Droga e Iteración
Presentación realizada el 11 de octubre de 2019 en el marco de la sesión inaugural del Grupo de Investigación en Toxicomanías y Alcoholismo -TyA Barcelona 2019/2020-
Recorrido el trayecto a través de La clínica del No Hay en donde se exploraron las múltiples y diversas formas con las que un sujeto mediante el consumo remeda el vacío siempre presente del objeto, más tarde el punto de locura que introduce el “encuentro” con ese objeto inexistente, y finalmente la relación entre el tóxico y el deseo; en el próximo curso se explorará el término iteración por lo cual se tomarán como textos de referencia al Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan y Más allá del principio del placer de Freud, entre otros.
iteración, vacío, droga, toxicomanías, egosintonía
Gracias por su presencia en la inauguración del curso del TyA 2019-20 que, como ya deben saber lleva como título Droga e Iteración.
En esta ocasión nuestra satisfacción es doble, por un lado, por inaugurar un nuevo curso del TyA-Barcelona, y por la otra, y muy importante para nosotros, contar con la presencia de nuestro colega Jorge Castillo responsable del TyA de Córdoba (Argentina), y que les presentará mi colega y también responsable del TyA-Barcelona, Irene Domínguez.
Antes de pasar la palabra a mis colegas me gustaría presentarles el tema de este año, no sin antes recordarles que los últimos cursos del TyA, de una trayectoria de muchos años, han estado dedicados a abordar las toxicomanías y otras adicciones por el sesgo de lo disruptivo, de lo discontinuo, de lo que excede, de lo que no encaja, -según nuestra experta, porque tenemos una experta de cabecera a la que acudimos muy frecuentemente llamada Ann Marlowe en su libro Cómo detener el tiempo. La heroína de la A la Z, de lo que no encaja en la toxicomanía definida como “el amor (nosotros podríamos decir la pasión, en el sentido de lo que se padece...), el amor por la experiencia previsible”.1 Un amor por lo previsible, que no solo afecta a los consumidores, sea lo que sea que consuman, sino todavía peor, que afecta a los que nos dedicamos a atender dichas problemáticas cuando se presentan como tales. Es decir, no tener presente de forma flagrante el principio freudiano de olvidarse cada vez de todos los casos atendidos anteriormente cuando atendemos uno nuevo. Esto se puede comprobar cada día en el tsunami de artículos, libros, noticias, etc., relacionadas con el tema del consumo cada vez que se hacen comunidades sintomáticas pero a expensas de destruir lo particular de cada caso, de cada adicto con el que nos las tenemos que ver. Y de eso tampoco estamos a salvo los psicoanalistas, es un esfuerzo constante contra nosotros mismos, ya que la mera presencia del adicto nos viene a susurrar a nuestros oídos y sin ni siquiera que escuchemos nada, que el objeto existe, que sí, que eso que en secreto soñamos neuróticamente, -que podría haber un objeto adecuado para nuestra satisfacción-, eso existe, solo que este paciente que tenemos delante es un zoquete que se ha equivocado y ha elegido el objeto más pernicioso. A partir de aquí, lo único que tenemos que lograr es que consienta a una reeducación, acepte un cambiazo, o renuncie a él identificándose como un enfermo crónico; pues así se autodenominan muy frecuentemente muchos adictos después de haber pasado por los múltiples dispositivos en los que son atendidos por terapeutas que también creen firmemente en la existencia del objeto adecuado a la satisfacción.
Pues no, precisamente por eso dedicamos un curso entero a La clínica del No Hay, para explorar las múltiples y diversas formas con las que un sujeto, mediante el consumo, remeda mal que bien, el vacío siempre presente del objeto. Ese vacío pulsante que nuestra especialista de cabecera Ana Marlowe concreta en la frase, “el adicto siempre se está quedando sin...”2, y no importa las toneladas de droga que tenga guardadas, todas ellas estarán marcadas por su propio vacío, por el vacío del objeto.
Y el siguiente curso lo dedicamos al punto de locura que introduce el “encuentro” con ese objeto inexistente, bajo el título, ¿La droga nos vuelve locos?, sin obviar, por supuesto, la otra cara del asunto, precisamente mucho menos aceptada para muchos clínicos por fuera del psicoanálisis, lo que precisamente puede hacer nudo, el nudo de la droga, aunque a mí me guste más hablar de conector, de enchufe que, a falta de conexión, pueden llevar al sujeto al precipicio de la locura o de la muerte. Porque, en efecto, está la locura, el ensimismamiento en un consumo metonímico, y por eso mismo “maníaco” (de ahí proviene la segunda parte del nombre de toxico-manías), que acaba, por ejemplo, desenchufando al sujeto del Otro, pero también está la función de modulador con el Otro, o mejor aún, con el cuerpo, con un cuerpo que como Otro para el sujeto resulta siempre amenazante, fuente constante y contínua de la más agresiva y virulenta de las angustias, muchas veces disfrazada de dolor, (incluso del dolor de la abstinencia), dolor además ubicado en lugares bien reales del cuerpo. El tóxico viene aquí a operar al modo de un modulador libidinal, es decir, de goce, que de no estar modulado amenaza con fundir toda la instalación subjetiva.
Ese recorrido nos llevó al curso del año pasado, titulado Tóxicos del deseo, a explorar el concepto de deseo y la función de defensa que el tóxico puede venir a operar frente al deseo del Otro, pero también de suplencia a la radical ausencia de la dimensión de dicho deseo. Lo que vimos que abre, ya lo teníamos presente en aquel momento, a una iteración, a la repetición como un modo de intoxicar el deseo que se presenta como una única y muy poderosa salida subjetiva. De hecho, no es infrecuente escuchar decir que el consumo se le presenta a los sujetos como “mi única salida”.
Nuestro recorrido del curso pasado nos llevó entonces, y de forma inevitable, a esa rampa de despegue para explorar ahora el término iteración, para lo cual vamos a tomar, como habitualmente lo hacemos en cada curso, un texto de referencia de Lacan que será el celebérrimo Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario que representa una bisagra en la enseñanza de Lacan, entre, por un lado, la concepción de un inconsciente que se presenta en forma de secuencia lógica, sometido a una ley, o sea, el inconsciente como una cadena significante sometida a las leyes de la metáfora y la metonimia y, en tanto reprimido se repite, y un inconsciente que se manifiesta por su propia falla, por lo discontinuo, precisamente por lo no previsible, por lo que más adelante Lacan postulará como un sin ley. Y esto conecta con la otra cara del inconsciente freudiano aparecido luego en el Freud de Más allá del principio del placer, referencia, junto con otras del mismo Freud que retomaremos para explorar en este curso.
Aquí tendremos que vérnoslas con algo a lo cual cada vez debemos acostumbrarnos más y más. Y es que muchos conceptos freudianos y por lo mismo lacanianos se comportan exactamente igual que la luz que, como ustedes saben, tiene sorprendentemente dos comportamientos. Se propaga por el aire en forma de ondas, pero al entrar en contacto con la materia se propaga en forma de corpúsculos, o sea, según se la mire, se comporta a veces como una onda y a veces como una partícula. Pues bien, el concepto de repetición, pero también otros, tiene también varios “comportamientos”. Y es precisamente el campo de las toxicomanías las que lo muestran de una forma demoledora. Porque no es sólo la repetición que muchas veces se ve en la historia de muchos pacientes, los cuales acaban repitiendo historias familiares, por ejemplo de consumos, o que siempre acaban en una posición que no es sino la puesta en juego repetida de un fantasma en relación a lo que interpretan del deseo del Otro, o la puesta en acto de una identificación a partir de una pérdida irreparable. Este es el aspecto que Freud mencionaba como demoníaco de la repetición, tan demoníaco que la mayoría de las veces ni siquiera el sujeto tiene noticias de ella, se satisface a expensas de la consciencia misma, pero también es aquella repetición que por más que el sujeto trata incluso de evitarla porque es completamente consciente de ella, no logra sino realizarla una y otra vez, y que aparece siempre como egodistónica respecto del yo.
Prefiero hablar del yo en este caso, que de sujeto, porque el sujeto lo es tal en tanto dividido; ya que respecto del consumo, muy al contrario, lo que se ve de forma descarnada es una aparente egosintonía; que esa repetición, siempre, de un modo u otro, es irresistible para el adicto. Incluso cuando los consumos agudizan las formas más torturantes de los fenómenos psicóticos. Tarde o temprano, no lo podrá resistir, por más que se haya jurado una y mil veces que era última vez; porque no, la última vez siempre es, como mucho, la penúltima. No es entonces el “trato de evitarlo a toda costa y con horror me vuelve a pasar” de la repetición clásica, la que incluso llega a aquellos famosos casos en los que el sujeto se casa repetidamente con parejas que van falleciendo una tras otra, abriéndole la puerta a un averno de estupor y dolor, al contrario, estamos aquí en otro tipo de repetición que por buscada o no, al mismo tiempo es irresistible, que incluso cuando es susceptible de ser cuestionada lo es únicamente por sus efectos secundarios, pero rarísimamente por el tóxico en sí. Yéndonos un poco más lejos, es la repetición de la operación de llenado y vaciado en las sintomatologías orales de la anorexia y/o la bulimia, donde la colusión de los intereses del paciente y la repetición acaban demostrando, de un modo u otro que, como sujetos, siempre acabamos siendo nosotros mismos el objeto de nuestras satisfacciones. Y aquí, en esta juntura oscura es donde habrá qué explorar lo iteractivo como el núcleo autista del goce, y tendremos que rescatar el modelo de la primera satisfacción freudiana en términos de masturbación, actividad primigenia por excelencia y que hoy por hoy ha quedado muy convenientemente silenciada.
Entonces, lo iterativo en el núcleo autista de un goce, de una satisfacción que abre la puerta a la muerte del sujeto, y aquí “muerte” entiéndase en el amplio espectro, incluida la desaparición completa del mismo sujeto transformado para la ocasión en un finado.
Para terminar empezando, hemos de explorar qué de suigéneris tiene la iteración respecto de la repetición; lo que no va a ser nada obvio ya que del campo de saber de donde procede el término iteración ya está definida ella misma como una repetición que incluso tiene valores tan sugerentes para nosotros como que, y cito, “a través de la iteración, se observa que existen conjuntos que se reducen y convergen hacia un punto único. En este caso, el punto al que se converge se denomina punto fijo atractivo. Por el contrario, en otros casos la iteración puede mostrar puntos que divergen de un punto único; y entonces se dice que éste es un punto fijo inestable”.3 Lo que posiblemente reafirmará la siempre oportuna e imprescindible concepción dinámica por parte de Freud del aparato psíquico, junto con el punto de vista económico y tópico; tópico, es decir, de lugares, de superficies, porque en este caso un bucle no es sino también otra definición de iteración.
Así que el programa que nos hemos dado este año, y que tendrá como carretera principal el seminario de los cuatro conceptos, nos llevará también por senderos que se bifurcan a los textos freudianos y a otras referencias lacanianas, orientados, aunque no únicamente, por la siempre tremendamente eficiente linterna de los cursos y conferencias de Jacques-Alain Miller, para desembocar en nuestro recorrido en el país de la clínica nodal, con el fin de reactualizar nuestro abordaje de las toxicomanías, o al menos, con el deseo de que no seamos los mismos cuando hemos iniciado el recorrido respecto de cuando hayamos llegado al final, siempre provisional, del mismo.
Como lo hemos hecho habitualmente, este viaje estará siempre acompañado por nuestros guías más importantes, los propios pacientes que con sus casos, en forma de viñetas clínicas, nos plantearán o al menos nos ayudarán, a replantearnos nuestras propias preguntas. Siempre hemos contado con ellos en contra de la clínica actual cuya misión parece ser la de una evacuación constante del sujeto, de su más íntima particularidad que justo es la que destruye cualquier lecho de procusto clínico sobre el que se lo quiera recostar: acabo de recibir esta misma semana una publicidad para tratar el alcoholismo cuyo principal titular y argumento de ventas rezaba así: Tratamiento de la dependencia del alcohol sin el conocimiento del paciente. Lo cual, y como ven no hace sino que expresar el ferviente sueño de toda una industria autoritaria tan en boga desde hace ya mucho tiempo, y ante la cual desde el psicoanálisis debemos éticamente alzar nuestra propia voz. El curso de este año del TyA-Barcelona, Droga e Iteración será sin duda, una nueva nueva ocasión para ello.
1Marlowe, A. Cómo detener el tiempo. La heroína de la A la Z. Barcelona: Anagrama, p. 121.
2Íbid., p. 121.
3Función Iterada (s.f.). En Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Funci%C3%B3n_iterada
Marlowe, A. (2002). Cómo detener el tiempo. La heroína de la A la Z. Barcelona: Anagrama.
Freud, S. (1920/1997). Más allá del principio del placer. Madrid: Biblioteca Nueva.
Lacan, J. (1964/1999). Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Ed. Paidos.
Droga e Iteración
NODVS LVI, novembre de 2019