Balzac, Lacan y el discurso del capitalismo
Texto presentado en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, para los debates anteriores al VIII Congreso de la AMP, “El orden simbólico en el siglo XXI no es más lo que era”.
Este artículo propone una lectura de la última novela de Balzac, L'Envers de l'histoire contemporaine orientada por los breves comentarios que hace Lacan de ella en el seminario de título similar: Seminaire XVII: L'Envers de la Psychanalyse. Se persiguen tres objetivos: una delineación precisa de la estructura de poder de las sociedades modernas (la creación abstracta de plusvalía y sus escondidos reversos); una interpretación post-trágica del declive del padre; y una disección fabulosamente contemporánea de la “curiosidad” del protagonista central (que anticipa los términos del discurso del capitalismo de Lacan).
Lacan, Balzac, discurso del capitalismo, L'Envers de l'histoire contemporaine, Seminario XVII: El reverso del psicoanálisis.
Podría parecer un poco extraño – en un espacio llamado, siguiendo el título del octavo congreso de la AMP, “El orden simbólico en el siglo XXI no es más lo que era” – hablar de una novela escrita hace más de 160 años: la última novela de Balzac, L’Envers de l’histoire contemporaine. Espero poder mostrar, sin embargo, en las palabras de Jacques-Alain Miller, que es posible concebir a Balzac “como un profeta que supo cómo descifrar”, en términos increíblemente precisos “uno (o nuestro) destino histórico”.
Como todos sabemos, supongo, Lacan se refiere a la novela de Balzac en el Seminario XVII: El Reverso del Psicoanálisis (el título del seminario de Lacan y, más específicamente, de una de sus secciones, “El Reverso de la Vida Contemporánea”, deliberadamente se hace eco del título de la novela). Quisiera empezar, por lo tanto, leyendo lo que dice Lacan:
“Mi último traspié – los adoro – me ha llevado a leer L’Envers de l’histoire contemporaine, de Balzac. Es verdaderamente inverosímil. Si no lo han leído, ya pueden haber leído todo lo que quieran sobre la historia de finales del siglo XVIII y de principios del XIX, la Revolución Francesa, para llamarla por su nombre. Por mucho que hayan leído incluso a Marx, no entenderán nada y se les escapará aún algo que sólo se encuentra aquí […] Léanla, se lo ruego […] háganlo como deberes […] Hagan exactamente lo mismo que con el que quise ponerles, ya hace casi un siglo, a los tipos a quienes hablaba en Sainte-Anne, a propósito de la primera escena del Acto I de Atalía. Todo lo que entendieron fueron los puntos de almohadillado. No digo que fuera una metáfora excelente. Finalmente era este S1, el significante amo.”
Lacan nos da, por tanto, sin decir nada más, dos pistas. En primer lugar, algo puede encontrarse en esta novela que no se puede encontrar en ningún otro lugar (ni siquiera en Marx); y, en segundo lugar, este algo tiene que ver con la apariencia, la repetición, de un significante-amo. Discutiré cada uno de estos puntos a su vez, antes de extraer algunas conclusiones sobre su importancia para la articulación del estatus del síntoma.
La novela de Balzac nos cuenta, entonces, la historia de un pequeño grupo de exaristócratas que, en una primera etapa, han sido arruinados por la revolución; que, en una segunda etapa, son condenados por la ley napoleónica por conspirar para restaurar la monarquía robando fondos del estado y que, en una tercera etapa, se reconstituyen a sí mismos como una secta religioso-financiera para la asistencia – y aquí podemos leer, para la explotación – de los trabajadores pobres. Crucialmente, en esta última etapa, son un grupo de hombres que se subordinan a la autoridad de la figura divinamente maternal de Madame de la Chanterie. En términos más generales, podemos decir que Balzac proporciona un relato – tan exacto como delirante – de la transición de un “orden simbólico” a otro. El orden del producto excedente se convierte el orden de la plusvalía. O, más precisamente, nos movemos del orden del absolutismo, en el que el producto excedente de la sociedad es absorbido por el principio de la jerarquía (para decirlo sin rodeos: el rey y su entorno consumen el excedente), a un momento revolucionario en el que la jerarquía es reemplazada momentáneamente por los principios abstractos de “liberté, égalité, et fraternité” (incluso cuando, en el período que siguió a la revolución, estos principios tienen que ser representados por un amo), a una situación final, post-revolucionaria en la que estos principios son pervertidos por las maquinaciones de un poder que ya no se muestra abiertamente, sino que está esencialmente “escondido” (es este “esconderse” que es definido, por supuesto, en el título de Balzac, y sus connotaciones lacanianas deben ser suficientemente obvias). Por un lado, entonces, Balzac es totalmente coherente con lo que dice Marx, en la medida en que muestra cómo los principios de “liberté, égalité et fraternité” se convierten en los principios de “libertad, igualdad, propiedad y Bentham”, los cuatro principios mismos que Marx identifica en Das Kapital como las envolturas fetichistas para la producción de plusvalía (es este valor el que es producido en último término, por supuesto, por las maniobras de la secta de Madame de la Chanterie). Por otro lado, sin embargo, va más allá de Marx –y esto es lo que Lacan quiere enfatizar, creo – al mostrar que este valor sólo puede ser producido precisamente por estas maniobras “escondidas”; maniobras que – como el tema de la religión ya deja claro, pero como veremos dentro de poco con más detalle – esencialmente implica al sujeto (y no sólo al sujeto exaristócrata) en su plus-de-goce. El libro de Balzac es tan importante, pues, porque define la lógica de la sociedad contemporánea no en términos de mera abstracción, sino en términos de abstracción más sus varios excedentes (que no pueden ser reducidos, en un modo puramente marxiano, al excedente de la plusvalía). Como dice Miller cuando comenta brevemente la novela: “nada es más contemporáneo que este matrimonio de opuestos, este matrimonio de la evidencia y la sospecha. Por un lado, la evidencia de un movimiento irresistible, casi programado, que prevalece sobre las sociedades modernas, puestas en movimiento después de la muerte del rey, un movimiento al que uno tiene que someterse. Y por otro lado, la sospecha de conspiración, la sospecha de que hay sociedades secretas que son usadas para orientar este movimiento de fines no declarados”. La novela de Balzac es delirante, podríamos decir, en tanto que otorga a estos excedentes una forma directamente conspirativa; pero es exacta en el sentido de que deja el espacio abierto a una “sospecha” más moderada.
Ahora bien, una de las cosas más fascinantes acerca de esta novela es que incluye, dentro de este relato de transformación social, una narrativa paralela del “declive”, la “destitución” o, en términos menos fantasmáticos, la “castración” del padre. El conjunto de La Comédie Humaine, Miller nos dice, esto es, el conjunto de la producción novelística de Balzac, estuvo dedicada al esfuerzo de salvar al padre, en el contexto de una modernidad que lo ha reducido a una porción congruente (en la dedicatoria de su novela La oveja negra, Balzac dice que “percibimos los efectos producidos por la disminución del poder paternal”; en el lugar de este poder, predijo, “La Mujer se alzará” junto al “reinado del dinero” y el interés propio incontrolable). Si L’Envers de l’histoire contemporaine salva al padre, entonces, lo hace en una forma muy peculiar. Puesto que la novela entera gira en torno a la inversión del nombre y función de un padre. En su primera mitad, aprendemos que los conspiradores monárquicos (ese grupo que más tarde constituirá la secta) han sido condenados por el juez imperial, esto es, Napoleónico, Baron Bourlac. En su segunda parte, descubrimos que, después del colapso del orden Napoleónico, este hombre – ahora conocido como Monsieur Bernard – se ha arruinado financieramente. Preserva de forma desesperada la apariencia del lujo por el solo beneficio de su salvajemente histérica hija (la “afección del padre”, Balzac nos informa, “rayaba en la manía”), mientras que trabaja, en la pobreza absoluta, en un libro – un resumen de la abstracción del código napoleónico – titulado el Espíritu de las leyes modernas. El coup de grâce de la novela llega cuando Balzac nos muestra que este hombre sólo puede publicar su libro, y por tanto redimir a su familia accediendo a la vida confortable de un profesor, sucumbiendo a la ayuda o explotación de la secta de Madame de la Chanterie. En los términos expuestos anteriormente, el Espíritu de las leyes modernas sucumbe a su excedente “escondido”, su Envers; el padre sucumbe a la madre nuevamente divinizada; y la tragedia parece hacerse impensable: puesto que precisamente cuando Monsieur Bernard parece encontrarse en su límite, su Atè, es rescatado por la secta (¿no nos movemos aquí más allá, podríamos preguntar, de la lógica ya muy radical que Lacan discierne en la historia de Syne de Coûfontaine?).
Una ausencia de tragedia también define al protagonista principal de la novela de Balzac, Godefroid (sobre el cual aún no hemos hablado); y es precisamente en relación con este personaje que podemos discernir lo que Lacan quiere decir sobre la repetición de un significante-amo. Puesto que cada vez que aparece Godefroid, es denominado por la característica de la “curiosidad” (no soy tan obsesivo, así que no he contado cuántas veces se materializa esta palabra, pero diría que por lo menos 30 ó 40). La “curiosidad” conlleva aquí una tonalidad o inflexión peculiarmente balzaciana; porque no significa ser inflamada por la pasión, sino más bien ser exhausta prematuramente por las posibilidades que ofrece la vida moderna. Godefroid, “un hombre de unos treinta”, “con la cabeza mal”, en la descripción que Balzac hace de él, ha pasado por una serie metonímica entera de ocupaciones profesionales – derecho, periodismo, política, negocios, etc., ¡incluso ha probado suerte como un dandy! – sólo para descubrir que no tiene la “voluntad” para tener éxito en ninguna de ellas. Ya siente el peso, podríamos decir (un peso que en nuestros propios tiempos se ha vuelto aplastante), de “la carrière ouverte aux talents”. Y es precisamente este peso el que le conduce, desesperado – como antes le pasó al padre destituido – al abrazo de la secta. La última línea de la novela nos informa que en “aquel día Godefroid se unió a la Orden de los Hermanos de la Consolación”, y no sería inapropiado, en una parodia de San Anselmo, cambiarle el título y ponerle La Curiosidad a la Búsqueda del Consuelo. En efecto, si cedemos a la tentación del juego de palabras que Balzac sin lugar a dudas coloca delante nuestro, podríamos decir que el consolador frío (le gode froid) de la curiosidad sucumbe a la canción divinamente maternal (la chanterie) del consuelo. En suma, entonces, este relato de abstracción y su excedente es de una relevancia peculiarmente contemporánea (me arriesgaría incluso a decir que ya podemos vislumbrar en la novela de Balzac los primeros signos del sujeto en el “discurso del capitalismo”: un sujeto exhausto ($) que busca con su “curiosidad” su pequeño trozo de saber (S2), sólo para producir un excedente de “consuelo” (a) que en última instancia sirve al amo “escondido” (S1)).
No presumiría de decir que todo esto tiene “consecuencias para la dirección de la cura” –el subtítulo del congreso de la AMP- pero diría que tiene consecuencias para la articulación adecuada del psicoanálisis como el reverso (L’Envers) del orden social contemporáneo. Puesto que si este orden es todavía definido en términos de abstracción más sus excedentes, éstos son también los términos en los que Lacan define la singularidad del síntoma: “La manera en que cada uno sufre en su relación con el goce”, dice en el Seminario XVI, “en la medida en que éste sólo interviene por la función del plus-de-gozar, he aquí el síntoma – en cuanto aparece porque no hay más que una verdad social media, abstracta”.
Balzac, Lacan y el discurso del capitalismo
NODVS XL, juliol de 2013