La segunda tópica freudiana: confrontación Lacan - Lagache

 

Ensayo, dirigido por Lucía D'Angelo, para la obtención del Certificado de Estudios Clínicos del Instituto del Campo Freudiano, Sección Clínica de Barcelona. Septiembre 2005

  • Publicado en NODVS XLIV, gener de 2015

Resum

A partir de “Observación sobre el informe de Daniel Lagache : Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, el trabajo realiza un recorrido de las diversas teorías que se construyeron alrededor de las tópicas freudianas y su relación con la personalidad. Será en la segunda tópica freudiana, donde Lacan se detendrá con más profundidad, para ubicar las controversias entre autores y confrontar su pensamiento con el de D.Lagache. El modelo óptico de Bouasse, por último, le permitirá dar un nuevo estatuto al papel que juega el Yo en los mecanismos de construcción del sujeto.  

Paraules clau

Lacan, Lagache, Freud, Bouasse, personalidad, estructuralismo, personalismo, significante, inconsciente, pre-consciente, consciente, ello, yo, superyo

Introducción 

En Observación sobre el Informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y Estructura de Personalidad1, Lacan responde al recorrido teórico que Lagache realiza de los distintos modelos de personalidad de su época y también al propio modelo que propone Lagache como solución teórica a las controversias entre autores. Se tendrá ocasión de apreciar en este ensayo como muchas de estas desavenencias tienen su origen en la segunda tópica freudiana.

El texto mencionado está fechado en 1960, veintiún años después de la muerte de Freud. Tiempo que permitió tomar posiciones y elaborar teorías. Freud dejó un gran legado y abrió la vía para desarrollar una teoría sobre la personalidad. Abrió una puerta de investigación donde el Yo juega un papel fundamental. Las posiciones teóricas respecto al lugar que ocupa el Yo en la estructura de sujeto son múltiples. Freud lanzó hipótesis y algunos de sus seguidores tomaron parte de sus respuestas para trazar un camino con su subsiguiente práctica terapéutica. Lagache, en su informe Psicoanálisis y Estructura de la Personalidad2 reordena todo ello para después enfatizar su posición: las relaciones intersubjetivas como elemento fundamental en la configuración de la personalidad. Lacan da un paso más y se vale de otras disciplinas para precisar los mecanismos que subyacen en la estructura y formular una nueva teoría sobre la personalidad.

El objetivo del presente ensayo, basándose en los escritos de Lacan3 y de Lagache4, trata tanto de establecer las principales diferencias epistemológicas entre los mencionados autores como de entender, en parte, el mito del cual parten algunas de las interpretaciones acogidas por la Psicología del Yo, la Gestalt –con sus mecanismos introyectivos y proyectivos- y la de los más fisicalistas, que se anudaron a la primera tópica por rechazar la segunda. El mito, al que nos referimos, se construye alrededor del Yo Freudiano. 

Lagache fue psiquiatra pero su interés por la filosofía y el descubrimiento freudiano le llevaron a expandir sus campos de acción. Fue editor de las principales obras de Freud en Francia, presidente honorario de la Agrupación Francesa de Roscharch y vicepresidente de la SPP. En 1953 renuncia a ella junto con Dolto y Lacan, presidente de la SPP, por bien de una concepción más liberal del Psicoanálisis y fundan la SFP. En 1963 Lagache debe tomar una posición contraria a la de Lacan para que la SFP siga siendo reconocida por la IPA. En ese momento Lagache defiende la ortodoxia psicoanalítica a la par que se desvincula de la obra lacaniana. Lacan es expulsado de la IPA y Lagache fue elegido presidente de la naciente Asociación Psicoanalítica de Francia. 

Capítulo I: La estructura temporalizante5

Lacan dedica cuatro capítulos para estructurar su respuesta en el texto Observación sobre el informe de Daniel Lagache. El primer capítulo lo titula “Estructura y Sujeto”6. En él matiza lo fundamental de los cuatro primeros capítulos del informe Lagache. Como Lagache, se adscribe al Estructuralismo y a uno de sus máximos exponentes: Claude Lévi-Strauss.

De hecho, parte como Lagache del estructuralismo para ubicar al sujeto. El primer punto en el que se detiene Lagache en su informe es el conjunto. Y no se trata de que en él “hayan elementos aislados ni con sumas de elementos sino conjuntos cuyas partes son en sí mismas estructuradas”7.

Esta forma de entender el conjunto evita la idea de totalidad, dice Lacan, pero no se puede decir que sus elementos no sean susceptibles de aislarse o sumarse. La teoría de los conjuntos matemáticos lo permite. Y, aunque se esté definiendo el campo psicológico, se ha de ser fiel a la teoría de los conjuntos para poder entender que las relaciones no están limitadas por ninguna jerarquía natural y si tienen una limitación –ahí está de acuerdo con Lagache- viene dada por la necesidad geométrica entre las relaciones del organismo y su entorno:“no hay organismo que no esté en una situación ni situación más que para un organismo”8.

Los matices previos en torno a la estructura permiten a Lacan introducir dos puntos fundamentales:

  • “La estructura no es la forma y, por eso mismo, la estructura necesita ser pensada en una Topología”9.
  • La Lingüística posibilita introducir a la ESTRUCTURA por la articulación significante.

Sin embargo, Lagache incide en otras dos posibles estructuras: la aparente; “como un conjunto jerarquizado de rasgos directamente observables... ,clasificación lógica de todos los componentes individuales psicológicos o somáticos”10. Lacan incide aquí en lo que el mismo Lagache entreve: que es la “crítica de lo que el carácter descriptivo implica de natural”11

Y, “la estructura personal como un sistema de relaciones entre formaciones que no son observables directamente pero a las que la observación de ciertas regularidades confiere un modelo teórico determinado”12

Lacan advierte que la estructura personal de Lagache “está a distancia de la experiencia puesto que se trata del modelo teórico que Lagache reconoce en la metapsicología analítica”13.

Esta antinomia –entre lo descriptivo y lo analítico-dinámico- que remarca Lacan obvia un tercer “modo de la estructura”14 que es, de acuerdo con sus palabras, “los efectos que la combinatoria pura y simple del significante determina en la realidad donde se produce”15.

En este sentido, el ESTRUCTURALISMO es lo que permite plantear la experiencia como el campo donde ELLO habla. De esta forma, la ESTRUCTURA pasa a ser fundamental:

 “La estructura entonces opera en la experiencia no como modelo teórico sino como la máquina original que pone en ella en escena al sujeto”16. La distancia del modelo a la experiencia se desvanece. La estructura forma parte de la misma experiencia. 

Hay otros criterios, introducidos por Freud, -en Psicología para Neurólogos e Interpretación de los Sueños- en la forma de estructurar al Sujeto que Lagache menciona en el capítulo I de su informe; que son el genético y el de adaptación. En el capítulo IV amplía en detalle el criterio de adaptación o relaciones de objeto; paradigma para Lagache, de lo que origina la estructura. Lo titula “relaciones intersubjetivas y estructuración de la personalidad”17. Para Lacan, el criterio genético es una invención, una estructura que no puede poner a prueba las tópicas freudianas como se ha intentado hacer. Respecto al de adaptación, todavía ve la necesidad de un desarrollo teórico hasta llegar a conclusiones más acertadas.

En el capítulo II, Lagache se centra en el Yo y en su heteronomía, palabra que utiliza para designar la dependencia del Yo a otras “subestructuras” de las tópicas freudianas y también para oponerla a la autonomía del Yo, que defiende la Filosofía.

El Inconsciente, lo fisiológico, dice Lagache, absorbe al Yo. El Yo es una multitud de Yoes y nunca es más actual como el que sucede en el “aquí y ahora”. El Yo es siempre parcial porque depende de “fuerzas” que van más allá de su racionalidad. Freud responde a esta realidad clínica con la primera tópica y forzando el modelo del primer aparato psíquico freudiano se aprecia como el Yo se asimila al sistema Preconsciente-Consciente y, como el sistema Inconsciente-Ello, domina al Consciente. Estas dependencias explican la heteronomía del Yo pero, al mismo tiempo, su autonomía relativa por su capacidad de atención, de discriminación, de su “posibilidad de oponerse al principio de displacer” 18

En este punto Lacan responde incidiendo de nuevo en la estructura y hace hincapié en, por mucho que se distingan las tópicas por sus funciones –el orden cruzado del proceso primario y secundario al que se refiere Lagache y que ampliaremos más adelante-, no son la estructura en sentido estricto y que el aparato psíquico freudiano no remite –e insistió mucho en ello Freud- a ningún aparato DIFERENCIADO del organismo. Otra cosa es, dice Lacan, que el sujeto coja prestadas en ocasiones ciertas estructuras y que las haga suyas. Pero ello no indica que se halla dado con un modelo único que explique la naturaleza de la conciencia: el Yo es tan disperso y desmembrado que no puede apresarse en estructuras.

Freud en sus revisiones del Yo se quedaba detenido ahí: en los grados de las dependencias del Yo. Freud afirma que hay dependencias del Yo –en “El Yo y el Ello”- pero también en “Inhibición, síntoma y Angustia”19 defiende la idea de la autonomía del Yo, de la autonomía –según palabras de Lagache- relativa del Yo. Pendiente se está, y están de acuerdo Lacan y Lagache, de revisar la naturaleza de la conciencia o la estructura intrínseca del Yo. Y es ahí en este punto donde los postfreudianos continuaran su trabajo: el Yo como una instancia autónoma relativa respecto a las otros dos estructuras de la “personalidad psíquica freudiana”: el Ello y el Superyo.

Sobre el tercer capítulo del informe Lagache, Lacan se adscribe a muchas de sus conclusiones. Las explicaciones causales del Yo fundadas en hipótesis genetistas y defendidas por Hartmann, Kris y Loewinstein se sustentan en la primera tópica, en el modelo más fisicalista de Freud. La posición de estos autores es “naturalista” y no conlleva el uso metafórico y “personalista” de la segunda tópica donde, de acuerdo con ellos, intervienen elementos antropomórficos que atribuyen a los conceptos estructurales metáforas, prolongaciones de cualidades humanas que en realidad no se poseen. Lacan coincide con Lagache en que las funciones de los sistemas no son exclusivamente fisiológicas: no es suficiente distinguirlas sólo por sus funciones sino investigar que papel juegan en la construcción del sujeto.

Lagache introduce como solución su enfoque “personalista” donde defiende el antropomorfismo “porque juega un papel en el pensamiento introspectivo” 20 pero lo realmente definitorio de su personalismo son las relaciones intersubjetivas en la estructuración de la personalidad. Ese es su paradigma, ese es el punto de partida de toda posible interpretación, de acuerdo con Lagache, en la construcción de la personalidad. Y ese es también el punto donde Lacan objeta a Lagache.

No es que, y ya dentro del capítulo IV del informe Lagache, Lacan no esté de acuerdo con bastante de sus ideas. Por poner algunos ejemplos, resaltamos cuando Lagache critica el “idealismo ingenuo”21 de Piaget por su intención de dar un criterio científico al pensamiento subjetivo del niño o cuando afirma que el niño ya es antes de nacer un “polo de esperas, de proyectos, y tributos”22: el discurso del Otro lacaniano.

Pero Lacan se detiene ahí en cuanto a sus puntos de unión con Lagache. El núcleo de la divergencia es la “diferenciación primaria”, a la que alude Lagache. Quizás para Lagache también haya un “discurso del Otro” antes del nacimiento del recién nacido pero difiere sustancialmente de Lacan de cuando el neonato deviene sujeto. Para Lagache, “los comienzos de la existencia individual están caracterizados por la diferenciación primaria y la participación sincrética” 23.

En cuanto a la primera, la diferenciación primaria, Lagache da al neonato un estatuto de sujeto pero “sin estructura cognoscitiva24. Para Lacan, el advenimiento del sujeto dependerá del uso propiamente significante. Y el significante no se adquiere sino es pasando de la necesidad a la pulsión. Y de una a otra intermedia la demanda que hace al sujeto entrar en lo real pero también “tacharle”, “al hacerse símbolo de una satisfacción de amor”25.

La segunda, la participación sincrética, que se da entre la madre y el hijo, hace que se ponga en marcha la diferenciación secundaria donde el niño de Lagache empieza a diferenciar los estados en agradables o penosos pero también a confundirse con la madre en tanto ella satisface sus necesidades. El niño en esta fase es “ser para el prójimo” y no será hasta el siguiente estadio, que Lagache llama Identificación, donde irá integrando sus experiencias a través de las formas de Indentificación introyectivas y proyectivas. Y empezará entonces a devenir “ser para sí”. Y esta conjunción de ser para el prójimo y ser para sí; para Lagache, se demuestra claramente en el lenguaje donde el niño no diferencia entre él y el otro, y “habla de él como le habla al prójimo o se habla a sí mismo como el prójimo le habla”26.

Para Lacan, esta participación simbiótica no tiene en cuenta ni la disimetría entre la proyección e introyección ni que el discurso siempre ha estado ahí y esa conjunción de la que habla también.

El drama, el punto clave no se manifiesta en esa conjunción que marca Lagache sino cuando el lenguaje pone a prueba la carencia de ser en el sujeto. Y es la Proyección, con su función de lo Imaginario, la que permite a una imagen colocarse 

como el deseo del Sujeto. Y la Introyección, por otro lado, es la que va al núcleo del ser y designa allí un agujero, la relación con lo simbólico.

La última fase evolutiva que menciona Lagache es la objetivación y será la que, paradójicamente, “enmascare y vuelva ininteligibles las identificaciones anteriores, sin suprimir, a pesar de esto, los efectos, ni impedir el desarrollo inconsciente de nuevas introyecciones y proyecciones”27.

Pero más allá de estos cuatro estadios a los que se refiere Lagache; a saber, Diferenciación Primaria, Diferenciación Secundaria, Identificación y Objetivización, que tienen como hilo conductor la relación intersubjetiva y simétrica, se encuentra la posición lacaniana que mantiene la idea de una disimetría entre sujeto y objeto porque la construcción del sujeto no depende del otro en el sentido de que el sujeto aprende a tratarse como un objeto sino que el sujeto deviene sujeto “por los significantes que lo recubren en un Otro y le dan una existencia vehiculizada por el deseo”28.

No se trata de diferenciar el Yo-Sujeto del Yo-Objeto para revelar la autenticidad del primero sino de que el sujeto es sujeto por el deseo, lo mismo que por la Cosa. Ambos están y no están. Nunca están fijos. Al Sujeto siempre se le escapa ese Yo Objeto, se desvanece, dice Lagache. Para Lacan, el sujeto se detiene en el fading, en la suspensión de su deseo, porque queda eclipsado por el significante de la demanda, por la fijación del fantasma, por el objeto parcial que, por definición, siempre vacila.

Capítulo 2: Ello, Significante de lo Imposible 

Tal como se ha expuesto anteriormente, el enfoque “personalista” de Lagache está basado en la segunda tópica freudiana. En él ve Lagache la posibilidad de dar con una explicación de la génesis de la persona y defender la autonomía relativa del Yo como instancia fundamental de la construcción de la personalidad. Sin embargo, para Lacan esa autonomía relativa del Yo es una ilusión propia del Yo y Lagache se queda ahí en lo selectivo del Yo y no da con una estructura, con la que se pueda constituir al Sujeto como tal. En este punto parece que Lagache se haya quedado en un “callejón sin salida”, detenido en el eje imaginario.

Es, no obstante, en el Ello donde Lagache intenta dar con una estructura de sujeto y parte, para tal fin, de las características que Freud dio al Ello: su inorganización, la no inclusión de la Negación y el conflicto de las pulsiones de vida y muerte en el interior del Ello. 

Y Lagache, en su Informe, va desmenuzando la significación de cada una de ellas y lo hace basándose en el criterio empírico freudiano, en su diferenciación primaria que le lleva a la pulsión fisiológica, al organismo. Y es, entonces, donde el Ello se convierte en el depósito de las pulsiones –forma de nombrar al Ello que a Lagache le disgusta-, donde conviven a modo estructural los elementos hereditarios e innatos pero también lo adquirido y lo reprimido. El embrollo que suponen estas coexistencias ilógicas entre sí, estas paradojas de las que no se sale Lagache y que conforman la propia estructura del Ello son caldo de cultivo de esas “discordancias aparentes” de la literatura psicoanalítica. Para salir de este embrollo, Lacan nos remite a la función del Significante, en la que se aprecia claramente el mecanismo de su estructura y en donde hay una coexistencia de los significantes entre el desorden que conllevan en la sincronía y el orden que perfilan en la diacronía.

La estructura del Significante va intercambiándose entre el presente y el pasado, dejando que convivan elementos contradictorios entre ambas. La cadena asociativa, el orden del discurso, cuyos elementos constitutivos son los significantes, es la estructura misma a la que ya se refería Freud en la construcción de sus tópicas: el orden del discurso.

Y la fuente, dirección, meta y objeto de las pulsiones son entonces para Lacan la estructura misma del Inconsciente. Se trata de comparar la función del Significante con la función de las pulsiones para ver como surge lo imposible. Aunque “el estatuto energético”29 de las pulsiones sea el núcleo duro de la estructura sólo se llega a él a través de los significantes. No obstante y, al mismo tiempo, los significantes son esenciales pero no son toda la estructura. Ahí está la imposibilidad circunscrita al significante de lo imposible. El estatuto energético Lacan no lo abarca más en este punto. Prioriza la estructura.

Lagache rechaza de lleno la definición del Ello como “depósito de las pulsiones” por el reduccionismo al organismo que supone. Lacan lo explica de otra forma: los efectos del Significante en el Sujeto crean esencialmente una “antítesis”, una división en el sujeto, que se fija en la pulsión de Muerte.

Lacan está de acuerdo con Lagache en que en el Inconsciente “no hay certidumbre sin reservas, ni tampoco grado cero de certidumbre”30 (cap. V de “El Inconsciente Freud”) porque esencialmente, recuerda Lacan, la certidumbre se genera en la acción. Pero sí hay una afirmación (Bejahung), que no se puede confundir como hace Lagache con la certidumbre. Y la afirmación, como ya estableció Freud, tiene un segundo tiempo, en el Yo, que se manifiesta la Negación.

Y ese es un mecanismo que pone en juego las relaciones entre el Consciente y el Inconsciente, entre el Yo y el Ello. El mecanismo se ve claro en las interrogaciones que hace el Sujeto y que cuestionan al Yo. La duda pues parte del Yo y cuestiona a la afirmación establecida en el Ello. Este mecanismo lleva a Lagache a otorgar la función del Juicio al Yo pues será a través de él donde el Sujeto responderá. Y es ahí donde, de acuerdo con Lagache, se encuentra la autonomía y unidad del Yo. Sin embargo, Lacan recuerda que Freud en el texto Endwurf, que dedica a Fliess, menciona el Juicio Primario como facilitador primario del Placer, por lo que antes de que el Yo esté constituido hay una suerte de Juicio. Con el advenimiento del lenguaje el sujeto ha de encontrar un lugar entre las pulsiones y eso lo realiza en el “agujero que él hace en ellas”31.

La afirmación establece el juicio de atribución freudiano, dice Lacan. Y se comprueba por determinadas formas lingüísticas, que se insertan en las cadenas siginificantes y que son las partículas negativas. Será ahí donde se puedan ver esos agujeros, el deseo y la ambivalencia propias del Inconsciente. El sujeto del deseo se transparenta en el eje de la enunciación, donde se localiza la negación que, en la mayoría de ocasiones, se emplea en frases interrogativas que cuestionan, deniegan o rehúsan. Esas partículas no son genéticas pero tienen su correlato energético: “la fatiga del sujeto se manifiesta en la neurosis y es distinta a la fatiga muscular”32 . La hipótesis de Lacan es que esa partícula negativa es, en realidad, una elipsis y podría, incluso, el mecanismo de la Negación provenir de una elisión primitiva: como significante que niega, como una primera censura.

La estructura del Ello debe encontrarse en la articulación de la Defensa con la Pulsión. ¿Y donde ver los efectos de la defensa?. Siguiendo el camino que toma la estructura del significante. Con la afirmación bajo el aspecto negativo, el sujeto se hace un lugar pero se erige en un vacío, en una suerte de agujero del que apenas es consciente. La negación se constituye dentro de la cadena de significantes como una secuencia discontinua y es ahí donde el sujeto se asegura su subsistencia.

El sujeto se construye a partir de un vacío. Esa sea quizás su esencia, reprimida casi siempre, destapada en ocasiones. Lagache cree, como ampliaremos más adelante, en la concepción clásica de una unión ideal entre sujeto y objeto, de una simetría alienante entre sujeto y objeto. Es una creencia que cae en la teoría del evolucionismo y cubre el deseo y la falta. Sin embargo, la función del Psicoanálisis debe partir, teniendo en cuenta este mecanismo, de otra concepción que puede resumirse en la asunción del significante de lo imposible o la contradicción fundacional del sujeto. 

Capítulo 3: “Los Ideales de la Persona"33

El Yo, un intento de orden que va desordenando el Ello, viene para Lacan a llenar un vacío. Esa es una de sus funciones primordiales. Lacan piensa entonces al Yo como una función básica de desconocimiento (del vacío). De ahí, los “ideales”. Representaciones de la realidad que vive el Yo y que actúan como elementos de referencia en ella.

Se sirve Lacan del modelo óptico del ramo de flores invertido de Bouasse para explicar la dinámica de las relaciones que se dan en el Yo: Ideal del Yo – Yo Ideal, donde se producen efectos de división entre el eje imaginario y simbólico. Empleando de esta forma su teoría ubicará en este capítulo las distancias entre Lagache y él en cuanto al Yo.

Lagache crea dos yoes: El Yo intrasistémico, que es el Yo de donde parten los mecanismos de defensa inconscientes y donde la autonomía del Yo no funciona. En el otro Yo, el intersistémico (dependencias con las otras sub-estructuras de la segunda tópica), la resistencia es una operación activa del Yo y la defensa busca la reducción de la tensión. Ahí la autonomía del Yo funcionaría bajo la forma de “afectos-señales”. Los mecanismos de defensa de sujeto para Lagache son pues interpretadas desde estos dos puntos de vista.

La autonomía del Yo –da igual que parta del Yo intrasistémico e intersistémico- se erige a partir de su servidumbre a la ley (del deseo) del otro. “Y el sujeto la sufre por defenderse de ella, a partir de desconocerla”34. De esta forma, Lacan zanja la cuestión con las dificultades lógicas de imposible resolución que Lagache encuentra entre su Yo intrasistémico e intersistémico.

Pero, ¿de donde parten en realidad las resistencias? ¿qué efectos tienen en el Yo?. Un primer apunte es el encuentro del sujeto con la imagen narcisista, cuando cree que ella está usurpando su lugar. Para Lagache, esa herida es la que pone en movimiento la transferencia. Para Freud, lo contrario: crea una resistencia que puede impedir el desarrollo del análisis35.

Pero hay otro apunte, otra suerte de resistencia en la que puede caer aquel Psicoanálisis que da al Yo plena autonomía y que no tiene en cuenta que el Yo se construye a partir de un vacío, de un desconocimiento. Y no lo tiene en cuenta porque cae en la ilusión del dominio que el Yo ejerce sobre la realidad. El Yo es un intento de orden, una especie de cálculo y escansión, es el punto de referencia que el sujeto ha erigido para orientarse: el Yo reduce ambigüedades. Por eso mismo, este argumento reduce sus posibilidades en cuanto se ven los efectos del Inconsciente sobre el Yo.

También se refiere a esta operación Lacan como una distorsión que el Yo ejerce sobre el sujeto. Y no se trata entonces de enderezar las “curvaturas del Yo”36 porque el Yo es en sí mismo una deformación, una “lente” desde donde el Sujeto mira. Se trata de colocarse en el lugar que permita ver de otra forma. Las distorsiones estructurales del Yo Lacan las explicará más adelante con ayuda del modelo óptico de Bouasse.

Las relaciones del Yo con el Ello han de partir de las proyecciones imaginarias del Yo y de los efectos de defensa que reciben por dar forma a ese lugar donde el Sujeto trata de construir algo, que se convierte en Juicio. Y Lacan toma distancia aquí de Freud porque, para Freud, un Juicio debe substituir la represión pero para Lacan el Juicio es en sí mismo una suerte de represión. Para abordar desde otro punto de vista la distorsión del Yo, Lacan recuerda como Freud estableció en el sistema preconsciente el lugar de los recuerdos verbales. Pero él da una vuelta más y diferencia el eje del enunciado, donde se da la rememoración, con el eje de la enunciación, donde se da una estructuración. Y ahí se ve al Lacan más estructuralista: para que haya una traducción del simbolismo más primitivo del Inconsciente a las formas imaginarias del preconsciente se necesita “una estructura común” que vehiculice esa traducción: los significantes.

Por último, Lacan se detiene en el Ideal del Yo y Yo Ideal para acabar de reunir todos los elementos necesarios para construir su teoría y poner en marcha la analogía entre el fenómeno óptico del ramo de flores invertido y el error estructural yoico.

Lagache, de acuerdo con su modelo personalista, establece al Ideal del Yo como función del Superyo y al Yo Ideal como integrado dentro del sistema Superyo-Ideal del Yo. Piensa que esta forma de integrar estos tres conceptos en el desarrollo de la personalidad corresponde al pensamiento de Freud. El modelo ideal de comportamiento de estas instancias se manifiesta en la “fusión completa” entre el Ideal del Yo – Yo ideal; es decir, entre la aceptación de la autoridad y la aspiración de omnipotencia del sujeto. No obstante, es un modelo ideal y pocos casos se aproximan a él, dice Lagache.

El modelo que propone Lacan (inspirado en una analogía óptica que estableció Freud) es bien distinto. Partiendo del modelo óptico de Bouasse, establece una analogía con estructuras subjetivas “representando en ellas la relación con el otro y permitiendo distinguir la doble incidencia de lo imaginario y simbólico” 37

Antes de entrar en detalle en la dinámica de esta relación es necesario explicar, aunque sea muy brevemente, en qué consiste la ilusión óptica del ramo de flores invertido.

Un espejo esférico puede producir de un objeto (en el caso propuesto un florero apoyado en una caja) situado en el punto medio de su curvatura otra imagen simétrica. Dentro de la caja hay un ramo de flores. Y este ramo real crea la ilusión, por el espejo esférico, de salir del cuello del jarrón situado encima de la caja. Para que se pueda ver esta imagen es necesario que el ojo esté situado en el interior del cono ßß’ y en una posición lo más lejos posible de la imagen proyectada para que el desplazamiento lineal tenga mayor campo. La condición es que la imagen no debe vacilar demasiado con el desplazamiento.

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Pero debe construir otro modelo, a partir del de Bouasse, para que la doble incidencia de la dimensión imaginaria y simbólica se entienda. El nuevo aparato óptico ya no crea la ilusión de ramo de flores invertido sino la del florero invertido. Ahora el florero está en el interior de la caja y su imagen real, pivotada entre el espejo esférico y el plano, rodea con su cuello el ramo de flores ya montado encima. El florero es ahora el que toma para el ojo el papel del soporte de la acomodación, necesario para que se produzca la ilusión. 

Pero debe construir otro modelo, a partir del de Bouasse, para que la doble incidencia de la dimensión imaginaria y simbólica se entienda. El nuevo aparato óptico ya no crea la ilusión de ramo de flores invertido sino la del florero invertido. Ahora el florero está en el interior de la caja y su imagen real, pivotada entre el espejo esférico y el plano, rodea con su cuello el ramo de flores ya montado encima. El florero es ahora el que toma para el ojo el papel del soporte de la acomodación, necesario para que se produzca la ilusión. 

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El ojo mira sobre el espejo esférico y está fuera del alcance de la imagen real y a través del espejo plano ve proyectada una nueva imagen virtual donde el florero se monta justo encima de las flores. El $ deberá situarse dentro del cono x’y’ del campo que delimita la ilusión.

Esta ilusión permite entender como la formación del Yo, iniciada en el estadio del Espejo, se funda en un desconocimiento y como este modelo explica mejor los efectos de asumir una imagen especular en un momento donde el desarrollo neurológico no se halla suficientemente desarrollado.

Este aparato óptico inspirado en los fenómenos ópticos se ha de interpretar como análogo a dichos fenómenos pero a un nivel imaginario y no físico. Porque lo que pivota en el espejo plano es ya una forma del otro y el juego de relaciones que se crean allí son falsas, enajenantes. Hay pues, para entender el alcance de esta síntesis creada, ir a donde se ha producido el i(a). La subjetivación se encuentra por la reflexión de la imagen i(a) en el espejo esférico. A este nivel, este espejo esférico equivale a una función global de la corteza.

La difícil accesibilidad del florero en el interior de la caja indica también lo difícil que representa para el $ acceder a la realidad de su cuerpo. El psicoanálisis a través de los límites del cuerpo, de sus orificios y contingencias trata de dar cuenta de los progresos libidinales del sujeto.

La relación de objeto, en este aparato, la conciencia que el sujeto toma sobre ello se representa en las flores a. Se detiene en los objetos mismos que crean la ilusión, que permiten al sujeto percibir la imagen i(a), la que está detrás del espejo. 

Pero hay que tener en cuenta el mecanismo mismo que genera la ilusión para ver “lo poco de natural” que hay en esta relación de objeto. Hay una proyección imaginaria engañosa en la clave que dispara la ilusión y por ello mismo, advierte Lacan, no hay que idealizar al objeto ni darle un estatuto totalizador.

La integración en el desarrollo de la personalidad sí debe funcionar pero no a partir de una neutralización del deseo en el cuerpo. A ese nivel, de reducción a la necesidad, el sujeto no va a poder responder. El cuerpo seguirá “hablando”, al igual que el Ello. La propia alternancia de las imágenes i(a) i’(a) demuestra la inaprensible búsqueda de esa síntesis. Porque hay un constante transitivismo en un plano imaginario. Desde el Yo Ideal, desde lo que aspira el sujeto (diría Lagache) no se puede intervenir si se pretende crear una rectificación subjetiva. Es desde el plano simbólico, desde el Ideal del Yo, donde el psicoanálisis puede “retocar al Yo”. Es pues el lugar que ocupa uno en lo simbólico donde está la cuestión y no en las identificaciones donde el análisis debe hacer su juego. Deshilvanar las identificaciones en la dimensión imaginaria perpetúa, confirma una visión desde un campo concreto del aparato.

Y Lacan vuelve a la estructura pero esta vez desde los efectos que produce la elisión del significante en el sujeto. En la supresión del elemento que se constituye en la elipsis, que puede tomar la forma de una afirmación de la negación, viene a ocupar un lugar el Ideal del Yo. Ahí están las coordenadas del Inconsciente. Y es por esta razón que Freud establece la segunda tópica para insistir en que el Yo no es autónomo, que depende de fuerzas estructurales que operan en el Inconsciente.

El espejo plano, el gran Otro, es ese lugar donde se superponen las imágenes virtuales y donde se encuentran los determinantes de todo resorte superior de subjetivación. Y en toda relación el gran Otro interviene de una forma latente. Lagache, al igual que otros autores, no reconoce eso en Freud. Subrayan la relación recíproca existente entre cuerpo y mente y también entre sujeto y objeto. El espejo plano, el gran Otro, es el vértice necesario del triángulo que configura la relación especular. El no tomarlo en cuenta, advierte Lacan, lleva a enfatizar el genetismo, la cinestesia y no alcanza a ver que el lugar original del sujeto se constituye en una ausencia.

Estaba ya, dice Lacan. Estaba allí y no lo sabía hasta que lo supo. Ese es el reconocimiento de sujeto, una primera síntesis en el que la persona se hace un lugar en la cadena de los significantes. Para después borrar esa ausencia en las marcas que deja el significante, realidades insignes que nombran los ideales del Yo. Sin embargo, también el Yo ideal se configura a partir de un espejismo que lo produce el mismo espejo, el gran Otro. 

Las maniobras que el neurótico hace en el Otro se fundamentan en las identificaciones. Son simples esbozos que cambian rápidamente y crean una relación artificial pero fructífera en la neurosis de transferencia.

En el tercer modelo que propone Lacan interviene la figura del analista como aquella en la que “el sujeto hace de él el lugar de su palabra”38. Asumir el discurso inconsciente. De eso se trata de llevar los significantes del sujeto dividido detrás del espejo.

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Y los tiempos estructurales en el análisis parten, en primer lugar, del reconocimiento del Yo Ideal y de las relaciones imaginarias para después “arrastar” al sujeto al lugar donde se une el Yo Ideal con el Ideal del Yo.

Cuando el sujeto se sitúa detrás del espejo experimenta despersonalizaciones porque franquea los límites. Y aunque traspase el espejo A y vea la ilusión óptica del florero invertido, porque el espejo ahora es horizontal, seguirá viendo por el espejo esférico una imagen virtual i’(a) del florero y de las flores mismas confundiéndose entre sí, sin saber cual es real, cual es virtual. Imágenes duplicadas donde una se opone a la real como “el árbol su reflejo en un agua, muerta o viva, le da unas raíces de sueño” 39.

Pero por mucho que se quiere desbrozar el camino que lleva al Ideal del Yo, deshaciéndose de las identificaciones, entra siempre en juego el deseo. El imaginario es parte estructural, no hay que idealizarlo una vez conocido su mecanismo. Andará como lo simbólico por sus derroteros. E irá alternando substituyendo, desarrollándose en el tiempo, dejándose llevar por lo que le propone la realidad. 

Sin embargo, el deseo, el objeto a que constituye al Sujeto y que parte de una ausencia, es también estructural pero su función dentro del modelo no es posible reducirlo a un juego de imágenes como los ejes imaginario y simbólico. El objeto a se manifiesta en la repetición significante y no puede apresarse en una función simbólica. Es estructural pero parte del Ello y es a través de ese objeto donde el Ello habla. Esta razón es la que explica los cambios constantes del Yo Ideal y el porqué es restituido al campo del Otro, del deseo del Otro.

Y entrar en ese campo conlleva dificultades porque, al fin y al cabo, uno se pregunta si quiere lo que desea o si desea lo que quiere. La castración freudiana, el sacrificio del falo interviene en esos momentos y las posiciones ante ello pueden ser las del abandono o huída hacia otro lugar. Para Lacan, Lagache también ha tomado un camino en cierto sentido de abandono: los efectos del sujeto inconsciente no son tomados en cuenta en su informe.

Algunas conclusiones

Lacan plantea preguntas y acusa con ello la muerte simbólica de ciertos estamentos. El Superyo, la última instancia de la segunda tópica, ese estamento tan difícil de ubicar como estructura sugiere una revisión y un encuadre distinto.

Ya no sirve el sentido de la razón práctica de Kant; sus dos instancias que sitúan el bien y el mal como una guía ética y que marcan la heteronomía del sujeto (la ruta que le guía y su ley moral interna). Ya no sirven porque la modernidad mira desde otro sitio diferente a la ley moral, al imperativo de la “voz de la conciencia” bíblico.

Ya no hay espanto, dice Lacan. Se doblega al deseo. Los moralistas reducen el deseo a la necesidad. Los humanistas lo invocan en demanda constante. Y el objeto a se pierde, las flores a verdaderas quedan enmarañadas con la ilusión del jarro invertido.

La Ética que anuncia Lacan debe partir del deseo. Un camino difícil porque la persona-personalidad parte de un engaño, de un saber no verdadero. Un saber como resultado de una elisión significante: la partícula de negación, que viene a confirmar una posición. ¿No es pues este saber un olvido constante, una máscara, un intento de perdón?. ¿Y que hay detrás del espejo? ¿Cómo introducir los momentos de lucidez en una teoría sobre la personalidad si ella misma debe partir de una proyección imaginaria? ¿Cómo introducir la ética en una dirección práctica?.

Lacan deja abierta la cuestión con estas preguntas que le permiten radicalizar su posición: el sujeto debe ser producto de su deseo. Su punto de anclaje son los significantes. Las estructuras reconoce, dejando el estado de la cuestión en preguntas, son invenciones. Los pre-juicios fijan, las preguntas destapan. Con sus preguntas, también deja entrever que no hay una única forma de atravesar el Ello.

Para guiarse pues en este camino incorpora la segunda tópica y le da una nueva luz con la primacía de los significantes. De esta forma, pueden convivir, como hemos visto a lo largo del ensayo, las contradicciones que se dan tanto en el Yo como en el Ello.

Más allá del constante cambio, del transitivismo entre el Yo Ideal-Ideal del Yo, entre lo imaginario y lo simbólico, está el sujeto al que se trata de darle cabida para constituir su propia identidad, vehiculizada por el deseo. En este darle cabida, encontramos la compulsión a la repetición, la pulsión de muerte y el objeto a, que escapan a la estructura (de personalidad). Nuestro próximo proyecto se detendrá en lo que está en el centro de la estructura y a lo que gira en torno a la misma para aproximarnos a otra manera de pensar la construcción del sujeto, orientada bajo la lógica de los descubrimientos del Das ding freudiano y el objeto a lacaniano.

Notes

1 Lacan, J. Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1998 pp.627-664
2 Lagache, D. Psicoanálisis y estructura de la personalidad, Informe al Coloquio de Royamount, 1958 Traducido por la Biblioteca del campo freudiano Barcelona. Reg no 3826
3 Lacan, J.: ibidem pp.627-664
4 Lagache D.: ibidem Reg no3826

 5 Temporalizar: “Convertir lo eterno o espiritual en temporal o tratarlo como temporal”, María Moliner Diccionario de uso del Español, Madrid, Ed.Gredos, 1998

6 Lacan, J: op.icit p.627

7 Lagache, D: op.icit p.4

8 Lagache, D:ibidem p.4

9 Lacan, J: op.icit p.629

10 Lagache, D:ibidem p.4

11 Lacan, J: ibidem p.629

12 Lagache, D:ibidem p.4 

13 Lacan, J: ibidem p.629

 14 Lacan, J: ibidem p.629

 15 Lacan, J: ibidem p.629

16 Lacan, J: ibidem p.629

17 Lagache, D: op.cit p.10

18 Lagache, D: op.icit p.7

19 Freud, S : Inhibición, síntoma y angustia, Obras Completas de Sigmund Freud Tomo III, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973 Tercera Edición pp. 2838-2839

20 Lagache, D: op.icit p.8 

21 Lagache, D: op.icit p.10

22 Lagache, D: op.icit p.11

23 Lagache, D: ibidem p.11

24 Lagache, D: ibidem p.11

25 Lacan, J: op.icit p.634

26 Lagache, D: op.icit p.12

27 Lagache, D: op.icit p.13

 28 Lacan, J: op.icit p.635

29 Lacan, J: op.icit p.638
30 Freud, S: Lo inconsciente, Obras Completas de Sigmund Freud Tomo II, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1981 Cuarta Edición p.2072 “En este sistema no hay negación ni duda alguna, ni tampoco grado de seguridad. Todo esto es aportado luego por la labor de la censura que actúa entre los sistemas Inc. y Prec. La negación es una sustitución a un nivel más elevado de la represión. En el sistema Inc. no hay sino contenidos más o menos enérgicamente catectizados”. 

31Lacan, J: op.icit p.641

 32 Lacan, J: op.icit p.644 

33 Lacan, J: op.icit p.647

 34 Lacan, J: ibidem p.647

 35 Lagache, D: op.icit p.21

36 Lacan, J: op.icit p.648

 37 Lacan, J: op.icit p.653 pág. 11 

38 Lacan, J: op.icit p.659

 39 Lacan, J: op.icit p.660

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Bibliografia

Lacan, J. “Observación sobre el informe de Daniel Lagache:Psicoanálisis y estructura de la personalidad”. Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1998 pp.627-664

Lagache, D. Psicoanálisis y estructura de la personalidad, Informe al Coloquio de Royamount, 1958 Traducido por la Biblioteca del campo freudiano Barcelona. Reg no 3826

Freud, S: El Yo y el Ello, Obras Completas de Sigmund Freud Tomo III, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973 Tercera Edición pp.2701-2728

Freud, S: Lo inconsciente, Obras Completas de Sigmund Freud Tomo II, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1981 Cuarta Edición pp.2061-2082

Freud, S : Inhibición, síntoma y angustia, Obras Completas de Sigmund Freud Tomo III, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973 Tercera Edición pp.2838-2839 

Helena Valldeperes

La segunda tópica freudiana: confrontación Lacan - Lagache

 

NODVS XLIV, gener de 2015

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