La fobia de Juanito… y más allá
Texto elaborado en el marco del seminario de la tétrada "Actualización de las estructuras clínicas en los casos de Freud. El caso Juanito" del curso 2017-2018, impartido por el autor bajo el título: "El caso Juanito. Pragmática de la metáfora y la metonimia en el síntoma y el fantasma".
El presente texto trata de ampliar la lectura que hace Lacan en el Seminario IV, a partir de la idea de que el significante fóbico suple el Nombre del Padre desfalleciente e ir avanzando hacia la consideración de la fobia a partir de la última enseñanza de Lacan. Esto es, desplazar el acento puesto en el deseo de la madre hacia la cuestión del goce del propio sujeto, del parlêtre para ser más precisos. Para ello, el autor se sirve de otros casos clínicos además del conocido Caso Juanito.
fobia, Juanito, significante fóbico
El último día del seminario que dedicamos este año a Juanito nos sirvió para seguir trabajando en la dirección que nos había fijado desde un principio. Se trata, como he dicho más de una vez, de ampliar la perspectiva desde la que examinamos el caso y, en particular, la lectura que de él hace Lacan en el Seminario IV, a partir de la idea de que el significante fóbico suple el N. d. P. desfalleciente. En esto, como también hemos destacado, ya hay ya una toma de distancia respecto de Freud, pues no es lo mismo decir que el caballo representa al padre que hablar de suplencia, es decir, ocupar el lugar y la función de lo que no se lleva a cabo de su función debido a una carencia.
Se trata, entonces, de ir avanzando hacia la consideración de la fobia –y no sólo la de Juanito– a partir de la última enseñanza de Lacan. Esto es, desplazar el acento puesto en el deseo de la madre hacia la cuestión del goce del propio sujeto, del parlêtre para ser más precisos.
En efecto, no podemos pasarnos la vida diciendo que “no hay Otro” para luego conformarnos mansamente con la versión que el neurótico se hace, en su fantasma, de un Otro que gozaría de él como objeto, aunque sea a través la mediación que consiste en encarnar el objeto imaginario del deseo materno. La fobia, de hecho, supone hacer existir de algún modo el goce de un Otro más allá –o más acá– de su deseo. Pero nosotros no podemos quedarnos ahí pues de lo contrario autentificamos el fantasma cuando se trata de inconsistirlo, por así decir.
Así, si adoptamos coherentemente el punto de vista que no hay goce que no sea del cuerpo propio, debemos hacer un esfuerzo para tener presente siempre que lo que está en juego en la angustia es, al fin y cabo, el goce del propio sujeto. Otra cuestión es por qué, en un momento determinado, ese Otro de la fobia, que es más frecuentemente un Otro materno, adopta una tal consistencia.
Se diría, en efecto, que la fobia es un modo particularmente intenso y efectivo de hacer existir a un Otro. Pero el vector de nuestra interpretación debe ir siempre hacia hacerlo des-consistir. No se trata tanto de pensarlo sólo en términos de separación, aunque esto puede formar parte de la cosa, como en el modo de hacer que ese Otro pierda su verosimilitud y deje ver el goce del parlêtre, que en última instancia, está vinculado a su experiencia de lalangue. No hay modo mejor de hacerlo que saber escuchar el modo en que el deseo y el goce del propio sujeto se articulan en los significantes de la fobia, tal como se presentan de entrada, pero sobre todo en los significantes que irán surgiendo como efecto de la transferencia y de la interpretación, nombres de goce que el propio sujeto va obteniendo.
Una forma que nos planteamos de ir abriendo esta perspectiva en la que incluimos la fobia de Juanito consiste en ponerla en serie con otros casos. Esto nos permite enseguida ver una multiplicidad de configuraciones. Por ejemplo, podemos ver que la fórmula “suplencia de la carencia paterna para obtener una metáfora del deseo de la madre”, aunque aporta una interpretación manejable de la fobia de Juanito, resulta claramente inadecuada para dar cuenta de otros casos. En este sentido es muy interesante el volumen Peurs d’enfants (Navarin, 2011), porque hay casos muy diversos, en los que se pueden pensar funciones distintas del síntoma fóbico y los significantes (o más generalmente semblantes) que moviliza.
Así, el otro día nos referimos rápidamente a una serie de viñetas clínicas. Una de Patricia Bosquin-Caroz, otras dos de Serge Cottet (presentadas bajo la denominación, un tanto humorística, de “objetos fóbicos no identificados”, OFNI). Pero también otra que no está tomada de este libro y que corresponde a una observación de una colega a quien muchos conocéis.
Ahora bien, antes de repasar esta serie de viñetas, recordemos que habíamos buscado una forma más general de situar la función del significante fóbico y que la encontramos, nada más y manda menos, en “La dirección de la cura”, donde Lacan habla del “objeto fóbico en cuanto significante para todo uso para suplir la falta del Otro, y el fetiche fundamental de toda perversión en cuanto objeto percibido en el recorte del significante”1. Como dijimos el otro día, esto ya amplía mucho la consideración de la función del significante fóbico. Podríamos escribirlo por ejemplo así: S.F. /A tachado. Si no olvidamos que “suppléer au manque” en francés tiene cierta ambigüedad interesante, porque se puede leer que introduce la falta cuando la falta falta, pero también que es una respuesta, un remedio, a la falta en el Otro. En realidad, en la dinámica compleja de la falta que Lacan desarrolla en el seminario IV –y sobre todo tal como la desarrollará luego en el seminario X, cuando vincula la angustia a la “falta de la falta”– mantener la tensión entre ambas lecturas es interesante.
Ahora bien, si vamos un poco más allá esto y recordamos que no se trata ya únicamente de la falta en el Otro, sino del vínculo estructural que ya establece Lacan claramente entre el goce y la falta en el Otro (como se ve por ejemplo en “Subversión del sujeto”), podemos empezar a entender las cosas de un modo al mismo tiempo más general y más diverso. Esto es particularmente útil tenerlo en cuenta en la clínica específica de las fobias en la infancia, en la medida en que la falta en el Otro, incluso la falta del Otro, dejan al sujeto, por así decir, enfrentado a su propio goce, sin mediación. Para decirlo en términos freudianos, a solas con su pulsión. Esto lo podemos transcribir mediante el matema A tachado/, es decir, el Otro como un semblante que vela la cuestión de su propio goce para el sujeto.
En efecto, como vimos el otro día, a partir de aquella observación que hacíamos de un video de Youtube, en el que una niña huye despavorida de su propia sombra, el problema es para el sujeto cómo alojar, como velar, esa parte oscura de su goce que no es representable, que no pasa, en primer lugar, a la imagen especular, pero que luego, a partir de ahí y a lo largo de toda su vida, resistirá en parte a cada uno de los tratamientos que el sujeto le dé. Siempre quedará un resto. Este resto permanecerá ahí en toda forma de tratamiento de lo real del goce, ya sea a través del fantasma, o de las vías más diversas de la simbolización y las identificaciones, pero también a través de la sexuación.
Esto es lo que trabajaremos el próximo día tomando algunos párrafos del Seminario X sobre la angustia, donde se ve que todo parte de eso que Lacan llama “reserva libidinal”, o sea, aquello que de lo real goce, no pasa al plano especular y que es subjetivado de distintas formas en la neurosis o en la psicosis, por ejemplo. Puede dar lugar a angustia pero también al sentimiento de lo siniestro, incluso al fenómeno del doble.
Ya lo desarrollaremos más a partir de la lectura de este seminario, pero por lo pronto vemos que todo esto nos permite desbordar la definición restringida de la fobia como operación significante para metaforizar el deseo materno. En última instancia, insisto, se trata del goce del sujeto y en este sentido el deseo de la madre es ya una forma de mediación, una forma de elaboración, en la que, por otra parte, el sujeto se puede quedar encallado, por decirlo de algún modo –y de ahí que aparezca el síntoma fóbico. Pero no olvidemos que plantearse el enigma del deseo de la madre es ya un avance en la vía de la simbolización del deseo. Otra cosa es que el sujeto se quede detenido ahí y no pueda resolver la pregunta que él mismo ha construido como vía de solución.
Ahora podemos repasar rápidamente las viñetas que mencionamos.
En el caso de Patricia Bosquin-Caroz, “la niña de los lobos”, vimos que de entrada el rasgo que la analista sitúa en la niña es su propia voracidad. Se trata de una niña que muerde a los niños y luego sueña con lobos. Por otra parte esto es situado en el marco de una relación de gran tensión agresiva y al mismo tiempo de pegoteo con la madre. ¡En realidad no se sabe bien quién muerde a quien! Es interesante que bajo transferencia, después de la instauración de un Fort-Da con un objeto que circula de la consulta de la analista a su casa, la niña puede separarse un poco de la madre para, por así decir, adentrarse en la transferencia. Operación esta que no es propiamente una metaforización, sino una operación que se lleva a cabo con un objeto que circula. A partir de ahí, la niña puede distinguir dos significantes: uno es “pingüino”, que nombra la voracidad del propio sujeto, el otro es el de los lobos, que designan el goce devorador del Otro materno. Es importante ver que es la operación del análisis la que favorece esta posibilidad de separarlos, estos dos significantes, de modo que ahora se puede nombrar el goce del propio sujeto, no solo el supuesto en el Otro. Ahora sí, después de esta distinción, hay un sueño en el que la presencia del lobo sirve para convocar la figura del padre, que aparece en este momento como salvador. Luego viene otra fase, en la que la niña puede realizar otra operación que implicará la distinción entre el goce fálico que está implicado en el hecho de ocupar el lugar de falo imaginario de la madre, a través de la nominación “el bebé-chico que hace tonterías”, y por otro lado, el modo en que la niña se separa de esta identificación apoyándose en una identificación propia femenina.
Vemos, por tanto, que la operación es compleja y que implica en más de un momento situar algo del goce del sujeto. Y también, en cierto momento, la posibilidad de separar la identificación fálica de la femenina. Como se ve, no se trata sólo de una metaforización del deseo de la madre.
También están las viñetas descritas rápidamente por Serge Cottet en su artículo. Es interesante destacar que él las introduce después de referirse a la “pluralidad de las funciones del objeto fóbico”, que es precisamente lo que queremos poner de relieve. Un caso destacable es el que él toma de Scilicet I, en el que hay un artículo titulado “Fetichización de un objeto fóbico”. En efecto, aquí se destacan dos cosas. En primer lugar, la conversión de un objeto fóbico (en la infancia) en una condición erótica (en la adolescencia). En segundo lugar, el objeto en cuestión es un botón, que obviamente está conectado con el acto de la madre de desnudarse. Aquí hay de entrada una ambigüedad, porque el botón sirve para abotonar y cubrir o para desabotonar y mostrar.
De este modo, el deseo de la madre, quizás su goce voyeurístico, está evocado por este objeto. Aunque aquí Cottet, quizás demasiado deprisa, habla del botón como “metáfora del deseo materno”. Pero en mi opinión hubiera podido evitar usar el término metáfora, que no me parece tan adecuado, porque un botón es un tipo de objeto que no está ahí tanto por el significante, como en el caso de Juanito (“wegen dem Pferd”, a causa del caballo, es la fórmula que extrae Freud, muy simbólica), sino mucho más pegado a lo imaginario.
Quizás por eso luego este mismo objeto se puede convertir en fetiche, ya lo veremos con más detalle. Mientras que está claro que el caballo, como significante que es fundamentalmente, no puede da lugar directamente como tal a una condición erótica (podría dar lugar a otras cosas, no a eso). Es cierto que si reducimos “metáfora” a “algo el lugar de otra cosa”, o aceptamos una versión más laxa de representación, podríamos hablar de metáfora, pero no me parece muy riguroso y además no me parece que yaya en la dirección principal de propio texto de Cottet. Es algo que Cottet dice de pasada, pero la lógica de su texto va en otra dirección. A mí me parece que lo fundamental del botón es su ambigüedad entre “tapar” y “destapar”. En todo caso, se ve claramente que la dinámica de ese objeto es completamente distinta de la del caballo de Juanito. En todo caso, si bien mediante este objeto se alude al goce (exhibicionista) de la madre, está claramente implicado también el goce voyeurístico del sujeto (esto quedará más claro todavía cuando los botones se conviertan en condición erótica).
Luego Cottet habla de otro caso, el de una niña de 6 años que, primero es separada de su hermano, con quien dormía. Y luego aparece un síntoma fóbico, en forma de un temor, cargado de una sensación de “siniestro” (Unheimlich) cada vez que los padres se van de casa y la dejan sola. Entonces un “fantasma” (fantôme, no fantasme) parece salir del cuarto de los padres y amenazar a la niña con su presencia maligna. Cottet dice que en ausencia de los padres, el goce supuesto en sus relaciones sexuales (o sea, la escena primaria, en esto recuerda al Hombre de los lobos) queda suelto por la casa.
Obviamente, se trata del goce del propio sujeto, de su propia pulsión, pero en este caso, a diferencia de lo que vimos en el de Patricia Bosquin, el goce queda del todo situado para el sujeto en esta versión siniestra de un Otro sin cuerpo (esto es, ni más ni menos, un fantasma) que amenaza con invadir el cuerpo del propio sujeto. Lo llamativo del caso es que esto evoluciona, ya en la edad adulta, como un temor a la soledad que lleva a esta mujer a dormir con cualquier hombre con tal de no estar sola, de modo que él ocupe el lugar dejado vacío por el hermano en el primer momento, antes de los 6 años.
En este caso, obviamente, no hay metaforización de ningún tipo. Hay la fobia a ese objeto extraño, pero que no supone ningún progreso en la nominación ni en la localización de la angustia. El fantasma es lo más cercano a algo innombrable y también ilocalizable, ni siquiera tiene una realidad material a la que aferrarse. Y esta inmaterialidad parece haber permanecido estancada, sin evolución de ningún tipo, en ese puro miedo a un vacío que la hace recurrir a cualquier partenaire para taparlo con su presencia imaginaria. Aquí el partenaire es una presencia pobre, nada simbolizada. No se le pide un significante (pareja, marido, etc.), sólo la presencia de su cuerpo para que sirva de tapón, como una localización para ese goce que, de lo contrario, retorna al cuerpo del sujeto.
Finalmente otro caso de una colega es el de una niña muy pequeña, de apenas dos años, en quien hay síntomas “obsesivos”, que una neuropediatra comparó con un TOC. Hay que destacar que estas obsesiones, estas manías de la niña, están muy calcadas de una madre muy rígida, o sea que se basan en una identificación imaginaria muy fuerte – ella, la niña, va vestida como una señora mayor, llegando a parecerse a la madre, cosa que llama la atención porque una de sus manías es la de dormir con una prenda tomada de la madre.
Así que, por un lado, tenemos un objeto que funciona casi como objeto transicional, pero muy pegado a una identificación imaginaria con la madre. Ahora bien, por otro lado, esta niña tiene fobia al agua del baño, sobre todo cuando tratan de lavarle el cabello. No soporta esa inmersión. Es interesante destacar que aquí el agua es un elemento que vinculado a sensaciones del cuerpo más allá de la imagen, o sea un cuerpo de goce no reducido a la imagen especular. ¡Eso es precisamente lo que hace que los niños les encante el agua! Este carácter no especular de las sensaciones del agua que corre por el cuerpo las convierte en buenas “encarnaciones" de ese goce que no “entra” en la imagen del cuerpo de esa niña, obsesivamente regulada por identificación con la madre.
Así, por la niña trata de sostenerse en esa imagen en la que la madre ocupa el lugar de un otro especular muy cercano. Sería algo a pensar un poco como una especie de “estrago materno” in statu nascendi, porque ese pegamiento a la imagen de la madre no permite alojar la cuestión del propio goce del sujeto. Ahora bien, esto mismo es lo que retorna, precisamente, en la manifestación fóbica. Podemos pensar que quizás lo que ayudará a esta niña será encontrar, cuando vaya al colegio, el apoyo de otras “mujeres”, en este caso las otras niñas o las profesoras, donde podrá quizás elaborar eso del goce femenino que no puede entrar en la regulación de su, por así decir, “cuerpo obsesivizado”.
Tenemos razones para pensar que, al igual que vimos en el caso de Patricia Bosquin-Caroz, puede haber una salida por el lado de la construcción de lo femenino, o sea, poniendo en juego una construcción de género, pero también, más allá incluso, la vía de la sexuación, como modo de situar un goce que no se aloja en la imagen fálica rígida en la que hasta ahora está atrapada, una versión como otra cualquiera de ser “el falo imaginario de la madre”… y de angustiarse en el intento.
Con esta serie de viñetas podemos ver ya claramente la necesidad de trascender la lectura que Lacan hace del caso Juanito en el Seminario IV. Esto no la invalida, sólo la relativiza y la sitúa en un marco más amplio. Así, deberíamos evitar aplastar, bajo esa fórmula tan elegante de la metáfora de Juanito, una gran diversidad de casos, porque lo que nos interesa es la particularidad. En este sentido, la fobia, ya sea en sus formas infantiles como en sus residuos o evoluciones en la edad adulta, es compleja y diversa. Debemos situarnos muy a ras del caso, sin imponerle generalizaciones, para situar bien la función y dinámica de esas operaciones con las que el sujeto busca una nominación para su goce, o incluso operaciones que ni siquiera tienen por qué ser del orden de una nominación. Hay otras operaciones con el semblante que también pueden intervenir.
Seguiremos, pues, trabajando con algunas referencias breves del Seminario X, La angustia, que nos permitirán situar mejor la operación de la fobia entre deseo y goce.
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Siglo XXI, México, 2009
Bosquin-Caroz, P. "La petite fille aux loups", Peurs d'enfants, Navarin, París, 2011.
Cottet, S. "OPNI: Objets Phobiques Non Identifiés", Peurs d'enfants, Navarin, París, 2011.
La fobia de Juanito… y más allá
NODVS LII, juny de 2018