“Monólogo de la apalabra” del Curso La fuga del sentido; del “querer decir” al “querer gozar”
Trabajo presentado en el marco del grupo de investigación del sinthome durante el curso 2012-2013.
El presente texto va a tratar de conceptualizar los puntos fundamentales de los capítulos “El escrito en la palabra” y “Monólogo de la apalabra” del Curso “La Fuga del Sentido” de J.A. Miller, intentando dar cuenta de la distinta conceptualización del lenguaje y el inconsciente en J. Lacan, según los momentos de la enseñanza en que nos situemos. Se destacarán los seis términos que forman parte de su enseñanza, lenguaje, palabra y letra por un lado y apalabra, lalengua y lituratierra por el otro. En su texto Miller establecerá ciertas correspondencias entre ellos y a la vez la diferente concepción de la interpretación analítica según se trate de unos u otros.
Aparato, lalengua, “lizmente”, goce de la palabra, apalabra, letra, estructura.
J.A. Miller introduce el primero de los dos capítulos, indicando que lo que hasta este punto ha sido su desarrollo, es el que va de la homofonía al anagrama, para mostrar que existe una distancia entre lo que se escucha y lo que se dice. Establecerá a la vez un paralelismo en el mismo sentido entre lo que se escribe y lo que se lee. “No hay sólo una lectura de lo que se escribe”[1]. El análisis que Saussure hace de la poesía latina sirve de base para el desarrollo. El autor descubrió en su lectura e investigación de la poesía latina, que en los versos se veía surgir en forma discontinua los fonemas principales de un nombre propio (que era el del héroe concernido por los versos) separados entre sí por elementos fonéticos indiferentes. Son los llamados anagramas, donde se comprende que el sentido aparente tiene siempre un sentido oculto que puede ser descifrado. Se trata de una palabra cuyo material fónico es vuelto a ser usado repetidamente de manera que puede ser aislado y descifrado. No sin cierta ironía J.A.Miller destaca “el fundador de la lingüística estructural era asaltado por ese murmullo oculto, ese susurro subterráneo de la poesía antigua”. “Las palabras bajo las palabras” fue el nombre con el que J. Starobinsky publicó su estudio sobre los anagramas de Saussure. Miller destaca que esta lectura anagramática constituye al significante como enigma y al hilo de su desarrollo la pone en serie con las adivinanzas rusas referidas por Jakobson. En ellas, aquello que las resuelve viene oculto en el texto mismo, la palabra oculta es enunciada bajo una forma velada repartiendo su texto en fragmentos que, reunidos dan la solución. La adivinanza, dice, se plantea como tal, el poema saturnino no, éste oculta que es una adivinanza y no se resuelve más que en el nivel del significante.
La distancia entre lo que se dice y lo que se escucha, entre lo que se escribe y lo que se lee es la distancia misma que compone el lugar de la interpretación analítica, a ello J.A.Miller añade que en realidad cabría decir que es una interpretación necesaria en el sentido que, lo que se dice en lo que se escucha depende de la interpretación. Por el sesgo de la interpretación es que se establece el pasaje del significante al significado. Si existe tal pasaje es porque el significante y el significado no son tomados como el derecho y el revés de una hoja de papel que sería el ejemplo del “Curso de lingüística” de Saussure paradójicamente contrario a sus análisis de la poesía saturnina. “La perspectiva canónica que nos queda bajo el nombre de Saussure es precisamente que no hay interpretación entre el significante y el significado. Pero la perspectiva del primer Saussure, del proto-Saussure, del Saussure de los cajones, restablece entera y obligada, la interpretación entre significante y significado”[2].
J.A.Miller se interroga sobre la cuestión de si está justificado el paralelismo entre lo oral y lo escrito, que hasta el momento ha venido sosteniendo, respondiendo que sería justificable sólo si en los dos casos se pensara en términos de significante. Lo que Lacan va a poner en duda es que el escrito en tanto tal tenga estatuto de significante. Con ello se llega a la idea de que en el escrito hay algo distinto al significante, cuestión que Lacan enunciará como el escrito no para leer (que desarrolla en el seminario Aún en el capítulo “La función de lo escrito”).
Alrededor de “La Instancia de la letra en el inconsciente”
J.A.Miller realiza un desarrollo sobre este texto que permitirá dar cuenta del privilegio de la letra. Lo que “La Instancia de la letra en el inconsciente” transmite es que lo que se escucha debe captarse según el abordaje lingüístico. Ello supone que, en lo que se escucha existe un sistema, un saber articulado donde se oponen fonemas que adquieren su significación por oposición a otros. La creación de la significación es un efecto del significante, significante que tiene como soporte a la letra cuya materialidad no es más que aquella pura diferencia (rasgo o marca) que permite a cada significante no ser confundido con otro. El sistema fonemático de Jakobson “es el que Lacan presenta en La Instancia de la letra como equivalente a un conjunto de caracteres de imprenta, las letras de molde (…) la letra presentifica lo que desprende al significante del significado. Y eso son los carácteres móviles de imprenta tal como los encontramos en los casilleros del impresor. La letra de molde, el carácter literal, está como tal desprendido del valor de significación que adquiere por la combinación en monemas”[3]. La letra establece siempre alguna relación de contigüidad con otro elemento de la lengua produciendo efecto de significación, es decir convirtiéndose entonces en significante. Si la letra es el significante en tanto tal separado del significado, la escritura está en ese nivel. En este sentido J.A.Miller señala que en la segunda parte del escrito es donde Lacan va a demostrar el inconsciente estructurado como un lenguaje por el sesgo de la escritura.
La demostración de que en el inconsciente se está en el campo de la escritura pasa por el análisis del sueño mostrando que la imagen onírica es captada por su valor significante que nada tiene que ver con su significación. Es el sueño leído como un rebús, donde la materialidad fónica de las imágenes invita al desciframiento revelando nuevos significados. La imagen no vale como sentido prefigurado sino en su valor de escritura que nada tiene que ver con aquel.
“La escritura o la letra, de manera electiva, es una ilustración o una presentificación de lo simbólico y precisamente lo es la letra que más bien es para descifrar, el criptograma, la letra oculta, la letra cuyo sentido está oculto”[4]. La letra es el nombre del significante cuando está separado de la significación (decía “lo que desprende”) y J.A.Miller recurre al Seminario Aún donde Lacan dará como único rasgo distintivo del significante el de la necedad “el significante es necio porque el significado de todas las significaciones está en otra parte”[5].
Lizmente y Tetable: Lalengua
“Per a Leiris les relacions entre la llengua i el viscut són complexes. Els significants són com finestres que ens obren a la comprensió no banal de la pròpia vida.(…) El mirall de la paraula no és la matèria exterior sinó la pròpia paraula .(…) I és que l’estratègia literaria de Leiris gravita tota ella entorn de l’experiència del mot. Un vocable trivial, però no indiferent, fins i tot deformat, que gravita en la infància, una expressió arrencada a l’imaginari eròtic, poden suscitar una constel.lació de significants. Aquests aparents ròssecs seran la primera materia d’una exploració sistemàtica.”
Ramón Lledó. Del prólogo del texto “L’edat d’home” de Michel Leiris.
J.A.Miller evoca dos ejemplos del escritor M. Leiris de su libro “Le règle du jeu” para introducir y desarrollar el concepto de lalengua. En el primero narra una experiencia infantil, en la cual siendo el autor un niño juega con sus soldaditos, uno de ellos cae y viendo que no se ha roto dice jubilosamente “lizmente”. Es entonces que su madre le dice que no hay que decir “lizmente” sino felizmente. El autor describe su decepción pues lizmente expresaba para él mucho mejor su emoción que felizmente. J.A.Miller señala “hay allí una jaculación de goce que encuentra su significante adecuado” (lengua de goce). Felizmente implica un sentido real de la palabra, una inserción en toda una secuencia de significaciones precisas, un significante socializado, y a la vez un goce perdido y una posición subjetiva ligada a esa pérdida. El segundo “tetable” refiere un recuerdo del autor de un verso que cantaba con su hermana “Adieu notre petite table” su recuerdo evoca el significante producido “tetable” y el goce que este le producía.
Los dos ejemplos le sirven a J.A.Miller para ilustrar lo que Lacan llama lalengua. Este nuevo concepto aparece en el Seminario Aun como dimensión del lenguaje por fuera del sentido y la comunicación:
“Por lo general se enuncia que el lenguaje sirve para la comunicación ¿Comunicación a propósito de qué?, debemos preguntarnos, (…). La comunicación implica la referencia. Sólo una cosa está clara. El lenguaje no es más que lo que el discurso científico elabora para dar cuenta de lo que yo llamo lalengua. Lalengua sirve para otras cosas muy diferentes de la comunicación. Nos lo ha mostrado la experiencia del inconsciente, en cuanto está hecho de lalengua, esta lalengua que escribo en una sola palabra, como saben, para designar lo que es el asunto de cada quien (…) Si la comunicación se aproxima a lo que efectivamente se ejerce en el goce de lalengua es porque implica la réplica (…) el diálogo. Pero ¿lalengua sirve primero para el diálogo? (…) nada es menos seguro”.[6]
Da así la impresión que en el ámbito de lalengua se está en un lugar prexistente al lenguaje, aquello que va a definir al inconsciente a partir de entonces. La experiencia de Leiris ilustra bien la idea de que sirve a cosas bien diferentes de la comunicación, al estar la expresión tomada a cargo por la comunicación (felizmente) pierde el efecto que la expresión que primero produjo (lizmente) había generado (de júbilo).
Lalengua es aquello a partir de lo cual se hará lenguaje por la escritura y que como muestra bien el ejemplo “tetable” se encuentra íntegramente sujeta al equívoco, en el caso el malentendido por la audición, que produce a la vez en el autor la memoria del goce.
“El que lalengua sirva a toda clase de cosas diferentes de la comunicación es algo que Lacan atribuye y asigna al hecho que la experiencia del inconsciente nos habría mostrado, en la medida que el inconsciente está hecho de lalengua”.[7] La finalidad de lalengua es pues otra que la comunicación, es finalidad de goce. Si el inconsciente está hecho de lalengua se vuelve problemática la intervención del analista (dado que desaparece la finalidad de la comunicación) y por lo tanto será necesario precisar de qué se trata. ¿Cómo entender qué es una interpretación de orden analítico si el correlato de la misma no es el lenguaje sino lalengua?. Es en este punto donde Miller precisará las varias doctrinas de la interpretación según el momento de la enseñanza de Lacan, situando de entrada que una interpretación que restituya a lalengua supone que ataca directamente la relación entre lo que se escucha con lo que se dice. Para ubicarlo bien evoca otra vez el ejemplo de “lizmente” como una creación propia del autor, en términos del mismo “algo mío”.
La interpretación en la primera doctrina
J.A.Miller hace un pequeño desarrollo al respecto, señala que Lacan en este momento (Función y campo de la palabra…1953) refería el lenguaje a la comunicación. Destaca que, sin embargo en lo que se refiere a la interpretación existe ya en un su desarrollo una tensión entre resonancia y comunicación. La resonancia pone de relieve el poder de evocación de la palabra y difiere de lo que sería la comunicación como información. Por otro lado y paralelamente se establece entre los dos conceptos un vínculo, dado que a la vez lo que llama resonancia es también un modo de comunicación, por el sesgo de lo indirecto, no como información sino como evocación, comunicación indirecta. Entonces la resonancia “es una propiedad de la palabra que consiste en hacer escuchar lo que no dice “.[8] (lo cual se acerca a la idea de que en el nivel de lalengua la interpretación ataca la relación de lo que se escucha con lo que se dice). En este sentido la interpretación es un decir de costado, un medio decir que debe hacer resonar “la resonancia es una comunicación por el sesgo de lo indirecto”.[9]
La interpretación en este primer tiempo estará vinculada a un deseo de reconocimiento del sujeto que supone una demanda de identificación (J.A.Miller desarrolla como, en adelante Lacan planteará que la interpretación en tanto apunta al deseo juega en contra de la identificación). Si la finalidad de la interpretación es esta identificación de reconocimiento la palabra tiene un valor, que tendrá que revisar cuando en el inconsciente se trate de lalengua. La palabra es, en este primer tiempo la búsqueda de la respuesta del otro. Del texto mencionado J.A.Miller recoge “lo que busco en la palabra es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta”.[10]
La interpretación en la segunda enseñanza
El ejemplo de Leiris muestra bien como la palabra pierde este valor de comunicación con el Otro. Precisamente cuando se inscribe en el Otro, “lo desvitaliza”, pierde el efecto que primero produjo. Cuando se está en el nivel de “lizmente” ya la palabra no es una cuestión de preguntas y respuestas. La interpretación analítica cuando se trata de una respuesta es más fácil de conceptualizar, la cuestión se complica con el concepto de lalengua, J.A.Miller señala “perdemos el aliento al hablar de la interpretación que Lacan nos ha esbozado a partir de su última enseñanza”[11], destacando así la dificultad de precisar y formalizar la interpretación cuando se trata de lalengua.
Es de este modo que J.A.Miller plantea que se hace necesario rescatar un concepto distinto de la palabra cuando ésta no está tomada como pregunta y respuesta sino cuando se trata de una palabra tomada en su relación con el goce. Rescata entonces del Seminario “El reverso del psicoanálisis” la siguiente cita: “La incidencia del significante en el destino del ser que habla. Esto tiene poco que ver con su palabra. Tiene que ver con la estructura que se apareja. El ser humano (…) no tiene más que apalabrarse con este aparato”[12], destacando primero la importancia que tiene decir ahora que, la incidencia del significante no se marque con una palabra de reconocimiento o no reconocimiento (lo que venía siendo respecto de la interpretación en la primera doctrina), y por otro lado rescatando el mixto palabra y aparato de donde surge el significante apalabra. Toma del seminario Aun la definición renovada del lenguaje no como forma de comunicación sino como aparato de goce y concluye señalando: “Pues bien la apalabra -lo que Lacan trata de circunscribir con ello y que podemos tomar como punto de referencia incluso si no lo ha dicho más que una vez- es que en el fondo el nuevo concepto de palabra llama a la transformación del concepto del lenguaje en concepto de lalengua. La apalabra es, si se quiere, el nombre propio de la palabra como aparato del goce, como parte de los aparatos del goce”[13].
En el segundo capítulo, “Monólogo de la apalabra” vuelve en su primera parte, a un breve desarrollo sobre de lo que se trata en la primera enseñanza de Lacan en relación al lenguaje y su estructura. Sitúa de entrada lo que llamará el primero y el segundo ternario con sus elementos correspondientes
La palabra La apalabra
El lenguaje Lalengua
La letra Lituratierra
La estructura del lenguaje
Referencia a la primera parte de la enseñanza de Lacan, los tres términos del primer ternario están tomados de ella. Los otros tres pertenecen a su enseñanza a partir de los años 70. J.A.Miller revisa algunas de las definiciones fundamentales del lenguaje.
Es una estructura, lo que supone elementos diferenciados que se relacionan unos con otros produciendo así la significación. Es un sistema riguroso y cerrado, no tiene el lugar disperso de lalengua, es sincrónico y transindividual.
Decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje supone que tiene una estructura, que no es un flujo indiscernible, que tiene al igual que el lenguaje, elementos que forman un sistema, que son ubicables y donde es posible distinguir el significante y el significado.
La palabra es por su lado, diacrónica e individual, marcada siempre por el diálogo, es la palabra dirigida al Otro.
La estructura del lenguaje condiciona el fenómeno del sentido que en “La instancia de la letra” queda relegado a la posición de efecto, así el primer ternario supone el sentido como un efecto que aparece bajo la forma de relación entre los significantes de su combinación y sustitución (metáfora y metonimia). Es en este punto que Miller señala que la interpretación en estas condiciones no produce ningún problema pues de lo que se trata es de saber qué significante debe agregarse para dar lugar a tal efecto de sentido. Tomando apoyo en el grafo del deseo planteará que el sentido no sólo se presenta como un efecto, sino también como intención inicial de significación, si esta no está el aparato no funciona. Esa intención inicial de significación es el sujeto con voluntad de “querer decir” en su búsqueda de reconocimiento. El corazón de la función de la palabra está dado por esa voluntad de decir. Señala que la palabra es en este sentido una estrategia que envuelve al Otro en la medida en que éste, se instaura como partenaire. Esta es la palabra del primer ternario, con esta voluntad de decir al Otro. Pone como ejemplo de palabra analítica por excelencia, la palabra histérica, que se hace enigma, prestándose al Otro para ser interpretada. “Es la palabra que necesita del analista como partenaire, que necesita del intérprete”.[14]
Del eso goza por hablar al eso no quiere decir nada
J.A.Miller abordará en este segundo apartado el segundo ternario fundamentalmente, lo que le va a permitir desarrollar la cuestión del goce, que aparece como finalidad en lalengua y que se separa tan radicalmente de la idea de la comunicación.
Lalengua no es una estructura, si por estructura se entiende ese conjunto de elementos relacionados entre sí que definió para el lenguaje. No es sincrónica sino esencialmente diacrónica “hecha de aluviones que se acumulan de los malentendidos de cada uno y de las creaciones lenguajeras de cada uno.”[15] El fenómeno esencial de lalengua es el goce y no el sentido, por lo que el principio esencial de este segundo ternario no será el “querer decir” sino el “querer gozar”. “El segundo ternario traduce el nuevo estatuto del primero cuando se concibe como el principio y el motor del ser hablante a la pulsión y no al significante”.[16]
Vuelve entonces al grafo del deseo para señalar que Lacan articuló ahí la pulsión con el modelo de comunicación intersubjetiva, haciendo de esta un modo de mensaje. Ello supuso modelar la pulsión bajo la palabra y por lo tanto ubicar el querer gozar (la pulsión) bajo la égida del querer decir (el sentido). No es esto de lo que se va a tratar con lalengua ni tampoco con la apalabra, concepto con el cual se desmorona toda referencia a la comunicación “en el nivel donde se trata de la apalabra, no hay diálogo ni comunicación. Hay autismo. Eso quiere decir que en ese nivel, no hay Otro”[17]. Es en este sentido que la apalabra es en lo que se convierte la palabra cuando está dominada por la pulsión. J.A.Miller señala que eso es a lo que responde la fórmula de Lacan en el Seminario Aún “allí donde eso habla eso goza”. A la vez señala que, en ese mismo seminario, J. Lacan desarrolla una conjunción radical entre el eso habla y el eso goza, cuestión que invierte lo planteado en el grafo, donde “eso habla” se superponía a “eso goza”. A la vez J.A.Miller evoca el término blablablá afirmando que no es un concepto asimilable a la apalabra, aunque evoque algo de la satisfacción, no deja de asegurar las funciones de la palabra en el sentido de la comunicación, afirmando que asegura lo que Jakobson llamó la función fática.
Es en este punto donde J.A.Miller señala que vistos así los términos Lacan tuvo que reexaminar la idea del inconsciente estructurado como un lenguaje que, planteado así pertenece al primer ternario. Cito del Seminario Aun:
“Si dije que el lenguaje es aquello como lo cual el inconsciente está estructurado, es de seguro porque el lenguaje en primer lugar no existe. El lenguaje es lo que procura saber respecto de la función de lalengua. (…). El lenguaje sin duda está hecho de lalengua. Es una elucubración de saber sobre lalengua. Pero el inconsciente es un saber, una habilidad, un savoir-faire con lalengua. Y lo que se sabe hacer con lalengua rebasa en mucho aquello de que puede darse cuenta en nombre del lenguaje. Lalengua nos afecta primero a todos por los efectos que encierra y que son afectos. Si se puede decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje es por el hecho mismo de que los efectos de lalengua, ya allí como saber, van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es capaz de enunciar”[18].
Cabe señalar la distinción que establece entre el lenguaje como una elucubración sobre lalengua por un lado, y por el otro el inconsciente como ese saber hacer, sobre esa misma lalengua. Queda así definido como un saber enigmático depositado en lalengua, una suerte de equívocos que de forma única afectan a cada cual e inscriben lo que fue la relación con lalengua. Lacan señalará al final del mismo párrafo que este lenguaje que estructura al inconsciente es hipotético respecto a lo que lo sostiene que es lalengua.
J.A.Miller destacará que de todos modos, cuando Lacan dijo el inconsciente estructurado como un lenguaje, era para poner a la pulsión de costado y aislar los fenómenos del sentido y que con la nueva conceptualización lo que nos encontramos es con que la pulsión aparece en primer término.
De lo que se trata en el segundo ternario es del goce de la palabra, la Otra satisfacción, la que se sostiene del lenguaje y que es distinta del puro goce del cuerpo. J.A.Miller connota que no se trata de ubicarlo en el registro de la pulsión oral, sino de la idea que el goce habla, de que la palabra se anima con un querer gozar, donde el querer decir de esa misma palabra ha desaparecido (es el tetable de M. Leiris).
J.A.Miller coloca en paralelo la fórmula “yo, la verdad hablo”, que pertenece al primer ternario y supone el análisis del equívoco en el lenguaje y la búsqueda del sentido, con la del “goce de la palabra”. Ello le va a servir para poder decir que las dos fórmulas son a la vez simétricas y opuestas “el inconsciente estructurado como un lenguaje implica que la verdad habla, mientras que en el contexto de lalengua y de la apalabra el que habla es el goce.”[19]
¿Cómo pensar la interpretación cuando es el goce el que habla?
Antes de entrar en esta cuestión J.A.Miller desarrolla algunas cuestiones sobre el concepto de aparato, de donde vimos se origina el significante apalabra. Es en el Seminario Aun donde Lacan evoca los aparatos del goce a través de los cuales la realidad es abordada. Esta realidad, que ya no es más abordada por los aparatos de la percepción. Después de haber desarrollado las dos vertientes del concepto aparato, la del semblante y la de lo útil, opone el concepto al de estructura. Dice que al definir el lenguaje como aparato del goce se va en el sentido de reemplazar estructura por aparato, y los opone en el sentido de que, por el lado de la estructura de lo que se trata es del desciframiento y la construcción, de agregar lo que fuera necesario para que funcione, y por el lado del aparato señala que éste está adherido a una finalidad, en el caso una finalidad de goce que está por encima de la conocida finalidad de conocimiento de la realidad por los aparatos de la percepción. De esta forma, la estructura es un concepto que pertenece al primer ternario, el aparato pertenece al segundo ternario.
Vuelve entonces a la cuestión de la interpretación y a la dificultad de conceptualizarla en el segundo ternario. Lo que de entrada provoca esta dificultad es que se trata de un contexto donde no hay lugar para el diálogo, no hay diálogo, no hay comunicación, lo que implica que no haya lugar para una interpretación de sentido. Dice J.A.Miller “el no hay diálogo deja a la interpretación rendida”[20] y añade “el no hay diálogo tiene su límite en la interpretación por donde se asegura lo real”[21]. Se trata de empujar ese no hay, poner un límite al monólogo autista del goce, si se quiere hacer un lugar a la interpretación. Es en este sentido que indica que las cosas son tomadas a contrapelo, dado que la interpretación es tomada como haciendo límite al no hay diálogo, cuando si se toma por el lado del sentido más que limitar, ilimita. Tomada así, como lo que hace límite queda ubicada como meta más que como relanzamiento (que sería la propia práctica de la interpretación de sentido). Nos situamos entonces en un nuevo terreno, ahí donde la interpretación aseguraba el sentido (primer ternario) asegura lo real (segundo ternario). ¿Qué es lo que eso significa? Que en el nivel del monólogo de la apalabra no hay real, se capta mejor si se piensa en la asociación libre, el decir todo lo que se le ocurra como muestra de lo que sería el monólogo de la apalabra. Este decir todo, exento de cualquier prohibición, conduce al principio del placer, en este nivel hay una satisfacción de la palabra, lo que significa que “donde eso habla eso goza” el sujeto es feliz. No hay forma, señala Miller, de asegurar ningún real como imposible o lo que es lo mismo, todo se logra. En este sentido la interpretación para que tenga un lugar en el segundo ternario debe tener el valor de la formalización de la apalabra, lo cual implicará que debe soportar, asumir “eso no quiere decir nada”, lo que a la vez implica que ahí donde eso quiere gozar, eso no quiere decir nada.
J.A.Miller concluye entonces diciendo que a la manera de la formalización, “la interpretación en el segundo ternario está más bien del lado del escrito que del lado de la palabra. En todo caso debe hacerse a porfía del escrito, en la medida en que la formalización supone el escrito."[22]
[1] J.-A. Miller, La Fuga del Sentido, p. 120.
[2] Ibíd. p.122.
[3] Ibíd. p. 126.
[4] Ibíd. p. 127.
[5] Ibid. p. 128.
[6] J. Lacan, Seminario XX, Aun, p. 166.
[7] J.-A. Miller, La Fuga del sentido, p.133.
[8] Ibíd. p.134.
[9] Ibíd. p.134.
[10] Ibíd. p.137.
[11] Ibíd. p.137.
[12] Ibíd. p.137.
[13] Ibíd. p.138.
[14] Ibíd. p. 146.
[15] Ibíd. p.147.
[16] Ibíd. p. 148.
[17] Ibíd. p. 150.
[18] J. Lacan, Seminario XX, Aun, p. 167.
[19] J.-A.Miller, La Fuga del Sentido, p.153.
[20] Ibíd. p.156.
[21] Ibíd. p.156.
[22] Ibíd. p. 159.
J. Lacan, Seminario XX, Aun 1972-73, Paidós, 1992.
J.-A. Miller, La Fuga del Sentido, Paidós, 2012.
“Monólogo de la apalabra” del Curso La fuga del sentido; del “querer decir” al “querer gozar”
NODVS XLII, abril de 2014