movimiento en el escrito que va de tomar a la barra entre Significante y Significado como impidiendo una relación biunívoca, para llegar al menos y al más, como las vías de la operación significante sobre la barra, que logra promover el sentido.
Lacan, inconsciente, la instancia de la letra, metáfora, metonimia, poesía.
Introducción.
Comencemos por ubicar temporalmente el momento del escrito de "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud"1. Ya en la introducción encontramos que se trata de la respuesta de Lacan a un pedido de publicación para el volumen 3 de "La Psychanalyse", de una comunicación que hizo al grupo de filosofía de la Federación de los estudiantes de letras, el 9 de mayo de 1957 en la Sorbona. El escrito se encuentra como bisagra -y voy a tomar este término de la conferencia de apertura de M. Bassols2- entre el seminario "La relación de objeto" y el seminario de "Las formaciones del inconsciente". Lacan por lo tanto habla en mayo a los estudiantes, escribe para dicha publicación, y luego hace una lectura del escrito, hablando de él en el Seminario 5.
En la p.495, que es la referencia propuesta por Esthela Solano, encontramos tal vez la instancia en la que se congrega una mayor densidad conceptual y de matematización. Allí vamos a entrar directamente en una formulización lingüística -voy a permitirme esta condensación que el mismo Lacan insinúa entre fórmula y formalización- a la que podemos abordar señalando el argumento siguiente, que extraigo del texto: “¿cómo un psicoanalista de hoy no se sentiría llegado a eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres?” (p.474)1.
El discurso es un flujo en el que circulan paralelamente Significante y Significado.
F. de Saussure es el primer punto de apoyo que toma Lacan para abordar la cuestión de el inconsciente estructurado como un lenguaje. Sin embargo la experiencia del inconsciente hace que algunos de los elementos que propone el padre de la lingüística sean repensados. Al respecto de ese flujo propuesto por Saussure, Lacan argumenta que no puede solo operar en la diacronía, en el eje horizontal, porque eso implica una supuesta relación biunívoca entre Significante (S) y significado (s).
La cuestión es que no debemos olvidar que entre S y s hay una barra. En este punto Lacan hace uso del ejemplo clásico de la palabra árbol y su referente.
Vamos a decir que la primera instancia a la que acude Lacan para problematizar esto, es el siguiente ejemplo. “Un tren llega a la estación. Un muchachito y una niña, hermano y hermana, en un compartimiento están sentados el uno frente a la otra del lado en que la ventanilla que da al exterior deja desarrollarse la vista de los edificios del andén a lo largo del cual se detiene el tren: "Mira, dice el hermano, estamos en Damas! – Imbécil, contesta la hermana, ¿no ves que estamos en Caballeros?.” (p.480)1.
Entonces en el algoritmo Saussuriano hay entre el significante y el significado una barra, una barra que es resistencia a la significación, una resistencia que se ve claramente en este ejemplo y que en otras palabras, pone en tela de juicio la proporción de esa naturaleza biunívoca. En el flujo incesante del discurso avanzan paralelamente S y s, y la pregunta de Lacan se refiere a ¿qué es lo que ocurre para que se produzca el sentido? Dice que esto ya lo trató en su seminario sobre la psicosis, en el que introdujo la temática del punto de capitonado. Es decir, en ese flujo horizontal tiene que haber algo vertical que opere para atravesar la barra: la sincronía.
Para pensar esta cuestión Lacan hace uso de la poesía. Dice lo siguiente: “basta con escuchar la poesía, como era sin duda el caso de F. de Saussure, para que se haga escuchar en ella una polifonía y para que todo discurso muestre alinearse sobre los varios pentagramas de una partitura.” (p.483)1. En la poesía entonces, debemos estar advertidos, se lleva a cabo una operación de lenguaje que es paradigmática de lo que aparece por otro lado de manera más velada, en el discurso común.
Y el mismo Lacan hace un esfuerzo de poesía para decirnos que si recuperamos el ejemplo del árbol, la palabra árbol en sí misma, que en francés sería “arbre” y en su materialidad polifónica la puntuamos, o la partimos en los pentagramas de una partitura, si trazamos líneas verticales y recortamos las letras, encontramos en su anagrama “barre”, a la barra misma del algoritmo Saussuriano. Lacan dirige nuestra atención hacia esa materialidad de la que nos ha hablado al principio del escrito con la que define la letra, como soporte mismo que “el discurso concreto toma del lenguaje” (p.475)1. Podríamos decir en castellano que esta es la labor de Lacan sobre el árbol, sobre el algoritmo del árbol, presentarnos a la barra.
A estas alturas ya nos encontramos de lleno en esa encrucijada, en la que nos ha puesto el mismo Lacan al decirnos que en este tejido de “la instancia de la letra”, se trata de algo a medio camino entre el habla y el escrito, se trata de escuchar la polifonía, escuchar la poesía. Y ¿qué es entonces, este recorte sobre esa materialidad del lenguaje, sino una lectura? Leer sería tomar el Significante sobre el Significado.
Jakobson según Lacan.
Es tomando esa posición de lector que Lacan introduce a Jakobson, y sus conceptos de metonimia y metáfora. Se trata de las funciones típicamente significantes de las que se sirve el lenguaje humano. La metonimia se apoya en la conexión que hay de palabra a palabra. Es una metonimia hablar, por ejemplo, de treinta velas para indicar la potencia de una flota. Una flota que podemos dar por sentado, está conformada por treinta barcos, velándose precisamente el hecho de que es bastante extraño que un barco posea sólo una vela. “En lo cual se ve que la conexión del barco y de la vela no está en otro sitio que en el significante y que es en esa conexión palabra a palabra donde se apoya la metonimia” (pp.485-486)1. En la fórmula que nos presenta Lacan sin embargo, la barra de la que viene tratando, es conservada entre paréntesis, como algo que ha sido sorteado palabra a palabra, logrando una conexión significante, y que al mismo tiempo indica el menos, representante de la falta en ser del sujeto, en tanto constituido a partir de un objeto irremediablemente perdido.
Por otro lado, al respecto de la metáfora Lacan da varios ejemplos. Vamos a tomar el primero que está en el escrito mismo, con el que vuelve a la poesía.
Lacan, en este punto, comienza por hacer una crítica a la escritura automática de los surrealistas, quienes proponían que al poner en relación dos imágenes, por muy dispares que fueran, saltaría la chispa poética. Lacan dice que eso no es la metáfora. “La chispa creadora de la metáfora brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena” (p.487)1.
¿A qué se refiere con esto? El primer ejemplo que nos da, es el del verso del poema de Víctor Hugo “Booz dormido”, en el que dice: “su gavilla no era avara ni tenía odio”(p.486)1.
Cuidado que el verso puede tener el efecto de perdernos. La lejanía, por lo menos para un ciudadano de esta época, con respecto a un significante como “gavilla”, proveniente del mundo campesino, ha hecho que este ejemplo no fuera para nada explicativo, en un primer término. Pues bueno, se trata de un haz, de un manojo de cereales, un atado que puede evocarnos el aspecto de una escoba. Sin embargo lo importante es que ese objeto al que se remite, es precisamente un significante que representa a Booz, lo sustituye, le hace desaparecer.
Booz ha tomado en posesión y acumulado algo proveniente de la naturaleza, el hecho de que en el resto del verso se niegue la avaricia y el odio de la gavilla, implica que en Booz se trate de un donante. Sin embargo en el acto de su don desaparece y queda aplastado por “su gavilla”. No es necesario que en el verso se diga su nombre. Ésta es la estructura del enigma de la paternidad, de la que se trata el poema. Aquí tenemos por lo tanto la fórmula de la metáfora: servirse de una palabra por otra, y eso deriva en una creación que es traducida por un más, un plus, algo que por fin se salta la barra.
La metáfora no es posible sin la metonimia. La metáfora, en ese plus, no está en relación con otra cosa que no sea el menos, la barra que divide al sujeto. El devenir de ese sentido nuevo en el mundo que ejemplifica muy bien la poesía es índice al mismo tiempo de una sustitución.
En el seminario 5, Lacan dice algo muy bonito sobre esto: que el engendramiento de sentidos nuevos producidos por la sustitución significante, la metáfora, apuntan a dar profundidad a lo que, en lo real, “no es más que pura opacidad”. (p.34)3. Mi lectura aquí es que lo real se puede referir, a la resistencia de esa barra entre el Significante que sobre el Significado hace que la significación sea algo siempre en remitencia.
La significación es sometida a un proceso en el sentido jurídico en la Instancia de la letra.
Una de las primeras cuestiones que le surgieron al lector al abordar el escrito, fue la pregunta de qué estatuto darle al título mismo, además de preguntarse qué función u orientación política puede tener dicho escrito.
El término “Instancia” proviene del mundo jurídico. Lacan acude a “La instancia de la letra” para iniciar un proceso sobre las deformaciones que se han operado al respecto del concepto de inconsciente. La cuestión en primer lugar es señalar la fantasmagoría, la creencia en el sentido religioso, de que el Significante y el Significado son sin la barra. Lacan habla de psicoanalistas fascinados por las significaciones detectadas en el inconsciente (p.493)1, de psicoanalistas propensos a creer que ver en el poso del café es lo mismo que leer en los jeroglíficos (p.490)1.
Por ello, para oponerse a la confusión de lo psíquico con lo inconsciente (y esto lo retoma en el escrito que es el objeto de nuestras lecturas de este año), intenta definir una tópica de ese inconsciente. Esa tópica es la letra.
En la p.4921, Lacan tomando la interpretación de los sueños, señala el acento que pone Freud al respecto del inconsciente y de la operación psicoanalítica como un saber textual y no un saber referencial. La cuestión es que cuando, tanto en el sueño como en el juego, se tropieza con la contradicción y la ruptura de las lógicas de causalidad, lo que se pone en evidencia es que se trata allí de un asunto de escritura más que de pantomima.
Tomar a la letra, al pie de la letra, como dice Lacan en la introducción de este escrito, es precisamente tener en cuenta que en ese asunto que es el inconsciente estructurado como un lenguaje, hay dos operaciones que son las de la continuidad de la cadena significante y la de la sustitución de los anillos que conforman dicha cadena, sin que el anillo sustituido quede desprendido, sino que más bien cambia de lugar. Con estas coordenadas se despliega el arado con el que se abre el espacio de constitución de un sujeto.
Sobre la p.495 de “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”1.
NODVS XXXIX, abril de 2013