El trabajo con los Otros del sujeto.
Texto presentado en el Grupo de investigación Psicoanálisis y Pedagogía en el curso 2014 - 2015
Más allá del caso por caso, la aseveración “Soy buena maestra pero no sé ser buena madre” hace serie en los encuentros con grupos de padres –algunos de ellos, vinculados profesionalmente al campo de la educación–. Cuando los padres ocupan el lugar del saber, se produce un estrago en los hijos ya que este saber, a veces sin fisuras, dificulta la relación de amor a la vez que sitúa a los hijos en el lugar de un ideal inalcanzable.
Madre, mujer, maestra, saber, no-todo, padres, educación.
«Soy buena maestra pero no sé ser buena madre»
En el marco de un programa de la administración me reúno con padres para tratar temas relativos a la crianza de los hijos. Es un espacio que se ofrece como un lugar para traer lo que no funciona, lo que les inquieta o hace pregunta, así como para compartir experiencias. Más allá del enunciado de sus intereses, que bien puede ser del orden del “siempre se prende algo”, mi planteamiento es que siempre hay algo más que trae a los padres, algo que pone en peligro la homeostasis familiar; el síntoma de los hijos, el propio, la contradicción entre la pareja parental, la insatisfacción, el perfeccionismo, el enigma que supone tener un hijo, sentirse autorizados, la falta en saber y a veces… saber demasiado. Demasiada información contradictoria sin que ninguna resuelva el malestar que les habita.
Es frecuente que a las reuniones asistan educadores que acuden en calidad de padres. Suelen ser sujetos responsables, muy implicados, que se quejan por no obtener de sus hijos la respuesta que obtienen de sus alumnos. ¿Cómo es posible? ¡Yo que lo tengo tan claro! ¿Qué hago mal?
A menudo se deja entrever la dificultad que implica tenerlo tan claro. Estar sujeto a un saber referencial en el que el pequeño debe encajar. O bien aplicar un patrón estándar que comporta que para tal comportamiento, tal cosa / para tal otro, tal otra. La dificultad con lo no controlable, no domesticable, añade rigidez al vínculo.
Podríamos decir que la aseveración «Soy buena maestra pero no sé ser buena madre» sería reconocida por la mayoría de las educadoras asistentes. Lo que indica, en sí misma, que hay una confusión implícita entre el conocer y el saber. De hecho, desde el punto de vista del psicoanálisis, la posición de “no saber”, de un “un saber no completo”, sería la conveniente a ambos lugares, tanto para la maestra como para la madre.
Algunos educadores se presentan bajo la modalidad de los “padres del deber”, el hijo como objeto precioso es colmado de cuidados e investido de teorías sobre lo que le conviene y, con la mejor intención, lo llenan de actividades extraescolares detenidamente pensadas para un futuro en el que el deseo del niño es poco convocado, poco provocado. Todo gira alrededor del pequeño, que es convertido en un objeto pedagógico, aunque sea, como señala A. Cordié, con la paradoja de la orden del deber de desear; “debes desear comer”, “debes desear saber”, como se da en el caso en que el sujeto aplastado por la demanda se niega a comer o a aprender.
La familia es el lugar donde se dan los primeros vínculos y los primeros pasos hacia la culturalización y la socialización: los primeros límites a las exigencias pulsionales, la primera regulación de goce y donde se ponen los pilares fundamentales para que el sujeto se constituya. Es un dispositivo sostenido por dos funciones: la paterna y la materna, sin confundir por ello a la función con la persona. Se trata de lugares a ocupar por diferentes personas pero de acuerdo a una serie de condiciones. ¿Qué diferencia el acto educativo en la familia y en la escuela? O, en todo caso, qué se juega en ese “no ser buena madre” cuando la madre a su vez ocupa el lugar del Otro para otros sujetos niños. Es algo a constatar caso por caso. No obstante, en la observación de esta experiencia, se podría destacar como denominador común un efecto de frustración.
Desde el psicoanálisis el planteamiento de “ser buena madre” es puesto en tensión con el significante de “madre suficientemente buena” planteado por Winnicott. Para Lacan ya no se trata de ser suficiente madre sino de no serlo del todo. En función de la relación con la falta, hay cierta insaciabilidad estructural que responde a la imposibilidad de que el niño venga a colmar totalmente el deseo materno. El hijo/a no va a dar la talla respecto a ese deseo que como mujer excede a la madre. Puesto que el universo de lo femenino no se resuelve con la maternidad, siempre quedará un resto. Así, en un grupo, una madre que tiende a la sobreprotección de sus hijos, se muestra angustiada y con dificultades en la vida amorosa. Cuanto menos interés tiene en su partenaire más se dedica a ellos, poniendo de relieve lo que de su ser de mujer cojea, a saber; encontrar el significante de su deseo en el cuerpo de un hombre.
Para que el niño pueda encontrar un lugar donde alojarse, es necesario que los cuidados que la madre le prodiga no la disuadan de desear como mujer. Así pues, la función materna para ser operativa, debe ir va más allá de la aplicación de conocimientos y cuidados, ya que éstos no deben ni invadir, ni obturar la falta que suscita el deseo.
¿Qué hacer con lo imposible?
La educación como profesión imposible indica que no hay un saber preestablecido respecto de cómo educar a un niño en particular. Los ríos de tinta vertidos sobre la educación no hablan de un sujeto determinado por venir a tal lugar o tal familia, ni de qué deseo particular se va a sujetar. Lo cual no quiere decir que los sujetos no puedan y deban ser educados, en todos los casos eso incluirá en la tarea del Otro la de provocar su consentimiento. Consentir en ser educado siempre implica cierta coerción por parte de Otro, cierto forzamiento a renunciar a la satisfacción pulsional inmediata; prohibición pero también autorización a través de un ofrecimiento que abra las puertas a la creación y la invención. Por esa razón, en los grupos, los padres son desanimados a buscar recetas al uso o pautas estándar. Mas bien se les convoca a trabajar en la particularidad de sí mismos y de cada uno de sus hijos, a construir una pregunta, y a encontrar su propio estilo.
En este sentido, la parentalidad en su función educativa encuentra su tope en ese real indomable que tiene que ver con el goce a regular, y deberá hacer uso de una oferta que provoque la demanda. Es decir, deberá operar una inversión en el pasaje de sujeto demandado a sujeto demandante, introduciendo la falta en lugar de ofrecer un saber sin fisuras donde no cabe el cuestionamiento y cuyas consecuencias pasan por la encriptación del sujeto y el estrago en la relación de amor. Kafka es un buen ejemplo cuando en su Carta al padre expone lo que supone la obediencia a los significantes que viniendo del Otro marcan al sujeto con un “tú eres eso”.
Si el otro se presenta como todo saber, en tanto es necesaria la falta para amar, el amor queda trastocado. La demanda, que en su faz más radical siempre es demanda de amor, indica en sí misma que algo falta.
En los grupos se trata de que la palabra que circula encuentre en el profesional un garante que introduzca el interés por la causa. Una madre, viene al grupo de padres porque “siempre se aprende algo”. En la segunda sesión relata que, respecto a la comida, su hija no le da ningún problema, es un buzón que se lo traga todo. Divertida, cuenta que se traga enteros y sin masticar los caramelos grandes. Planteamos si tragar y comer son la misma cosa. A la siguiente sesión esta misma madre expone que su hija es chillona, que habla chillando y que cuando se quiere hacer oír todavía chilla más. A la pregunta sobre si la niña habla mucho respondió que no calla nunca, que todo el día habla. La educadora de la niña presente en el grupo lo corroboró exponiendo lo que supone el contagio de la pequeña en el grupo clase. Cabía plantear la dificultad que podía suponer ofrecer respeto a esta niña, respeto a su saber no sabido, más bien continuamente gritado, por lo que apuntamos que tal vez la pequeña quería ser escuchada y la dificultad que podía representar para la madre y para la maestra escuchar a una niña en una continua y vociferada demanda.
En la última sesión, la madre trajo a la niña y comentó que con la escuela estaban trabajando conjuntamente para acotar el comportamiento de la pequeña haciéndole sentir su interés sobre lo que ella tiene para decir. Efectivamente, debe haber cierto silencio del Otro para que la voz del sujeto pueda ser escuchada, el silencio del no-todo, del supongo en ti (niño/a) un saber que no sabes y que suscita mi deseo.
La orientación en los grupos, como indica Lacan en la dirección de la cura, es como el dedo levantado de San Juan de Leonardo: señala, alude, pero no dice lo que hay que hacer.
Nos queda diferenciar el acto educativo en la escuela del acto educativo en la familia. Pensar el vínculo y la posición en un discurso sirve tanto para la educación como para la parentalidad, en todo caso podríamos formular la pregunta de la siguiente forma: En la función materna: madre sí, mujer sí, ¿maestra no?
J. A. Miller El niño y el saber, aparecido en el nº 11 de la revista Carretel, Bilbao, 2012
Miller, J A, El niño entre la mujer y la madre. Virtualia, 13
Tendlarz, Silvia Elena. Lo que una madre transmite como mujer. Varité | Abril 2011 NEL México DF.
Mejia Correa, Maria Paulina. Vínculos posibles entre el maestro y el alumno. Revista Educación y Pedagogía, vol. XX, núm. 51, Mayo - Agosto de 2008.
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Ubieto, José Ramón La familia moderna. "Rambla 12" Revista de l'Associació promotora del Treball social. www.arrakis.es/~rambla12
El trabajo con los Otros del sujeto.
NODVS XLIV, gener de 2015