Comentario del texto: La imagen del cuerpo en psicoanálisis
Comentario del texto La imagen del cuerpo en psicoanálisis, presentado en el Grupo de investigación Para una práctica entre varios, en el curso 2013-2014.
Se trata de un resumen a la letra del texto de Jaques Alain Miller: La imagen del cuerpo en psicoanálisis. Texto de 1995, pronunciado por el autor durante la conferencia de clausura de la VIII Jornadas de psicoanálisis en Andalucía. En este texto, a través de la observación de un niño granadino de siete meses, se plantea lo siguiente:
- La imagen del cuerpo del Otro, es anterior a la imagen del cuerpo propio.
- Diferencia el goce del cuerpo del goce fálico.
- El secreto de la imagen es la castración.
- La metáfora paterna como soporte de la imagen
- Introduce el concepto de una “mirada contenida dentro de la visibilidad misma”.
Castración, imagen del cuerpo, goce fálico, goce del cuerpo, cuerpo del Otro, imagen del cuerpo, metáfora paterna.
La imagen del cuerpo del Otro, es anterior a la imagen del cuerpo propio.
Miller abre con esta hipótesis el texto y la ejemplifica, con la observación de un niño. Del que dice:
“Vi a un niño Granadino de siete meses que, según sus padres, no reconocía su imagen en el espejo. Este niño, a diferencia de sus padres, no había leído el texto de Lacan sobre el tema, y no estaba todavía en el nivel del E. del Espejo, aunque a los siete meses sería posible; en cambio, si reconocía claramente el rostro de su madre y de su padre, y demostraba una gran sensibilidad a las muecas de él y a las risas de ella”
De ello constata que, no se puede decir que el cuerpo se introduzca en el campo del goce por la imagen del cuerpo propio, sino por la imagen del cuerpo de otros.
Así Miller, observa que el campo visual era una fuente de goce para el bebé, asimismo, la posición de su cuerpo al revés (como lo ponía su padre), era algo placentero, dado que parecía conocer así, una libidinización intensa del campo visual y según plantea Miller, esto puede tener que ver con la falta de interés del niño, por la imagen propia (dado que no reconocía por el momento la misma en el espejo). El niño parecía estar bajo el dominio de la imagen del cuerpo del Otro. Entonces, es seguro que el cuerpo del otro es una imagen para él ¿pero en qué medida él sabe que es imagen para el otro?
Lo único cierto que sabemos, dice, es que en el nivel subjetivo, el niño es objeto: es objeto de manipulaciones, de manipulaciones placenteras hechas para el goce de uno y del Otro (del que lo manipula).
Diferencia el goce del cuerpo del goce fálico.
En la observación del niño, no hay pregunta por el sentido sino que lo que impera es una significación de goce. Y claramente, se goza del cuerpo. Y se goza del cuerpo en su totalidad, por ello el cuerpo, es objeto pequeño a.
A continuación Miller, distingue el goce del cuerpo del goce fálico, el cual es ubicable, cernible y cerrado en sí mismo. En psicoanálisis, se distingue entre el cuerpo entregado al goce en su totalidad y la concentración libidinal sobre el órgano.
A partir de dichas consideraciones se pueden distinguir tres momentos:
Miller sin embargo se pregunta: ¿cómo se produce la preminencia del cuerpo propio, si parece que ese niño granadino no lo necesita para nada? Su respuesta es que entonces, la preminencia de la imagen del cuerpo propio es un rasgo de la especie humana y se encarga de diferenciarlo del mundo animal.
El secreto de la imagen es la castración.
Para Lacan, la preminencia del cuerpo propio, tiene que ver con la suposición de una falta, que la imagen del cuerpo vendría a colmar, a tapar. Solamente se puede suponer que el niño se interese por su imagen mediante la suposición de una falta, que la misma vendría a colmar.
I (a) La imagen del otro (cubre a lo lejos la imagen del propio cuerpo).
(-) La falta, un menos (el cual precisamente soporta a la imagen).
La primera versión del menos de Lacan en el E. del Espejo, es el menos orgánico, dónde la imagen del cuerpo es una anticipación de maduración orgánica, por tanto, el cuerpo propio se experimenta en déficit. Así, esta conceptualización del estadio del espejo, contiene un mecanismo de anticipación y retroacción.
i(a) vale en el lugar del otro, se encarna en la imagen del cuerpo y el significado del Otro s(A), es una significación de menos. Es decir, el niño, a veces experimenta la imagen del cuerpo en el espejo como un plus o como una depresión y, en ambos casos, deviene del Otro. Por ello, Lacan indica en el seminario IV, que no solo hay júbilo en el Estadio del Espejo, sino también depresión, es decir, no es una significación estable sino vacilante, causado por la imagen del cuerpo.
“Por una parte, está la experiencia del dominio, que dará a la relación del niño con su propio yo (moi) un elemento de distinción respecto de sí mismo, que quedará siempre ahí. Por otra parte, está el encuentro con la realidad del amo. Como la forma del dominio la obtiene el sujeto bajo la forma de una totalidad alienada de sí mismo, pero estrechamente vinculada con él y dependiente de él, hay júbilo, pero es muy distinto cuando, una vez recibida ya esta forma, se encuentra con la realidad del amo. Así, el momento de su triunfo es también el heraldo de su derrota. Cuando se encuentra en presencia de esa totalidad bajo la forma del cuerpo materno, se ve obligado a constatar que ella no le obedece. Cuando entra en juego la estructura especular refleja del estadio del espejo, la omnipotencia materna sólo se refleja entonces en posición netamente depresiva, y entonces hay en el niño sentimiento de impotencia.” 1
Mientras en el texto del E. E. Lacan introduce como menos, el déficit orgánico, en el seminario IV, se introduce la castración a través de la omnipotencia materna.
Miller introduce entonces una versión más compleja del menos primario (la imagen del otro i(a), como tapón de la castración).
Se destaca aquí el giro de Freud a Lacan, mientras que Freud situaba la castración en el Otro, Lacan la ubica en uno mismo.
Y siguiendo con el esquema de anticipación y retroacción, en el eje diacrónico, parece que hay primero el interés por la imagen del cuerpo propio y la castración se introduce después, en el eje temporal. Sin embargo dice, también hay retroacción: Para entender el interés del niño por la imagen hay que decir que la castración ya condiciona el estadio del espejo.
Ahora bien, Lacan introduce el objeto a, que indica que la imagen no se sostiene, sin una carga libidinal, la cual debe ser siempre regularizada. Entonces, ¿por qué mecanismo se regula?
I(a)
a
(castración)
La metáfora paterna como soporte de la imagen
La metáfora paterna, es la regularización del goce por parte de la castración. El soporte fundamental de las imágenes del cuerpo de los otros y del cuerpo propio es el Nombre-del-Padre, su acción.
I(a)
NP
Ello, dice miller, nos permite una verificación de la realidad perceptiva, nos ubica y permite percibir los alrededores sin demasiadas deformaciones. Aquí ejemplifica lo comentado, mediante las estructuras clínicas histeria, neurosis obsesiva y psicosis.
Las psicosis, son el contraejemplo. Es decir, cuando no hay regulación del goce.
Cita el caso Schreber y dice de él: cuando se retira la libido del mundo (que escribimos como petit a), la imagen de los otros se deslibidiniza y tenemos como dice Miller “un mundo poblado de sombras”, y cuando el movimiento es inverso, esto es, cuando la libido invade la imagen, vemos ahí el extremo de goce narcisista, la imagen es invadida de libido no castrada, no regulada. Por ello Schreber, percibe su cuerpo como un cuerpo femenino, dotado de un goce no reductible al fálico, un goce que lo invade en su totalidad.
En la histeria, el sujeto es un agujero, una falta de significante representativo para el Otro y, la imagen del cuerpo puede funcionar como tapón de la falta de significante del sujeto. Aquí se abre el camino para entender que la imagen del cuerpo puede funcionar como un significante. En la histeria, el sujeto se hace representar en el Otro, por la imagen de su propio cuerpo, de tal manera que, la imagen y su manipulación, funcionan como mensajes al Otro y dependen de los mensajes recibidos del Otro.
En la neurosis obsesiva, observamos el cuidado extremo de la imagen del cuerpo propio.
También podemos observar el valor de objeto de la imagen en las neurosis, cuando la imagen del cuerpo puede tomar el valora de un objeto excremental, lo que se muestra es un descuido provocativo de esta imagen. Sobre ello, la anorexia nos da detalles.
Resumiendo, de todo lo comentado se desprende, que la imagen del cuerpo traduce siempre la relación del sujeto con la castración.
Miller recurre a la historia arte para dar cuenta de dicha relación e indica que, todos los análisis que ha hecho Lacan sobre el campo visual, desarrollan el hecho de que el secreto de la imagen, es la castración. Lo ejemplifica recurriendo a la historia del arte:
- En el arte griego, las esculturas representaban la idealización del cuerpo, la homeoestasis, la imagen de un cuerpo sin goce y sin castración.
- Lo dionisiaco como la representación del falo.
- En el cristianismo, nos enseña el cuerpo glorificado de cristo, inicialmente como un niño con su madre y, debajo de ello, se señala la falta femenina. La felicidad que se desprende, es falta ya colmada; y posteriormente, con las imágenes de cristo en la cruz, nos hace adorar la imagen del cuerpo torturado, es decir, adorar algo de la castración.
- El arte abstracto, es el resultado de la anorexia imaginaria. Es el deseo de matar la imagen del cuerpo, matar las imágenes y producirlas sin sentido. Es casi una castración del sentido.
Asimismo, existe también la bulimia imaginaria: constantes imágenes de cuerpos en televisión, publicidad, etc.
La mirada contenida dentro de la visibilidad misma.
Para introducir el lugar del gran Otro, Miller introduce el concepto de luz, de alumbrado y dice:
“En tanto que la luz nos permite ver, en tanto que da visibilidad, lo visual constituye algo análogo al lugar del Otro” y cita a Merleau-Ponty en su fenomenología de la percepción, dónde dice al respecto: “es como si alguien ya lo supiera, o lo hubiese visto antes que yo; en el hecho de que algo sea visible, en la visibilidad misma, hay como un efecto de Sujeto Supuesto a Saber”.
En psicoanálisis por ejemplo, el pudor del cuerpo, no implica que el otro no debe verlo. Por ejemplo, los curas educan a los niños en un “no se debe disfrutar viéndose el cuerpo”, es como si la visibilidad fuera una profanación, porque en ella hay una encarnación del gran Otro.
Desde aquí se puede releer el E. Espejo, dónde el acento siempre está puesto en la actividad del sujeto, en el mirar del sujeto que reconoce su imagen o no. Sino que lo que resalta es, la cuestión de ser mirado, muy anterior a ver y considerar la imagen del cuerpo propio. En el ejemplo del niño del inicio del texto, aun no tiene acceso a considerarse a sí mismo en el espejo, sin embargo, supuestamente ya es mirado e incluso, admirado.
La cuestión entonces es el gran Otro, que nos permite ver y además antes, mira. El que ve es a la vez visible. Sin embargo, no hay simetría en ello y lo generaliza: “Nunca te veo desde donde tú me miras”; aquí se trata de una mirada suplementaria que siempre hay, contenida en la visibilidad misma. Además de la visión que el Otro puede tener de mí, está la mirada suplementaria del Otro escondido.
Recurre a una experiencia de Freud ante la Acropolis, la cual había esperado ver desde hacía años y ante la cual describe un goce intenso y un júbilo excesivo, con cierta culpabilidad asociada. En medio de dicho sentimiento, lo que se destaca, según nos dice Freud, es la figura de su padre. La mirada del padre que se ha hecho presente. Detrás de la imagen del espectáculo, está la castración, tanto la de su padre, como la de Freud (el cual se percata en plena vejez, donde se describe como un hombre impotente y empobrecido).
Ello nos muestra, que es la extracción del objeto a como mirada, lo que nos permite un sentimiento de realidad perceptiva y que, cada vez que hay un plus de goce visual, que algo de la mirada no se puede extraer, puede surgir una mirada que se impone, como la mirada del paranoico, con una permanente presencia del Otro en ella.
Al final del texto Miller, se ocupa de insistir en la importancia de mantener la ficción del Otro, citando a Lacan cuando afirma, que la única virtud es el pudor.
1. Lacan, Jacques: "El objeto fetiche. XI. El falo y la madre insaciable", en El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, (1956-1957), Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994.
Miller, J.-A: “La imagen del cuerpo en psicoanálisis”, en Cuadernos andaluces de psicoanálisis, nº16, 1995.
Comentario del texto: La imagen del cuerpo en psicoanálisis
NODVS XLIII, juliol de 2014