Puntos vivos de abril, mayo y junio del curso 2018-2019 del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona
Puntos vivos correspondientes a las sesiones del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, realizadas en abril, mayo y junio durante el curso 2018-2019 en torno Seminario XVII de Jacques Lacan "El reverso del psicoanálisis". Docentes invitados: Fabián Fajnwaks, Shula Eldar y Domenico Cosenza.
El reverso del psicoanálisis, Lacan, Seminario XVII, discursos
Cap. X "Conversación en los escalones del Panteón" y Cap. XI "Los surcos de la aletosfera"
En la sesión del pasado 13 de abril contamos con la presencia de Fabián Fajnwaks quien hizo una exhaustiva lectura ubicando con precisión los puntos fundamentales de estos capítulos del Seminario 17. También pudimos escuchar a María Guardarucci que realizó un excelente desarrollo sobre las sucesiones de Fibonacci.
Una contingencia impidió a Lacan realizar el Seminario en su lugar habitual y, en una suerte de conversación informal con los asistentes a su seminario, Lacan desdobló los discursos en valor en aquellos tiempos (existencialismo, post-estructuralismo, marxismo...) para mostrar sus reversos, es decir, lo que éstos no muestran.
Lacan se desmarca de quienes le recriminan que deja de lado los afectos y les recuerda que ya en Freud encontramos que en el texto de La Negación, lo reprimido son las representaciones y no los afectos. En lecciones anteriores de este Seminario Lacan realiza un examen del complejo de edipo señalando el límite, la impotencia del complejo de edipo para tratar lo que concierne a la angustia. J.-A Miller afirma que el verdadero anti-edipo lo escribe Lacan en este Seminario. La angustia ocupa un lugar preponderante en lo que Lacan tenía para decir en aquella lección no dada. A diferencia de Kierkegaard y del mismo Freud para Lacan la angustia no es sin objeto, ya que conecta en tanto que tal con el objeto plus de gozar, objeto que lo simbólico no logra asimilar.
A diferencia de la filosofía, Lacan se desmarca del abordaje del psicoanálisis en términos de ideas. El psicoanálisis “no tiene ideas”, se apoya en la praxis clínica. Fajnwaks señala que en este sentido hablamos de la enseñanza y no de la obra de Lacan. Lacan desvelaría el fantasma de los filósofos de un saber absoluto, en cambio, el saber para el psicoanálisis estaría marcado por la falta.
En cuanto a la relación del psicoanálisis con el discurso de la ciencia. El discurso psicoanalítico integra al sujeto allí donde el discurso de la ciencia no le deja ningún lugar. Para Lacan el psicoanálisis no es una ciencia sino una práctica.
Fabián Fajnwaks define este capítulo como una formidable lección donde Lacan subvierte el concepto de pensamiento en un intento o ejercicio de demostrar que el pensamiento es un afecto y no una categoría.
Así, se servirá del análisis sobre el cogito cartesiano “pienso, luego soy”, para mostrar que según donde se puntúe, el acento quedará del lado del Ser y no del pensamiento. A partir de las declinaciones del sujeto con el Uno, Lacan extraerá la dimensión de la existencia de algo que no se puede reducir a la dimensión del ser. La ex-sistencia sería ese real que se encuentra por fuera del orden simbólico y de la palabra.
En referencia a la ciencia de su tiempo, Lacan se referirá a las letosas, objetos producidos por la ciencia que poblarían la aletosfera, objetos plus de gozar que nos aportarían complementos de ser. Las letosas se harían sustentos de los objetos voz y mirada. Como consecuencia, en la ciencia no sólo se trataría de una lectura del mundo sino que conlleva una parte de goce. Fajnwaks se referirá a las letosas como los verdaderos objetos del s. XXI, objetos que modificarán la posición que el ser humano tiene con el goce y con la palabra.
Laura Font
Abril 2019
Cap. XII “La impotencia de la verdad”
Para abordar el capítulo “La impotencia de la verdad”, el pasado mes de mayo, Shula Eldar situó las cuatro fórmulas discursivas como representaciones formales de discursos en acción, discursos que surgieron al ras de la experiencia. En los tiempos en que Lacan dictaba su Seminario, estudiantes y obreros llevaban una lucha contra el poder, contra la represión del amo, desconociendo tanto el goce que se ponía en juego en ese movimiento como el lado sintomático que dicho movimiento obturaba: el lugar del objeto a. La revuelta de aquel entonces surgió como respuesta a la reforma universitaria y la introducción de las unidades de valor, una institucionalización y subordinación del saber a un valor de mercado contra la que Lacan se pronunció. Sin embargo, él mismo supo pronto advertir que la pretendida lucha contra el totalitarismo lo que consiguió fue, paradójicamente, reforzar su poder. La reivindicación de las libertades acabó en una trampa de sumisión frente a un amo cada vez menos visible.
El avance del capitalismo sobre la universidad dio lugar a nuevos síntomas de la vida contemporánea derivados de la acumulación de capital[1]. La verdad que se manifestaba en estos síntomas puso de relieve su impotencia al chocar contra lo real del goce, no como plus de gozar, como placer, sino como imposible.
Como consecuencia de la verdad opaca que trajo este nuevo amo encontramos la forclusión de la castración. En contraste, frente al discurso del analista la castración vuelve a irrumpir, tiene un efecto desegregativo que permite abordar la forma en que en cada discurso se pone en juego sintomáticamente un imposible. Allí, el resto está en posición de semblante. No es el objeto en tanto resto real, no es la carroña, trozo de real que retorna, que vuelve al amo que lo forcluye, como los perros de la Condesa de Bathory[2] devolvían los trozos de cadáver enterrados en el jardín.
¿Cómo fue posible esa mutación del discurso que dio al discurso del Amo su estilo capitalista?, pregunta Lacan en este capítulo y, como destaca Shula Eldar, utilizó para ello la palabra estilo[3]. El estilo es el rasgo que define a un sujeto, lo que lo caracteriza como lo que es, lo unario del Uno. La mutación del discurso Amo tiene como protagonista al Uno. Pero se trata del Uno narcisístico, el moi. Es un Uno en función del todos, del para todos. No se trata del Uno singular. Es el Uno como función de identificación lo que también ha virado en la medida en que ya no se trata de identificarse a un significante, sino a un derecho a gozar. El discurso capitalista convierte así la falta del sujeto en avidez, reduciendo el deseo del hombre a la ferocidad de la pulsión.
Bajo la astucia del amo, el sujeto permanece alienado a la creencia de que los efectos de saber dependen del trabajo, generando una acumulación de saber incuestionable que mantiene a lo real oculto bajo la verdad. En contraposición, el discurso psicoanalítico introduce un saber puesto en tela de juicio, que se extrae del sujeto mismo. Es un saber producto del tropiezo, de la acción fallida, del trabajo propio del analizante. No es un saber una vez ya producido saber supuesto, sino un saber caduco, sobras de saber, restos. El discurso del analista hace aparecer el plus de gozar como desecho de esa operación.
Como lo ha recordado Shula, Lacan nos aconseja no retroceder frente al residuo[4] ya que el a como agente funciona allí para ello, para recobrarlo luego en la forma de un resto indescifrable, enigmático. Un enigma que, una vez descifrado, sigue siendo un enigma. Un resto que la interpretación significante no alcanza y por eso puede constituirse como motor del deseo.
María Guardarucci
Mayo 2019
Cap. XII. "La impotencia de la verdad"
El seminario de junio tuvo una particularidad: la ausencia física, esta vez para siempre, de Rosa Calvet i Romaní. Casualmente, o no tanto, el capítulo del seminario 17 a desarrollar fue el capítulo donde Lacan habla sobre la vergüenza.
La aborda desde dos dimensiones que en algún momento convergen: en su dimensión de afecto y por ende su estructura, y en la dimensión de su función en el escenario de la época. Entonces Lacan sentencia “ya no hay vergüenza”.
Nuestra sociedad actual, neoliberal y capitalista, realiza un tratamiento de alguna manera forclusivo de la vergüenza, si se me permite el término. No hay lugar para la vergüenza, no hay tiempo para ella, “just do it”, “vé y goza”. Pero como ya nos advierte el psicoanálisis, lo forcluido en lo Simbólico retorna en lo Real. Y cuando la vergüenza retorna, arrasa.
Mientras Domenico Cosenza desplegaba este desarrollo, fue imposible dejar de pensar en la cantidad de suicidios a causa de viralización de videos íntimos (la mirada objeto causa de la vergüenza y los gadgets en un combo siniestro). No se puede afirmar que en todos los casos “mueren de vergüenza”, pero es una hipótesis que no deberíamos descartar al pensar los síntomas actuales con las coordenadas de nuestra época.
Con Rosa solo tuve un encuentro, pero muchos cuentos sobre encuentros con ella. Y algo tenían en común: su ironía y su uso (o no uso) de los semblantes lograban siempre en los otros “hacer vergüenza”. De alguna manera, ella estaba en la posición que debe encarnar el analista.
Y era así que nos ponía a trabajar, a cada uno en lo suyo.
Rocio Alvarez Reyna
Junio 2019
Puntos vivos de abril, mayo y junio del curso 2018-2019 del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona
NODVS LV, juny de 2019