Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912)

Lectura del artículo de Freud presentada en el seminario teórico "La emergencia de la cuestión del goce en la enseñanza de Lacan", abril 2002.

  • Publicado en NODVS III, juliol de 2002

Resum

Este trabajo es un lectura del artículo freudiano Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912), en él se resumen las principales ideas que Freud desarrolla en dicho artículo sobre la conducta amorosa del hombre analizando cuál es la relación entre la corriente tierna y la sensual.

Paraules clau

barrera del incesto, desarrollo de la líbido, condición de lo prohibido, impotencia psíquica, degradación del objeto sexual

Freud comienza el capítulo haciendo el análisis de un síntoma por el que más a menudo se solicita asistencia, es la impotencia psíquica y se exterioriza en el hecho de que los órganos ejecutivos de la sexualidad rehúsan al cumplimiento del acto sexual, aunque estos sean capaces de operar y haya excitación sexual. El paciente obtiene una primera orientación al comprobar que solo aparece esa impotencia cuando lo hace con ciertas personas y que hay en su interior una voluntad contraria que consigue perturbar el propósito conciente, pero no le es posible dilucidar en qué consiste ese impedimento interior, ni cual esa propiedad del objeto sexual de la que resultaría tal efecto.

Freud plantea que se trata del influjo inhibitorio de ciertos complejos psíquicos que se sustraen al conocimiento del individuo. El contenido de este material patógeno sería : La fijación incestuosa no superada a la madre y hermanas, junto con las impresiones penosas accidentales de la actividad infantil y el otro factor tiene que ver con la medida de frustración que impida que su libido pueda ser dirigida al objeto sexual femenino. Esto acarrearía una inhibición en la historia del desarrollo de la libido. En tal caso no confluyen dos corrientes que serían la tierna y la sensual, cuya reunión es lo único que asegura una conducta amorosa plenamente normal.

La corriente tierna proviene de la primera infancia, se constituye a partir de los intereses de la pulsión de autoconservación y se dirige a las personas encargadas de su crianza. Corresponde a la elección infantil primaria de objeto. De ella inferimos que las pulsiones sexuales hallan sus primeros objetos apuntalándose en las pulsiones yoicas. La corriente sensual se añade en la pubertad, en donde los objetos de la elección infantil primaria son investidos con montos libidinales más intensos, pero la barrera que ejerce la prohibición del incesto hará que el puber pase de esos objetos incestuosos a otros objetos ajenos a su entorno familiar, aunque no dejan de escogerse según el arquetipo de los infantiles. Aquí quedarán conjugadas la ternura y la sensualidad.

Dos factores contribuirán decisivamente al fracaso de este progreso en el desarrollo de la libido. Primero la medida de frustración real que contraríe la nueva elección de objeto y separe al sujeto de él. Y en segundo lugar, la medida de atracción que sean capaces de ejercer los objetos sexuales infantiles que es proporcional a la investidura erótica depositada en ellos en la infancia. Si estos dos factores son lo bastante fuertes, entra en acción el mecanismo universal de la formación de neurosis: en donde la libido se extraña de la realidad y es acogida por la actividad de la fantasía en el acto onanista, reforzando las imágenes de los primeros objetos sexuales y fijándose a ellos, pero sustituyéndolos por objetos sexuales ajenos a causa de la prohibición del incesto. Por tal motivo, ahora se consume en la fantasía a través del onanismo, el progreso que fracasó en la realidad. Habría impotencia absoluta si toda la sensualidad del sujeto está fijada a fantasías inconscientes incestuosas. Pero para que se produzca la impotencia psíquica es preciso que la corriente tierna se haya conservado intensa o desinhibida para conseguir en parte su salida hacia la realidad y lo que se produce, entonces, es un goce escaso. Por lo tanto, lo que se produce es una limitación en la elección de objeto. La corriente sensual, que ha permanecido activa, solo busca objetos que no recuerden a las personas incestuosas prohibidas. Con lo cual la vida amorosa de estos sujetos permanece escindida, en tanto que cuando aman no anhelan y cuando anhelan no pueden amar. Debido a que si un rasgo del objeto elegido recuerda al objeto incestuoso que debía evitarse, sobreviene esa extraña denegación que es la impotencia psíquica. El recurso del que se vale este sujeto para protegerse de tal perturbación es la degradación psíquica del objeto sexual y la sobreestimación que normalmente recaería sobre el objeto sexual es reservada para el objeto incestuoso y sus objetos sustitutivos. Tan pronto se cumple la condición de la degradación, la sensualidad puede exteriorizarse con libertad.

Hasta aquí se ha reducido la impotencia psíquica al desencuentro de la corriente tierna y la sensual en la vida amorosa, explicando a su vez esta inhibición del desarrollo mediante los influjos de las intensas fijaciones infantiles, la barrera del incesto y la posterior frustración en los años del desarrollo que siguen a la pubertad. Tras esta explicación Freud se pregunta cómo alguien puede escapar a dicha dolencia, si tales factores que inhiben el desarrollo de la libido son comunes a todos los hombres. Podemos observar que la conducta amorosa del hombre en el mundo cultural presenta universalmente el tipo de impotencia psíquica. La corriente tierna y la sensual se encuentran fusionadas entre sí en las menos de las personas cultas, casi siempre el hombre se siente limitado en su quehacer sexual por el respecto a la mujer, y solo desarrolla su potencia plena cuando está frente a un objeto sexual degradado, en donde entran componentes perversos, ya que solo le es deparado un pleno goce sexual si puede entregarse a la satisfacción sin miramientos, cosa que no se atreve a hacer con su esposa. A ellos se debe su necesidad de un objeto sexual degradado, de una mujer a quien no se vea precisado a atribuirle reparos, que no lo conozca en sus otras relaciones de vida, ni pueda enjuiciarlo. A una mujer así consagra de preferencia su fuerza sexual, aunque su ternura pertenezca a una de superior condición. Es preciso decir, entonces, que quien haya de ser realmente feliz en su vida amorosa, tiene que haber superado el respeto a la mujer y admitido la representación del incesto con su madre o hermana.

En cuanto a las mujeres, la prolongada coartación de lo sexual y la reclusión de la sensualidad a la fantasía tienen para ella otra consecuencia de peso. A menudo le sucede que ya no puede desatar más el enlace del quehacer sensual con la prohibición, y así se muestra psíquicamente impotente, es decir frígida, cuando por fin se le permite ese quehacer. A esto se debe que en muchas mujeres se reestablece su capacidad de sentir normalmente, cuando se da la oportunidad de establecer una relación de amor secreto supeditado a la condición de lo prohibido. Freud opina que esa condición de lo prohibido, en la vida amorosa femenina, es equiparable a la necesidad de degradación del objeto sexual en el varón. Ambas consecuencias tienen la misma motivación y ambas buscan cancelar la impotencia psíquica que resulta del desencuentro entre mociones tiernas y sensuales. Pero, como vemos, el resultado de las mismas causas es diferente en la mujer y en el varón. La mujer no suele transgredir la prohibición del quehacer sexual durante el lapso de espera y así adquiere el íntimo enlace entre prohibición y sexualidad. El varón, en cambio, la infringe en la mayoría de los casos, bajo la condición de la degradación de objeto.

De esto podemos inferir que hace falta un obstáculo para pulsionar a la libido hacia lo alto. Los hombres de todos los tiempos interpusieron unas resistencias convencionales al goce del amor. Freud da validez a esto diciendo que : en épocas en que la satisfacción amorosa no tropezaba con ningún obstáculo, como en la decadencia de la cultura antigua pagana, el amor perdió todo valor, la vida se volvió vacía e hicieron falta intensas formaciones reactivas para reestablecer los valores afectivos indispensables. Es decir, se hizo necesaria la prohibición. Habría que ocuparse, entonces, de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual misma desfavorable al logro de la satisfacción plena. La elección de objeto en dos tiempos separados por la barrera del incesto, nos conduce a afirmar que el objeto definitivo de la pulsión ya no es el originario, sino solo un subrogado de este. Esto es lo que nos ha enseñado el psicoanálisis: Toda vez que el objeto originario de una moción de deseo se ha perdido por obra de una represión, suele ser subrogado por una serie interminable de objetos sustitutivos , de los cuales ninguno satisface plenamente. Acaso esto nos explique la falta de permanencia en la elección de objeto , lo que sería el “hambre de estímulo” que tan a menudo caracteriza la vida amorosa de los adultos. Finalmente Freud plantea que, esa misma ineptitud de la pulsión sexual para procurar una satisfacción plena, sometida a los reclamos de la cultura, pasa a ser la fuente de los más grandiosos logros culturales, a través de la sublimación. En efecto ¿ qué motivo tendrían los individuos para dar otros usos a sus fuerzas pulsionales sexuales si de ellas obtuvieran una satisfacción placentera total? Nunca se librarían de ese placer y no producirían ningún progreso ulterior.

Para Freud, la problemática edípica lo explica todo. Luego, veremos que en El Proyecto esto lo plantea sin el Edipo. Podemos observar que, en la medida en que hay un goce prohibido, aparece el deseo. Es decir, la pérdida de objeto de goce llevará a la división y ese rechazo originario hará posible el deseo. El deseo se funda en una falta de goce, en un objeto perdido que el sujeto intentará reencontrar, pero que nunca reaparecerá. Lo prohibido estará, entonces, en la estructura misma del deseo. Si no hay límite establecido el sujeto navega sin rumbo por el goce.

En síntesis, Freud indica que la prohibición es necesaria e imprescindible para la emergencia del deseo. Podemos observar que Lacan habla de esto mismo en el capítulo de La Ley Moral, en la pág. 103, cuando dice “la cosa encontrando la ocasión me sedujo gracias al mandamiento, pues sin la ley la cosa está muerta”. Los mandamientos son un marco discursivo que permiten localizar la cosa, necesitamos puntos de referencia para regular nuestra relación con el goce y pasar a ser a ser sujetos deseantes.

Si relacionamos este artículo que hemos desarrollado de Freud del año 1912, con el escrito por él en el año 1910 "Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre" se plantea una paradoja. En 1910 Freud decía que hay una singular anormalidad en el amor a la “la mujer fácil” y que tal condición de amor surge de la constelación materna. El nexo inconsciente de la más tajante oposición entre la madre y la mujer fácil lo encontramos explorando la época de la vida del sujeto en que tuvo noticia de las relaciones sexuales entre los padres. Luego el sujeto une esto, al conocimiento que toma de las prostitutas e infiere que tanto ellas como su madre, en definitiva, ejercen la misma actividad. Finalmente, no perdona a su madre que no le haya regalado a él, sino a su padre, el comercio sexual, de modo, que tal hecho lo considera una infidelidad. Este nexo permanecerá inconsciente en tales sujetos que traten como objetos amorosos de supremo valor a las mujeres que presentan rasgos de liviandad amorosa. Lo importante de ver aquí es que, mientras que en el texto de 1912 habla de la falta de confluencia de la corriente tierna y sensual en el objeto de amor, en el texto anterior a este, el de 1910, ambas corrientes sí confluyen.

Claudia Viviana Quadraccia

Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912)

NODVS III, juliol de 2002

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