'El hechicero y su magia' de Claude Lévi-Strauss

Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona del 18 de enero de 2014, en la clase magistral impartida por Domenico Cosenza sobre el escrito de Lacan "La ciencia y la verdad".

  • Publicado en NODVS XLII, abril de 2014

Resum

El presente trabajo es un preciso comentario, a la luz de la enseñanza lacaniana, del capítulo 9 del compendio de artículos titulado 'Antropología Estructural' de Lévi-Strauss. La autora pone el acento en la distinción entre ciencia y magia, respuestas distintas a la interrogación de la naturaleza, concebida como enigma. La magia, y por ende su hechicero, se fundan y sostienen de la creencia del grupo, la cual se asienta en el hambre de sentido del pensamiento "normal" y en su pasión por la verdad. La ciencia también pone orden en el mundo, pero situando el énfasis en otra causa: la que sobreviene de la ley y la puesta en fórmulas. La ciencia es pues una lectura que introduce un real que excluye radicalmente el sentido.

Paraules clau

Magia; ciencia; creencia; sentido; significante; verdad.

En “La ciencia y la verdad” Lacan pone de manifiesto que magia y religión han sido consideradas como distintas de la ciencia y que por eso mismo pueden relacionarse con ésta última, “como falsa o disminuida ciencia para la magia”[1] y “como rebasando sus límites o incluso en conflicto de verdad con la ciencia”[2] para la religión. Es en tanto esto que nos interesa la magia.

La referencia de hoy, el capítulo 9 de “Antropología estructural” de Lévi-Strauss, nos adentra en la cuestión de cómo alguien deviene hechicero. La magia toma ahí un lugar relevante en tanto es el instrumento para que esto sea posible. Un instrumento intangible, que más bien se relaciona con tres puntos: la creencia del hechicero en sus técnicas (basadas prácticamente en simulaciones), la creencia del enfermo en el hechicero mismo y la confianza y exigencias de la opinión colectiva. Así, en torno a éstos elementos se definen y sitúan las relaciones entre el brujo y aquéllos a quienes él hechiza nos dice Lévi-Strauss, quien no duda de la eficacia de la magia pero se pregunta su porqué.

Primero, que la magia sea eficaz se debe a la creencia en ella, pero sobre todo la situación mágica es  un fenómeno de consenso. Es en torno a esto que en el texto surge la pregunta “¿Cuál es la parte de credulidad y cual la de crítica de la actitud del grupo, respecto de aquéllos en los que reconoce poderes excepcionales, a los que otorga privilegios correspondientes, pero de los cuales exige asimismo satisfacciones adecuadas?”[3] Pregunta que a la vez destaca que la creencia tiene lugar no sin cierta ambivalencia o ambigüedad.

Lévi-Strauss examina entonces tres casos para intentar dar respuesta a esta pregunta. No relataré cada uno de ellos pero diré que los tres convergen en puntos muy interesantes: uno de ellos es que son los grupos los que hacen al hechicero, de la misma manera en que son ellos quienes, dado el caso, lo dejan de reconocer como tal; por otro lado la palabra es central en toda la operación, pues es a través de ella – generalmente de un relato –  que el enfermo se cura y que el hechicero deviene hechicero. Estas palabras, podríamos decir, surgen como respuesta a una pregunta que, en uno de los grupos de los casos mencionados, hace exclamar a todos los participantes a una sola voz: “¿Qué significa esto?”[4].  Así, el hechicero a través de lo que dice, aporta al grupo una “satisfacción en la verdad”[5], es decir, crea una situación en la que el grupo mismo verifica su sistema y puede entonces esperar que su mundo se mantenga en orden.

Esto nos hace pensar en que quizás la distinción entre la función social de la magia y la propia de la ciencia en nuestro mundo tienen algunos puntos en común. Cabría preguntar si lo que sucede a estos grupos con la magia no es semejante a lo que sucede hoy en día a una parte del mundo con la ciencia. ¿Acaso sin la ciencia la humanidad se sentiría en pleno desorden, sin sistema? Al ser humano siempre le ha sido insoportable lo que no tiene explicación. Y es indudable que la ciencia como explicación para todo ocupa un lugar que va más allá de los fines reconocidos como propios por el discurso científico.

En este punto el autor del texto se plantea la relación entre pensamiento normal y pensamiento patológico, distinción que concierne a la relación existente entre el sinsentido y la magia.

Para Lévi-Strauss al pensamiento normal (que para nosotros resuena al neurótico) le falta sentido, tiene una avidez peculiar por comprenderlo todo, pretende encontrar el significado de todo pero no puede encontrarlo por sí mismo; por otro lado, el pensamiento patológico (lo que podría ser la paranoia para nosotros) desborda de interpretaciones y en él todo tiene sentido. Nos dice: “Para el uno, existe lo no-verificable experimentalmente, es decir, lo exigible; para el otro, existen experiencias sin objeto, es decir, lo disponible.”[6] Así, lo que por un lado aparece sin significación o sentido, apelando a él, el otro lado se encarga de dárselo.

Lévi-Strauss remarca, en uno de los casos que usa como ejemplo, que hay un momento en el que el grupo se deja absorber por el relato del hechicero hasta tal punto que parecen olvidar la razón primordial por la que éste comparece ante ellos, a saber, que se le estaba juzgando -y la condena era la muerte- por  brujería ya que después de haber tomado de las manos a una adolescente ésta fue presa de una crisis nerviosa. El grupo lo consideraba brujo, y aunque él no lo era, después de haber negado vanamente poseer poderes ocultos, cambió de táctica y convenció al grupo de ser un hechicero y de que había recibido de sus maestros dos productos, uno que volvía locas a las mujeres y otro que las curaba. Fue absuelto de la condena porque “los jueces no esperan que el acusado impugne una tesis, y menos aun que refute hechos; le solicitan que corrobore un sistema del cual solamente poseen un fragmento, y cuya totalidad quieren que el acusado reconstruya de una manera apropiada.”[7]

Digamos que en cuanto hay una “sensación de verdad” que parece tapar los agujeros de saber, en cuanto hay algo que no deja nada fuera de la explicación o en cuanto hay un sistema que parece encajar todo, entonces se tiende a olvidar como inició esa incógnita.

Aquí también nos llama la atención otro posible paralelismo, esta vez entre esta característica del funcionamiento de la magia en lo social y algo que Lacan, en su escrito, atribuye a la ciencia: “y que es que la ciencia, si se mira con cuidado, no tiene memoria. Olvida las peripecias de las que ha nacido, cuando está constituida, dicho de otra manera, una dimensión de la verdad que el psicoanálisis pone aquí altamente en ejercicio.”[8]  El psicoanálisis, por el contrario, repara en ese olvido, pues es ahí donde puede encontrar la verdad inconsciente.

Es de la naturaleza de donde muchas veces, procede para el hombre el sinsentido, aquello que exige una explicación para calmar la angustia: el movimiento, los astros, los desastres naturales, enfermedades, trastornos, la atracción de los cuerpos, la muerte, la gravedad, solo por mencionar algunos. Hay unos a los que ha dado respuesta (que cambia constantemente a través del tiempo), sin embargo hay otros que permanecen sin explicación. Así es que la magia implica una operación con respecto a cierto tipo de Otro que es la naturaleza. Y, con respecto a esto, cabría situar sus similitudes y diferencias respecto de la ciencia y de la religión, en tanto que todas ellas tratan de responder al ¿qué significa eso? 

A través de los casos expuestos en “El hechicero y su magia” vemos la pertinencia de la fórmula con la que Lacan distingue la operación específica de la magia respecto de la naturaleza. Así, escribe: “el significante en la naturaleza es llamado por el significante del encantamiento. Es movilizado metafóricamente”[9].  Es de este modo, mediante esta operación metafórica, como la magia intenta tratar algo de lo innombrable o inexplicable para esos grupos humanos. Por ejemplo, la crisis nerviosa de la adolescente que mencionamos hace un momento o la cura de una enfermedad, tratada mediante la palabra del hechicero y de un objeto, un extraño cuerpo ensangrentado que el hechicero extrae de su boca para dar a los que contemplan la operación una prueba tangible de la enfermedad,  la cual antes no se podía ver ni tocar. Entonces, se produce una pacificación, una satisfacción porque lo innombrable, supuestamente, ha sido atrapado a través de esas palabras que tienen efecto de verdad. 

Es de destacar, entonces, que tanto la magia como la ciencia surgen como respuesta ante la naturaleza constituida en enigma. Y es aquí donde cabe interrogar la diferencia precisa en el tipo de respuesta que da la magia y la que da ciencia. Porque, como hemos visto, Lacan señala que de lo que se trata en la magia es de la llamada al significante en la naturaleza mediante los significantes incantatorios. Mientras que en la ciencia, lo que se produce no es tanto una llamada, sino, podríamos decir, una lectura, pero no del significante en la naturaleza, sino de algo que es del orden de la fórmula, la letra, el álgebra. La magia, pues, supone en la naturaleza un orden significante, mientras que la ciencia supone un orden matemático.

Para concluir, diremos que lo que está en el horizonte de la interrogación de la magia, como en el de la pregunta de la ciencia (y también, por qué no, de la religión) concierne a lo real.  Ese real que la ciencia siempre ha intentado explicar, también ha intentado tratarlo la magia por su propia vía. Y aún tratándose de reales distintos, ya que se piensan de un modo distinto, y de respuestas distintas, la proximidad de lo que está en juego justifica que no siempre esas vías se distinguen tanto en lo concreto de las vidas de las personas que soportan esa interrogación.

Así, por ejemplo, Giordano Bruno, uno de los precursores de la revolución científica, se sirvió tanto del hermetismo como de la ciencia para explicar aquéllo que la religión no podía explicar. Por cruzar esa linea ambigua, fue acusado de hereje y quemado vivo por la Inquisición. Por su parte, Newton era alquimista y estudió a fondo la doctrina hermética (Corpus hermeticum) para explicarse mejor el mundo físico pues creía que ahí se revelaban los secretos de las fuerzas de la naturaleza. Y siempre mantuvo una profunda reserva sobre la naturaleza de las fuerzas.

¿Podríamos pensar en dos definiciones diferentes de real para la magia y para la ciencia? Se diría que para la magia lo real y lo simbólico están en una relación de contigüidad, sin corte, de modo que el sentido metafórico pasa del significante a la naturaleza. Se trataría, pues, de un real con sentido. Para la ciencia, se trata de un real con ley, pero una ley de orden matemático que excluye radicalmente el sentido.

Notes

[1]    Lacan, J. La ciencia y la verdad. En Escritos 2. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires. Pg. 848.

[2]    Lacan, J. La ciencia y la verdad. En Escritos 2. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires. Pg. 848.

[3]    Lévi-Strauss, C. “Antropología Estructural”. Capítulo IX: El hechicero y su magia.

        Ed. Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires. p. 153.

[4]    Ibid. p. 157.

[5]    Ibid. p. 157.

[6]    Ibid. 164 .

[7]    Ibid, p. 157.

[8]    Lacan, J. La ciencia y la verdad. En Escritos 2. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires. Pg. 848.

[9]    Ibid. p. 849.

'El hechicero y su magia' de Claude Lévi-Strauss

NODVS XLII, abril de 2014

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