Apología de Kierkegaard

Este texto ha sido elaborado en el marco del curso sobre la angustia del Grup de Treball Psicoanalític del Garraf, 2012-2013.

  • Publicado en NODVS XXXIX, abril de 2013

Resum

Kierkegaard, que hace una filosofía en primera persona, que coloca la verdad en la subjetividad, no podía dejar de interesar al psicoanálisis. El filósofo danés mantuvo a raya la melancolía durante toda su vida. Encontró en el cristianismo la suplencia a la carencia de la figura del padre, que le protegió de un desencadenamiento. Construyó un sinthome clásico: la escritura. Escribir fue su vida. A la hora de publicar, hubo de confrontarse con la carencia del Nombre del Padre y resolvió el dilema utilizando pseudónimos. Existir, para él, es la tarea más ardua. Y angustiarse, una aventura que todos tienen que correr: hay que aprender a angustiarse en debida forma. Kierkegaard inspira a Lacan un nuevo principio ético. Hay en Lacan no sólo una ética del deseo, sino también una ética de la angustia.

Paraules clau

 Kierkegaard, ética, angustia, sinthome, pseudonimia, existir.

Esta velha angustia, Esta angustia que trago há séculos em mim, Transbordou da vasilha, Em lágrimas, em grandes imaginações, Em sonhos em estilo de pasadelo sem terror, Em grandes emoções súbitas sem sentido nenhum. Transbordou. F. PESSOA

Uno puede leer todo Spinoza sin encontrar en su obra la atmósfera bulliciosa de la Holanda de su época. Uno puede leer todo Kant sin ver ninguna referencia a la vieja ciudad báltica de Königsberg. Las obras de Kierkegaard, en cambio, contienen toda la Dinamarca de su época: las landas del Jutland barridas por los vientos del Norte, los bosques silenciosos de Gribskov, las calles de Copenhague, el "parterre en flor de la vida popular", el colorido de los mercados, los gritos de las vendedoras de gambas, el vagabundo tirado sobre la hierba y la cantinela de los organillos. Tal vez ningún filósofo haya amado la vida tan desesperadamente, como Søren Kierkegaard, y haya sufrido tanto de lo que nos hace efímeros, a pesar de que estaba afectado por una grave melancolía.

Kierkegaard hace una filosofía en primera persona. Para él "la subjetividad, la interioridad es la verdad". Cuando yo intento conceptualizar la existencia, la transformo en un objeto; y en ese momento deja de existir. Existir coincide con ser sujeto. Si abstraigo el sujeto, no conozco nada. Por eso los sistemas de conceptos que eliminan de uno u otro modo al sujeto, que forcluyen el sujeto, diríamos en términos lacanianos, no son propiamente "conocimiento" para Kierkegaard; no significan nada. La verdad sólo puede conseguirse en la profundización de la propia subjetividad, que es a lo que él llama "existencia". Así pues, su filosofía emerge del núcleo mismo de la existencia. Kierkegaard no podía dejar de interesar al psicoanálisis.

Kierkegaard es el filósofo de la rebelión contra Hegel, cuyo pensamiento dominaba masivamente el escenario filosófico de la época. Hegel sostenía un panlogismo: ¡todo lo real es racional; pero más aún, todo lo racional es real! Hegel no puede concebir que en la realidad exista algo refractario al pensamiento o algo irracional. Para él, la razón es la substancia misma del Universo. Lo real no es más que el despliegue de la Idea que se materializa. Lo particular siempre se subsume en lo general; la dialéctica acaba reconciliando los opuestos. El sistema hegeliano pretende forcluir la angustia; permite al hombre sentirse justificado en el seno de una totalidad justificante. El panlogismo de Hegel es fascinante; satisface las pasiones más bajas y básicas de la filosofía que, al fin y al cabo, es un amor desmesurado por la sabiduría. Hegel produjo también un efecto de fascinación en Lacan,via Kojève. Pero tarde o temprano había de emerger en Lacan cierta sospecha respecto a la omnipotencia del registro simbólico, respecto a la primacía del significante en el inconsciente. Esto es lo que su reflexión sobre Kierkegaard y sobre la angustia pone de manifiesto.

Lacan considera la melancolía como un acto de cobardía moral. Pero Kierkegaard es digno de elogio, porque mantiene a raya la melancolía durante toda su vida. Pierde en su más tierna juventud a su madre y a cinco de sus hermanos. Es educado por un padre severísimo, melancólico y atormentado por la culpa de haber maldecido a Dios en su juventud. No obstante, Søren jamás se abandona, nunca se deja flotar a la deriva sobre la corriente de su melancolía. Escribe: "Durante mi juventud estuve sometido al imperio de una inmensa melancolía, cuya profundidad encuentra su sola expresión verdadera en la facultad que me ha sido concedida en igual grado de disimularla bajo la apariencia del buen humor y la alegría de vivir. Por lejos que se remonten mis recuerdos, mi única satisfacción ha sido la de lograr que nadie pudiese descubrir hasta qué punto me sentía desgraciado; esta exacta correspondencia, entre mi melancolía y mi virtuosidad para ocultarla, muestra que yo estaba destinado a vivir para mí mismo y para Dios. Siendo niño, recibí una educación cristiana estricta y austera que fue, desde el punto de vista humano, una locura. (…) Desde mi más tierna infancia, mi confianza en la vida se había roto bajo las impresiones que habían hecho sucumbir incluso al melancólico viejo que me las había impuesto: ¡niño o loco! Yo recibí el modo de vida de un viejo melancólico. ¡Terrible situación! No es de extrañar, por tanto, que, en ciertas épocas, el cristianismo me haya parecido de una crueldad inhumana, aunque jamás he cesado por ello de respetarlo, incluso cuando me sentía más alejado de él; ni que estuviera firmemente resuelto, sobre todo cuando no sentía inclinación a devenir cristiano, a no iniciar jamás a nadie en las dificultades que yo conocía y que nunca encontré en mis lecturas ni oído tratar en parte alguna. Pero jamás he roto con el cristianismo ni renegado de él; nunca he pensado atacarlo; no, desde el momento en que pude pensar en el empleo de mis fuerzas, estuve siempre resuelto a poner todo mi empeño en defenderlo, o en todo caso en presentarlo bajo su forma más amable." Søren encuentra en el cristianismo la suplencia a la carencia de la figura del padre, que le protege de un desencadenamiento.

Kierkegaard construye un sinthome clásico: la escritura. Escribe en su Diario: "Nunca pude disponer de mí a causa de esta desdichada melancolía que, en más de un punto, ha rozado una especie de locura parcial… Oh dureza de mi vida, cuántas veces he dicho de mí mismo que, al igual que esa princesa de las Mil y una noches, he salvado mi vida narrando, es decir, escribiendo. Escribir ha sido mi vida."

Este Scherezade danés habrá de enfrentarse con el problema de la publicación. El problema de publicar es que requiere firmar los textos, confrontarse de algún modo con la carencia del Nombre del Padre. Kierkegaard resuelve el dilema utilizando pseudónimos: Johannes de Silentio, Johannes Climacus, Anti-Climacus, Victor Eremita, Frater Taciturnus, Hilarius, Constantin Constantius (pseudónimo ecolálico para el texto de La Repetición), etc. Como Pessoa y sus heterónimos. Kierkegaard sí firma un único escrito con su nombre: sus Discursos edificantes, la más teológica de sus obras, la que brota en el terreno donde sí ha habido suplencia. Kierkegaard hace pública su pseudonimia, en el "Post-Scriptum" a las Migajas Filosóficas: "Tengo conciencia de no haber infringido ninguna ley; y por lo demás tanto el impresor como el censor oficial público (…) siempre han sido informados oficialmente sobre quién era el autor. (…) Por lo tanto, todo lo que está escrito es realmente mío. (…) Mi deseo y mi ruego es, por lo tanto, que si a alguien se le pasara por la mente citar algún pasaje de estos libros, tenga la cortesía de citar con el nombre del pseudónimo respectivo, no con el mío, es decir que divida las cosas entre nosotros, de modo que la expresión pertenezca al pseudónimo y la responsabilidad desde el punto de vista civil, a mí… Porque yo no soy el autor más que en un sentido impropio, mientras que soy, de un modo completamente propio y directo, por ejemplo, el autor de los Discursos edificantes y de toda palabra en ellos contenida." En ese "Post Scriptum" enumera detalladamente todas sus obras: Temor y Temblor, Tratado de la desesperación, El concepto de la angustia, La Repetición, Las Migajas Filosóficas, etc. "Lo que está escrito es mío", pero "yo no soy el autor": la autoría de las obras es plural y problemática. Kierkegaard intenta dar cuenta del problema. Escribe en el "Post-Scriptum": "Mi pseudonimia o polinomia no tiene razón de ser accidental en mi personalidad… sino más bien obedece a una razón esencial en la naturaleza de la producción misma. La obra escrita es ciertamente mía, en la medida en que puse, en la boca de la individualidad poética real que la produce, su concepción de la vida, tal como se la percibe mediante réplica. Pues mi relación con la obra es aun más marginal que la del poeta que forja sus personajes y, sin embargo, es él mismo el autor en el prefacio. Yo, en efecto, soy personal e impersonalmente, en primera persona, un apuntador que ha producido poéticamente autores, los cuales a su vez han producido sus prefacios e incluso sus nombres: en consecuencia en los libros pseudónimos no hay ni una sola palabra que me pertenezca. No tengo más opiniones al respecto que las de un tercero, como tampoco otro conocimiento de su significación en  tanto lector, ni la más mínima relación privada con ellos. Por otro lado, sería imposible tener semejante relación con una comunicación doblemente reflexionada." A diferencia de Joyce, no hay un escabeau, para Kierkegaard, subido al cual pueda él firmar todo sus escritos con su propio nombre. Pero con razón Kierkegaard intuye la extimidad de sus escritos; se da cuenta de que la escritura nunca es propiamente del yo, sino que brota en el linde con otra escena. El yo no es más que "el apuntador".

Existir no es fácil, para Kierkegaard. No es un dejarse vivir. Es una tarea que requiere pasión y ardor: "Es más fácil pensar abstractamente que existir, a condición de no tomar este último término en el sentido banal de que se existe sin más, como se es un sujeto sin más. Nuevamente tenemos aquí un ejemplo que muestra que la tarea más simple es la más difícil. Existir, se piensa, no es nada de nada, y menos aún una dificultad; ¿acaso no existimos todos? Pensar abstractamente, eso es lo que cuenta. (…) Mas existir verdaderamente, es decir, impregnar la conciencia de la propia existencia de uno de manera que se domine, por así decirlo, la distancia de la eternidad, estando precisamente en ella mientras se sigue aún en el devenir: en verdad, la tarea es ardua." ("Post-Scriptum") El amor a la vida no excluye el dolor de existir. La filosofía de la existencia es una filosofía del riesgo y la desesperación. Si se vive auténticamente, la desesperación es necesaria, piensa Kierkegaard.

En el capítulo V de El concepto de la angustia, Kierkegaard recuerda un cuento de los hermanos Grimm: "hablábase de un joven que salió a la ventura para aprender lo que era el miedo"... Pero interrumpe bruscamente el relato: "Dejemos seguir su camino a aquel aventurero, sin preocuparnos de si encontró o no algo capaz de infundirle angustia. En cambio, quisiera advertir que es una aventura que todos tienen que correr, ésta de aprender a angustiarse. El que no lo aprende, sucumbe, por no sentir angustia nunca o por anegarse en la angustia. Quien, por el contrario, ha aprendido a angustiarse en debida forma, ha aprendido lo más alto que cabe aprender." 

"Aprender a angustiarse en debida forma" es, desde luego, un principio ético paradójico: ¿cómo aprender algo que, por definición, implica la suspensión de la dimensión simbólica, y que es del orden de la destitución subjetiva? Sin embargo, ¿no hay en la ética lacaniana un principio en este sentido? ¿Acaso no hace Lacan una invitación a no caer en los excesos de la simbolización, a no tapar la falta de sentido indefinidamente con la verborragia? El "angustiarse en debida forma" lacaniano posiblemente consista en tolerar angustiarse y acoger en el análisis a este afecto "que no engaña". No sólo hay una ética del deseo, sino también una ética de la angustia en Lacan.

Bibliografia

KIERKEGAARD, S., El concepto de angustia, Madrid, Espasa-Calpe, 1972.

LACAN, J., “Télévision”, en Autres Écrits, París, Seuil, 2001. VIAL, S.,

Kierkegaard, écrire ou mourir, París, PUF, 2007.

Alín Salom

Apología de Kierkegaard

NODVS XXXIX, abril de 2013

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