"Punto vivo" del seminario del Campo Freudiano de noviembre de 2002

Reseña del comentario de Antoni Vicens de los capítulos II al VII del Seminario VIII de Jacques Lacan, La transferencia, el 16.11.2002

  • Publicado en NODVS IV, desembre de 2002

Paraules clau

deseo del analista - deseo del paciente, Sócrates, lugar de objeto a, transferencia y enseñanza, metáfora del amor - metonimia del deseo

Discursos del amor: Amor y metapsicología

En el principio de su comentario sobre los capítulos II al VII, Antoni Vicens destacó el espacio intermedio que introduce la civilización griega entre la transmisión de saber de carácter iniciático y la transmisión de saber universitario. El Banquete de Platón presenta, entonces, las condiciones para una escuela: transferencia y enseñanza, íntimamente ligadas.

Lacan formula en estos capítulos preguntas -cuya respuesta deja en suspenso- sobre la transferencia, en tanto ella no se limita a lo que ocurre en el sujeto analizado ni se explica por la llamada relación médico-paciente. Más bien, dice, se trata de articularla a aquello que debe ser el deseo del analista. A. Vicens destaca, entonces, que la incorporación del Banquete a su enseñanza tiene el fin de corregir la visión de los analistas de la época sobre el amor, al que ellos vinculan para el final del análisis, lo que hace de alguien un analista, con conceptos como "oblatividad", "objeto total", "realización genital". Todos ellos promesas de amor perfecto en una coincidencia de los sexos. Lacan pivota sobre una topología esbozada en las coordenadas del deseo para que el analista ocupe su lugar, aquél que debe ofrecer vacante al deseo del paciente.

Le interesa, entonces, el Banquete porque los testimonios de Sócrates sobe el amor producen amantes, a los cuales él les lanza su pregunta: ¿qué quieres decir cuando dices...? Introduciendo así la dimensión de la verdad mediante el discurso, que a la vez atrapa al sujeto, la enunciación. La "inmortalidad del alma" en Sócrates es la inmortalidad del significante, la medida de la verdad es el significante, su deseo es un lugar vacío porque es sólo el deseo de discurso. Su atopía, su lugar de éxtimo en Atenas, es su dimensión trágica, el estar entre dos muertes para sostener ese vacío en el lugar del deseo. Por el mismo sesgo es dable hablar de Sócrates como histérico, porque ocupa el lugar del no saber, hace hablar a una mujer en su lugar, profesa su fe en el valor del significante, la episteme, mantiene su lugar de objeto a, objeto causa.

La ausencia, entonces, es central en el Banquete, es una forma determinada de vacío como la condición real del amor. La posibilidad de un análisis ocurre cuando hay un vuelco del "ámeme" del inicio en un "le amo". Entre esos dos momentos circula aquello que A.Vicens presentó como el mito lacaniano: el amante ve en el amado el fruto codiciado pero es el gesto del amante para alcanzarlo, que se encuentra con aquello que del objeto está a su disposición, el que hace surgir el amor. En la situación analítica el objeto del deseo adquiere su dignidad mediante la introducción de la falta en un sujeto, gracias al deseo del analista, que mediante ese vacío hace surgir una palabra nueva sobe el deseo. Es la metáfora del amor sobre la metonimia del deseo.

Los discursos sobre el amor anteriores al de Sócrates, son el de Fedro, que pone a Eros en función de la formación del ciudadano, el de Pausanias, que lo considera en tanto bien, el de Erixímaco lo concibe como la armonía entre contrarios, el de Aristófanes que introduce lo dual complementario para elidir la castración que supone la esfera primigenia dividida y, finalmente, Agaton, que prepara la entrada de Sócrates, al tomar al amor como un dios joven que viene a limitar los excesos de la teogonía del sofístico. Lacan nos prepara así para acometer la comprensión del a, ya que Sócrates nos dejará en pena, Penia.

Rosalba Zaidel

"Punto vivo" del seminario del Campo Freudiano de noviembre de 2002

NODVS IV, desembre de 2002

Comparteix

  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Facebook