El secreto de Ondina
Trabajo de cartel express presentado en las noches preparatorias hacia las XV Jornadas de la ELP “Mujeres. Un interrogante para el psicoanálisis”, en la sede Barcelona de la ELP-Catalunya el 25 de octubre de 2016.
Trabajo de cartel exprés que recorre algunas referencias en Lacan sobre la pregunta ¿Qué es una mujer para un hombre? en dirección al enigma de lo femenino, teniendo como eje la noción de goce fálico en los Seminarios 19 y 20 de J. Lacan.
Mujer. Goce femenino. Goce fálico. Ondina. Creer en. Creer allí. Fórmulas de la sexuación.
INTRODUCCIÓN
Este escrito conlleva un recorrido que se inscribe en el siguiente rasgo de trabajo de cartel: De la mujer como síntoma del hombre a la mujer como enigma a descifrar.
De esta manera, se ha avanzado desde el interrogante sobre la mujer desde el punto de vista del hombre ¿qué es una mujer para un hombre?, tomando una cita de Lacan del Seminario 22. Y se ha avanzado en dirección al enigma que son las mujeres para ellas mismas. Para ello fue necesario darse una vuelta por los Seminarios 19 y 20 e introducir la cuestión del goce fálico entendido como función fálica. Ese Gran Fi que también es asunto de ellas. ¿Pero de qué manera?
Se parte entonces de la pregunta que Lacan se hace en el Seminario 221: “Para quien está estorbado por el falo ¿qué es una mujer? Es un síntoma”. Y agrega que como “Hay tan poco de relación sexual” es recomendable que leamos una novela: Ondina, donde se muestra que una mujer en la vida del hombre es algo en lo que él cree: un síntoma.
ONDINA
Ya había existido una aproximación a esta novela, en otro contexto, a partir de esta cita de Lacan que se ha citado, y a través específicamente de la obra de teatro de J. Giraudoux escrita en 19392 -un autor que Lacan nombró otras veces en sus seminarios. En esta obra, aunque Ondina desde ese rasgo enigmático que la envuelve pueda fascinar a cualquiera, es más bien de él, del caballero enamorado -de este particular “estorbado por el falo”- de quien se trata en la novela.
Ahora bien, desde la perspectiva de la pregunta por lo femenino, que es la pregunta que ha orientado esta vez el trabajo, la propuesta es orientarse también por la novela original, la Ondina3 de Friederich, Barón de la Motte-Fouqué quien en 1811 escribe esta novela convertida en un exponente del Romanticismo alemán y por la cual este autor es conocido.
Fouqué se inspiró para su Ondina, en una “obrita” de Paracelso4 del S XIV, dedicada a describir las cuatro especies de seres espirituales5. Las ondinas son seres que habitan las aguas, criaturas extrañas, maravillosas y dignas de contemplación, que a diferencia de los humanos, carecen de alma pero conservan la razón, y aunque en su aspecto son similares a los seres humanos, son cuerpos vivos sin alma, que al morir se evaporan: nada queda de ellos -ni siquiera su recuerdo.
A pesar de las diferencias entre la novela original y la adaptación a obra de teatro, el argumento es más o menos el mismo.
El caballero Hans llega a una pequeña cabaña de un matrimonio de pescadores, por una tormenta furiosa que lo sorprendió en el bosque. Una tormenta que convierte la lengua de tierra en la que estaba asentada la cabaña, en una isla, por lo que se le hace imposible regresar a su castillo. De repente se produce el encuentro con la hija adoptiva de los pescadores, una quinceañera rubia, de extrema belleza y de una picardía irresistible: Ondina. Él se enamora instantáneamente de ella, aunque lo esperaba en su reino Berta, su prometida, hija del Conde. Y Ondina, ni bien lo vio, lo quiso para ella. Lo llena de halagos, lo besa, no tiene reparos en decir y hacer lo que le apetece, comportamiento que es reprendido constantemente por sus padres. Pero él, loco de amor, pide su mano, a pesar de las advertencias del viejo pescador quien le dice que Ondina no es un niña normal, que con ella “la cuestión de la paternidad queda descartada”.
Hans prefiere desoír sus advertencias y se casa con Ondina. A ella también el rey de las Ondinas le advertía que no se casara con él, que la iba a engañar, y ella sería la vergüenza del reino de los silfos.
Es que ella tenía un secreto con él: era una ondina y no tenía alma. Solo podría ser parte de la vida humana, y de su sufrimiento, si se enlazara con un hombre. Pero eso tendría un castigo: él la engañaría y ella debería matarlo.
Al final se casan, y ella, un día antes de la boda, confiesa su secreto; los problemas empiezan cuando cede la tormenta y vuelven al castillo de Hans. Cuando Ondina conoce a Berta, revela otro secreto que no podía callar: Berta era la verdadera hija de los pescadores, quien les había sido arrebatada con escasos meses de vida y llevada al castillo. Berta se enfada y la trata de bruja, de mentirosa, pero Ondina no mentía -de hecho no podía mentir, era su martirio. El caballero se decepciona, y vuelve con Berta, una infidelidad que es condenada por los familiares de Ondina.
Para defender a Hans, ella, muy a su pesar inventa que le había sido infiel primero, para que Hans no sea castigado. Pero es inevitable; en la obra de teatro ella pierde la memoria y el caballero se vuelve loco y muere. En la novela, Ondina misma es la que mata a Hans.
LA MUJER COMO SÍNTOMA DEL HOMBRE
“El cree que hay una, a veces dos o tres, ahí precisamente está lo interesante –él no puede creer sólo en una, el cree en una especie, en el género de los Silfos o de las Ondinas.”6
¿Qué es creer en las ondinas? Respecto de la creencia en la mujer como síntoma del hombre, Lacan juega con un deslizamiento que permite la lengua francesa del “creer en, creerla/le”(croire à) al “creer allí, creer ahí” (y croire).
“Creer ahí” es creer en La mujer. Ondina no tiene alma, son de esas figuras que hacen existir a la mujer como Otra, por lo que creer en las ondinas sería como creer en las sirenas, como dice Lacan sería “una creencia engañosa”. Se cree ahí, en tanto ella quiere decir algo, y ese enigma hay que descifrarlo. Creer ahí, en el síntoma, implica creer que allí hay un sentido a descifrar. No importa lo que sea que diga, si es verdadero o falso; importa que diga algo, su enunciación.
Ahora bien, es por creer en “una” mujer, por creer ahí, que se produce el deslizamiento al creerla; él le cree, cree lo que ella dice, cree en sus enunciados, y ahí aparecen los problemas. Cuando Ondina habla y confiesa sus secretos, empieza la discordia. Podemos pensar que Hans cree en La mujer hasta que conoce a Ondina, pero cuando ella se vuelve humana, ya “la cree”, el destino está escrito: no hay relación sexual.
LA MUJER COMO ENIGMA A DESCIFRAR
“Hacerla síntoma, a esta una mujer, es de todos modos situarla en esta articulación en el punto en que el goce fálico [Gran Fi] como tal es también su asunto.” La mujer, en su función de síntoma, está con respecto al Gran Fi, "en el mismo punto que su hombre"7. ¿Qué quiere decir esto? Que ella no está ni más ni menos castrada que él.
“Simplemente hay que decir cómo para ella esta ex – sistencia, esta existencia de real que es mi Falo de recién (Gran FI) aquel con el cual los he dejado con la lengua afuera, se trata de saber lo que de eso corresponde para ella ¡No se imaginen que es el cosito del que habla Freud! No tiene nada que ver con eso.”8
Pues esta novela muestra también cuál es la vuelta que se le da desde la vertiente femenina a eso que se escribe como Gran Fi, qué de eso corresponde para ella.
Cuando Lacan habla de función fálica en el Seminario 199, habla de una función única para ambos partenaires Fi(x), pero “¿cómo se relaciona el universal hombre con el universal mujer?”10 Eso es lo que inscriben las fórmulas de la sexuación, un universal para un par de opuestos. Entonces cabe la pregunta ¿De qué goce se trata en lo femenino?¿Qué parte le corresponde a ella en ese Goce Fálico? ¿Qué puede enseñar Ondina respecto de ese goce?
Con las fórmulas de la sexuación se establece que toda la lógica de lo universal (“todo macho es siervo de la función fálica”)y la excepción (“al menos uno que dice que no a la función fálica”) queda del lado masculino. De ese lado es posible ubicar todo lo que conocemos como el orden simbólico, la orientación por el Nombre del Padre que rige el funcionamiento del mundo humano. Vemos así que la función fálica está negada, pero por el solo hecho de negarla, se la hace existir.
Del otro lado tenemos la negación del universal, y sin excepción: “no existe ningún x que diga que no”, es decir que la función fálica ni se presenta, queda impugnada. Negación del particular, negación del Universal.
“Con Ondina la cuestión de la paternidad está descartada” le dice el viejo al caballero, cuando éste le pide su mano. Ondina, como un ser elemental que habita las aguas fantásticas de lo femenino en la naturaleza, da cuenta justamente de eso indecible, de lo femenino en tanto “no existe un x que diga que no”. Estos son seres que están, como dice Lacan, “por fuera de la naturaleza de las cosas”11, fuera del mundo humano. Pero lo que muestra la novela es cómo ella es traída al Reino del Falo en la contingencia misma del encuentro con Hans. Ahí Ondina decide -si se puede decir así-hacerse fálica, renunciando a ese “algo” que la hace fantástica, que es vivir sin aflicciones, para pasarse al otro lado por enlazarse con un mortal.
Lo femenino en la primer parte de la fórmula tampoco significa que no haya goce ahí, esa es una parte de lo femenino; se lo puede leer en Ondina en esas representaciones que tenemos de ella tan feliz, en sus manejos con la naturaleza, sin alma, sin preocupaciones.
Lo que demuestra esta novela es que ella despierta de eso a partir del encuentro con un hombre que se la lleva a su mundo, con otros que quieren saber, con otras mujeres celosas, otros hombres que la pretenden, con todo lo humano que la hace sufrir. Es ahí donde se ubican sus síntomas. En la obra de Giraudoux aparece la incapacidad de mentir en Ondina, que le trae muchos problemas en el Reino. Y podríamos leer toda esa relación con el Rey de las ondinas y los demás seres elementales de su mundo mágico como un imaginario que podemos ubicar del lado femenino de las fórmulas: “no existe nada que no”.
Esa otra parte adviene al mundo, pero como no-toda, y ese es el problema para el hombre; porque en cualquier momento aparece su parte salvaje, loca, descarriada, esa parte indomable de Ondina, por fuera de las costumbres culturales y sociales del mundo de su amado.
“La mujer es no toda porque su goce es dual”12, dice Lacan en el Seminario 19. Es decir, ella puede puede particapar del goce fálico, disfrutar en su lecho nupcial con el caballero hasta querer enlazarse con él en un nudo de carne que haga del dos Uno, bajo el modo no-todo, a lo femenino; pero hay otro goce, fuera del falo.
“Una Ondina es como un sueño, no existe!”-le advierte el padre adoptivo al caballero.
Sin embargo, Hans, desde su universalidad masculina quiere creer que Ondina es así porque es joven, que ya se le pasará, que podrá amoldarla una vez que la lleve a su Reino fálico. Le cree.
Pero del lado femenino no hay castración ninguna, no hay nada que diga que no. Podemos decir que la universalidad bien asegurada femenina le da cierta tranquilidad al hombre; pero es una seguridad “gratuita” dice Lacan, porque en la segunda fórmula tenemos que aunque sea no-toda, tiene una inscripción sin excepción ninguna en el falo.
Y esta es la parte en que desde la cultura se hace todo tipo de esfuerzos para regular ese “algo” femenino. En la novela se ve todo el tiempo cómo todos aquellos regidos por el falo tratan de templar su alma. Hay un pasaje, antes de la boda con Hans que lo ilustra muy bien:
Sacerdote: - “Mi joven y graciosa muchachita, no se os puede contemplar sin deleite, pero pensad en templar vuestra alma a tiempo, de tal manera que suene en armonía con el alma de vuestro querido novio”. El sacerdote apela al “fantasma anímico”, ese que plantea la existencia de la relación sexual, el “encuentro entre alma y alma”, como dice Lacan en el Seminario 20.
Ondina, riendo: -¡Alma! Eso suena muy bien, y puede ser para la mayoría de la gente una regla edificante y provechosa. Pero si uno no tiene alma, os ruego, ¿qué es lo que se ha de templar? Eso es lo que me ocurre.13
Ahí ya ni el sacerdote ni el caballero se quedan muy tranquilos, pero aún en esa perplejidad, se casan. Esa conjetura masculina de “la universalidad asegurada” tiene toda su fragilidad por estar basada en un imposible: la castración de lo femenino. Sería el colmo castrar lo que nace castrado.
Ondina es un sueño!- insiste el viejo pescador. Con Lacan podemos decir que lo que es un sueño es justamente esa universalidad bien asegurada femenina, porque si eso estuviese garantizado entonces se sabría qué debería ser toda mujer para ser mujer, es decir, se la podría universalizar. Hans intenta enseñarle, a través de Berta cómo debe comportarse. Pero no, Ondina no puede, porque está no-toda ahí. “La raíz del no-toda es que ella esconde un goce diferente del goce fálico, el goce llamado estrictamente femenino, que no depende en absoluto de aquel”14.
Hay algo más, suplementario, algo que las sacude. Las sacude y la socorre a la vez, tal como lo dice Lacan en el Seminario 20, las rescata. Ni ella misma lo conoce, pero lo siente: eso sí lo sabe, y eso se sabe cuando ocurre15.
Lacan instala ese enigma freudiano ¿qué quiere una mujer? en otra lógica. No se trata de un enigma a descifrar a nivel del deseo, esperando de ello algún sentido, porque el significante de la mujer “es un significante cuya particularidad radica en que es el único que no puede significar nada.”16 Entonces, si las mujeres dicen no-todo sobre lo femenino, no se trata de una mezquindad voluntaria, sino que como dice Lacan, debe haber “una razón interna, ligada a la estructura del aparato de goce”17.
El secreto de Ondina, ser un cuerpo vivo sin alma, su enigma es ese que a ella misma la interroga: -¡Alma! Si no la tengo ¿cómo templarla?
El secreto de Ondina
NODVS XLVIII, febrer de 2017