Puntos vivos febrero, marzo, abril y mayo de 2016. Seminario del Campo Freudiano. Seminario 4, La relación de objeto. 

  • Publicado en NODVS XLVII, setembre de 2016

Paraules clau

Seminario IV. La relación de objeto.

El objeto Fetiche

P. Gilles Guéguen, en los capítulos, IX,X y XI sobre el objeto fetiche, comienza recordándonos como Lacan en esta época está tratando de establecer una clínica estructural que se basa en la primacía de lo simbólico sobre lo imaginario. Dos conceptos le permitirán alejarse de su primera doctrina de la intersubjetividad y de la influencia de Hegel: el concepto de falo y el concepto de objeto. Miller, al respecto, señala en Donc (9-3-1994): “es en el concepto del deseo (…) que se concentran todas las dificultadas de la intervención de lacan en el psicoanálisis. Después de haber elaborado una dialéctica de la intersubjetividad y de  haberla centrado en lo simbólico luego viene la dificultad con el deseo”. Esta dificultad viene del hecho de que Freud haya situado la libido en el yo y que la haya dotado de un origen narcisista. La pregunta central, siendo que el deseo es cautivado primero por la imágenes. Los capítulos a comentar, señala P.G.Guéguen son esenciales. Tratan de fenómenos clínicos en los cuales el imaginario es prevalente. El fetichismo por un aparte, que subraya una imaginarización especialmente del objeto y por otra parte, la identificación con el falo que hace de ese símbolo reconocido por Freud como la clave alrededor la cual gira la castración, así como del complejo por el cual forma parte a partir del cual se deduce la identificación sexual de un sujeto, a sabiendas de que el ser humano es mucho mas frágil que los animales que son dirigidos por sus instintos en lo que toca al objeto.

Lacan recuerda primero la función del falo, y especifica lo que es la función del símbolo (p.154): “ya no se trata de un falo real en tanto como real existe o no existe, se trata de un falo simbólico en tanto que está en su naturaleza de presentarse en el intercambio como ausencia, ausencia funcionando como tal”. Este punto es esencial si uno quiere entender lo que sigue en la enseñanza de Lacan y el valor de lo simbólico: el falo simbólico no tiene una existencia material, es el significante de los misterios antiguos de los griegos; no es un pene, y sin embargo es un objeto, en forma del órgano un objeto fuera-del-cuerpo. Designa la sexualidad pero no pertenece a ninguno de los sexos en particular. Él “circula dice Lacan, dejando detrás de sí el signo de su ausencia”. Otra expresión muy importante: “se establece a través de este objeto un ciclo estructural de amenazas” o sea que los hombres tendrán miedo de que se les quite su virilidad que el órgano que tienen, el pene, le podría ser quitado o más exactamente dejar de ser animado por la vitalidad fálica (impotencia) y que las mujeres (compartiendo la misma creencia) puedan sufrir de esta falta, de la cual no pueden creer que los hombres la sienten. Por lo cual existe la necesidad de construcción de los fantasmas estratégicos de lo inconsciente para esconder la relación de los hombres y las mujeres a las prohibiciones e imposibilidades que el falo simboliza.

Este punto es central en la teoría de lacan. El falo simboliza el deseo para ambos sexos y el deseo es una falta. Esta falta lleva consigo lo prohibido esencial del complejo de castración y Lacan lo va a basar en la relación primitiva con la madre. La madre debe representar el objeto desde siempre perdido y su deseo, más tarde definido por Lacan como el goce de la madre, debe ser tachado por la prohibición paternal de hacer de los niños sus objetos fálicos de sustitución. Del lado femenino, el deseo, lo prohibido, el falo como falta, también desempeña su papel. Sin embargo, Lacan no comparte el prejuicio según el cual hubiera una inferioridad femenina. Pero también a este tema volverá muchas veces. No es el hecho de no tener el órgano que cuenta, porque ella tiene el símbolo y que la prohibición del incesto también vale para ella. Lacan no estará satisfecho por esta dialéctica todavía un poco reductora, aportada por Lévi-Strauss, en sus Estructuras elementales de parentesco dialéctica que está andro-centrada, de hecho de pronto, dejará la referencia a Levi-Strauss. Pero en aquella época fuerza un poco las cosas, para pensar que las mujeres son en todas las culturas un bien que se intercambia. El obstáculo a estas consideraciones y al androcentrismo es el amor. S.XVII en Francia, pero es en la Edad Media, con el amor cortés, que las mujeres se revelan en contra del matrimonio concertado.

Toca a Lacan no solamente situar el deseo en relación a los dos sexos sino también en relación al amor. Es mas importante incontestablemente del lado femenino. No es suficiente hablar de la relación para con el falo y de la amenaza de la castración que está del lado femenino. Al año siguiente Lacan dirá que la amenaza de castración tiene poca fuerza del lado femenino. Busca dar cuenta en el amor de otra dimensión clínica, más fuerte que el deseo, más pronunciada entre las mujeres. De hecho acabará por situar el amor, ya no solo del lado narcisista como lo hacía Freud sino también del lado de lo real. En este punto de su enseñanza, completa el estructuralismo de Lévi-Strauss con la problemática del don sacada de Mauss. Sería porque recibe simbólicamente el falo que la mujer tendría que dar a cambio el amor al hombre a quien, como se dice “se da”. Notemos que Lacan subraya que es un fantasma muy común: la idea que la mujer se da ( de esto dice; no hay posición más captadora, mse ( de esto dice; insaciable  dre insaciable  arrollarice " el estructuralismo de L.Straus con la problemal no pueden creer queás devorante). Lo que nos da a entender y que desarrollará en el capitulo XI sobre la madre insaciable y de lo que podemos entrever del goce de la madre.

La tensión para las mujeres entre la mujer y la madre, es lo que lleva a Lacan a introducir el fetiche. El lazo no está explícito entre lo que precede y este último capítulo, pero podemos pensar que se trata de la madre, de su posición de sacrificio que esconde tan a menudo un goce, y del niño como fetiche-falo del cual la clínica atestigua ampliamente. La imposible separación entre la madre y su hijo. Por eso Lacan desarrolla la mecánica del velo que inventa para explicar como el fetiche se puede entender del lado masculino y femenino.

Lacan tiene que mostrar que el objeto es de otra esencia y que el objeto tal como él lo entiende, no solo es un objeto pulsional, sino que también está marcado por un vacío. Aquí vemos el origen del objeto que Lacan escribirá durante cierto tiempo: (a/-phi).

El objeto se vuelve “objeto simbólico” porque la madre no le procurará solamente comida o atención al niño, sino que elevará ésta a la altura de un “don” (Mauss). Este don valdrá como signo del amor de la madre. Podemos ver que Lacan trenza así la dimensión del deseo (falta) y la dimensión del signo de amor. Lo que está dado en lo real (entendido aquí como realidad) se vuelve signo de amor. Y en efecto el amor no desea nada que sea real. Entonces hay un vacío en el centro del objeto de amor. De aquí la exigencia-más particularmente femenina- de la prueba de amor, del signo de amor, de la satisfacción simbólica que puede pasar de todo objeto real. Hasta tal punto según Miller, Lacan podrá calificar el amor de “deseo del deseo”. Pero cuando la relación de amor viene a faltar, cuando la demanda se basa en la necesidad, entonces estamos en un aplastamiento de lo simbólico que produce un síntoma (anorexia bulímica por ejemplo) pero también posiblemente una perversión. Se puede ver aquí por ejemplo el origen de la homosexualidad sobre todo masculina, como defensa en contra de la psicosis, o el origen también del fetiche.

El esquema del velo, está destinado a hacer funcionar esto. El velo, la cortina, es lo que impide que el objeto sea demasiado presente, es lo que muestra que es evanescente, inaccesible, agujerado. En efecto “lo que está deseado por la mujer amada, propiamente dicho, es justamente lo que le hace falta. Lo que está buscado más allá de ella, es el objeto central de toda la economía de la libido, el falo”. (Lacan).

P.G.Guéguen señaló las paradojas del fetiche diciendo que puede parecer muy raro que Lacan sitúe el amor a partir de la perversión. Dos ideas mencionó P.G.Guéguen a propósito de Miller en 1994: Primero, la idea de que el fetiche es lo que permite escapar la complejidad intersubjetiva de la relación amorosa y la segunda idea “hay conexión entre el objeto y la nada. Queda introducida por el amor en un punto para decir el objeto y en un punto para decir la nada”. Miller pregunta “qué es el velo? Es una máquina para hacer existir lo que no existe. De tal manera que el velo, tal como Lacan lo presenta, este velo tan esencial para la clínica del fetichismo es lo que transforma la nada apuntada por el amor en algo deseable. Lacan lo llevará como definición clínica del fetiche.

Al finalizar la exploración por Lacan de su doctrina de la perversión, le da la oportunidad de volver sobre un asunto que ya había examinado en sus textos sobre el estadio del espejo: a la edad de 6 meses el niño reconoce su imagen en el espejo. Es decir logra formarse una imagen del cuerpo, y partiendo el narcisismo, y el yo sobre el cual la libido se apoyara. El punto crucial para Lacan es según lo que dice, que la buena imagen, la buena forma solo puede constituirse, si la persona que lleva el niño en sus brazos delante del espejo otorga su asentimiento al placer, al júbilo, que el niño manifiesta en ese momento. Así el imaginario no podría constituirse si el Otro no estaba presente. El Otro simbólico quien otorga, aprueba y garantiza la buena forma. ¿Qué sucede cuando el estadio del espejo no funciona? Nos interesa especialmente hoy porque el Otro que otorga su consentimiento, aunque garantiza la ley vemos que ha desvanecido casi totalmente.

Aquí Lacan menciona algo que no retomará sino muy tardíamente en su enseñanza: el hecho que puede suceder una gran inestabilidad en el momento de constituir el imaginario. Lacan, subraya fenómenos clínicos que todavía nos interesan: Así, en textos de Gillespie toma nota de posibles oscilaciones entre la identificación al falo imaginario y a la mujer que pueden producir trastornos de la relación amorosa con efectos “destructores” e incluso mortíferos”. Eso puede entenderse como posibles pasajes al acto o referencia a la presencia de la muerte en el punto más íntimo del sentimiento de la vida. P.162. De la misma manera en Sylvia Paine se interesa en un caso de travestismo en el cual el fetiche es un impermeable con el cual el sujeto se envuelve. Lacan nos dice que en este caso el sujeto está detrás del velo y no antes. También evoca varios casos de exhibicionismo. P.G.Guéguen subraya que mucho de lo que está mencionado por Lacan en esos capítulos aun nos sirve en nuestra época del más allá del Edipo, más allá del nombre del padre, para dar cuenta de muchos aspectos de la experiencia psicoanalítica.

Febrero 2016
Begoña Ansorena Anza

 

La estructura de los mitos en la fobia de Juanito

Parte 1ª

Jean-François Cottes (J-F.C.) introdujo los capítulos XII a XVI como el aporte específico de Lacan en su Seminario a la conceptualización del psicoanálisis: la incidencia del significante en el proceso de constitución subjetiva y la inserción del sujeto en lo simbólico por su relación con el lenguaje. También aquí se constata el viraje en su propia enseñanza: promueve lo que J.-A.Miller ha llamado el segundo paradigma del goce en la enseñanza de Lacan – en “Los seis paradigmas del goce” (Freudiana Nº 29), texto que permite situar los enunciados de Lacan en relación a su enunciación. El primer paradigma lacaniano es la imaginarización del goce, el segundo paradigma es su significantización. Hasta aquí el seminario ha estado aún dentro del ámbito del primero y esta cuarta parte introduce al segundo, al simbolizar lo imaginario.

J-F.C. diferenció la enseñanza universitaria clásica, que repite año tras año lo que es sabido, del seminario de Lacan: lugar de elaboración cuya orientación es extraer al psicoanálisis de la desviación en la cual se embarcó la IPA, consistente en la imaginarización del psicoanálisis, con la interpretación imaginarizante de la segunda tópica freudiana, la “ego psychology”. También en la orientación kleiniana y la de la relación de objeto y, más tarde, en la teoría de la contra-transferencia. Esta retrae la constitución subjetiva, así como la cura analítica, que se juega en el plano imaginario, de yo a yo, sobre el eje imaginario del esquema L de Lacan. Lacan pone en juego la palabra llevando al primer plano el lenguaje (con la lingüística estructural de Saussure desarrollada por Benveniste y Jakobson, como a la antropología estructural de Lévi-Strauss). Para J-F.C. este Seminario es muy actual frente a la promoción mundial de las terapias cognitivas-conductuales que apuntan a reforzar el yo para su adaptación al control social.

Con el capítulo XII, “Del complejo de Edipo”, J-F.C. señaló que el retorno a Freud, cuando Lacan habla de inconsciente, consiste en reintroducir en el psicoanálisis el complejo de Edipo y el complejo de castración porque el estatuto del sujeto emerge del drama edípico y no en la relación de objeto. En la paido-psiquiatría contemporánea los problemas del “apego” ocupan un lugar central en nombre de una teoría relacional supuestamente natural entre el niño y la madre. Por el contrario, la concepción de Lacan es que la relación entre la madre y el niño no es armoniosa ni satisfactoria, sino una trampa de la cual el Edipo permite salir. Como la maternidad no satura la relación de una mujer con la satisfacción Lacan sustituye la “relación de objeto” por la relación a la falta de objeto, criticando severamente la noción de frustración, que imaginariza la falta, mientras que la privación es una falta real.

El falo es el primer significante, extraído del campo imaginario para acceder a la dimensión simbólica. Objeto imaginario, sobrevalorado, sobreinvestido, que representa la potencia y que el niño presta por turnos, a la madre y a él mismo, debe ser retirado de la circulación imaginaria para acceder a su rango de significante, lo cual abre a los intercambios, la sustitución, la metáfora. Del éxito de esta operación de significantización depende el acceso del niño a la dimensión simbólica en su conjunto. El niño en este momento está en “la posición de señuelo» porque se propone él mismo a la madre, en el plano imaginario, como falo. Lacan precisa que no se trata del «señuelo simple» del imaginario animal, imaginario que asegura a cada individuo una relación adaptada a su especie y al mundo y que permite la reproducción y la conservación del individuo así como la de la especie. En el hombre lo imaginario no permite esta adaptación, por el contrario es alienante, engañoso y hasta mortífero. El hecho humano está marcado por la incidencia del lenguaje que corta al sujeto del mando del instinto así como de la función de adaptación de lo imaginario tal como la encontramos en el animal.

J-F.C. afirmó que no es tanto la cuestión normativa en la elección de objeto lo que orienta a  Lacan sino más bien el acceso del sujeto a la función paterna, distinguiendo el caso de la niña y el del niño. Según Freud, el obstáculo mayor que se presenta para la niña es que ella debe cambiar de objeto de amor, debe pasar de la madre al padre, de un objeto femenino a un objeto masculino. Lacan no solo presenta el caso de la niña en primer lugar sino que se apoya en él, porque ésta empieza a contar hasta tres, introduciendo el tercer término, el falo, subrayando también la insatisfacción materna que se pone en juego en la relación madre-hija. Esta insatisfacción alivia a la niña de su relación al falo en tanto que ser, apreciando que no puede ser el falo para la madre. La niña hace el descubrimiento de la falta en el objeto materno encontrando entonces el pene real más allá, en el que puede darle un niño, como dice Freud, en el padre. Con él se cuenta hasta cuatro. Esta estructura de cuatro partes está ya presente en el esquema L (S-a-a’-A) y en la cuadrilla: niño, madre, falo, padre; la reencontraremos en los cuatro discursos con los cuatro lugares: agente, otro, producto, verdad y los cuatro términos S1, S2, a, $, y finalmente en el nudo borromeo a cuatro R, S, I, ∑ (Real, Imaginario, Simbólico, síntoma).

Para J.-F.C. en la constitución subjetiva no son decisivas las incertidumbres y perturbaciones de la relación con la madre sino cómo el padre es puesto en función para el niño. Lacan subraya la disimetría del Edipo patrocéntrico, frente a la supuesta relación precoz de apego del niño al progenitor de sexo opuesto: del niño a la madre y de la niña al padre. La supuesta simetría subyace en las referencias contemporáneas a la paternidad que no distinguen la madre del padre, sino de “roles” a sostener. Lacan, al contrario, afirma la disimetría y la mantendrá diez años más tarde en su “Nota sobre el niño”, o incluso hasta el fin de su enseñanza, veinte años más tarde, durante el Seminario Les non-dupes-errent cuando evocará la “pére-version”. Así en el caso del niño, se trata de permitir la identificación del sujeto con su propio sexo, que en el complejo de Edipo es una identificación imaginaria al padre. Es la tesis de la doxa de la época, el padre no interviene más que en el plano imaginario – sobre el ángulo imaginario del eje a-a’. Ahora bien, nos dice Lacan, la verdadera meta del Edipo es que él mismo acceda un día a esa posición tan problemática y paradójica de ser un padre. Éste es supuesto poder decir: “Yo lo soy, padre”, lo cual no dice nada del que está en posición de hacerlo. Lacan intentará responder a la pregunta freudiana ¿Qué es ser un padre?, abandonada por el psicoanálisis de su época.

En la “Conferencia de apertura de las segundas jornadas de la EOL”, Conferencias porteñas Nº 2, Miller subraya el hecho de que Lacan produce matemas para el caso mismo, tal como el matema del morder. J-F.C. afirmó que nos debería inspirar en la construcción del caso en nuestra práctica, en la teoría que se ha de hacer de un caso para la práctica misma, para la dirección de la cura, aprendiendo a partir de lo que es inventado por el sujeto para responder a lo que no se realiza de la estructura. Así Lacan orienta la lectura del caso Juanito, la fobia de un niño de cinco años. El capítulo XIII comienza con la introducción del complejo de castración, retomando la noción de privación, como lo que Lacan ha llamado “un agujero real”, la aprehensión en lo real de la ausencia de pene en la mujer, una privación de la mujer y con valor subjetivo de castración para el niño. J-F.C. señaló que se nombra una ausencia a partir de la presencia, sólo podemos nombrar la presencia a partir de la ausencia, con el valor de retorno del significante a otro significante. El valor de castración para el sujeto ante la privación de la mujer indica que el objeto puede ser separado, desaparecer, ser desposeído. En el campo imaginario no hay falta, agujero, castración y es por lo que allí el sujeto puede desconocer la falta, mientras que el significante introduce la falta. Así que si la entrada en el Edipo se realiza a partir de la puesta en juego del padre simbólico, la salida del Edipo, su resolución, va a operarse por la puesta en juego de la castración simbólica cuyo agente debe ser el padre real. Y es aquí que el caso del pequeño Hans enseña: ¿Qué hacer cuando el padre real no puede poner en juego la castración?

El capítulo XIV, El significante en lo real: significante está incluido en la realidad del sujeto, el sujeto mismo es portador de un orden simbólico en el que está inscrito. El falo es el primer elemento en ser significantizado, produciendo un efecto fractal, que modifica el conjunto de la realidad del sujeto, cristaliza el baño del lenguaje en el que está, según las leyes, los ordenamientos, las jerarquías, pero también las oportunidades de cambio, de permutación, de desplazamiento. El capítulo XV, ¿Para qué sirve el mito? Lacan enlaza el artículo de Freud, Las teorías infantiles sobre la sexualidad, y el análisis estructural de los mitos de Levi-Strauss: hay una similitud entre la investigación del pequeño Hans y la producción de los mitos. Lacan dirá en su texto Televisión que el mito es “un intento de dar forma épica a lo que ocurre en la estructura.” La entrada del sujeto en el campo simbólico toma la forma necesaria de ficciones a partir de los elementos que están a su alcance.

J-F.C. recordó que Lacan se interroga en múltiples ocasiones sobre el surgimiento de la fobia, con su investigación de la que surge la evidencia de que la fobia sigue a la aparición de la angustia, poniendo de relieve que hay “la intervención del pene real”, es decir, no solo la masturbación sino también la erección. En 1975 en su Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, Lacan precisará que esta angustia, este goce, no es en absoluto auto-erótico, sino hetero-erótico. La erección y esta forma de orgasmo se le impone sin que pueda tener el control. La fobia al caballo localizará en el miedo lo que la angustia tiene de invasiva, circunscribiendo, materializando la angustia, y es ya un cierto tratamiento, con carácter de función, no patológico. J-F.C. señaló que hasta entonces, jugaba con el falo, convertido para él en un elemento del deseo de la madre, elemento imaginario, el niño no puede elevar, solo, el falo al símbolo. La función del padre es intervenir pero el padre de Juanito no puede ocupar esta función de manera suficiente. Juanito erigirá un significante, el caballo, que va a venir a completar la metáfora paterna insuficiente. En esta cura particular, mediante lo que Lacan llama sus construcciones míticas, elevará poco a poco elementos imaginarios al nivel simbólico introduciéndose, en el tiempo mismo de la fobia y de la cura, en el registro del significante como tal. J-F.C. cree así que la función del síntoma, de la fobia, es la de suplir lo que no se ha realizado de la estructura, es decir, de la simbolización. No se trata de una falsa vía, de un error a corregir, es lo que el sujeto puede producir solo, con los elementos de los que dispone para intentar simbolizar el falo. Pone en función un significante, el caballo, como significante-amo para significantizar el goce, es decir, para hacer pasar el falo imaginario al estatuto de significante simbólico.

J-F. Cottes extrajo una dimensión ética en relación con el síntoma: acoger el síntoma y, a veces, ¾especialmente hoy en día en este ambiente utilitarista, protegerlo de los encarnizamientos terapéuticos. Juanito enseña la función del síntoma: una solución que él amaña, hace bricolaje, para intentar salir del impasse en el que se encuentra en el momento en el que lo real golpea a su puerta y donde solamente tendrá lo imaginario para responder. Necesitará extraer los recursos de la lengua.

Marzo de 2016

Rosalba Záidel

 

Circuitos, permutaciones, transformaciones

2ª parte 

Manuel Montalbán enfocó los capítulos XVII a XX desde aquello que “se mueve desde lo imaginario a lo simbólico” y que culmina con el paso desde lo que se mueve a lo que se puede sustituir, planteando tres ejes de lectura: 1) La pregunta “¿dónde está el padre?”, 2) la deconstrucción que Lacan hace de los “ortopedistas del yo” en la relación de objeto con el yo hegemónico y 3) Lacan parte de la necesidad absoluta del simbolismo significante para comprender, en contra de la idea de un objeto armónico (p. 15) para una relación madura con el objeto genital, propia de los post-freudianos. Y una guía de orientación a partir de dos elementos de estos capítulos: 1) el significante se distingue del significado y 2) ningún acoplamiento es unívoco entre sujeto y objeto.

Lacan rescata y enfatiza lo que Freud planteaba sobre el objeto: de alcanzarse se hará por una vía paradójica. El objeto al que se adhieren las primeras satisfacciones del niño es signo de una repetición imposible (p. 15) a falta de proporción entre sujeto y objeto. Dos formulaciones posteriores: la fórmula del fantasma ($àa), intento de hacer relación de objeto que no hay, que en el Seminario 6 adjudicará al deseo humano, deseo articulado, no a un objeto sino a un fantasma.  En la base de “no hay relación sexual” se relanza esta idea de ausencia de proporción sexual entre los partenaires, formas de elección no condicionadas por el instinto sino por condiciones de goce condensadas en el fantasma. No hay complementariedad entre sujeto y objeto en la clínica (p. 27).

Trayecto de ida y vuelta en la enseñanza lacaniana con puntos en este Seminario que se retomarán doce años después, aquí marca su programa respecto a la problemática en la clínica de la feminidad y la masculinidad. En estos capítulos Lacan va al encuentro del objeto a través de la angustia, en el fetichismo y en la fobia. Se puede detectar el paso de la angustia freudiana, ligada a la castración, a la angustia lacaniana, ligada a la separación -la detumescencia del órgano- operador que permite a Das Ding, la cosa, tomar algo de la forma de un objeto. En Juanito la amenaza del Otro queda supeditada a las dificultades en el paso del universo imaginario al simbólico. Relacionando con el último capítulo del Seminario: Lacan avanza en la relación entre angustia de castración, angustia ante el padre, distinguiéndola de la angustia alrededor del padre, por su carencia, vacío en el padre, representado por el caballo. Lacan lo menciona de diversas maneras: insiste en la crítica al evolucionismo post-freudiano (p. 24), en que no hay Edipo ideal, de aquí el interrogante sobre la falta de garantía debido al carácter enigmático del objeto y sobre cuál es la relación con la función de valor de los objetos, en general.

En los capítulos XV y XVI Lacan aborda el punto en que aparece la angustia y la fobia, en una cartografía de los miedos, para ir hacia una topología de la angustia; comienza una operación de sustitución de la mitología por la topología. En la primera tríada madre-niño-falo: el niño ha de meterse entre el deseo y su madre representando el objeto imaginario, el falo. Juanito es un investigador -y lo seguirá siendo como director artístico en Europa y Estados Unidos. Es un accionar que engloba toda la actividad del sujeto (p.242) “actividades de culto”, en referencia a C. Lévi-Strauss. ¿Qué busca Lacan en el mito? La ficción con una estabilidad tal que hace surgir una estructura de relación entre significantes (p. 289) -la ficción no es mentira, así como la verdad no es objetividad- dando valor a la defensa de la subjetividad.

Tres aspectos sobre la observación del caso: 1) las intervenciones del padre a veces forzadas, el malentendido y una cierta bulimia comprensiva del padre junto a un rasgo de humor de Juanito, por ello las construcciones incluso empeoran la fobia; 2) el proceso se acelera, la fobia se vuelve hiperproductiva, aunque Lacan destaca que no se trata de una producción delirante, sino que subyace allí la estructura del mito edípico, con sus dificultades; 3) en la relación madre-hijo, el amor de la madre y el “juego del señuelo intersubjetivo”: “¿Mamá tiene o no tiene el Wiwimacher?, alteración que genera la angustia con los avatares del caso. Dos ejes: 1) la tensión entre la carencia y la hiperpresencia del padre (p. 286-322, 332, 335) -“enfádate conmigo”, “fantasma de transgresión”- 2) las lecturas distintas que tendrá el caballo en la fobia. En el primer eje, el falo como elemento imaginario debería tomar su lugar simbólico gracias a la acción del padre en la tríada falo-madre-niño, pero falta el cuarto elemento, el padre, que está pero se presenta demasiado humano, lejos de la condición edípica del padre de la ley. Juanito se enfrenta a la interpretación cerrada del padre y, más lacaniano que su padre, en el ejemplo de las jirafas de papel Juanito matiza las interpretaciones del padre.

Lacan asimila el chiste a la agudeza diferenciándolo de lo cómico: los niños hacen un chiste ingenuo pero hay que tomarlo en serio, destruir del juego del significante el uso normativizado, un uso cerrado, porque el significante se distingue del significado. En la fobia el significante cubre múltiples significados que es su función en el significante fóbico(p. 288). La cura de Juanito adolece de que el agente directo de la intervención terapéutica es el padre y no el analista, lo que hace al padre un agente patógeno. En “La instancia de la letra”: Juanito es abandonado a la carencia simbólica del padre con escaso anudamiento sintomático de la pareja. La fobia no es un problema sino un intento de solución a problemas de naturaleza simbólica debido a la carencia del padre, aparato endeble para un sujeto a la búsqueda de un complejo de Edipo. Le servirá a Lacan para dar el paso del Edipo a la metáfora paterna en la que plantea un llamamiento a la sustitución del Deseo de la madre por el Nombre del padre. Éste no está disponible, por lo que el niño busca un Nombre del padre singular. En este caso Juanito busca una solución única, que hace dar el paso a la pluralización de los Nombres del padre, con el (-j), símbolo de la castración, se trata de si Juanito renuncia a ser el falo de la madre.

La clínica de la masculinidad sobre la posición genital (o paragenital)  (p. 323) no garantiza que la relación con la mujer es lo más deseable, la plena consistencia del objeto femenino, en una legalidad distinta de la legitimidad del objeto heterosexual. En “Subversión del sujeto” Lacan cita al “hombre sin ambages” que desea a la mujer, despegado del falo de la madre por saber que la mujer no lo tiene. En “El atolondradicho” hay una definición más radical de lo heterosexual frente a lo “hommosexual”, que es la clave del goce masculino: régimen del goce “para todos”, los que “paratodean” con el goce; la posición heterosexual es para aquel que ama a las mujeres, cualquiera que sea su propio sexo; lo femenino, para las mujeres que ocupan con comodidad su lugar en el fantasma masculino.

En el cap. XX: en la objetivación hay algo de una madurez precoz de Juanito (p. 338), una relación tiránica, donjuanesca, heterosexualidad marcada por el estigma de la carencia paterna, con un estilo narcisista. Las mujeres pondrán a prueba su poder, hijas arrebatadas a su madre. Describe algo del carácter de la época, del amo contemporáneo capitalista, elevación del objeto a al zenit social, función imperativa del modo de gozar como culmen superyoico. En La familia, de 1930, Lacan retoma a Freud y “La nerviosidad moderna”, de 1908: la comedia de los sexos, declinación de la imago paterna, de lo viril. La pregunta por el padre, que es de actualidad, ya se planteaba en este Seminario: ¿la desvirilización y la feminización del mundo? (“Buenos días, sabiduría” de J.-A. Miller)

En el segundo eje, las distintas lecturas sobre el caballo: ningún elemento significante es unívoco, con una interpretación generalizada, como sí lo era para los post-freudianos. Los elementos deben definirse articulados los unos con los otros pero no es sencillo entrar en esa estructura que captura a Juanito – su nombre era Herbert Graf quien en una entrevista con F. Rizzo, en 1972, habla de su experiencia, fue el introductor de la ópera en EEUU donde optó por traducir el italiano al inglés.

¿Por qué el caballo? Lacan huye de cualquier hermenéutica para remitirse a una función significante, de señal. El circuito del caballo -carros, enganches, ferrocarril-, a Juanito le hace falta un circuito más vasto -función de enganche, con lo que se mueve, pero también con lo que atraviesa la ciudad- y crea un circuito amplio, donde surgen tres fantasmas encadenados para cruzar del registro imaginario al simbólico.

Sobre la metonimia (p. 317) Wagen/wegen -coche/a-causa-de-, “cogí la tontería a causa del caballo”, metonimia gramatical, va arrastrando un porqué que no remite a nada: Den Pferd, el paso del peso del sentido, un término para reconstituir toda la estructura.

Glòria Bladé comentó el texto de referencia “Prólogo de Yocasta” de Las fenicias, de Eurípides, respecto al sueño del fontanero, con los términos “tenazas”, “destornillador”, dientes de caballo, “la parte delantera de la pezuña”. La encrucijada es distinta para Edipo, Layo, y Juanito. El mito del encuentro con un punto nodal (p. 315), la encrucijada para que se cumpla el destino en Juanito tiene otro funcionamiento que en el mito; “la vía de lo imposible”: las vías que se entrecruzan que le permiten pensar en el tercer momento (al llegar al andén está el padre).

Mitología y psicoanálisis: para E. Jones todo remite a todo, mediante la filogénesis, mientras que para Lacan en un momento concreto, un significante emergente es hegemónico, lo que posibilita que otros elementos se vayan ordenando en una estructura. 

Abril de 2016

Rosalba Záidel

 

Las bragas de la madre y la carencia del padre

3ª Parte

Domenico Cosenza señaló el hilo que subtiende este Seminario: 1) La construcción de la relación de objeto “previamente perdido” y su “conquista”, poniendo en el centro el carácter estructural de la falta, muy lejos de la armonía, función del desarrollo hacia la genitalidad postulada por los post-freudianos. 2) El método de Lacan, en pleno período estructuralista, con sus referencias a C. Lévi-Strauss, F. de Saussure, R. Jakobson, poniendo el acento en el significante y la estructura significante. El principio que subraya Lacan sobre cómo procede el psicoanálisis al hablar de un caso clínico: pensar la clínica como algo estructural -aunque más tarde incluirá el goce- (pp.404-405); el sentido lógico del análisis clínico y terapéutico en la evolución de los casos, el estilo de la orientación de lectura: llegar a aislar los puntos de discontinuidad en los casos, en el corazón de sus transformaciones; si bien Lacan menciona “etapa”, término que se suele pensar en una lógica evolucionista, la articula a la teoría estructural del desarrollo sustrayendo todo intento finalista, teleológico.

Sobre los capítulos XXI, XXII y XIII, D. Cosenza animó a pensar la lógica de los significantes en la estructura del caso Juanito, el concepto de sobredeterminación del significante “caballo” que va cambiando de equivalencia: en un momento Juanito se identifica con el padre, en otro momento es equivalente a la madre, y en otro es equivalente a sí mismo. Se trata de leer cualquier elemento del discurso en la estructura significante del sujeto, en los momentos en que su sentido puede cambiar. El caballo de Juanito funciona como un caballo de Troya que se introduce en la muralla todopoderosa de la madre con el fin de introducir al padre.

En el Cap. XXI, hay dos polaridades: algo que pertenece al misterio de la madre y su potencia y algo en el lazo y la carencia en el padre. Los movimientos de Juanito, que Lacan llama “palabrería” (p. 355), caracteriza la lectura en el psicoanálisis sobre un caso: su reducción a un texto. Cuando el caso es una persona se corre el riesgo de quedarse atrapado en la especularidad. Dentro de esta “palabrería” hay algo real, una fobia, que despierta el interés, síntoma que produce efectos en la vida. No tenemos que leer esta relación entre lo que Juanito dice -lo que se produce en el discurso- y su fobia en una clave más allá de esta palabrería-como lo hacen los post-freudianos respecto a la realidad externa- porque la clave, la significación fundamental está en el interior mismo de esta palabrería, principio de lectura inmanente, materialista, del caso. Más tarde L. Althusser dará un principio de lectura de El Capital muy similar, la lectura se ha de producir a partir del texto. Lacan critica algunas lecturas del caso que padecen la falta de este método estructural de lectura, poniendo en el centro la referencia al estadio anal (p. 357), por ejemplo, porque Juanito habla de excrementos. D. Cosenza puntualizó que no debemos sacar un elemento de su estructura significante y colocarle una significación fija, sino ver cómo se entiende en la estructura significante del sujeto. Así es que la importancia de este caso (p. 357) es que no es una cura sino un texto.

Para Lacan hay un método en Juanito, que es riguroso en su “investigación”, a fin de encontrar una salida a una situación compleja, para orientarse en su mundo y encontrar una posición: de dónde vienen los niños, el órgano de la reproducción, la pregunta por el pene materno. -J.-A. Miller plantea que todo el Seminario gira en torno a un objeto inexistente, el falo materno-. Lacan vuelve sobre la cuestión del excremento como algo que remite a la madre, curiosamente, pues lo que pasa en un aseo pone en el centro lo escópico: ver si hay algo o no, si la madre tiene o no  Wiwimacher, y ella lo introduce en una alienación fundamental cuando le responde que sí, con la noción de velo que se interpone entre el sujeto y el objeto existente-inexistente en el campo del Otro (p. 358). Es un punto capital en la lectura del caso Juanito: la dialéctica entre ver y no ver lo que hay detrás de las bragas, el fantasma de la madre fálica, que es el de la neurosis sobre un objeto que no existe. Es por ello que el final del análisis es una deconstrucción de este objeto inexistente. La conexión con el objeto escópico muestra que no se trata de saber algo sobre el goce anal.

Algunos temas claves en el caso que desarrolla Lacan en este Seminario: la caída, punto donde se condensan los significantes, la angustia (p. 359,) la caída del velo que encuentra la ausencia de un objeto fundamental, la castración en el Otro, la madre sostiene la fantasía de Juanito de la madre todopoderosa. La agresividad oral que está en juego en la fobia es un punto donde se ve la influencia de Lévi-Strauss: las fantasías de Juanito como mitos en desarrollo, Lacan se orienta de manera parecida a Lévi-Strauss a partir de la estructura simbólica -y no imaginaria- para leer los mitos de Juanito: aislar los puntos simbólicos, los significantes sobre los cuales Juanito construye su discurso; esos significantes se unen para llegar a un punto al que Lacan da una significación esencial: Lumph: “la ausencia de pene en la madre”. Así reduce el caso Juanito a un texto y lee el valor de algunos significantes a partir del lugar, la función que ocupan en la estructura.

Cuando se presenta la angustia, la cual introduce algo real en su desarrollo, lo obliga a buscar una solución a la que no tiene acceso. Eje fundamental del caso: cómo encuentra una vía para salir de la relación con la madre, que tiene una función angustiante, que permita otro tipo de relación con ella. Lacan reitera que el niño tiene que encontrar un elemento con el que pueda ubicarse más allá de la madre. Introduce entonces otro elemento, la referencia al falo de la madre como tercer elemento pero que permanece en la pareja madre-hijo. Se produce un cambio importante en la estructura del caso: 1) el nacimiento de Anna, alguien que sustrae en parte al deseo de la madre y del padre, 2) el acontecimiento del cuerpo –en referencia a la última enseñanza de Lacan-, excitación en su cuerpo, la erección del pene, entrada del pene real (p. 361) y 3) la amenaza de castración como otro acontecimiento traumático. El goce misterioso y la amenaza de castración ante su exhibición sobre los que adviene la invención fóbica: la consistencia que Juanito le da al significante “caballo”, posición fundamental para tratar lo angustiante, ante la amenaza de castración.

Lacan trabaja la relación entre Juanito y el caballo en la caída y el mordisco (p. 361), señalando la ambivalencia de Juanito, “elementos significantes de dos caras”, temido y deseado, como en los síntomas, el goce incluido en la experiencia fóbica dificulta su resolución.

D. Cosenza comentó la vertiente paterna en el doble trabajo de Juanito que, por un lado, desatornilla a la madre y, por el otro, despierta la función del padre. Movimiento simultáneo para operar en la condición viril del padre, como el partenaire sexual de la madre (p. 363-364); la dimensión simbólica del padre y su función real (p. 366). Lacan lee el Edipo de Freud teniendo en cuenta la dialéctica de Hegel, la que permite a Juanito pasar por esta primera anulación de su función viril para reintegrarla en su desarrollo. De igual modo, el objeto primero tiene que presentarse como objeto prohibido para poder ocupar una posición viril con las mujeres. Lacan lo pone en tensión con el pene del padre al pasar por una anulación para en un segundo tiempo integrar la función viril, pasaje por el complejo de castración en la función sexual del ser humano. La mayor dificultad del caso: su padre nunca ocupa la posición del padre castrador, experiencia estructurante para la posición viril. La bifurcación entre el padre simbólico que introduce a Freud, que cree en Dios, que está bastante lejos y no es suficiente porque no suple al padre imaginario. La amenaza de castración permite encontrar una manera de soportar la angustia. Las producciones de Juanito suponen algo del factor castrador masculino, hombres castradores, el instalador -Deus est machina, “agente castrador”- que opera cambiando algo de Juanito pero sobre el trasero y no sobre el pene, así que encuentra una castración un poco atípica (p. 368).

Regina Menéndez presentó “La instancia de la letra...” junto con el poema de Victor Hugo “Booz dormido”.

D. Cosenza señaló la vertiente sustitutiva y la vertiente creadora de la metáfora, que es a lo que se refiere Lacan con la metáfora paterna, con el padre simbólico: no es sólo simbólicamente una sustitución sino la producción de algo nuevo. Sin la operatividad de esta función no sería posible llegar a la solución. No se trataría de que no hay metaforización en Juanito sino una carencia que la fobia suple y completa la operación de metaforización que el padre real no ha podido llevar hasta el final.

En los capítulos siguientes Lacan precisará la función metafórica del caballo como objeto fóbico, metáfora del padre y tratamiento de lo todopoderoso en la madre; elementos de las fantasías de Juanito que introducen un límite al exterior y le permiten pasar de la angustia sin límites a una localización en un objeto preciso, sustituto del padre, en el miedo al caballo. El animal “deviene un significante entre los otros”, permitiendo poner un límite, ante la angustia de devoramiento por la madre. Juanito produce en desdoblamiento de la madre (p. 384), entre su madre y la abuela con un efecto particular: pone a su padre como abuelo y encuentra una solución que le permite salir de la fobia, vía imaginaria, narcisista, como paternidad imaginaria, un deseo de tener hijos que se aparta de la relación sexual, padre imaginario de hermanas que componen su vida. El punto de llegada, la salida de la fobia, la mujer en posición de hermanas pequeñas. Esta génesis narcisista es la solución que desemboca con su hermana Anna en posición de ideal del yo.

Definiciones en el cap. XXIII: el objeto de la fobia es siempre un significante (p. 397), la función metafórica del objeto fóbico que hay que leer en la estructura y no como un trastorno a corregir – tal como se hace hoy en día con el DSM-; se debe aislar la función metafórica ¿Cuál es la significación esencial de la cual el significante fóbico es una sustitución? La fobia como poesía “viviente”, creadora, ante una angustia intratable que deviene un miedo localizado y permite un cierto tratamiento del goce mediante un significante preciso, aislando la angustia en uno o varios puntos.

Mayo de 2016

Rosalba Záidel

Rosalba Zaidel, Begoña Ansorena Anza

Puntos vivos febrero, marzo, abril y mayo de 2016. Seminario del Campo Freudiano. Seminario 4, La relación de objeto. 

NODVS XLVII, setembre de 2016

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