El ego, la escritura y el cuerpo
Referencia presentada para la sesión del 18 de enero de 2020 del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, impartida por Ram Mandil.
La siguiente referencia es sobre la parte 2 del capítulo 10, “La escritura del ego” del Seminario “El sinthome”, en donde Lacan se interesa particularmente sobre la relación de Joyce con su cuerpo, la función de la escritura y la escritura misma de su nudo borromeo. Toma un recuerdo infantil de Joyce para mostrar la lógica de su nudo y transmitir cómo es que Joyce hizo de su escritura un sinthome, un “ego-sinthome”.
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Se trata de una escena del libro de James Joyce “A Portrait of the artist as a young men”, en la que el personaje Stephen Dédalus, al que suelen nombrar como el alter ego de Joyce, es apalizado por tres compañeros: Heron, Nash y Boland. Es en la parte 2 de la novela en donde Joyce relata un recuerdo que le viene a Stephen el día de la celebración de Pentecostés en su colegio, cuando se encuentra con Heron y Wallis. Sostienen una conversación en la que ya de entrada, las burlas y bromas pesadas están presentes por parte de sus compañeros. Bromean con su padre, lo cual le afecta especialmente a Stephen y luego le hacen un comentario con poco tacto, sobre la chica que le gustaba. Esto provoca en Stephen “una oleada momentánea de cólera”1, pero, así como las olas del mar, vienen y van, la cólera le viene y desaparece luego.
Sus compañeros continúan riéndose y le presionan para que confiese que no es ningún santo. Heron con el bastón golpea ligeramente la pantorrilla de Stephen. Al cabo de un rato vuelve a golpearle la pantorrilla, pero no tan suave como la primera vez y exclama “¡Confiesa!”. Así que intentando seguir el tono jocoso, y esperando a la vez que todo acabara, Stephen empieza a recitar el Confiteor, una oración en latín (En castellano es el “Yo confieso”). Joyce relata que en ese instante “Los labios de Stephen eran solamente los que recitaban la confesión, pues mientras pronunciaba las palabras, un repentino recuerdo le había transportado a otra escena”2.
El recuerdo es el siguiente: Stephen iba por la calle al anochecer con una carta en la mano camino de Drumcondra cuando Heron le grita: ¡Alto!, y se encuentra con tres de sus compañeros. En seguida lo molestan y se burlan de él. Sostienen un breve debate sobre el mejor poeta y el mejor escritor. Stephen opina diferente a ellos y no se calla esta vez, respondiendo de una manera que provoca que Heron se desate dando la señal de ataque a los otros. Así, uno lo sujeta, otro le pega con un tronco y Heron le fustiga las piernas con su bastón. Luego es arrojado a una alambrada de pinchos mientras Heron sigue insistiendo en que confiese que Byron, el poeta, no vale nada, pero Stephen se resiste.
Luego de una serie de golpes, logra escaparse y sus compañeros huyen mientras él, escribe Joyce, “medio cegado por las lágrimas, echa a andar vacilantemente, crispando los puños enfurecido, sollozando”3
Después del relato de este recuerdo, Stephen vuelve al momento en que recitaba el Confiteor y se pregunta “por qué no guardaba mala voluntad a aquellos que le habían atormentado. No había olvidado en lo más mínimo su cobardía y su crueldad, pero la evocación del cuadro no le excitaba al enojo. A causa de esto, todas las descripciones de amores y de odios violentos que había encontrado en los libros le habían parecido fantásticas* (En la versión original Joyce escribe unreal, que quiere decir irreal). Y aún aquella noche, al regresar vacilante hacia casa a lo largo del camino de Jone, había sentido que había una fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro”4
Particularmente este último fragmento es tomado por Lacan, para quien, más allá del recuerdo, es una confidencia que plantea el siguiente interrogante: por qué después de lo acontecido Joyce no está resentido, más bien, “todo el asunto se suelta como una cáscara”5. Lo que resulta ser una metáfora de la relación con su cuerpo: Hay una fuerza oculta que hace que caiga la capa de odio de la misma manera en que se desprende la piel de un fruto maduro.
La pulsión está ligada al cuerpo y la relación con el cuerpo no es para nadie algo sencillo. El cuerpo tiene agujeros y tenemos de él una imagen un poco opaca. ¿Qué implica tener un cuerpo? ¿Qué sostiene el cuerpo y qué pasa en el cuerpo?, pero sobre todo ¿Qué relación tiene Joyce con su cuerpo?
En este apartado Lacan toma el cuerpo en la vertiente del significante, el significante como marca en el cuerpo. “… el inconsciente no tiene nada que ver con el hecho de que uno ignore montones de cosas respecto de su propio cuerpo. En relación con lo que se sabe, es de una naturaleza completamente distinta. Se saben cosas que dependen del significante.”6Pero en Joyce “no se trata simplemente del testimonio de la relación con su cuerpo, sino, de la psicología de esa relación". Es decir “esa imagen confusa que tenemos de nuestro propio cuerpo”7, la cual implica los afectos, y eso psíquico que se afecta, dice Lacan, no está separado.
Pero en Joyce es distinto, “solo hay algo que no pide más que irse, desprenderse como una cáscara”8. Se trata de un cuerpo que no queda afectado por los golpes que recibe. Y Lacan subraya que no se trata de una posición masoquista en la que haya experimentado placer, como en otros momentos. No dice que en esta ocasión no gozó, sino experimentó asco.
Lo que sorprende a Lacan es que haya hecho uso de una metáfora en torno a la relación con su cuerpo. Expresar el tener un cuerpo, quiere decir que hay una relación con el cuerpo como algo ajeno que se tiene, no que se es un cuerpo. Tiene toda su importancia el hecho de tenerlo, es lo que se llama ego, dice Lacan, “Si al ego se lo llama narcisista, es porque en cierto nivel, hay algo que sostiene el cuerpo como imagen”9. En Joyce se ve muy bien en el momento posterior a la paliza, que abandona o deja caer la relación con el propio cuerpo. Esa imagen que sostiene al cuerpo no está implicada en ese momento. El ego para Joyce funciona de manera particular. Por eso quizá es que es tan ilegible, dice Lacan, y “la escritura es esencial a su ego”10
Entonces pasamos del cuerpo a la escritura. ¿Cómo escribir este ego particular en el nudo borromeo de Lacan y cuál es su función?
Nos facilita dos imágenes del nudo: el nudo mal hecho (imagen 1) y el nudo corrector (imagen 2).
IMAGEN 1
En la primera vemos que el tercer redondel, “I" el verde, el imaginario, pasa por encima del redondel azul, lo real. Es el nudo mal hecho, el nudo que no hace nudo entre los tres registros podríamos decir, puesto que si pasa por encima, se suelta el redondel verde, el imaginario. “Se escurre, exactamente como lo que Joyce experimenta después de haber recibido la paliza. […], la relación imaginaria no tiene lugar.”11
El nudo mal hecho -ese error que comete Lacan al dibujar su nudo, cosa que le pasaba a menudo- es lo que explica el hecho de que Joyce no guardara rencor a sus compañeros. Esa capa de odio que había acumulado, cae fácilmente como cae el redondel verde en la imagen en donde está mal dibujado el nudo.
Lacan explica que cuando Stephen se rebela ante sus compañeros, justamente es el ego que no funciona en el momento sino después, cuando dice no experimentar ningún reconocimiento hacia nadie por la paliza que recibió.Este es el momento en donde Lacan introduce el ego corrector, es decir lo que viene al lugar de la relación faltante entre lo que anuda lo imaginario con lo real y el inconciente.Y esto es en el caso de Joyce, la escritura.
IMAGEN 2
Esto muestra muy bien que para Joyce se trata de una escritura que hace función de nudo a ese redondel que se suelta. El ego-sinthome de Joyce le permite corregir y reparar la cadena borromea y de esta manera queda anudado real, simbólico e imaginario. “El texto de Joyce está enteramente construido como una nudo borromeo”12. Es un texto lleno de enigmas, de los cual quizá no haya que proponerse entender demasiado en eso que está entre la relación de la enunciación y el enunciado.
Podemos apreciar esto de manera muy ilustrativa con un fragmento que rescata Lacan de una entrevista que le hacen a Joyce: Le piden que hable de cierta imagen que reproducía un aspecto de la ciudad de Cork. Joyce le responde al entrevistador: Cork. Éste vuelve a preguntar resaltando que eso es una obviedad e insiste, quizá intentando descifrar el enigma: ¿Qué enmarca esa imagen? la de Cork, y Joyce le responde: Cork, que quiere decir: corcho.
“¿Que Joyce sea el escritor por excelencia del enigma no sería la consecuencia del ensamblaje tan mal hecho de este ego, de función enigmática, de función reparatoria?"13. Si “Joyce es el escritor del enigma” y cuando se lee se soporta ese enigma, es una experiencia exquisita sumergirse en su escritura.
1.Joyce, J. Retrato del artista adolescente. Madrid, Alianza Editorial, 2007. p. 86
2.Ibíd, p. 88
3.Ibíd, p. 92
4.Ibíd, p. 92
5.Lacan, J., El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006. p. 146
6.Ibíd, p. 146
7.Ibíd, p. 147
8.Ibíd, p. 147
9.Ibíd, p. 147
10.Ibíd, p. 145
11.Ibíd, p. 149
12.Ibíd, p. 150
13.Ibíd, p. 151
El ego, la escritura y el cuerpo
NODVS LVII, abril de 2020